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Still de Hasta que Sbornia nos separe (Até que a Sbórnia nos separe) de Otto Guerra/Ennio Torresan, 2013. Tomada de Revista Flash Vip.

10 largometrajes destacados de la animación latina

Lista 24.09.2018

Bastián Pascal

Revista Código presenta una selección de películas destacadas de la animación latina, enfocadas en públicos multigeneraciones.

Debido al fructífero periodo en que se nuestra la industria fílmica del continente, decidimos que era necesario poner la lupa sobre algunos de los más valiosos largometrajes animados de Latinoamérica. Diez películas en orden alfabético, priorizando las propuestas autorales y buscando un balance con diversidad de países, temas y estilos, según el criterio de premios internacionales y la inevitable subjetividad de quien escribe.

—Ana y Bruno (México, 2017 / Dir. Carlos Carrera)


México no es Coco. La arrolladora popularidad del blockbuster de Pixar puede tener efectos devastadores en la imagen de nuestra cultura no solo ante los ojos del extranjero, sino frente a los del propio pueblo mexicano. El estereotipo de Speedy González y Pancho Pistolas simplemente se transfirió a otros personajes, que no por ser más fidedignos dejan de ser Disney. Entre otros problemas, tenemos la responsabilidad de probar que se puede hacer una película de animación sobre nosotros, por nosotros. Ana y Bruno es un nuevo esfuerzo en esa dirección. Sin folclore, se atreve a contar una historia sobre locura y muerte para toda la familia. Los adultos lloran. Los niños ríen. Juntos aplauden.

 

—Anina (Uruguay-Colombia, 2013 / Dir. Alfredo Soderguit)

La vida no es del tamaño que tiene realmente, sino del que parece tener ante nuestros ojos. Por eso los problemas de los niños no son menores, porque para ellos lucen gigantes. Anina Yatay Salas, la triple niña capicua, se mete en problemas en la escuela y recibe «un castigo rarísimo, el más raro de toda la historia de los castigos raros». Las aventuras que vivirá Anina a partir de ese momento, dentro y fuera de su cabeza, son enternecedoras hasta para quienes dejaron la infancia hace bastantes ayeres. Visual y técnicamente no apantalla, pero su look es distintivo y cumple. Redonda de ida y vuelta como su nombre. Después de verla uno se queda contento.

 

—Boogie, el aceitoso (Argentina-México, 2009 / Dir. Gustavo Cova)

Desde sus orígenes, la animación se ha alimentado de los cómics, pero lo de la violencia sin tapujos y el crudo humor negro llegó después. El icónico personaje de Fontanarrosa cobra vida en esta película con el único objetivo de arrebatar a los otros la suya, en un ácido homenaje al cine negro y los detectives taciturnos de gatillo fácil. Aunque los gags padecieron un poco la adaptación y el trabajo de voces agradecería una pulida, los extraordinarios diseños originales se acoplan de maravilla a la ambientación sombría, con ocasionales elementos fotográficos y abundante sangre roja, saturada al cien. La perfecta venganza de quienes se hartaron de escuchar que «los monitos son solo para niños».

 

—El Niño y el mundo (O Menino e o Mundo, Brazil, 2013 / Dir. Alê Abreu)

Tan solo recordarla acelera el corazón, pone la piel de gallina, los ojos llorosos y provoca una sonrisa. Espectáculo de belleza inconmensurable. Viaje de alegría y nostalgia. El Niño y el mundo es la obra maestra que se llevó el primer premio del mayor festival de animación del mundo, Annecy. Es un canto dirigido al pequeño que aún goza y quiere maravillarse, y también un grito de conciencia para el adulto que sigue a tiempo de evitar la peor de las catástrofes, el final de los finales. La vida es una hoja en blanco en que trazos infantiles de colores nos cuentan cómo un chico se lanza en la búsqueda imposible de su papá. Lo que encontramos en el camino es un sueño tan brasileño como universal. Es, si me obligan a darle un solo adjetivo, imprescindible.

 

—El Santos vs la Tetona Mendoza (México, 2012 / Dir. Alejandro Lozano y Andrés Couturier)

Literalmente la más pacheca y única película para mayores de edad de Ánima, el estudio más grande y prolífico de México, narra las disparatadas aventuras del mítico y paródico antihéroe surgido de las historietas de Jis y Trino. Con una gráfica y animación más libre y fresca de la que el estudio está acostumbrado a producir, el descabellado argumento de zombis y Estados totalitarios es solo un pretexto para disparar una ráfaga de chistes irreverentes, bien enraizados en la cultura mexicana, sin respeto y sin empacho. Lamentablemente el experimento no tuvo el impacto esperado en taquilla, frenando momentáneamente el interés de volver a levantar en el país futuros proyectos que no sean de corte familiar.

