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Lina Bo Bardi, Museo de Arte de Sao Paulo, 1947. Tomada de Wikipedia.

Los starchitects: entre agendas políticas y prestigio personal

Columna 09.05.2019

Lorenzo Rocha

El llamado «efecto Guggenheim» ha encumbrado el nombre de algunos arquitectos. ¿Pero cuáles son las aportaciones de los starchitects a la arquitectura?

El modernismo contempló un papel protagónico para la arquitectura, en el cual se apreciaban notablemente las obras singulares como representaciones de los ideales de la época. Ahora parece que los edificios tienen un corte individualista y los diseñadores buscan reflejar en ellos su propios valores por encima de aquellos de la colectividad. Cada generación ha tenido sus grandes maestros desde el principio de la Era Moderna, la cual se considera históricamente a partir del final del siglo XVIII. Las artes visuales y la arquitectura han seguido la tendencia renacentista de entronizar a personajes particulares por sus obras de arte y por su influencia en los movimientos culturales ligados a las clases en el poder.

La arquitectura y el tiempo están entrelazados de muchas formas y son interdependientes; uno de los modos de echar en el olvido una civilización pasada es demoler sus monumentos, práctica tan común actualmente como lo fue en la antigüedad. El ser humano tiene la creencia de que la autenticidad de un edificio deriva no solo de la personalidad de su autor, sino del grado en que representa los más altos valores de la sociedad en que está situado. Hoy en día estos «valores unitarios» son difíciles de identificar, muy frecuentemente han sido sustituidos por las ideas del supuesto genio, o por el deseo de autorrealización de los arquitectos. Eduard Sekler, en su ensayo «Architecture and The Flow of Time», publicado en 1988, afirma: «Según los filósofos Órficos, el tiempo (chronos) tiene como compañía inevitable a la necesidad (ananke). Pero el olvido también va ligado al tiempo, por ello el hombre, para defenderse de su fuerza que devora todo, usa como su principal aliada a la arquitectura». Este fenómeno ha obligado a que la autenticidad, y de ahí la aceptación social de la arquitectura y de las obras de arte en general, dependa en gran medida del talento personal del artista, que es de índole subjetivo y en muchas ocasiones incluso cuestionable. Quizá estas sean las razones por las cuales los monumentos de la actualidad envejecen tan rápidamente. Pero el fenómeno puede ser visto también con optimismo, en nuestra sociedad, altamente influida por los medios de comunicación, los hitos urbanos podrían renovarse cada diez años.

Desde que los aparatos económicos estatales comenzaron su desincorporación, aproximadamente desde los años 70 del siglo XX, la necesidad del Estado de representarse mediante la obra pública disminuyó notablemente. Es probable que la mayor fuente de trabajo para los arquitectos del siglo pasado hayan sido los gobiernos y las grandes corporaciones privadas. De ahí derivó la figura del «arquitecto oficial», un personaje, siempre masculino, que fuera capaz de satisfacer la necesidad de representatividad de la arquitectura al servicio del Estado, como Mario Pani lo fue en México y Oscar Niemayer en Brasil, donde tuvo su culminación extrema en 1960 con la construcción de Brasilia, la nueva capital del país sudamericano, diseñada junto con Lucio Costa y Roberto Burle Marx.

Edificios minimal. Starchitects.

Rodrigo Moya, Hipotecados, 1965. Fotografía del Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco, diseñado por Mario Pani. Cortesía de Archivo Rodrigo Moya.

La privatización de la obra pública diversificó relativamente la selección de arquitectos que cumplieran con las agendas políticas particulares, lo cual propició una sana competencia para destacar como arquitecto en la escena nacional y mundial. Sin embargo, esto también dio lugar al fenómeno que llamamos «arquitectos-estrella» (en inglés los starchitects), quienes utilizan herramientas mercadotécnicas para promover su trabajo y personalidad pública. Afortunadamente este sistema permitió la inclusión de mujeres como: Lina Bo Bardi, Zaha Hadid o Gae Aulenti, que antes no hubieran tenido espacio en el olimpo arquitectónico. Los alcaldes de ciudades medias y capitales por todo el mundo sufrieron el «efecto Guggenheim», que a partir de 1997 hizo casi forzoso que las ciudades se posicionaran en el mapa, mediante la construcción de algún museo o polideportivo firmado por arquitectas o arquitectos famosos.

Edificio con formas onduladas. Zaha Hadid.

Zaha Hadid Architects, Centro Heydar Aliyev, 2013. Fotografía de Hufton+Crow. Tomada de Pinterest.

Indudablemente los arquitectos más influyentes a nivel internacional actualmente son Rem Koolhaas, Norman Foster y Álvaro Siza. Sus obras son diferentes en muchos aspectos, que van desde su forma, función y también desde sus puntos de vista ideológicos personales. Koolhaas es intelectual y pragmático, su arquitectura, que tiende a la «forma pura», tiene gran valor simbólico y sus textos son provocadores.

Biblioteca contemporánea. Starchitects.

