Still de She-Devils on Wheels de Herschell Gordon Lewis, 1968. Tomada de IMBD.
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1968. 50 años, 50 películas. Parte III: Los géneros cinematográficos

Lista 20.08.2018

Julio César Durán

En esta, la tercera entrega de las películas fundamentales de 1968, Julio César Durán revisa los filmes que fueron influenciados por el turbulento contexto social.

«La ofensiva del Tet», que el Ejército de Vietnam del Norte y el Vietcong orquestaron en contra, principalmente, de los Estados Unidos, durante la Guerra de Vietnam, definiría finalmente la derrota estadounidense.

Por su parte, Rumania y Checoslovaquia refrendaban acuerdos que hermanarían a sus naciones durante 20 años; sin embargo, los firmantes del Pacto de Varsovia (la URSS, Polonia, Hungría y otros), so pretexto de defender al comunismo, invadieron a los checos, conformando una de las ofensivas militares más grandes desde la Segunda Guerra Mundial. Mientras tanto, los Beatles lanzaban «Hey Jude», el sencillo más popular en los listados del pop estadounidenses y británicos.

La Asociación por los derechos civiles de Irlanda del Norte protagonizó la primera marcha en pro de los derechos civiles en el Reino Unido para defender la integridad de la minoría católica que sufría discriminación y abusos. Al mismo tiempo, dos movilizaciones estudiantiles sin precedentes tenían lugar en el Zócalo y en la Avenida Insurgentes de la Ciudad de México, la reacción del Estado ante ellas fue violenta.

Para continuar con este conteo de filmes lanzados en 1968, no olvidemos que los sucesos que tuvieron lugar durante ese agitado año, influyeron (de manera directa o no) en los realizadores y el cine de género alrededor del mundo.

 

  1. El gran silencio (Il grande silenzio, Sergio Corbucci, Italia-Francia)

Un aura pesimista y violencia salvaje rodean a un pistolero mudo, que en esta década se insertó en el género western, gracias a las producciones italianas, francesas y españolas del momento. Con ellas nació un arquetipo cinematográfico, el hombre sin nombre que realiza una gesta enmarcada por el Viejo Oeste. Corbucci se vale de dos mundos, el protagónico salido de la Nouvelle vague (Jean-Louis Trintignant) para enfrentarlo con un antagónico que nutrió al Nuevo cine alemán (Klaus Kinski). El resultado es una historia de mercenarios que habla de la crisis moral de la época, siempre representada por los inhóspitos exteriores nevados.

 

  1. La gran aventura de Horus, príncipe del Sol (Taiyô ôji Horusu no daubôken, Isao Takahata, Japón)

La ópera prima del finado maestro de la animación japonesa, Isao Takahata, es casi producto de una revolución sindical de la casa Toei, misma que, de alguna manera se reivindica con el filme mismo. Al igual que en el western anterior, este cine constituye una épica; sin embargo, se distingue de él. En un tono opuesto, la fantasía nórdica es la base de este largometraje que, en lugar de ser pesimista, de alguna manera presenta una idea esperanzadora y humana de la época. El joven héroe, portador de una espada legendaria le hará frente a un demonio malvado que ha destruido la aldea de sus antepasados y que cumplirá con la última voluntad de su padre, pero para ello deberá unir a los sencillos pobladores en la lucha peligrosa, pero justa.

 

  1. Barbarella (Roger Vadim, Francia-Italia)

Con un tono más ácido y cínico, es el de esta películaa que quiere ser una ciencia ficción de serie B, a la manera de las películas más populares de las dos décadas anteriores, es también una búsqueda. La moral más convencional no es clara en la época y Barbarella es producto de ello: privilegia la buenaondez hippie pero, como el resto de las películas de este listado, se vale de un género específico que le da algo que ninguna otra forma cinematográfica parece ofrecerle. Vadim está pensando en la neurosis tecnológica (que viene de la neurosis bélica), en un universo que ofrece sexo en cualquier rincón y en el posicionamiento de la mujer como una heroína y ya no únicamente como una femme fatale.

 

  1. Bullitt (Peter Yates, Estados Unidos)

Un Mustang GT-390 persigue a un Dodge Charger por las calles de San Francisco. El bien contra el mal en una mezcla del Salvaje Oeste de Corbucci y del tono fashion de Vadim se convierten fácilmente en una cinta policiaca. Steve McQueen como el teniente que debe resolver un caso y vencer al jefe de la mafia que asesinó a su testigo protegido están en primer plano, en segundo una banda sonora llena de jazz. La unión de estas dimensiones pone prototipos que el cine industrial va a seguir incluso hasta la actualidad. Sin embargo aquí, aún con los bandos polarizados y claros para el espectador, la conciencia norteamericana tiene remordimientos por lo que sus privilegios le cuestan del otro lado del mundo.

