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Escribir de cultura y arte en tiempos frágiles

Columna 10.06.2020

Brenda Caro Cocotle

Ante esta situación de emergencia, ¿se puede afirmar verdades absolutas, posturas inamovibles? Este es un texto muy honesto y sentido de parte de una de nuestras columnistas.

Van dos meses (casi tres) en que he estado intentando escribir uno de esos textos que les dicen críticos. Me ha resultado casi imposible. No me aclaro la cabeza. Hacer de lado mis fobias y filias no es sencillo cuando se acumulan sobre de uno también las ajenas. No tengo respuestas. No sé si tenga análisis que alcance. Mis ojos ciegos, más ciegos que nunca, no logran ver todas esas realidades que ocurren más allá de las ventanas, las esferas de opinión momentáneas, los enojos y las impotencias. Si antes me he sentido inadecuada y de alguna manera, como una intrusa dentro de la escena cultural y artística —carezco de una pasión que en otros sí observo—, hoy me percibo incapaz de compartir ciertas inquietudes, reclamos y posturas.

Van dos meses (casi tres) y no puedo. Hay días que envidio a los que parecen entenderlo todo y son capaces de teorizar y solucionar este momento cruzado de desigualdades y fracturas. Hay días en que me hace rabiar la justificado o injustificado rabia ajena. Hay días en que las preocupaciones del sector cultural y artístico me parecen lo más prioritario y hay otros en que me parecen —que alguien me perdone— por completo superfluas.

Van dos meses (casi tres) y no puedo. No sé cómo conciliar el hecho de que puedo entender un recorte del 75 por ciento a los presupuestos de los museos, el que tengan que replantear sus programaciones y modos de investigar, que las contrataciones se detengan y que todo sea más difícil si lo miro en la perspectiva de que eso signifique un ventilador más, una persona más atendida, una cama extra y el que, por otra parte, no se ponga pausa o reajusten los presupuestos de proyectos que siguen resultando ambiguos, centralistas y dentro de una política cultural muy añeja, aunque vestida de términos nuevos.

Van dos meses (casi tres) y no puedo. No consigo explicar esta extraña relación en la que es más sencillo reducir la situación de vulnerabilidad de varios hacia el Estado, pero no se señala con suficiente fuerza que esa vulnerabilidad es también resultado de la fe ciega en las políticas de la economía naranja anidada durante dos largos sexenios en el que la relación e intervención de las instancias estatales se hizo más débil, más ambigua y se le dio un protagonismo acrítico a cierta economía de mercado y de capitalismo cognitivo. Mas tampoco puedo hacer encajar una respuesta desde la cabeza del sector, en la administración pública, reducida a mensajes de Twitter, a poca claridad informativa; que pudiera tomar un papel no de puro seguimiento o de control de daños hacia ciertas decisiones del poder Ejecutivo o Legislativo, sino el de quien, desde su carácter como conocedor de las dinámicas propias del ramo, planteara a aquellos contrapropuestas o señalara alternativas. (Me reconozco injusta e ingenua, quizá sí se hace. Quizá no).

Van dos meses (casi tres) y no puedo. Quisiera saber cómo externar que en esta situación de emergencia nadie tiene la respuesta de nada (ni Francia ni Alemania), que no entiendo de macroeconomía y que la microeconomía (la mía) no es igual para nadie (la suya), que cómo pedir recursos de donde ya no hay, que el impasse cultural y económico  responden a medidas de excepción; mas no puedo evitar temer que la excepción se vuelva la regla, que no sepamos como construir una relación más equitativa, adecuada y equilibrada que garantice condiciones en los que el arte y la cultura no sean accesorios ni para un gobierno ni para un mercado.

Van dos meses (casi tres) y no puedo. No me conformo con la idea de que la 4T todo lo hace mal, que nos quiere borrar, que nos amenaza, que no nos valora, que nos menosprecia, que antes se estaba mejor, que no hay responsabilidades pasadas, que no se puede construir nada, que se destruye la cultura y tampoco con esa otra que generaliza los actos de corrupción, el nepotismo, los cotos de poder y privilegio que existen.

Van dos meses (casi tres) y no puedo. No puedo hablar del Fonca, y de los fideicomisos, de la reinvención de las relaciones de los museos para con sus modos de investigar, trabajar y relacionarse con los públicos, del desempleo, del subempleo, de los protocolos de sana distancia, de la educación en línea, de la sobrecarga de trabajo aunque se haga desde casa, de pretender que estamos bien, de convencernos que estamos mal, de subsidios, de estímulos fiscales, de frentes, de grupos, de grupos de grupos, de funcionarios, de peleas en redes sociales, de la filosofía de la pandemia, de exposiciones y arte sobre el coronavirus, de quién está más jodido, de privilegios. No puedo.

No puedo.

No sé cómo. En verdad, no sé cómo.

Lo único que sé es que espero que los que amo estén bien, y que si alguien lee esto, esté bien.

 

 

 

 

Brenda Caro Cocotle

Es licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas, maestra en Museos y Doctora en Museum Studies por la Universidad de Leicester.

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