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Tomada de Facebook.

#LoveMyJob: Los milenials y la precariedad laboral

Opinión 12.02.2019

Mael Vallejo

Trabajos sin contratos, nula seguridad social o laboral, son solo algunos de los desafíos que vive la generación denominada como milenial.

El video es conocido: en un programa de televisión abierta la analista Denise Dresser —56 años— le preguntó al analista Gibrán Ramírez —30 años— cuántos años tenía cuando sucedió cierto evento político. La respuesta de él fue: «¿Ahora me vas a jovenear?» La discusión, que siguió en el mismo tono, se volvió viral. Los argumentos en las redes a favor y en contra de uno y otra poco tenían qué ver con el fondo del debate —la confrontación del poder Ejecutivo con el Judicial— sino, justamente, con su edad y apariencia.

En la Cuarta Transformación hay pocos milenials en puestos de alto poder —los únicos secretarios treintañeros son María Luisa Alcalde y Román Meyer— pero muchos en mandos medios. Desde analistas cercanos a ella, como Gibrán (ya llegó al punto de ser conocido solo por su nombre, como Carmen o Joaquín), hasta directores de Comunicación Social o de dependencias menos deslumbrantes. Esta generación, estos milenials, van (vamos) bien con una presidencia que inicia con conferencias presidenciales a las 7:00 am a diario y no descansa ni los fines de semana. La 4T también sufre del #LoveMyJob.

En Instagram ese hashtag tiene más de 20 millones de publicaciones semanales. WeWork, el Uber de los coworkings presente en 86 ciudades de 32 países, tiene como eslogan «Do what you love». Los milenials nos hemos construido para trabajar sin parar y, además, celebrarlo; para demostrar que no somos unos buenos para nada y que podemos cumplir las expectativas del mundo, aunque este cada vez sea peor y más atemorizante. Para quemarnos hasta desfallecer.

El cliché de las generaciones anteriores para con nosotros es que no nos gusta trabajar, somos muy volubles y no nos ponemos la camiseta de nada ni de nadie: nos falta compromiso y determinación, que es como se logran las cosas. Gastamos el dinero en tonterías en lugar de comprarnos una casa o ahorrar para nuestro futuro y, además, estamos matando a muchas industrias.

La realidad es que esta generación se está matando por conseguir lo que esas generaciones tuvieron y nos prometieron que también tendríamos, y que, en general, no vamos a obtener: ni una casa, ni un trabajo estable, ni prestaciones, ni un retiro decente, ni la estabilidad que correteamos. Siempre nos dicen que nuestros papás a nuestra edad ya tenían casa propia e hijos. Claro, la razón es obvia: ellos podían hacerlo. 

Mensaje. Milenials y precariedad laboral.

Víctor Sulser, Es viernes y a quién engaño, 2017. Cortesía del artista.

En el estudio México 2018: otra derrota social y política a la clase trabajadora; los aumentos salariales que nacieron muertos, especialistas del Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía de la UNAM señalan que, en 30 años, los trabajadores mexicanos han perdido el 80% de su poder adquisitivo.

Esto significa que mientras hace tres décadas el salario mínimo alcanzaba para poder comprar una canasta básica y un poco más, en la actualidad es insuficiente: en 1987 se requería trabajar 4 horas con 53 minutos para obtener esa canasta, para 2017 eran necesarias 24 horas con 31 minutos.

Los milenials ya dejamos de ser adolescentes o jóvenes con veintipocos y somos todos adultos. Adultos quemados que celebran estarlo y que pese a ello siguen siendo joveneados.

Protestantes frente al Palacio de Bellas Artes.

Fotografía de Reyes Martínez. Tomada de La Jornada.

Nos prometieron que la solución estaba en estudiar una maestría, en tener un trabajo en una empresa cool, en no tener prestaciones ni contratos pero sí mucho tiempo libre para tener vida, en ser felices los lunes haciendo lo que nos gusta, en trabajar 24/7 para poder postear en redes que ir al restaurante de moda nos hace felices. No lo es.

Hay que leer este texto y este otro para entender a detalle nuestra obsesión por trabajar todo el día todos los días: «Es la marca “desvivirse en el trabajo es glamuroso”, y es algo cada vez más comercial». Contestar correos y whatsapps a las 11:00 pm y tener un call en domingo porque eso hacen los emprendedores y la gente exitosa, la gente que queremos ser.

Al final la Cuarta Transformación, con todos su recortes a prestaciones, sueldos e iniciativa de querer trabajar seis o siete días a la semana, es muy milenial. El mensaje es claro: trabaja todos los días y ama lo que haces. Aunque estés quemado. Aunque sepas que ni corriendo llegarás a esa meta, pero quizá en el camino se te olvide la angustia de no hacerlo.

Dispensador de jugo. Milenials y precariedad laboral.

Mensaje en una dispensador de agua en una oficina de WeWork («No te detengas cuando estés cansado; detente cuando termines»). tomada de Twitter.

En una mesa de debate entre Gibrán y Dresser, posterior a la joveneada, en la que hicieron las paces, ella le dijo que nunca descalificaría a nadie por su edad porque es profesora universitaria. Él contestó que ese comentario había tocado en las redes sociales una fibra sensible de los jóvenes precarizados y ninguneados.

Los milenials ya no somos tan jóvenes, pero quizá sea momento de que las generaciones anteriores dejen de apuntar con el dedo a nosotros –y a las que vienen– y lo redirijan hacia sí mismos para, al menos, entender por qué somos cómo somos, por qué nuestros #LoveMyJob en realidad significa su fracaso.

Mael Vallejo

(Ciudad de México, 1984) Es periodista. Ha sido reconocido con el Premio Nacional de Periodismo en 2017 y con el Premio Rostros de la Discriminación 2018. Ha sido director y editor general de medios como mexico.com, Chilango, Animal Político y Esquire Latinoamérica.

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Víctor Sulser, Es viernes y a quién engaño 2017. Cortesía del artista.

Mensaje en una dispensador de agua en una oficina de WeWork. tomada de Twitter.