Hiroshi me cuenta que «rokai» significa «parrilla» pero también algo así como «océano». Primera ventaja de sentarse en la barra de este local pequeño a un par de cuadras del ajetreo de Reforma y de Río Tíber, pero tranquilo como las tardes de barrio en que la gente salía con sus sillas a ver pasar el tiempo y la gente.

La idea era poner un asador japonés, pero el espacio no dio para tanto y Rokai se convirtió en un restaurante cuya carta se basa en platillos fríos: sashimi, nigiris o makis cuya variedad cambia todos los días dependiendo de la pesca que encuentren en el mercado. El fuego se limita a una hornilla y una freidora eléctricas para el arroz, la sopa miso y algún marisco rebozado.

Pero la carta es lo de menos. Lo más recomendable es ponerse en las manos del chef y ordenar el Omakase, un menú de pequeñas porciones de muchos platillos que depende de los ingredientes y el humor de Hiroshi ese día. Luego de intentar conseguir mesa un viernes y hallar reservación hasta el lunes, el Omakase que me tocó fue un desfile de pequeñas delicias: maki de salmón picante, nigiris de robalo rojo, guiso de berenjenas con espinacas y melón bañado en licor de ciruela, por mencionar un par de ejemplos.

Algunos platillos incluían pollo, pero Hiroshi los cambió por calamar para darle gusto a mi dieta sin carnes ni aves. Incluso preparó toda una nueva sopa miso distinta a la de la olla grande. Segunda ventaja de sentarse en la barra.

De los creadores de Máximo Bistrot y ubicado a dos puertas de las malteadas Chomp Chomp, Rokai es una muestra más de la buena época en la que está entrando el perímetro del Ángel de la Independencia, tanto por el lado de la colonia Juárez como de la Cuauhtémoc.

Río Ebro 12, entre Río Lerma y Río Pánuco, col. Cuauhtémoc
t. 5207 7543
L a S de 13 a 17 h y de 19 a 23 h
Se recomienda reservar.
Costo aproximado: $500 por persona
www.facebook.com/rokaimexico

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[21 de febrero de 2014]