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¿Debe el arte tener una función social? 5 artistas opinan

Especial 22.05.2019

Entrevistamos a miembros de la comunidad artística en México de diferentes generaciones sobre la relación entre arte, sociedad y las políticas culturales.

El pasado 7 de marzo el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) convocó a la comunidad artística de México a un foro de consulta con el propósito de dar a conocer el nuevo modelo para los programas de estímulo a la creación. Muchos creadores, tanto becarios como exbecarios, manifestaron su desacuerdo durante y después de la reunión, dando pie a una serie de reflexiones y propuestas para mejorar los programas en distintos aspectos, desde la retribución social hasta las dinámicas de los encuentros.

¿De qué forma se puede entender la relación entre el arte y la sociedad en México? ¿Cómo deberían realizarse las políticas culturales en México? ¿Qué iniciativas están brotando en el país? Con el propósito de conocer algunas ideas de la comunidad artística en torno a esta situación, consultamos a cinco creadores de distintas generaciones e intereses artísticos. El orden es alfabético.

—Eduardo Abaroa

Retrato abstracto. Arte función social.

Eduardo Abaroa por Eduardo Abaroa. Cortesía del artista.

—¿Qué opinas sobre las responsabilidades sociales del arte y del artista? ¿Debe tener el arte una función social?

Bueno, todo acto humano cumple una función. Precisamente el problema de la amplia mayoría de las artes actuales es la función social que ya cumplen en el sistema de circulación de capital, misma que oscurece, empaña o incluso anula otras funciones sociales posibles de la expresión artística. Y por otro lado es un error reducir la valoración de una propuesta artística exclusivamente por su utilidad propagandística o su pertinencia política.

Desde mi punto de vista hay muchos otros factores a considerar. Me parece que hay carteles o películas de propaganda que son fantásticas obras de arte, desde luego; pero el valor que tienen no es solo su eficacia para difundir tal o cual idea. En ese sentido, creo que la pluralidad en las actividades artísticas es una meta imprescindible. A mí me parece que es genial que haya arte políticamente motivado, creo que algo de lo que produzco personalmente se puede entender así. Pero no creo que todo artista deba tener el mismo objetivo. Querer instrumentalizar las artes como propaganda del Estado como se ha hecho en otros contextos históricos no va a funcionar ahora.

Los y las artistas tienen las mismas responsabilidades que cualquier otra persona, solo que quizá son más conscientes de su insignificancia y se rebelan contra ella. En mi opinión, el temperamento artístico contemporáneo no ha madurado lo suficiente como para crear una nueva sensibilidad. Apenas ha logrado vislumbrar nuevas formas de economía que podrían suplantar el sistema de producción capitalista que hoy destruye el mundo. Podemos criticar de 300 mil maneras el sistema del arte, pero hasta que no generemos una alternativa que tenga una viabilidad económica real, que brinde espacios a la creatividad colectiva, plural y que goce de las redes de difusión, participación y producción necesarias para ser un verdadero agente de cambio, no estamos avanzando mucho.

Exposición de Eduardo Abaroa en el Museo Amparo.

Eduardo Abaroa, Notas para la Destrucción del Museo Nacional de Antropología, 2017. Vista de sala. Cortesía del Museo Amparo, Puebla.

—¿Cómo se deberían, idealmente, generarse las políticas culturales de un país?

Quizá habría que entender la cultura de una manera más amplia de lo que se ha hecho hasta ahora. Debemos considerar a las artes como una parte integral de nuestra vida, y no solo como la adoración más o menos auténtica de los logros de unos cuantos seres iluminados.

Las artes se tienen que estimular desde preescolar, ayudaría a muchas personas, sea cual fuere la carrera que elijan. Hoy entendemos que la cultura de masas es diferente de la que se estimula, por ejemplo, con el Fonca, pero eso no es una diferencia esencial. La marginación de las artes tiene que ver con redes jerarquizadas y centralizadas de distribución con sistemas de producción, y finalmente con la invasión de mercados por parte de las industrias culturales globales. El Fonca es una herramienta imperfecta e insuficiente para evitar que todxs nos convirtamos en públicos cautivos y pasivos, pero su beneficio es muy limitado. Debería ampliarse.