Rem Koolhaas, Seattle Public Library, 2004. Tomada de Travel by Airfrance.

Foster sigue la tendencia de la alta tecnología y su filosofía es futurista, se ha especializado en rascacielos y aeropuertos a nivel mundial, pero no ha incursionado en la teoría; sus opiniones y apariciones en televisión siguen una clara tendencia mercadotécnica dirigida al fortalecimiento de su prestigio personal.

Edificio curvo. Starchitects.

Norman Foster, Gherkin tower, 1997-2004. Tomada de Pinterest.

Siza es muy discreto y profundo en sus opiniones, sus obras son racionales y sensoriales, se especializa en espacios culturales como instalaciones para museos y fundaciones. Ha construido en varios países, pero su tendencia es hacia la afirmación de los valores locales. No ha escrito textos muy importantes, pero ha expresado muy elocuentemente su ideología en numerosas entrevistas publicadas en la prensa y en revistas.

Arquitectura minimalista. Starchitects.

Álvaro Siza + Aresta Arquitectura, Auditorio de Llinás del Vallés, 2016. Fotografía de João Morgado. Tomada de dis-up!

Los parámetros para erigir a un arquitecto como figura mundial son, principalmente, las publicaciones, las exposiciones, los premios, la fama y el prestigio personal. Como sabemos todos estos ámbitos son subjetivos y se guían por intereses que a veces superan la calidad real del espacio arquitectónico. Es importante apuntar que aún no se ha reconocido el trabajo de las mujeres al mismo nivel. Aunque sin duda los tres grandes maestros hacen proyectos excelentes, su fama también responde a su concordancia con las agendas políticas y con los valores sociales que representan sus promotores.

El paradigma de valor para la arquitectura ha estado cambiando mucho en los últimos tiempos, la percepción que tenemos de los proyectos se ha ido desplazando, pasando del protagonismo de los arquitectos modernos a la actitud contingente de los posmodernos. Hoy en día queda suficientemente claro que los edificios no provocan cambios sociales por sí mismos, y en cambio las transformaciones de la sociedad requieren de arquitecturas acordes a sus necesidades. Quizá esta tendencia impida que la siguiente generación cuente con sus propios héroes como en el pasado.

En México el panorama de la arquitectura moderna reconoció a tres personajes claves durante las últimas cuatro décadas del siglo XX: Pedro Ramírez Vázquez, Ricardo Legorreta y Teodoro González de León, quienes han fallecido recientemente.

Arquitectura brutalista en México.

Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky, Colegio de México. Tomado de Wikipedia.

Sin embargo, la condición periférica de México desde el punto de vista geopolítico impidió que nuestros arquitectos fueran considerados por la crítica como grandes maestros a nivel mundial. En nuestro país existen varios arquitectos que gozan de fama mundial, pero difícilmente se podrían considerar dentro del sistema principal de reconocimientos como estrellas de la arquitectura. Tampoco parece haber arquitectos oficiales que estén ligados al gobierno, como se veía hace algunas décadas. Este panorama puede ser desafortunado o afortunado según cómo se valore. Por una parte, tener a un arquitecto local que gane premios internacionales y goce del reconocimiento de los mayores medios de comunicación es algo que causaría orgullo a los mexicanos. Pero la falta de una figura protagónica y absoluta en la escena nacional, también deja espacio para que los jóvenes de ambos géneros se expresen con mayores posibilidades y también que exista mayor diversidad de opiniones y de proyectos de distintas tendencias.

En nuestros días, la necesidad del heroísmo en arquitectura ha disminuido notablemente, quizás porque también los gobiernos están menos interesados en representarse del modo como lo hacían en el pasado. Nuestro tiempo se caracteriza por el individualismo. Las utopías y los ideales sociales se han diluido en una mezcla entre el consumismo y la proliferación de espacios homogéneos resultado de la globalización, como los aeropuertos, centros comerciales, estaciones de metro, supermercados y otros mucho de los «no-lugares» que habitamos cotidianamente hoy en día y que son exactamente iguales sin importar en que país del mundo se encuentren.

Lorenzo Rocha

Es arquitecto y maestro en teoría crítica. Su interés se centra en el uso experimental del espacio. Incorpora actualmente a su trabajo prácticas interdisciplinarias que le permiten explorar el impacto del diseño y la intervención en los espacios que produce y la reactivación de espacios por medio de su uso social. Desde 2005 es director editorial de la revista [ESPACIO] arte contemporáneo. Colaborador regular del diario Milenio desde 2006. En 2018 publicó el libro Arquitectura crítica. Proyectos con espíritu inconformista.
Actualmente es director de la Oficina de transformación urbana y de la Oficina de arte, un espacio para residencias artísticas en el centro de la ciudad de México.

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Rem Koolhaas, Seattle Public Library, 2004. Tomada de Travel by Airfrance.

Álvaro Siza + Aresta Arquitectura, Auditorio de Llinás del Vallés, 2016. Fotografía de João Morgado. Tomada de dis-up!

Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky, Colegio de México.