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Pinto mi Raya (Mónica Mayer y Victor Lerma), Con el FONCA y sin el FONCA (2013). Cortesía de los artistas.

Poder y políticas culturales. 4 especialistas opinan

Opinión 16.10.2018

Revista Código consultó a cuatro destacados agentes culturales para conocer su opinión sobre el papel del Estado en las políticas culturales.

En las coyunturas de los cambios de gobierno —ya sean locales o federales—, la gestión de la cultura experimenta en México desde cambios estructurales hasta designaciones arbitrarias dentro de instituciones públicas dedicadas al arte y la cultura. Ejemplos en nuestro país sobran. Más allá de consignar en este espacio cada uno de los momentos en donde se ha utilizado el ejercicio del poder para cambiar el rumbo de la cultura en el país, invitamos a 4 especialistas a reflexionar sobre el papel que debería tener el Estado como gestor de las políticas culturales.
Debido a la naturaleza de esta colaboración, hemos publicado las opiniones íntegras.

Actualmente en México se vive un momento inédito con la llegada de un partido adscrito a la izquierda al poder. En referencia a la gestión de las políticas culturales, ¿qué prácticas debería evitar el nuevo gobierno?

—Octavio Avendaño*
El nuevo gobierno tiene que evitar las prácticas de espectáculo que implican un obsceno gasto público, cuyos impactos o beneficios son justificados por el número de visitantes a museos y espacios culturales más que por la formación de públicos o el fortalecimiento de programas educativos que garanticen un impacto cultural a mediano y largo plazo. Por otra parte, se tienen que generar políticas culturales que permitan una autonomía real, tanto en programación como en presupuesto de los museos públicos. Finalmente es importante fortalecer la descentralización de la cultura, formar agentes locales que incidan en los campos artísticos de sus regiones a través de políticas culturales y distribución de recursos públicos inclusivos.

—Euridice Cabañes**
La primera práctica que se debe evitar es claramente la corrupción. Los recursos que no llegan o que se desperdician, los acuerdos con empresas privadas para la gestión de fondos públicos. Hay un largo etcétera de prácticas a evitar, pero considero que todas parten de una misma problemática, el paternalismo gubernamental, que reclama nuestros impuestos y decide sobre los mismos de forma unilateral, decidiendo lo que la ciudadanía necesita sin preguntarle.
Creo que los llamados «gobiernos del cambio» en España pueden ser un buen referente en cuanto a políticas públicas. Surgidos a raíz del movimiento ciudadano que cobró fuerza a partir del 15 de mayo de 2011 (Movimiento 15M), suponiendo un gran giro de la política española, los gobiernos del cambio son coaliciones de izquierdas que han planteado, en muchos casos, formas de gestión pública locales, municipalistas y generadas de abajo a arriba, en lugar de lo opuesto a lo que la gran mayoría de gobiernos nos tienen acostumbrados.
Por ejemplo, en Madrid se convocó a asambleas abiertas y públicas para decidir cómo se iban a llevar a cabo las políticas culturales. En Barcelona se cuenta con el portal Decidim Barcelona en el que la ciudadanía puede implicarse en la gestión, asignación de recursos, etcétera; al igual que en Valencia y en Madrid. Asimismo, el partido político Podemos generó las becas «Impulsa» con el excedente de los cargos públicos electos que se autoimpusieron un límite salarial de tres salarios mínimos interprofesionales.
Aunque evidentemente todos los sistemas, especialmente en su aplicación práctica tienen fallos, es importante, al menos, no tener problemas sistémicos desde la base e intentar acercarnos lo máximo posible al horizonte de la participación ciudadana directa y no representativa.

