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Alfonso Cuarón
Kevin Spacey en encuentro con Enrique Peña Nieto.
Alfonso Cuarón en la grabación de Gravity.
Kevin Spacey en encuentro con Enrique Peña Nieto.
Kevin Space como Frank Underwood, en House of Cards (2013).

Opinión: Entre Alfonso Cuarón y Kevin Spacey

20.05.2014

Alfonso Cuarón se equivocó. El pasado 28 de abril dio a conocer en algunos medios de comunicación nacionales 10 preguntas dirigidas al presidente Enrique Peña Nieto respecto de la Reforma Energética, entre las cuales destacan: “¿Cuándo bajarán los precios del gas, gasolina, combustóleo y energía eléctrica?”, “¿Existen planes para desarrollar tecnologías e infraestructuras de energía alternativa en nuestro país?” y “¿Qué medidas se tomarán para evitar que el proceso democrático de nuestro país quede atrapado por financiamientos ilícitos y otras presiones de los grandes intereses?”.

A pesar de las buenas intenciones del director mexicano, sus actos fueron irresponsables. Su intervención pública en un tema de interés nacional promueve que cualquier persona destacada del espectáculo —en este caso el cine— participe en los debates más delicados de nuestro territorio, con repercusiones probablemente desafortunadas.

El Partido Revolucionario Institucional (acompañado, y no podría ser de otra manera, por el Partido Acción Nacional) acogió con relativa tranquilidad el asunto y dio respuesta (en algunas ocasiones de forma ambigua) a los cuestionamientos. No se trata de poner en tela de juicio si el partido en el poder tiene la capacidad de contestar las preguntas de un personaje público, ni de condenar a Cuarón por ser una figura externa al ámbito político, sino de observar otro horizonte.

El PRI ha estado vinculado desde hace mucho tiempo con el medio del espectáculo, en especial con Televisa. No puede negarse que las elecciones pasadas fueron en gran parte exitosas para Peña Nieto debido a la relación que inició con una de las actrices de esta casa televisiva. El PRI sabe cómo usar estas maniobras en su propia ayuda. Y con sus interrogantes el cineasta no precisó que favorece este sistema perverso. Por lo demás, que algunos medios de comunicación y líderes de opinión pongan atención en un tema de vital importancia sólo cuando una figura pública lo hace es cualquier cosa menos tranquilizador.

Unos días más tarde Enrique Peña Nieto apareció en una foto con Kevin Spacey, un actor deslumbrante cuyo éxito más reciente es su papel como vicepresidente de Estados Unidos en House of Cards. La serie de televisión ha sido acogida por el público y la crítica de una manera avasallantemente positiva. Posteriormente, algunos medios de comunicación revelaron que Kevin Spacey recibió dinero del erario para viajar a Cancún y sostener ese encuentro. Sea como fuere, el PRI utilizó este truco mediático para enfrentar los cuestionamientos de Cuarón: contraatacó usando a su favor la imagen de un personaje más reconocido que el director mexicano.

Las demandas del autor de Gravedad son relevantes pero antes deben discutirse otros problemas. Entre ellos: ¿por qué un tercio de la sociedad mexicana votó por un hombre corrupto y violento —como se pudo ver durante su administración en el Estado de México— para que fuera presidente de México?

Si Cuarón quisiera mostrar una postura crítica podría realizar un trabajo cinematográfico riguroso y abiertamente político que no sólo le beneficie con premios de la academia. Hay muchas formas en las que el cine puede mejorar su contexto. Desafortunadamente, el cineasta eligió la menos adecuada.


Abel Cervantes es comunicólogo. Es director editorial de Código. Participó con un ensayo sobre Carlos Reygadas en el libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo (2012), publicado por la Cineteca Nacional. Colabora en La Tempestad e Icónica.


[20 de mayo de 2014]

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