 

—Hasta que Sbornia nos separe (Até que a Sbórnia nos separe, Brazil, 2013 / Dir. Otto Guerra y Ennio Torresan)

Cuando accidentalmente se derrumba el gran muro que separaba al pueblo de Sbornia del resto del mundo, el choque de sus costumbres detona una típica comedia de enredos amorosos y conspiraciones capitalistas, donde la casualidad tiene la última palabra. Ligera aunque con tintes melodramáticos, sus personajes angulares y la paleta de color crean un aspecto particular, fácilmente reconocible. Gozosamente absurda, humor blanco sin demasiadas pretensiones más allá de entretener, lo que en ocasiones es suficiente. En este caso, al menos, basta y sobra.

 

—La casa lobo (Chile-Alemania, 2018 / Dir. Joaquín Cociña y Cristóbal León)

Si la animación es capaz de plasmar en pantalla cualquier fantasía, hay que tener cuidado con los profundos horrores que el humano suele imaginar. Cuento de hadas retorcido sobre una chica que escapa de su colonia y se refugia en el bosque, dentro de una casa que se forma y deforma eternamente en una espantosa metamorfosis de cuerpos rotos. La brillante labor plástica de un stop motion deliberadamente caótico hipnotiza de principio a fin, y deja traslucir la labor artesanal del crew mínimo, casi siempre de solo dos personas, que durante un lustro dejó su sangre en cada cuadro de esta pesadilla. Para propuestas personales y de arte innovador, hay que voltear al sur.

 

—Rio 2096: Una historia de amor y furia (Uma historia de amor e fúria, Brasil, 2013 / Dir. Luiz Bolognesi)

Los países latinoamericanos tenemos en común mucho más que la ubicación geográfica y, en su mayoría, el idioma. Nuestros episodios históricos hacen eco, encontramos paralelismos en toda la región porque compartimos orígenes en la conquista europea. Río 2096, más que un largometraje dramático convencional, es un ensayo político sobre la lucha de los rebeldes y oprimidos en Brasil, semejantes a los que podemos encontrar en cualquiera de las naciones vecinas. Reflexión sobre los eventos cíclicos, que se convierte en premonición de las batallas que están por venir. Quizás lo más importante no es que lo que vemos en el filme, sino con lo que nos deja pensando.

 

—¡Vampiros en La Habana! (Cuba-España-Alemania Occidental, 1985 / Dir. Juan Padrón)

Sí, es cierto, es el lugar común. La opción obligada en una lista como esta, pero es que es tan extraño que una película así se haya hecho en esa época y en ese país, que nunca perderá su relevancia histórica. Ya sé que la animación es tosca y la premisa de la historia, vampiros que pelean por una fórmula para poder tomar el Sol sin evaporarse, es verdaderamente ridícula. Pero a pesar de eso, o más bien precisamente a causa de ello, se ha vuelto de culto, inmortal cual bicho chupasangre. Como notarán por los otros ejemplos de esta lista, los largometrajes animados latinoamericanos destacaron hasta el nuevo milenio. Antes de ellos el único héroe solitario, el revolucionario, era y es ¡Vampiros en La Habana!

 

Virus Tropical (Colombia-Ecuador, 2017 / Dir. Santiago Caicedo)

En esta autobiografía adaptada de la novela gráfica homónima, la infancia y juventud de Paola hacen eco con las vidas y familias de todos los que se han criado en tierras de habla hispana. Puro sabor a trópico. Retrato íntimo y honesto, con esa siempre buscada pero rara vez alcanzada cualidad de ser local y universal al mismo tiempo. Virus Tropical es uno de los casos más recientes que prueba la madurez que el arte, técnica o medio animado —nunca género— ha alcanzado en este idioma y sus latitudes hermanas. Es la promesa de todo el potencial que nuestros artistas tienen, y las extraordinarias películas que aún están por venir. Esperaremos ansiosos.

 

Menciones honoríficas:

Ánima Buenos Aires (Argentina-España, 2012 / Dir. María Verónica Ramírez, et. al.)

Pequeñas voces (Colombia, 2011 / Dir. Jairo Eduardo Carrillo)

Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe (Uruguay-Argentina-Chile, 2012 / Dir. Walter Tournier)

 

Bastián Pascal

Director independiente de cine y animación egresado del CUEC/UNAM. Co-conduce el programa online Animatón para SAE Institute y Dessignare Media.

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