Idealmente ejercer nuestra creatividad debería ser una opción para todas y todos. No quiero decir con esto que cualquiera tiene derecho a exponer en los museos. Esa es realmente una discusión menos importante, que nos quita el sueño a los «profesionales», pero es en realidad una frivolidad. Sobre todo si lo comparamos con las dificultades que hoy tienen muchas personas para reproducir su cultura en sus propios términos. Es ahí donde están los problemas más difíciles. Entender esto abarca mucho más allá de la simple discusión sobre política cultural.

Escultura orgánica. Arte función social.

Sofía Táboas y  Eduardo Abaroa, Imaginario Vegetal (detalle), 2017. Cortesía del artista.

—Recomiéndanos un proyecto que trabaje desde México y que tenga alguna relación social. ¿Por qué te parece interesante?

Los parámetros de lo que se entiende como arte son variables. Cambian con el tiempo y el lugar. En México hay una enorme serie de rasgos culturales que quedan fuera de lo artístico en una época y luego ganan vigencia en otra. Hubo proyectos sociales en los 90 que, en su momento, no se consideraban arte y que hoy nos parecen totalmente pertinentes en el contexto del arte participativo. Ahora que tenemos una emergencia global encima importa poco si estos experimentos sociales son arte o no.

Más bien tenemos que ver cómo se conectan con lo que está pasando. ¿Qué generan? ¿Hacia dónde se dirigen? ¿Cómo se reproducen sus formas, comportamientos, sus prácticas? ¿Qué materialidad desarrollan? ¿Son experiencias que se pueden reproducir a la escala necesaria para cumplir los objetivos?

—Eduardo Abaroa es artista y escritor radicado en le Ciudad de México.

—Ana Bidart

Retrato de artista. Arte función social.

Retrato de Ana Bidart. Cortesía de la artista.

—¿Qué opinas sobre las responsabilidades sociales del arte y del artista? ¿Debe tener el arte una función social?

Creo que la responsabilidad social es algo que va más allá de las profesiones y disciplinas, nos compete a todos como personas. Claro que los artistas tenemos parte de esa responsabilidad, como cualquier otro profesional. Cada uno decide cómo abordar el tema desde su práctica, las posibilidades son infinitas y es absurdo pensar que solo se limitan al campo del arte.

Hoja en muro. Arte función social.

Ana Bidart, Hoja de sala, 2019. Cortesía de la artista.

—¿Cómo se deberían, idealmente, generarse las políticas culturales de un país?

Si bien es una pregunta enorme, viene a mi mente la reciente experiencia que he tenido con el programa Jóvenes Creadores del Fonca, del cual participo en la disciplina de dibujo.

Hace unos meses becarios y ex becarios vivimos el torpe proceso de reformulación del programa por parte de la Secretaría de Cultura, basado en emitir juicios infundados sobre la comunidad artística en vez de construir un diálogo productivo. Si había algún punto razonable en la nueva estructura que se planteaba, se vio teñido por las autoritarias formas en las que se comunicó que se llevaría a cabo el plan. La falta de diálogo y respeto por la comunidad artística que se dio en ese proceso dejó muy en claro el tono con el cual se manejan las políticas culturales por parte del gobierno.

Por otro lado, dentro del postergado y desorganizado primer encuentro del Fonca que se realizó en Tajín, Veracruz, el mes pasado, tuvimos jornadas de colaboración con una comunidad de artistas y artesanos totonacas en las cuales los becarios asistíamos a diferentes talleres de 1 hora de, por ejemplo, tintes naturales, barro, textiles o madera. Iniciativa pertinente y necesaria en el papel o lista de pendientes —descentralizar la producción artística y construir puentes entre distintas comunidades del país— pero que en la práctica el supuesto intercambio acabó siendo un paseo turístico por no ser desarrollado con la logística y atención requeridas.

La reflexión que me queda de todo esto es que idealmente las políticas culturales —si de verdad se quieren implementar como una herramienta social y no sólo con un fin político— deberían trabajarse desde los contenidos y no desde la «cáscara» o los titulares.

—Recomiéndanos un proyecto que trabaje desde México y que tenga alguna relación social. ¿Por qué te parece interesante?

Pienso en Entre Minas: un grupo que formamos hace un tiempo entre artistas mujeres que vivimos en la Ciudad de México. Si bien es una red que fue creciendo más y más, se trata de, entre nosotras, hacer visitas a los estudios semanalmente para conocer y hablar de nuestras prácticas. Las oportunidades de visibilidad del trabajo de artistas mujeres son muy reducidas en comparación a la visibilidad que tiene el trabajo de artistas hombres en galerías, museos, publicaciones, etcétera, así que empezamos a darnos el espacio y el tiempo entre nosotras para conocer más a fondo nuestro trabajo y comenzar un diálogo.

