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El Dr. Estético responde dudas sobre arte contemporáneo

Columna invitada 08.01.2019

Pablo Helguera

A manera de una columna de consejos, Pablo Helguera responde las inquietudes de los lectores sobre la escena del arte contemporáneo y el mercado.

—Artista de gatitos bebés

Dr. Estético:

¿Qué consejo le darías a un artista emergente, que estudió en una escuela ubicada en la periferia de su ciudad y en un país con una deficiente estructura cultural, para que genere las condiciones económicas necesarias que sostengan su producción artística, la cual radica en el ejercicio pictórico de la representación de gatitos bebés?

 Anónimo

Estimado Anónimo,

Hace unos años, una persona conocida en el medio de la educación de museos, organizó en su institución un festival de videos de gatos. La idea del programa era irrisoria e infantil para muchos y para otros, incluso (por ejemplo los curadores del museo) un insulto que según ellos rebajaba el criterio estético del museo a un nivel ínfimo. Sin embargo, el éxito del festival fue completamente inusitado: el museo rompió el récord de asistencia en su historia. No es de extrañar, dado que compilaciones como ésta han recibido más de 74 millones de vistas, seguramente más que las que asisten a conferencias de historia del arte a las que asisten unas 18 personas en promedio. Los museos suelen encarar el dilema de hacer una programación que tenga credibilidad entre la élite artística, pero también que atraiga a los grandes públicos, dos metas —por lo general— incompatibles.

Hago referencia a este incidente dado que su pregunta (aunque podría estar equivocado) parece burlarse de aquellos artistas que utilizan temas ridículos en sus obras y, aún así, aspiran a ser reconocidos. Primero hay que establecer que no hay temas ridículos en el arte, porque estos pueden incitar a reflexiones más amplias acerca de todo tipo de cosas. Los poetas españoles de finales del siglo XVI hacían odas a una mosca o a una alcachofa; temas que parecerían absurdos si uno no le prestara atención a la manera en que estos temas eran más bien el pretexto para una laboriosa y compleja composición sobre la vida, la naturaleza y demás.  El artista contemporáneo William Wegman se hizo famoso por sus fotos de perros —de las que no soy partidario, pero reconozco su oficio y su importancia como fotógrafo, que  incluye muchas obras fuera de su repertorio canino.

A lo que voy con mi deseo de defender el valor de una temática, al parecer superficial o absurda, es al hecho de que siempre hay lugar para cualquier artista y cualquier tema: es más un problema  de encontrar o formar al público propio. Pero si su objetivo es simplemente ganar dinero, y si sus intereses son sinceramente gatunos, le sugiero mejor abrir un cat café.

Caricatura de un oso en una exposición. Arte contemporáneo.

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons, 2009. Tomada de la web del artista.

 

—De responsabilidades y presupuestos

Dr. Estético,

En días recientes se dio a conocer un recorte presupuestal a la cultura para 2019. Poniendo bajo reserva cómo se maneja la información en los medios, la realidad es que la inestabilidad laboral en este sector existe y, a pesar de estar conscientes de la premisa del nuevo gobierno de «hacer más con menos», esta decisión ha despertado descontento en la comunidad artística.

También es cierto que no importa qué tan castigado esté el presupuesto en arte, [éste] se seguirá creando. Para muestra tenemos la gran cantidad de proyectos independientes e iniciativas autogestivas que solventan los vacíos que el sector público no puede cubrir.

Mi duda es, ¿hasta dónde debe llegar nuestra responsabilidad? ¿No será que nosotros mismos estamos fomentando la precariedad laboral de la que tanto nos quejamos?

Paola Eguiluz, curadora de Pensar la periferia1

Estimada Paola,

Comenzando por decir lo obvio: es responsabilidad de todos los países proteger y apoyar su propia cultura, puesto que ésta está ligada a su identidad. Pero, en el sentido práctico, los países que apoyan su cultura en su presupuesto, en general, lo hacen porque hay un orgullo colectivo por la cultura propia, así como el reconocimiento de que la cultura es vital para su sociedad; o dicho de una manera más cínica, el precio político de no apoyar la cultura en algunos países es demasiado alto para un gobierno. El problema es que, cuando un país tiene pocos recursos económicos, es difícil argumentar que la cultura tiene más prioridad que la salud, la educación, la agricultura o el cuidado del medio ambiente. Otro factor que directamente implica a México, es lo anómalo de su propia historia de política de apoyo a las artes, que por mucho tiempo se basó en subsidios del Estado que el gremio artístico llegó a ver como algo natural (en Estados Unidos, por ejemplo, nunca ha habido nada similar a la Beca de Jóvenes Creadores o al Sistema Nacional de Creadores). De manera que, si bien es responsabilidad de un país proteger su cultura, no hay una regla explícita de cómo debe de llevarse a cabo, ni un porcentaje fijo del presupuesto nacional que oficialmente «cumpla» esta responsabilidad.