 

  1. La fiesta inolvidable (The Party, Blake Edwards, Estados Unidos)

Hrundi V. Bakshi, un actor de la India que se ha convertido en persona non grata (interpretado por el camaleónico Peter Sellers), es invitado a la gran celebración del productor de Hollywood que lo acaba de despedir. La neurosis tecnológica está a la orden de la comedia de enredos. Las comodidades del mundo contemporáneo, que se evade de los conflictos mundiales, se van a enfrentar a un personaje chaplinesco que se ve envuelto, durante la fiesta del título, en una peripecia tras otra. Se trata del orden y progreso versus el caos del juego y el divertimento, recordándonos al mencionado genio británico y siguiendo la línea del Jacques Tati que apenas un año antes le entregaba al mundo su opus magnum, Playtime.

Still de The Party de Blake Edwards, 1968. Tomada de Saturn-directory.info.

 

  1. El camino del arcoíris (Finian’s Rainbow, Francis Ford Coppola, Estados Unidos)

La quinta película de quien fuera punta de lanza de los movie brats es una amarga despedida de los musicales para su protagonista, Fred Astaire, pero sirve para proponer el camino, por sí mismo, como un viaje de transición tanto espiritual como físico, anunciando de alguna manera cursi al Easy Rider (Dennis Hopper) del año posterior. Es un filme de corte fantástico que tiene a Broadway en la mira, pero posee la peculiaridad de poner en foco a la cultura y tradiciones irlandesas, además de una lucha (tanto racial como de clase) contra el representante de la autoridad, en este caso un senador sureño.

 

  1. She-Devils on Wheels (Herschell Gordon Lewis, Estados Unidos)

El 68 fue un año fecundo para el autonombrado «padrino del gore», ya como un autor consolidado en las películas que explotaban muertes sangrientas en pantalla, Lewis estrenó Suburban Roulette, How to Make a Doll, Just for the Hell of It y The Alley Tramp. Este cineasta lleva más allá la violencia urbana a la que la nota roja nos tenía acostumbrados, incluso la pretensión de ser visceral de El estrangulador de Boston (Richard Fleischer) queda corta aquí. En esta serie B de carretera, una banda de motociclistas llamadas «las comehombres» se dedica a aterrorizar un pequeño pueblo y a tener una intensa rivalidad con otra banda motoqueros. Si bien la personalidad de estos jinetes de asfalto está sexualizada y deliberadamente cosificada, todo está dirigido a aterrorizar la moral victoriana que se reafirmó con la generación wasp, así que los miedos del gringo blanco están aquí, infundados o no.

 

  1. La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, Estados Unidos)

Sin dudas en esta película encontramos el nacimiento del zombi moderno. Una obra de corte independiente que influyó en todo el cine de horror occidental posterior, donde, en un abrir y cerrar de ojos, el mundo se convierte en un espacio hostil sin oportunidad de salvación. El personaje afroamericano deja de ser servil ante la cámara y se convierte, por fin, en el héroe de esta epopeya a puerta cerrada donde los enemigos mortales del hombre son sus congéneres. Una casa abandonada es el microcosmos de la sociedad estadounidense con sus pugnas políticas y raciales a flor de piel.

Still de Night of the Living Dead de George A. Romero, 1968. Tomada de Slash Film.

 

  1. El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, Roman Polanski, Estados Unidos)

Otra visión a puerta cerrada, claustrofóbica, pero ahora con una joven pareja que no tiene que vérselas contra muertos vivientes, pero sí con un misterioso culto que se va a ir revelando ante nuestras angustiadas miradas. En Norteamérica parecen abundar las producciones de horror, reflejo de toda neurosis posible para una sociedad que ya no sabe en quién confiar, ni en sus más cercanos. Así, con un hijo de la Polonia diezmada en la Segunda Guerra Mundial al frente de la producción, esta película de terror nos recuerda que el demonio se pasea entre nosotros, que las supersticiones son más reales que cualquier fe, incluso en una ciudad cosmopolita como Nueva York.

Still de Rosemary’s Baby de Roman Polanski, 1968. Tomada de Square Space.

 

  1. Kuroneko (Yabu no naka no kuroneko, Kaneto Shindô, Japón)

El terror aterriza en uno de los clásicos del cine japonés, filtrado de una manera única por una historia de fantasmas. La leyenda tradicional nipona da pie aquí para una serie de venganzas, de espectros que no encuentran descanso y de una brutalidad que sólo es igualada por la parsimonia y sobriedad formal de la cinta. El gato negro, como se le conoce en algunos lugares de Iberoamérica, pretende una manera más poética que narrativa, construye una atmósfera antes que una secuencia de acciones. Éste es un clásico por sintetizar un género popular con un cuento que se podría haber expresado en cualquier rincón del mundo.

 

 

 

Julio César Durán

Es editor y colaborador de la revista electrónica F.I.L.M.E., además de ejercer la crítica cinematográfica en diversos medios electrónicos. También es Jefe del Área de Prensa en la Cineteca Nacional, así como conductor de los programas radiofónicos Filmofilia para Grupo Fórmula que se transmite los bados a las 11 horas por el 1500 de AM, y FilmeRadio en Radio IPN, que se transmite todos los miércoles a las 22 horas por el 95.7 de FM. Ha formado parte del Berlinale Talents en el FICG y ha publicado en libros como Un cine revolucionado. Atisbos de modernidad en la cinematografía nacional (1910-1950) y la edición especial de Correspondencias: Cine y pensamiento.

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