Eventualmente, también se fue convirtiendo en un lugar necesario de contención, catarsis, cariño, amigas. De estos encuentros han surgido varios proyectos y colaboraciones que siguen expandiendo la red.

Pañuelos verdes. Arte función social.

Entre Minas es una iniciativa que funciona como un grupo de estudio y apoyo entre mujeres artistas. Acción de Entre Minas. Cortesía de Ana Bidart.

—Ana Bidart (Montevideo, Uruguay, 1985) es artista visual. Ha expuesto su trabajo en la Ciudad de México, Nueva York, París, Los Ángeles, Bogotá y Montevideo, entre otros países. Ha participado de las residencias Escuela FLORA ars+natura, Casa Wabi y KIOSKO. En paralelo a su práctica artística desarrolla una investigación en el campo de la educación, a través de la cual ha colaborado con distintas instituciones de México, como el MUAC, el Museo Tamayo, el Museo de Arte Carrillo Gil y el Centro Cultural de España. Es becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, Jóvenes Creadores, generación 2018-2019. Vive y trabaja en Ciudad de México.

Wendy Cabrera

Retrato de artista. Arte función social.

Foto: Bryan de León.

—¿Qué opinas sobre las responsabilidades sociales del arte y del artista? ¿Debe tener el arte una función social?

El arte más que tener una función social tiene una participación social implícita, ya sea o no interés del artista. Creo que es  difícil pensar en una obra de arte que esté completamente libre de estar inserta dentro de la sociedad y generar un impacto en esta.

Un ejemplo clave dentro de la historia nacional, fue la exposición México: Esplendores de treinta siglos y su relación con el Tratado de Libre Comercio o el impacto del arte barroco durante la colonia.

Creo que aunque el artista debe tener una responsabilidad sobre lo que crea, el arte no es un medio efectivo de comunicación. Es difícil que el artista tenga un control total sobre  lo que dice su pieza. En general, la obra tiene vida propia y puede ser interpretada de varias maneras.

—¿Cómo se deberían, idealmente, generarse las políticas culturales de un país?

Para responder esta pregunta, voy a partir desde la educación artística, la cual esta mayormente centralizada en la capital y donde los sujetos que salen de la preparación superior, se encuentran  frente a un campo de incertidumbre económica, sin suficiente subvención pública, al igual que otras esferas de producción.

Tendrían que atenderse las necesidades de los artistas y a partir de eso crear una oferta cultural variada y descentralizada abriendo  la injerencia de la inversión privada. Promoviendo las colecciones tanto privadas como públicas, así como proteger los archivos ya existentes.

Para que el arte pueda desarrollarse correctamente tendrían que mejorar otros aspectos y circuitos relacionados con el empleo y la economía, como una canasta básica asequible, y entender a la cultura como una parte importante de nuestra sociedad y una necesidad.

—Recomiéndanos un proyecto que trabaje desde México y que tenga alguna relación social. ¿Por qué te parece interesante?

Hay dos proyectos que me parecen sumamente importantes: el primero es Torolab, pero nunca he podido tener un contacto directo con el trabajo de este colectivo. Sin embargo me parece que saben utilizar las estrategias y los recursos del arte para resolver problemas sociales. 

El otro es el proyecto del Museo Comunitario de Sierra Hermosa Zacatecas, que a diferencia del primero, sí he podido apreciar su manera de funcionar. El proyecto fue fundado por el artista plástico Juan Manuel de la Rosa, originario del lugar. En el 2000 comenzó como una biblioteca dedicada a la literatura infantil a partir de donaciones. Pocos años después, se sumaron a este espacio talleres de trabajo textil y costura para las mujeres del lugar. Asimismo, se sumó una sala de exhibición constituida por medio de una colección de obras también donadas donde éstas se prestaban de manera gratuita y rotativa entre casas y comercios.

En 2017, dio comienzo un nuevo modelo de museología y producción artística, a partir del vínculo con el Templo de Estudios Sub-Críticos de Biquini Wax EPS (2011).