Por añadidura, para la clase gobernante es difícil defender el arte contemporáneo; dado que es un desafío convencer al gran público que está en su interés apoyar a la clase artística que, por lo general, desdeña a «la plebe» y, en cambio, busca la validación del medio internacional. En cuanto a los artistas, lo que menos ayuda es cruzarse de brazos y esperar a que la relación paternalista con el Estado reviva. Es necesario encontrar nuevos modelos, más modestos. Y obtener apoyos, tanto estatales como de la iniciativa privada, para hacer proyectos independientes, con integridad y sentido crítico. También es posible buscar apoyos que no provengan, necesariamente, del sector cultural, sino de otros campos (o instituciones como centros de investigación, centros de servicio social, universidades, etcétera); y que éstos puedan beneficiarse de las aportaciones que se obtienen de un proyecto artístico, dependiendo de su temática. Un modelo estatal que podría explorarse, sería uno en el que el artistas reciba algo cambio de dar algún servicio a su comunidad —ya sea de índole educativo o social—; es decir, convertir estos apoyos en algo más cercano a las becas de investigación, con el compromiso de, eventualmente, invertir este conocimiento en sus respectivas localidades. De cualquier manera, le corresponde a la comunidad artística proponer nuevos modelos que luego puedan ser apoyados por el Estado.

Tira cómica. Arte contemporáneo.

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons, 2009. Tomada de la web del artista.

 

—Incertidumbres estéticas

Querido Dr. Estético:

¿La belleza nos salvará de la muerte?

¿Trabajar nos hace bellos?

¿La historia se cuenta por verdadera o por bella?

Limit, colectivo de artistas (Ciudad de México)

Estimados Limit,

Su pregunta se puede responder de manera literal y de manera metafórica. La respuesta literal es decepcionante, por supuesto: nada nos salva de la muerte, seamos hermosos o feos. Mejorar nuestro aspecto físico a través de ejercicio, de un estricto régimen nutricional y de un programa intensivo de cuidados cosmético y facial para llegar a ciertos estándares de belleza, requiere mucho esfuerzo. Y la historia no se cuenta ni por verdadera ni por bella, sino por la necesidad humana de examinar el pasado para comprender nuestro mundo. Ahora bien, en el sentido metafórico, existen tres clichés a los que posiblemente ustedes querían aludir en su pregunta y que creo que es útil examinar. Primero, la idea (directamente vinculada al arte) de que algo que consideramos bello trasciende el tiempo; el segundo, que la evidencia de labor es algo en sí atractiva o, dicho de otra forma, que lo ético es asimismo hermoso (siempre me interesó la frase «bella persona», que usaba la generación de mis padres y en la que precisamente aplica este principio); y, finalmente, que los historiadores suelen sucumbir a la literatura cuando tratan de hacer —en teoría— una relación objetiva del pasado, lo cual puede distorsionar dicha objetividad. Decir que el «gran arte» trasciende el tiempo, oscurece el hecho de que mucho arte que había sido olvidado en su momento puede ser rescatado; mientras que mucho arte que antes era considerado maravilloso, a veces, deja de interesarle a las generaciones siguientes, debido a que nuestra percepción de lo que es bello cambia constantemente. En el arte contemporáneo, la noción tradicional de belleza suele problematizarse, politizarse y, en general, entenderse como algo altamente subjetivo y cambiante, determinado por motivos de cultura y clase. Y finalmente, es quizá inevitable que los historiadores sucumban a construir hermosas narrativas de ciertos episodios históricos, pero tarde o temprano estas narrativas no suelen sostenerse al ser examinadas de nuevo por nuevas generaciones que no respondan a sus poéticas y se centren, en cambio, en el análisis objetivo de los hechos.