—Brenda J. Caro Cocotle***
Considero, en primer lugar, la aplicación de una conceptualización laxa del término «ciudadanización» de la cultura como equivalente a a) espectáculos masivos; b) búsqueda de proyectos que representen un blockbuster y de amplia cobertura mediática; c) acciones de gran despliegue en términos de visibilidad en puntos que poseen una infraestructura y cobertura cultural fuerte en demérito de las áreas donde la misma es inexistente y/o insuficiente. Es necesario dejar la política del «gran evento» y privilegiar la acción micro-territorial, focalizada.
Por otra parte, en la administración que está por concluir, se instauró una política de fomento a las artes ya fuera bajo la tónica del emprendedurismo cultural, ya fuera bajo el formato expositivo a gran escala. Lo primero, supone que toda manifestación cultural puede y debe ser constreñida a los términos de la «empresa cultural y creativa», de manera acrítica, sin considerar las especificidades de las diversas manifestaciones culturales, ni las propias contradicciones que se dan al interior del discurso de la llamada «economía naranja». Se dejó fuera toda una serie de manifestaciones artísticas y culturales que no siguen la lógica de la cadena empresarial y/o la rechazan abiertamente. Lo segundo, ha llevado a la práctica de un «arte público» o en espacios públicos que se caracteriza por la colocación de proyectos curatoriales, exposiciones u obra en gran formato, sin, de nueva cuenta, suficiente transparencia respecto a los criterios de selección o el tipo de necesidades culturales existentes en una determinada zona o barrio, y en detrimento de propuestas que no cumplan o se ajusten a ese molde o planteen otro tipo de interacción artística y cultural.
Retomando el punto de la «economía naranja», aún si se la considera desde un punto de vista acrítico, no se trabajó con las secretarías de Economía y Hacienda ni se generaron planes o programas para abordar el nodo problemático para la mayoría de las «nuevas empresas» culturales naufragan: los circuitos de intermediación y consumo y el marco fiscal vigente.
Se requiere también terminar con un esquema de política cultural que equipara la democracia cultural con prácticas que pueden considerarse heredadas del asistencialismo y corporativismo político, en los que se asume erróneamente, que atender las necesidades culturales se resuelve con repartos masivos de materiales o eventos gratuitos sin más, en vez de generar las condiciones que permitiesen un real ejercicio de los derechos culturales.
Es urgente realizar una revisión de la configuración y marcos operativos de la Secretaría de Cultura. No se puede seguir con el actual esquema de contratación que deja en condiciones de precariedad e inestabilidad laboral a la mayor parte de los profesionales del sector cultural. Ello implica también revisar la estructura administrativa y operativa. Dicha revisión debiera considerar: Funciones, coordinaciones, personal —idoneidad, tipo de contratación, profesionalización—, la relación y marcos de operación entre la secretaría y las unidades y direcciones de cultura de los estados y municipios, para eliminar el uso discrecional de los recursos destinados a los programas de cultura, así como el subejercicio como mecanismo para la sustracción de aquellos, toma de decisiones y lógica de ejecución.
Finalmente, se requiere de prácticas de transparencia que no sólo se limite a la rendición de cuentas, sino a la máxima publicidad (en términos de hacer del conocimiento público) en los procesos de toma de decisiones, criterios de selección y la ejecución de programas y acciones.

—Ana Elena Mallet****
La falta de escucha ante la comunidad cultural, eso debe acabarse. Ahora se deben abrir foros para discutir y encaminar lo que viene.
Creo que hay que tener más apertura, buscar autonomía de los centros culturales y la inclusión de la iniciativa privada en las decisiones culturales, cosa que las administraciones pasadas resistieron.
Hay que buscar urgentemente mejores condiciones de trabajo para los gestores dentro de los centros culturales; así como oportunidades de desarrollo. No se han formado nuevos cuadros en décadas.

 

Dentro de los círculos políticos, existen ciertas prioridades a la hora de tomar decisiones. ¿Qué perfil deberían cumplir idealmente los gestores de espacios culturales del Estado?

—Octavio Avendaño
Las designaciones de servidores públicos al servicio de la cultura deben estar respaldados por una experiencia acorde al perfil de los espacios que van a dirigir. Es lamentable, por ejemplo, lo que está sucediendo en el Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano donde se prepondera el perfil político de la nueva directora a la experiencia y el profesionalismo de Andrea Torreblanca que ha demostrado un extraordinario desempeño y que cumple profesionalmente con la experiencia para dirigir un museo.
Respecto a la visión administrativa; más que buscarla en el perfil de quienes dirigen los espacios, es preponderante incluir la figura del gestor dentro de éstos y tener la libertad de generar equipos de trabajo acorde a las necesidades de los espacios.

—Euridice Cabañes
Siento que los gestores de espacios culturales deben tener una formación acorde a las temáticas abordadas en dichos espacios, una perspectiva administrativa básica, para comprender los procesos, pero no es necesario que tengan este perfil tan burocrático en tanto que puede apoyarse de personas con estos perfiles en la dirección. Lo más importante es que generen prácticas de reflexión critica y que sean de algún modo vinculadores con los espacios. Si logramos perfiles que sepan trabajar desde la horizontalidad, con su equipo de trabajo y con los públicos, así como con otras instituciones afines, públicas y privadas, los centros culturales dejarán de imponer programaciones que en muchos casos no se vinculan con sus públicos, dejarán de ser lugares que se llenan de contenidos, para ser espacios abiertos de construcción de cultura en colectivo, generando propuestas locales integradas con la población a la que van dirigidas, porque surjan de sus propios intereses y necesidades.
Más que ser un buen administrador o un excelente burócrata, lo que la gestión cultural requiere es de ser un buen mediador entre la ciudadanía y los agentes culturales, entendiendo que también la ciudadanía genera producción cultural.