A través del diálogo con Biquini Wax se introdujeron herramientas metodológicas en Sierra Hermosa sustentadas en las propias formas de trabajo de ambos espacios, que obligaron a repensar el trabajo colectivo, la producción artística excéntrica basada en la experiencia y la pedagogía rural.  Después de un año de labor ha comenzado un proceso de análisis de la historia de la región, de profundización en los estudios económicos y políticos de la zona, de la migración y explotación de recursos naturales, con el fin de expandir las formas de trabajo en ambos espacios.

Israel Urmeer, El día que atrape al Correcaminos, en el marco de la exhibición Éxitos de ayer y hoy. Primera muestra de la colección del Museo Comunitario y Club de Lectura de Sierra Hermosa, curada por Natalia de la Rosa y Cristóbal Gracia, 2018. Cortesía de la curadora.

—Wendy Cabrera Rubio (Ciudad de México, 1993) trabaja principalmente con la discursividad de los relatos científicos, así como sus consecuencias en la economía, la industria y la estetica. Tiene un particular interés en la investigación, la inserción en comunidades específicas y la colaboración con terceros. Sus proyectos se desenvuelven en diferentes medios como el textil, el video, y el teatro didáctico. Su obra se ha presentado en México, Estados Unidos, Colombia, Chile, Costa Rica, Inglaterra, Francia, China, Islandia y Nueva Zelanda. Es miembro de LADRÓNgalería una plataforma independiente para la producción, discusión y exhibición de arte contemporáneo en la Ciudad de México.

—Bruno Ruiz Nava

Retrato de artista. Arte función social.

Cortesía del artista.

—¿Qué opinas sobre las responsabilidades sociales del arte y del artista? ¿Debe tener el arte una función social?

Considero que es sumamente pertinente reflexionar sobre la importancia que tiene el arte como catalizador de procesos sociales, y la incidencia que puede tener dentro de la esfera pública. Algunos procesos artísticos pueden facilitar intercambios de experiencias, conocimientos, y más, entre artistas y «público no especializado». Desde mi experiencia, es esencial tener en cuenta la posibilidad de acercar nuevos públicos a la creación contemporánea para involucrar al espectador, y de esta forma lograr la participación ciudadana en la gestación de sus propios contenidos culturales. Esto puede promover y estimular una conciencia crítica, o tan solo imaginar distintos escenarios o contextos sociales. Desde mi punto de vista, es muy importante teorizar a partir de la experiencia directa, abrir canales de participación.

Para mí, el rol y la responsabilidad del artista actualmente es el de comentarista de la realidad y de lo que sucede en su sociedad.

—¿Cómo se deberían, idealmente, generarse las políticas culturales de un país?

Es una gran pregunta. No creo tener una respuesta concreta, pero en definitiva considero que se debe replantear algunas de las políticas culturales.

Son importantes los lugares políticos desde donde se pueden proponer y generar alternativas para la distribución de contenidos, compartiendo materiales y discutiendo los que ya existen. Es la conjunción del crear, implementar, promover y consultar. Tener en cuenta que podemos utilizar los mecanismos del arte como herramientas que sirven para la convivencia y la contribución, poniéndolas a disposición de la curiosidad de una audiencia teóricamente universal. Tal vez esto pueda ayudar a incluir a más sectores de la sociedad.

Por otro lado, las oportunidades de estímulos con los que contamos en México son únicas en el mundo, y creo que, en este momento, estamos ante la posibilidad de llevarlas a otro nivel, reconociendo al creador como parte del sistema económico y social del país. Habría que considerar a los artistas/creadores como parte clave del desarrollo cultural y dejar de considerarlos solo como privilegiados.

Obra con máscara. Arte función social.

Bruno Ruiz Nava, Aullido Fantasma. Cortesía del artista.

—Recomiéndanos un proyecto que trabaje desde México y que tenga alguna relación social. ¿Por qué te parece interesante?

Cada vez hay más y más artistas, proyectos, colectivos y espacios independientes que operan no solo en la Ciudad de México, sino también en los estados. Para mí esto es algo positivo, aunque por otro lado esto ha generado mayor competencia entre cada uno de nosotros. Los recursos no son suficientes y, por lo tanto, la mayor parte de los artistas recurren al trabajo en colectivo, se ven obligados a producir sus contenidos con muy limitados recursos y, en el mayor de los casos, no aspiran a «vivir del arte», pero al menos buscan continuar con su programación sin tener que poner dinero de sus bolsillos. Tal vez por eso nuestras actividades y prácticas se ven como un acto de resistencia o de activismo.