 

—Consejo vocacional

Querido Dr. Estético:

Por motivos económicos, tuve que reducir drásticamente el tiempo que dedicaba a la producción artística para conseguir un empleo fijo.

Aunque me encantaría seguir realizando obra y exposiciones a tiempo completo, en estos días —con el cambio de gobierno y la reducción de presupuesto para la cultura— he llegado a pensar que el futuro de la práctica artística en México es muy incierto y, en cierta medida, pointless. A esto, se suma lo que sucede en otros países: incluso en el primer mundo, la precarización del trabajo artístico y cultural es una horrible realidad.

¿Considera usted que todavía existen razones para producir arte, para tratar de «mover» nuestro trabajo por una galería, feria o museo, frente a estas circunstancias?

En su experiencia, ¿deberíamos buscar y abrazar la seguridad financiera o deberíamos arriesgarnos a «construir una carrera», aunque eso implique que nuestra existencia y la de nuestros hijos y mascotas esté sujeta al depósito de una beca o el pago de un coleccionista por nuestra obra?

Por su atención y tiempo, muchas gracias.

Cordiales saludos,

S

Estimada S,

El arte hecho por razones económicas resulta, por lo general, en arte comercial. No hay duda de que vender una obra es una consideración muy importante para los artistas que viven de ello pero, que este sea el criterio para producir, es la receta perfecta para el fracaso crítico. Corín Tellado, por ejemplo, se hizo millonaria con sus novelas y, de hecho, en el mundo se han vendido más libros suyos que de cualquier otro autor en lengua española, con excepción de Cervantes. No diré más al respecto.

El arte tiene que ser independiente de su valor económico para ejercer su visión autónoma, a veces crítica, a veces completamente contraria a lo que se espera que el arte sea en ese momento. El mercado del arte responde positivamente ante la homogeneidad —de ahí que, para cualquier artista, un riesgo cambiar súbitamente el tipo de obra que hace.

Sugiero que hables con artistas mexicanos de la generación de los 70. En ese periodo, el mercado de galerías de arte contemporáneo era prácticamente inexistente, y ellos no tenían la menor expectativa de vivir de sus obras conceptuales, no-objetuales y procesuales.

Si te pones a pensarlo, el tipo de obra realizada en esa década es una que hoy nosotros admiramos profundamente, y muchos artistas de esa generación (Mónica Mayer, por ejemplo) están comenzando a recibir el merecido reconocimiento por su trabajo. Es útil, asimismo, examinar la manera en que muchos artistas han logrado vivir a través de hacer otros trabajos (educación, periodismo, administración, etcétera) para lograr hacer su obra de forma independiente, sin preocuparse demasiado si ésta les va a redituar de inmediato. El camino del artista es largo y, si bien, es vital encontrar una forma de apoyar nuestra producción a corto plazo. Lo más importante es apostar a la cuenta larga y completar un cuerpo de obra del que nos sintamos orgulloso. La realidad es que, para la mayoría de los artistas, ejercer este oficio no es una opción sino una necesidad, de manera que —y estoy consciente que lo que voy a escribir es polémico para algunos— la disyuntiva de conseguir un trabajo o hacer obra es falsa: o hay que hacer ambas cosas, o simplemente tratar de vivir como artista. Y si uno está cómodo con la decisión de no hacer arte, entonces uno nunca ha sido realmente artista.

Caricatura de tres personas. Arte contemporáneo.

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons, 2009. Tomada de la web del artista.

¿Tienes alguna duda existencial relativa al ámbito del arte, al mercado o a su escena? Envía tus preguntas al Dr. Estético al correo [email protected]
Mantendrémos tu anonimato si así lo solicitas.

 

1 Proyecto artístico de Paola Eguiluz y Silverio Orduña.

Pablo Helguera

(Ciudad de México, 1971) es un artista mexicano radicado en Nueva York.  Su obra abarca el performance, la escritura, la gráfica, la pedagogía y el arte de interacción social.  Ha mostrado su obra en muchos museos y bienales a nivel internacional. Ha recibido las becas Guggenheim y Creative Capital, entre muchas otras; y ha publicado varios libros, incluyendo Education for Socially Engaged Art (Jorge Pinto Books Inc., 2011), el Manual de estilo del arte contemporáneo (Tumbona, 2005) y The Parable Conference (Jorge Pinto Books Inc, 2014). Desde 2007 es director de programación educativa del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

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Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons, 2009. Tomada de la web del artista.

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