—Brenda J. Caro Cocotle
Se necesita una profesionalización, eso es un hecho. Creo que ha sucedido muchas veces en el sector cultural, que la gente que es colocada en los puestos de mayor rango por dos prácticas: el amiguismo o nepotismo en el que colocan al amigo —porque realmente esos puestos siempre han sido de índole política en el sentido de hacer política—, que no necesariamente tiene un perfil competente, solo para cumplir cuotas políticas o compromisos que se hicieron durante la campaña con otros intereses que no siempre son los más nobles. Entonces se coloca gente que realmente no sabe la dimensión de la problemática cultural que sucede no solo el país, sino a nivel local o regional.
La otra práctica que se da es: si yo coloco a un artista, por el simple hecho de ser artista tiene la capacidad de ver de manera general de la problemática cultural. Puede ser un estupendo artista, pero eso no significa que sea un buen gestor o que tenga la capacidad de comprender la complejidad de la política cultural.
Sí, se requiere un perfil mucho más formado; un conocimiento mínimo de cómo ha sido la política cultural de México hasta el momento; que sea un conocedor de la realidad cultural del país; que tenga experiencia también en la administración pública porque estamos pisando un terreno de presupuestos públicos y se necesita alguien con un conocimiento mínimo de qué sucede con en este rubro.
Creo que algo que ha quedado pendiente y debería sumarse, es la posibilidad de implementar el servicio profesional de carrera en sectores culturales. En otros países —sé que siempre es malo hacer la comparación con otros países, pero no puedo evitarlo—, para ocupar un puesto en el sector cultural, desde el punto de vista del sector público, tú requieres pasar un examen, lo que garantiza un cierto conocimiento en el sector. Pienso que esto debe estar en la mesa para poder elaborar una serie de políticas públicas más coherentes.

—Ana Elena Mallet
Es necesario buscar la profesionalización de los gestores culturales. Formar nuevos cuadros que realmente quieran comprometerse con el servicio público y tener mejores condiciones y oportunidades de trabajo. Creo que, en definitiva, los gestores debemos adquirir conocimientos administrativos, pero sobre todo tener una visión artística y un rumbo. Además de buscar y entender las distintas audiencias.

 

En un momento en que las empresas privadas privilegian el desarrollo tecnológico, ¿cuál debería ser el papel del Estado en desarrollo, la investigación y la difusión de las disciplinas creativas y las humanidades?

—Octavio Avendaño
El papel del Estado es impulsar el desarrollo de la sociedad en diversas áreas atendiendo el bien común. Quizás es un muy buen momento para impulsar el desarrollo integral, no en el sentido neoliberal, de explotación a partir de la tecnocratización que se implementó en las reformas educativas en aras de un supuesto programa de habilidades y actitudes que justificaron el cercenamiento de asignaturas como la Filosofía. Tenemos que humanizar la tecnología y no tecnologizar a la humanidad. 

—Eurídice Cabañes
Creo que han dado con uno de los problemas más interesantes a resolver. A través de la producción tecnológica también se están generando prácticas y modos de entender el mundo, de relacionarnos con él y con quienes lo pueblan (otras personas, animales, ecosistemas…), si esos desarrollos están únicamente en manos de las empresas privadas, los modos de construir la realidad y a nosotras mismas están siguiendo intereses comerciales. Son tecnologías que no cubren necesidades tanto como las crean, necesidades de consumo que el flujo de las tecnologías requiere para seguir alimentando la máquina del capitalismo.
El Estado, en este sentido, ha de promover el pensamiento crítico a cerca de las tecnologías, así como la producción de tecnologías locales que partan directamente de las necesidades de las comunidades que las generen y les den uso, y preocuparse de que estas producciones mantengan el espíritu de la cultura libre, licenciándose con licencias libres, publicando el código del software libre, o los planos y los componentes en el hardware libre. Sólo si nos adueñamos de las tecnologías seremos capaces de crear libremente, solo si cuestionamos las tecnologías y sus usos desde una perspectiva crítica podremos pensar libremente, es algo imprescindible para una cultura hecha por todos y para todos.

