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ELEMENTAL, Quinta Monroy (2004). Iquique, Chile. Tomada del sitio web del despacho

Infravivienda. La ampliación de la miseria.

Opinión 06.04.2016

Víctor Alcérreca

Víctor Alcérreca reflexiona sobre los retos de la arquitectura frente a las necesidades de vivienda de un gran sector de la población en México.

El drama de una nación nace y se reproduce en las habitaciones donde sus habitantes despiertan. Esas otras escenas de horror cotidiano, las que no aparecen en la nota roja por esa misma condición, determinan y reproducen la enfermedad social: el hacinamiento, el desorden, el ahogo… La promiscuidad de lo que tendría que ser un refugio para guarecerse y crecer, «porque todas sus puertas dan afuera del mundo», como dice Benedetti. Pero el mundo se gesta ahí.

Recientemente, la discusión –no me atrevería a decir «reflexión»– sobre el caso de las infraviviendas construidas por el municipio de Tepic se ha centrado en el número de metros cuadrados. La foto de un conjunto de baños, mal interpretados o maliciosamente etiquetados como viviendas, sacó a relucir en los medios la miseria de la respuesta de las instituciones públicas a este problema. El caso, más allá de la suma de metros y las lecturas burocráticas de las leyes, lo planteó ya con oportunidad Pablo Ferri en su artículo «Son casas o no son casas. La semántica de la infravivienda en México» publicado por El País.

Casas de interés social. Infravivienda.

Casas en Tepic. Tomada de El País.

Lo que demuestran los cuartos –no hay otra forma de llamarles–, cuyas fotografías circularon recientemente, no es la falta de metros cuadrados, sino la falta de empatía mínima, imaginación y rigor técnico que existe para proponer soluciones dignas y audaces a un problema sin duda complejo.

No puedo ni siquiera detenerme aquí en las preguntas más profundas. ¿Qué obliga a un grupo de familias indígenas a dejar su tierra para vivir en la plaza pública de una ciudad? Este fin de semana se estrenó en la cartelera comercial el documental «El patio de mi casa» de Carlos Hagerman. En las primeras escenas de la cinta, Oscar Hagerman –uno de sus entrañables protagonistas– describe con cariño y respeto las virtudes de la vivienda que, después de un largo trayecto de aprendizaje sobre la arquitectura, ha llegado a admirar más como modelo: la vivienda rural. Integrada al paisaje y a sus habitantes. Sabia, humana y suficiente. Sin idealizar por un minuto la pobreza, no es muy aventurado afirmar que estas familias nayaritas pasaron de mal a peor: de una casa rural a la invasión «informal» de un plaza pública, para terminar en un terreno sembrado de cuartuchos gracias a la dádiva institucional.

Óscar Hagerman, Casa de Maestros en Zautla, Puebla. Tomada de Óscar Hagerman WordPress.

Óscar Hagerman, Casa de Maestros en Zautla, Puebla. Tomada de Óscar Hagerman WordPress.

Acaba de entregarse el Premio Pritzker a Alejando Aravena. Más allá de la polémica –la necesaria y la ociosa– que esto ha provocado, el premio es la oportunidad de ver los reflectores puestos en un tema que nunca ha dejado de estar presente, con seguridad el más universal y urgente: la vivienda gestionada, diseñada y construida con recursos cada vez más escasos. Como una fórmula un tanto reduccionista, más un eslogan como los que el astuto Aravena prefiere, «la media casa buena» con la que el arquitecto chileno ha ganado fama propone al menos un planteamiento distinto.

Casas en obra negra. Infravivienda.

ELEMENTAL, Quinta Monroy, 2003. Fotografía de Palma / Estudio Palm. Tomada de ArchDaily.

Mientras tanto, en México, un colección de arquitectos más o menos desconectados de la investigación dura sobre el tema respondieron hace pocos meses a una convocatoria del INFONAVIT con nuevas formas de la misma respuesta. Con sus contadas excepciones, se trata de ejercicios compositivos, de especulaciones cuando mucho formales –algunas de ellas, hay que decirlo, muy cercanas al «proyecto» del municipio de Tepic. «No hay nada peor» citando al propio Aravena «que responder correctamente la pregunta equivocada».

Las preguntas pertinentes se están ya formulando en otro lado, no en los mismos arquitectos opinólogos de siempre. Algunos talleres universitarios (UNAM, UAM, por nombrar los obvios), otros arquitectos y otros profesionistas (ingenieros, economistas, abogados, urbanistas) trabajan en ellas desde hace tiempo. Pero los reflectores y los encargos no les alcanzan.

 

 

Víctor Alcérreca

Es arquitecto y maestro en Cultura Urbana por la Universidad Politécnica de Cataluña, además de desempeñarse como profesor en la Universidad Iberoamericana y en CENTRO de Diseño, Cine y Televisión. Es miembro de la fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán.

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Óscar Hagerman, Casa de Maestros en Zautla, Puebla. Tomada de Óscar Hagerman Wordpress.