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Grillo. Fotografía cortesía de Paloma Vera.

Postales de los sismos en la CDMX: Grillo, más que una alerta

Columna 12.12.2018

Paloma Vera

Aún con la memoria fresca del sismo del 19S, Paloma Vera nos presenta un emprendimiento social que puede evitar catástrofes.

  1. Habitantes de la Ciudad de México con miedo reunidos a la mitad de calles y camellones contemplando el movimiento de los edificios.

El esquema se repite: suena la alarma sísmica (algunas veces ni siquiera eso), salimos corriendo y después que pasa el temblor hacemos una inspección ocular de la construcción en que nos encontrábamos (basada en nuestra vasta experiencia de eventos de este tipo) y decidimos que nuestro edificio «es seguro» y volvemos a nuestra rutina cotidiana. Llamamos a nuestros familiares y amigos que también han hecho lo propio y simplemente no pasa nada, esperamos al siguiente evento sísmico deseando que nunca nos toque la de malas que se caiga nuestro edificio.

Parece que los avances tecnológicos de detección e investigación de sismos están totalmente desfasados en relación la tecnología para valorar las estructuras que habitamos. Hemos avanzado muy poco en la manera de determinar si existe un daño en nuestras construcciones una vez que ha terminado un evento sísmico, y tampoco sabemos si el comportamiento de nuestros edificios va perdiendo eficiencia con el paso del tiempo por el suelo, inclinaciones, asentamientos o desgaste de las uniones de la estructura.

Nuestras herramientas para evaluar una construcción después de un terremoto son muy variadas dependiendo en gran medida de la preocupación e iniciativa de los vecinos, siempre hay alguien que conoce a un arquitecto o ingeniero y lo llaman, otros prefieren hacerlo con su maestro de obra de cabecera, y en muchos casos no se hace nada. En el caso de sismos fuertes como el del 19 de septiembre de 2017, cuadrillas de protección civil conformadas en su mayoría por voluntarios, liderados por algún arquitecto o ingeniero, estudiantes de esas carreras, y personal administrativo visitan el edificio después de haber asistido a un curso exprés en el que les explican los criterios generales para determinar a simple vista los daños en los edificios.

En las visitas llenan un cuestionario en que algunas de las preguntas son: si hay daños en elementos estructurales, hundimientos, inclinaciones o daño severo en elementos no estructurales y también califican si la estructura está en riesgo. Son aproximadamente diez preguntas, de las cuales cinco se refieren al estado estructural del edificio. Todas se contestan con un: , no o existen dudas. A partir de esto los edificios se catalogan de acuerdo a un semáforo: segura de riesgo bajo, insegura de riesgo alto o de seguridad incierta.

El nivel de error que puede existir en esta medición de riesgos es enorme comparado con la precisión y detalle de los datos que puede medir el Servicio Sismológico Nacional de los temblores. Es decir, estamos muy lejos de aplicar en términos prácticos toda la información precisa acumulada que miden constantemente los equipos que tenemos.

El Servicio Sismológico Nacional, está dentro de los diez mejores del mundo y sus equipos e instalaciones son de la misma calidad que los mejores tres. Los equipos son tan sofisticados que permiten detectar, medir y analizar sismos, incluso aquellos que ocurren en zonas muy lejanas. Estas mediciones y base de datos permiten entender estos fenómenos con gran precisión. Otros fenómenos naturales como los huracanes se repiten cada año en las mismas fechas, se puede detectar su dirección, velocidad y el día exacto en el que entrarán en contacto con una zona habitada, pero en el caso de los sismos a pesar de la sofisticación de los equipos, la aplicación de esta información se usa esencialmente para el diseño de las estructuras y evitar que los edificios no entren en resonancia con el suelo, pero no hemos pasado a mucho más que a ganar un poco de tiempo para que suene la alarma y salir corriendo en el caso de detectar  movimientos de placas geológicas. La diferencia radica en que en el caso de los sismos no se pueden predecir, no existen patrones ni ciclos bien definidos y las mediciones que tenemos para analizarlos apenas tienen poco más de cien años con instrumentos y pocos cientos de años en registros históricos, por lo que es imposible aún hablar de constantes en el comportamiento de la Tierra.

Sismo del 19 de septiembre de 2017. Imagen tomada de marca.com

No quiere decir que no funcionen nuestros equipos de medición, análisis e investigación, sino que la traducción de toda esa información vasta y precisa nos debería permitir tener muchas más aplicaciones prácticas de las que existen al día de hoy para conocer el estado de salud de nuestros edificios. Esa «seguridad incierta» que reflejan los formularios de las visitas oculares para determinar los riesgos se deberían poder traducir en certezas como para saber, por ejemplo, si podemos volver a entrar en una estructura después de pasado un temblor.