Por supuesto creo que hay algo de ese activismo en todo esto, pero a veces es más la necesidad y la situación económica la que nos orilla a hacerlo de esta forma. Sin embargo, sí creo que cada uno desde su trinchera hace lo que puede y opera de distintas formas con distintos mecanismos y lógicas, las cuales respeto cada una por igual.

Algunos ejemplos de grupos de trabajo con los cuales me identifico por sus procesos y metodologías de trabajo son los siguientes:

Pensaré Cartonera: Editorial cartonera que edita ensayos, libros y artículos sobre movimientos sociales. El proyecto también incluye una línea de cuentos infantiles escritos por niños. Esta editorial se distribuye en México, pero también cuenta con puntos de distribución en España.

Hysteria Revista

Primal: Es un estudio transdisciplinario que trabaja en el desarrollo de proyectos, productos y estrategias, y en la generación de espacios de acción y reflexión dentro de los campos de la cultura visual, la arquitectura, el urbanismo o la arquitectura de marca.

Obrera Centro

Proceso Abierto: Plataforma para la gestión, investigación, y producción de arte. Este proyecto está enfocado en exhibir trabajo en las ciudades de Oaxaca y Puebla. Y cuenta con un programa de residencias y otro orientado a la educación.

Cada una de estas iniciativas me resultan interesantes porque sus prácticas intentan incidir en otros aspectos de la vida, la sociedad, promoviendo dinámicas novedosas, utilizando el arte como medio de acción, pero no solo como un fin o un resultado final, sino pensándolo más como un proceso. Se trata de generar más preguntas y reflexión, más que encontrar respuestas concretas.

Galería de exposiciones de Proceso Abierto, en Oazaca.

Proceso Abierto «es un espacio de producción y una plataforma de intercambio de ideas, [que] busca establecer un diálogo reflexivo con la colaboración de artistas, diseñadores, investigadores y curadores. Foto: Cortesía Proceso Abierto.

—Bruno Ruiz Nava (México D.F., 1990) es egresado de la Licenciatura de artes plásticas y visuales en la ENPEG «La Esmeralda» (2011­2015). En 2015 cursó el Seminario de Fotografía Contemporánea del Centro de la Imagen y el CaSa. Su trabajo se ha mostrado en diferentes festivales y exposiciones en México y el extranjero, entre los que se incluyen el Photo Festival de Brooklyn, NY (2012) y el Photoville (2013). Ha sido beneficiario de la Beca Tierney Fellowship (2011), de la Beca Adidas Border (2014), PAC (2017) y PECDA CDMX (2017). En el 2016 fue seleccionado para participar en la XVII Bienal de Fotografía del Centro de la Imagen y recibió mención honorifica.
Actualmente es miembro del colectivo RRD.

—Joaquín Segura

El artista Joaquín Segura en su estudio

Foto: Cortesía Joaquín Segura.

—¿Qué opinas sobre las responsabilidades sociales del arte y del artista? ¿Debe tener el arte una función social?

En definitiva, aunque creo que es un tema complejo en cuanto a los alcances y formas que esta obligación puede adquirir. Un ejemplo claro de ello es la delimitación tan difusa entre prácticas artísticas con ciertas preocupaciones y activismos específicos; es una confusión significativa que hay que delimitar.  La responsabilidad social del arte radica más en el ejercicio de su capacidad para estimular un pensamiento crítico hacia el contexto que nos rodea; es un vehículo de visibilización para discutir problemáticas que tal vez no podrían enunciarse de la misma manera en otros ámbitos. En mi opinión, no es una herramienta de acción directa. Más que proveer soluciones, estoy convencido de que la práctica artística tiene la capacidad de reimaginar el problema mismo y a partir de ahí, expandir nuestra implicación en una conversación más amplia. Sin embargo, creo que en este momento se está generando un ánimo adverso hacia la labor del artista. En definitiva, la perspectiva de esta administración particular es muy obtusa. A partir de una concepción anacrónica de este debate, busca crear una visión en donde las manifestaciones artísticas contemporáneas deben operar prácticamente como un  brazo de propaganda en apoyo a una supuesta misión social que no terminan de definir ni siquiera ellos mismos. Me parece muy grave porque están planteando directrices institucionales a partir de una retórica panfletaria y exclusiva, en donde están enfrentando directamente a la comunidad de creadores con la sociedad civil. Aquí y ahora, el arte debe funcionar como un agente de cohesión social y sobre todo, como una plataforma de enunciación de disenso ante un contexto tan fragmentado y en clara emergencia.

