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Consultas al Dr. Estético. De hampartistas y artistas pobres

Columna 29.05.2019

Pablo Helguera

En esta nueva entrega, Pablo Helguera habla sobre el #hamparte, la precariedad y las propiedades del arte que no tiene espectadores ni curador.

—¿#Hamparte?

Querido Dr. Estético,



En numerosas publicaciones de redes sociales he visto los hashtags #hamparte, #hampartista. Investigando un poco, descubrí que el concepto viene de un youtuber que utiliza esa palabra para hablar de forma peyorativa de las prácticas artísticas contemporáneas. ¿Qué opina usted de este tipo de términos gestados en internet? ¿Realmente el entorno digital puede ser una plataforma óptima para hablar de arte?

Gracias de antemano, 

Itzel G.

 

Estimada Itzel,

El entorno digital no es una plataforma óptima para hablar de arte, ni de muchas otras cosas, por varias razones. Una de ellas es que se presta al reduccionismo, con comentarios que suelen tener la forma de juicios de valor (un juicio de valor es una opinión que no suele venir sustentada a través de hechos, pero que suele parecer un comentario objetivo). La crítica al arte contemporáneo es muy fácil de hacer cuando se busca reducir el arte a una simple definición. Pero el problema es que el arte nunca puede ser contenido en una sola definición, y mucho menos una fundamentada en principios estéticos del siglo XIX, que es lo que tienen en común la mayoría de estas críticas. Un ejemplo es el argumentar que la obra debe de representar algún tipo de «esfuerzo» por parte del artista. Este argumento no explica la diferencia entre esfuerzo físico y esfuerzo intelectual, ni cómo cuantificarlos. Bajo esta lógica, Einstein no merecía el premio Nobel porque cualquiera puede escribir la formula E=mc2 —lo cual no considera que escribir la fórmula es muy distinto al proceso que llevó a Einstein a concebirla. Otra tendencia es equiparar la venta de una obra como ejemplo de la complicidad del mercado en elevar su valor. En realidad, hay muchas obras conceptuales que no se pueden vender, y hay también una infinidad de obra mediocre —y de objetos que no son arte— también se vende por mucho dinero, de manera que el mercado no es un indicador útil de si una obra es buena o mala. En general, decir que una obra que no entra dentro de las definiciones arbitrarias de un youtuber no es arte, es igual que afirmar que los idiomas que uno habla no existen por el hecho de que uno no los entiende. Para bien o para mal, si uno quiere adquirir una mejor comprensión de la complejidad del arte hay que tomar la radical decisión de dejar de ver Youtube e ir a ver arte en persona, leer libros, y —a pesar de lo duro que pueda resultar para algunos— reintegrarse a la realidad.

Personas en una oficina. Dr. Estético.

Pablo Helguera, de la serie Artoons. Cortesía del artista.

 

—El ideal del artista pobre

¿Por que a muchos colegas del medio del arte les parece una gran virtud la precariedad en la que se desarrolla el arte?

Miguel RS.

 

Estimado Miguel,

 

Recuerdo, hace varios años, asistí a una cena ofrecida por un coleccionista en la Ciudad de México, en su lujosa residencia llena de obras de arte. A la hora del coctel, me tocó hablar con uno de los invitados —algún amigo del coleccionista que obviamente tenía dinero, pero no estaba muy involucrado en el mundo del arte.

Platicamos sobre que yo era artista, y le dije que vivir como artista es difícil. Esto le sorprendió, y dijo, de forma totalmente incrédula y sincera: «pero cómo va a ser difícil, si cuando uno es artista, siempre puedes asistir a cenas gratis como esta?»

Aparte de ser un comentario que revela la capacidad cognitiva y empática de María Antonieta, éste a la vez muestra nuestra percepción colectiva (y equivocada) de que el ser artista significa vivir de la precariedad misma, como si uno hiciera un voto de pobreza franciscana para que el sufrimiento y la carencia lo pongan a uno en contacto con la realidad para así producir obras de valor auténtico. Aunque es verdad que muchos artistas han producido sus mejores obras en tiempo de pobreza (Van Gogh es el estereotipo, pero artistas como Marcel Broodthaers, tan clave para el arte de la posguerra, fue pobre la mayor parte de su vida), este hecho desemboca en el cliché de que el artista debe de vivir en la precariedad para producir obra de valor. Esta idea, por supuesto, es problemática porque no hay una correlación directa entre pobreza y creatividad: de la misma manera que el ganarse la lotería no lo vuelve a uno mejor artista, la pobreza tampoco garantiza la posibilidad de hacer una obra maestra. Si bien la fábula romántica del artista pobre que produce obras maestras es la que impera, la triste realidad es que el sufrimiento y la carestía no son necesariamente claves del éxito.

Personas en un funeral. Dr. Estético.

Pablo Helguera, de la serie Artoons. Cortesía del artista.

 

—Pregunta ontológica

Dr. Estético,

Si un artista hace una obra y no hay espectadoras ni curador para verla. ¿Es arte?

