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Fred Tomaselli, Super Plant (detalle), 1994. Tomada de Artnet.

4/20: Una opinión sobre la legalización de la marihuana

Columna invitada 17.04.2019

Eduardo Limón

El periodista cultural Eduardo Limón reflexiona sobre el contexto actual de la legalización de la marihuana en relación al cambio de gobierno.

Vivo en un país en el que la consecución de cualquier cosa se puede llevar más tiempo —mucho más— del que toma al sentido común pensar en una solución: la justicia, la atención eficiente a las víctimas de cualquier injusticia, la organización institucional…la legalización de la marihuana. Todo viso de organización se lleva aquí una cantidad de tiempo abominable.

Y no me refiero a esa pasmosa tardanza que los países que finalmente han despenalizado el uso terapéutico y el consumo recreativo de la sustancia ilegal más utilizada del orbe sufrieron antes de sacar adelante sus respectivas legislaciones, no: estoy hablando de esa lentitud tan marca-de-la-casa a la que la realidad en nuestro cielo bendito de Dios nos tiene tan acostumbrados cada vez que una opción progresista asoma el copete por el horizonte. En este suelo no basta que países como Uruguay, Canadá, Portugal y, tradicionalmente, Holanda (más los estados legalizadores de nuestro cercanísimo vecino estadounidense), hayan conseguido regular la mariguana en distintos tiempos políticos que, al final, miraron tanto por el bien común como por la prosperidad de negocios de avanzada: en México, distintas administraciones llevan años convocando a foros y mesas de análisis y revisión que, simplemente, no han ayudado en nada concreto a avanzar en un tema que aquí sigue dejando una estela de muertes e injusticias que resulta ominoso enumerar.

Cuando escribía «Historias Verdes» (Penguin Random House Grupo Editorial, 2018) un pensamiento coloreaba mi mente optimista y hippie: ya la van a legalizar. Así pensaba. Solo es que llegue una nueva administración y todas las trabas tradicionales caerán por tierra. Incluso llegué a comentar en un par de entrevistas relacionadas con mi texto que quizá sería cosa de un año, tal vez dos, antes de que un nuevo gobierno consiguiera lo que la ambiciosa cerrazón de otras administraciones no había conseguido: destrabar un tema que aquí aún implica persecución y tan solo brincando la frontera significa en diversos territorios prosperidad y ganancias netas al fisco.

Pero aún seguimos esperando y, pese a los pocos meses que la nueva administración lleva en el ejercicio de sus funciones, da la impresión que el tema no lleva las de ganar en las prioridades gubernamentales. No por ahora.

La pregunta es, ¿cuánto tiempo más habrá que esperar?

Se trata de una pregunta que constantemente nos hacemos los consumidores y que naturalmente plantea muchísimas urgencias por el lado de los productores, zona de la cadena de distribución y consumo de la sustancia que mayormente resiente los enormes problemas que la tradicional política punitiva ha acarreado. El enfoque que el nuevo gobierno delineó en campaña para atender el tema resulta conveniente, oportuno. Falta ver en qué momento específico se echará a andar para, tangiblemente, comenzar a resolver un problema que ya ha producido demasiada infelicidad y tragedia entre quienes, de una manera u otra tienen que ver con esa planta, lo mismo amada y odiada, a la que Ramón del Valle Inclán describió como dadora de «gozosa claridad» y Robert Hooke, el famoso rival de Isaac Newton, describió como «portadora de un viaje que es siempre placentero».

Eduardo Limón

Es periodista especializado en cultura.

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