—¿Cómo se deberían, idealmente, generarse las políticas culturales de un país? 

Desde la comunidad. Aunque de nuevo, debemos permanecer atentos ante cómo se podría estructurar esta discusión en nuestro caso particular. Una de las prerrogativas de la actual administración es dar voz a lo que el actual presidente denomina «pueblo» —una noción paternalista, trasnochada y, tal vez lo más grave, que convierte al ciudadano común en un simple instrumento de cambio. La creación de políticas culturales debería surgir de un ejercicio de diálogo, cuestionamiento y participación comunitaria. No obstante, me parece fuera de lugar pensar que nos encontramos en un momento en el que esta conversación puede surgir de manera equilibrada. Parece un asunto sencillo, pero está lejos de serlo. Más allá del anquilosamiento de la institución pública y de la distancia entre individuo y poder, se está creando un clima de polarización destinado a crear enfrentamiento. Un diálogo constructivo no puede suceder en estas condiciones, pues radicaría en el extremo opuesto de este ejercicio retórico en el cual se está criminalizando al creador. Desde esta construcción demagógica, los creadores artísticos, entendidos como parásitos del presupuesto público, son irrelevantes en la construcción de un proyecto sociopolítico.

Soy bastante crítico del momento que estamos atravesando. Creo que estamos presenciando el encumbramiento de la ignorancia absoluta; pareciera incluso que la ineptitud es ahora una política de estado.

 

Tapices de Taller Mexicano de Gobelinos

Joaquín Segura, Liquidaciones ideológicas (Marx, Lenin, Mao), 2015.
Tapiz alto liso. Foto: Ernesto Rosas Pineda. Cortesía Arena México Arte Contemporáneo / Taller Mexicano de Gobelinos.

—Recomiéndanos un proyecto que trabaje desde México y que tenga alguna relación social. ¿Por qué te parece interesante?

Sin duda, una iniciativa que se desmarca de otros proyectos con vocación similar es la Casa de El Hijo del Ahuizote, dirigida por Diego Flores Magón desde su fundación en el año 2015. Este proyecto, ubicado en el mismo edificio en donde en su momento se ubicó la redacción de esta publicación icónica, logra combinar un ejercicio de memoria y reflexión con una labor cercana a la comunidad, tanto próxima como expandida. Así, aparte de acercar al público actual al pensamiento radical a través de abrir el acceso al archivo de los hermanos Flores Magón, la Casa se convierte en un sitio en donde se estimula la conciencia histórica y el ánimo crítico. Podríamos pensar que son temas asimilados, pero la discusión sobre justicia, libertad y lucha social sigue siendo tan apremiante cómo lo era en el momento en que este grupo de personajes declararon la muerte de la Constitución Mexicana, a principios del siglo XX. La labor que hacen Diego y su equipo es relevante, actual y extremadamente inspiradora. Más allá del archivo y su agenda de exhibiciones temporales, operan también una imprenta, un sello editorial y un programa de actividades comunitarias que integra al proyecto con el sitio en que se encuentra. Un espacio con estas características, tan claras como versátiles, expresa para mí una alternativa real al marco institucional. En este momento particular, eso es tremendamente significativo en su ánimo transgresor y contestatario. 

Imagen de la casa donde estuvo el periódico El Hijo del Ahuizote.

La Casa del Hijo del Ahuizote busca «facilitar el acceso al archivo y construir relaciones de beneficio mutuo con el vecindario de los alrededores de Santo Domingo, en el Centro Histórico de la ciudad de México». Foto tomada de sus redes sociales.

Joaquín Segura (Ciudad de México, 1980) es artista visual. Su obra se desarrolla en plataformas como la instalación, fotografía, acción o video y ha sido mostrada en exposiciones individuales y colectivas en México, Estados Unidos, Europa y Asia. Su trabajo ha sido ampliamente reseñado e incluido en medios impresos y publicaciones especializadas locales e internacionales entre las que destacan Artforum, Flash Art, Adbusters, Código y The Washington Post, entre otras. En 2018, ingresa al Sistema Nacional de Creadores Artísticos Fonca (México). Es miembro fundador e integrante del consejo de SOMA, México, D.F.

 

 

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Retrato de Bruno Ruiz Nava. Cortesía del artista.

Obra de Bruno Ruiz Nava. Cortesía del artista.