Anónimo

Estimado Anónimo,

Esta es una pregunta que se suele formular frecuentemente, y que es más filosófica que estética. Considero interesante que primero pensemos por qué nos puede interesar tal situación hipotética, y pensar qué es lo que revela acerca de nosotros. Si yo preguntara: «Y si Frida Kahlo no hubiese nacido, ¿qué artista mexicana ocuparía su lugar?» Es perfectamente posible que Kahlo no hubiese existido por mil razones, pero este supuesto no tiene realmente importancia, porque Kahlo efectivamente existió.

Se suele preguntar, también, qué habría ocurrido si Hitler hubiera tenido éxito en sus estudios como pintor y no hubiese entrado en la política. Es un juego de hipótesis, pero no va más allá de eso.

La filosofía respondería que si una obra no tiene espectadores no sería obra, dándonos al menos dos argumentos. El primer argumento nos viene por el pensamiento empiricista del siglo XVIII. George Berkeley argumentó que la existencia requiere percepción: incluso si la materia de un objeto está en cuestión, la idea de este objeto existe en nuestra mente a través de nuestro acto perceptivo. Dentro de esta lógica, si esta obra no es accesible a la percepción de nadie, ergo no puede ser arte (ni entidad alguna).

El segundo argumento, de índole posmodernista, es el que elaboró Arthur Danto cuando planteó que, dado que el arte es una construcción social, este adquiere significado gracias al marco de referencias que nosotros le damos, lo que él define como un «mundo del arte» —un complejo de individuos que incluye artistas, críticos, curadores, coleccionistas, etcétera.

Ahora bien, si una gran obra de arte se descubre de repente en el desván de alguien (y esto ha ocurrido muchas veces), no quiere decir que el objeto no haya existido físicamente antes: lo que quiere decir es que el mensaje de la obra, que hasta ese momento no había sido construido socialmente, finalmente penetra nuestra red de comunicaciones y se hace vigente. Es esa inserción lo que se podría definir, quizá de forma poética, como el verdadero surgimiento de la obra en la conciencia colectiva, no como objeto sino como obra.

Teórico de arte. Dr. Estético.

Pablo Helguera, de la serie Artoons. Cortesía del artista.

 

—«Eso lo puede hacer mi hijo de seis años»

Querido Dr. Estético,

No me dedico al arte, pero soy aficionada; y en mis trabajos en revistas de moda y estilo de vida he tratado de incluir temas sobre arte contemporáneo. Invariablemente siempre que publicamos algo cercano al ready made o a algún formato no objetual, alguien en el equipo dice algo como: «Eso lo podría hacer mi hijo de seis años» o «ahora ya cualquier cosa puede estar en un museo». Lo primero que siempre pienso es, «quizá su hijo «podría» hacerlo, pero el punto es que no lo hace». Pero al final no digo nada. ¿Qué debería responderles?

 

Editora de moda

Estimada editora,

Hay que evitar las respuestas cínicas inmediatas: por ejemplo, el burlarse de la profunda ignorancia de la persona que dio este comentario, de su inseguridad y de sus ideas antediluvianas sobre el arte. Como mencionas, algunos efectivamente favorecen la frase «pero tú no lo hiciste», como respuesta. Pero esto suele solo insultar a la persona y no ayuda a la reflexión.

Quizá lo primero que hay que comunicar al individuo es que el desafío no es imitar algo ya existente sino cambiar el paradigma. Por poner un ejemplo, cualquiera puede escribir la fórmula E=mc2 en una hoja de papel, pero casi nadie es capaz de desarrollar matemáticamente esa fórmula para llegar esa solución específica. Lo mismo ocurre con el arte: hay una diferencia entre ejecutar una obra e imaginarla.

Por otra parte, estas críticas vienen parcialmente de una visión tradicional del arte del siglo XIX que aún ve al arte como algo que se tiene que conformar con los estándares de belleza de nuestros bisabuelos, que tiene que demostrar físicamente un esfuerzo técnico (de ahí que un artista para muchos sea alguien que «sabe dibujar»), etcétera.

De manera que al público escéptico hay que preguntarle cómo plantearía este argumento y a qué está respondiendo. Lo fácil es repetir lo que otros ya hicieron, algo que se define como el síndrome del perico. Será fácil imitar una acción conceptual, pero eso es muy diferente a inventarla. Decir «mi hijo de seis años puede hacer esa obra» es como decir que al citar a Shakespeare uno es Shakespeare.

 

 

 

 

Puercoespines en una galería. Dr. Estético.

Pablo Helguera, de la serie Artoons. Cortesía del artista.

 

¿Tienes alguna duda existencial relativa al ámbito del arte, al mercado o a su escena? Envía tus preguntas al Dr. Estético al correo [email protected]
Mantendremos tu anonimato si así lo solicitas.

 

Pablo Helguera

(Ciudad de México, 1971) es un artista mexicano radicado en Nueva York.  Su obra abarca el performance, la escritura, la gráfica, la pedagogía y el arte de interacción social.  Ha mostrado su obra en muchos museos y bienales a nivel internacional. Ha recibido las becas Guggenheim y Creative Capital, entre muchas otras; y ha publicado varios libros, incluyendo Education for Socially Engaged Art (Jorge Pinto Books Inc., 2011), el Manual de estilo del arte contemporáneo (Tumbona, 2005) y The Parable Conference (Jorge Pinto Books Inc, 2014). Desde 2007 es director de programación educativa del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

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