—Brenda J. Caro Cocotle
Creo que el Estado sí tiene una obligación, en el sentido de generar las condiciones para que la investigación y difusión en las artes y las humanidades sea factible y les permitan su desarrollo. Por ejemplo, no basta con dar estímulos a la investigación si no hay canales para su discusión, o no basta con dar estímulos a la producción creativa si no existen ni los circuitos de intermediación que hagan llegar las obras a los públicos ni tampoco las condiciones que permitan que un artista pueda vivir de su obra. El Estado debe generar las condiciones o las sinergias necesarias para que las iniciativas culturales no sean simplemente relegadas de la investigación.
Creo que también esa visión debe tener ciertos rasgos de libertad para el investigador o el artista. Una de las cosas que se debe evitar es el paternalismo —que ha sido la tónica de algunos proyectos o investigaciones realizadas desde las artes— por lo que genera en términos de censura o autocensura. Por otro lado, porque las iniciativas tienden a no sobrevivir los sexenios. Deberían existir las condiciones en términos presupuestales, de estructura institucional, certeza jurídica y transparencia para que las iniciativas pudieran terminar el periodo sexenal. Creo que en eso no se ha trabajado; en dar las condiciones que permitan sobrevivir a los proyectos a mediano y largo plazo.
Pienso que el Estado debe estar consciente de que la cultura no se puede apartar de la garantía de ciertos derechos, como los derechos culturales. Creo que tiene que tener un papel activo.

—Ana Elena Mallet
Proyectos como el Fonca son fundamentales para contrarrestar estas desigualdades y para impulsar nuevas formas de pensar, crear y proceder.
Creo que el Estado debe impulsar contenidos y proyectos que generen pensamiento crítico y que ayuden a los usuarios o audiencias a ser mejores ciudadanos.

 

* Octavio Avendaño es curador y escritor de arte. Fue curador asociado del Museo de Arte Moderno (2010, 2013-2015). En 2014 co-fundó y dirigió el Coloquio Iberoamericano de Crítica de Arte (INBA), en ese mismo año publicó Mitos oficiales (Periferia) y fue invitado a ser parte de la primera generación de la Escuela de crítica de arte / Proyecto Siqueiros – La Tallera. Ha realizado exposiciones en el Museo de Arte de Sonora, Museo Nacional de San Carlos, Museo Nacional de la Estampa y Ex Teresa Arte Actual. Dirige el programa de jóvenes artistas en la Galería de Arte Mexicano.

**Euridice Cabañes es cofundadora de ARSGAMES. Doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid Cum Laude Mención Internacional. Es actualmente profesora en el máster de Diseño Tecnopedagogico (e-learning) en la Universidad Isabel I de Castilla y en la maestría en Comunicación y Humanidades Digitales de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Cuenta con más de 50 publicaciones entre las que cabe destacar el libro Gamestar(t): pedagogías libres en la intersección entre el arte, la tecnología y los videojuegos. Ha sido directora de la Fábrica Digital El Rule de la Secretaría de Cultura de la CDMX, parte del equipo curatorial en TransitioMX_06 y asesora y colaboradora con el Centro Multimedia del CENART. Diseña videojuegos que experimentan con la interfaz como Audiogames, videojuegos educativos con ENOVA, videojuegos radicales como Homozzaping que ha formado parte de exposiciones en Colombia, España y México y videojuegos independientes como Grotto, ganador del primer premio del Programa por la Innovación del Desarrollo del Videojuego en España.

*** Brenda Caro Cocotle es licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas, maestra en Museos y Doctora en Museum Studies por la Universidad de Leicester.

****Ana Elena Mallet es curadora independiente especializada en diseño moderno y contemporáneo mexicano. Ha curado y cocurado exposiciones internacionales que se han expuesto en Nueva York y Los Ángeles. Ha trabajado como curadora en el Museo Soumaya, en el Museo de Arte Carrillo Gil; y fue subdirectora de programación del Museo Rufino Tamayo; y curadora en jefe del Museo del Objeto del Objeto (MODO). En 2012 fue asesora curatorial para la tienda del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) para el proyecto Destination: Mexico.

Crédito de la imagen: Pinto mi Raya (Mónica Mayer y Victor Lerma), Con el FONCA y sin el FONCA (2013). Cortesía de los artistas.

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