Así nació GRILLO1, una iniciativa social que diseña alarmas y sensores para ayudar a disminuir la vulnerabilidad respecto a los temblores y salvar vidas. El proyecto inició haciendo alarmas de bajo costo para notificar la presencia de sismos y actualmente diseña sensores para medir el comportamiento de los edificios en tiempo real.

  1. Un arquitecto, un sismólogo, un matemático y varios asesores en ingeniería, estructuras y geofísica iniciaron un proyecto hace cuatro años para que mucho del conocimiento y análisis de los sismos tuviera una aplicación práctica en los usuarios y se mejoraran los niveles de seguridad. El equipo se dio cuenta que no existía nada que aportara información en tiempo real al usuario para saber si su estructura es segura y puede volver a entrar después del sismo. En el terremoto del 19/09/17 existió el caso de un edificio en el que sus ocupantes salieron y el edificio colapsó una hora después cuando muchas personas habían regresado al interior. No hubo ninguna señal de que el edificio estaba dañado, nada, pero la estructura del edificio había fallado en su totalidad.

Grillo, es una iniciativa para el diseño de alarmas sísmicas de bajo costo, pero su aportación más importante es un dispositivo que mide los movimientos y periodos de resonancia de los edificios en tiempo real con base a modelos matemáticos que construyen curvas de comportamiento de las estructuras basado en mediciones constantes. El objetivo es que presenta un resultado inmediato en el que se ve si la estructura se movió dentro de parámetros aceptables (sin riesgo), en una zona límite (con riesgo posible), o fuera de rango (con alto riesgo) y los transmite al usuario a manera de semáforo, verde se puede volver a entrar, amarillo es de cuidado y recomienda revisiones de especialistas, o rojo, definitivamente no entrar porque hay daño dada la resonancia a la que llegó la estructura. Es, en términos prácticos como tener un dispositivo que permita visualizar un electrocardiograma en tiempo real para detectar modificaciones en frecuencias ante posibles ataques cardiacos. ¿Quién no quisiera poder monitorear eso?

Detector de sismos. Sismos de la CDMX.

Grillo. Fotografía cortesía de Paloma Vera.

El dispositivo puede llegar a personalizarse en casos de edificios con los que se cuente con el «historial estructural» porque podrían compararse las mediciones actuales con los factores con los que fue diseñado y la expectativa de movimiento previsto. De manera que el desempeño del edificio sea más conocido y se sepa de antemano sus puntos débiles o las circunstancias ante las cuales no va a tener una buena reacción.

En lo inmediato, los usuarios podrían saber si pueden volver a entrar a un edificio además de que esto permitiría que cada construcción tuviera un «historial médico» con una base de datos de mediciones más o menos detalladas dependiendo de las necesidades del cliente. El impacto de este dispositivo es enorme, podría instalarse por ley en todas las escuelas y edificios públicos, o incluso en todas las construcciones como si fuera una herramienta de mantenimiento o supervisión de las estructuras, sería como hacer peritajes regulares basados en datos y no en «inspecciones oculares» con las que la mayoría de las veces no es posible detectar nada por los recubrimientos que tienen las estructuras.

Es un terreno nuevo en el que se abre un gran avance para la seguridad y para la prevención. Siembre nos quejamos de que los terremotos nos agarran desprevenidos. Esperemos que la siguiente postal sísmica sea más o menos así: grupos de personas reunidos después del temblor revisando los dispositivos instalados en los edificios que habitan o checando la aplicación en sus celulares antes de volver a entrar al interior de su casa, oficina o escuela, con más certezas que incertidumbres sobre el techo que tienen encima.

1 Desde sus inicios Grillo ha sido apoyado por USAID y actualmente cuenta con el patrocinio del Gobierno de Chile y Facebook.

Paloma Vera

Estudió arquitectura en la Universidad Iberoamericana (1995) y realizó sus estudios de maestría en la Universidad de París Belleville (2002). Es parte del consejo editorial de Arquine donde escribe regularmente. Realizó el libro sobre la arquitectura y el diseño de Oscar Hagerman y está preparando un libro sobre el Edificio Basurto. En 1995 funda su despacho con Juan Carlos Cano canovera arquitectura enfocado en proyectos de arquitectura, urbanismo e investigación. wwwcanovera.com

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Grillo. Fotografía cortesía de Paloma Vera.