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Still de Visages Villages.

Faces Places. El pacto entre Agnès Varda y JR

Reseña 26.04.2018

Luis M. Rivera

El nuevo documental de Agnès Varda, la muestra a ella como protagonista dentro de un recorrido por Francia junto con el fotógrafo JR.

Aunque el grueso de las reacciones hacia la película que codirigieron Agnès Varda y JR fueron más bien positivas, tampoco han sido pocos los que expresan diversas inconformidades acusando, sobre todo, cierta clase de oportunismo del artista y fotógrafo francés, utilizando al filme y a Varda (de una simpatía abrumadora, en pantalla como en la vida) como vehículos de exposición de su figura y trabajo —mismo que, evidentemente y nos parezca o no relevante, genera una conexión con las personas, en este caso los habitantes que fotografía en el camino de la provincia francesa que recorre y que son el eje de la película.

Más allá de estar de acuerdo con esas acusaciones —que hasta cierto punto lo estamos—, para analizar la película sería importante partir de la forma en que está concebida, o creemos que lo fue. Si nos cernimos al hecho de que todo filme es una ficción en mayor o menor medida, y que el término documental (más allá de necesarias cuestiones publicitarias) viene sobrando —sobre todo si se pretende adjudicarle una alta dosis de verdad y autenticidad—, con Visages Villages (Rostros y lugares) lo que tenemos, nos parece, es una película de ficción que Varda y JR pactaron y supieron llevar a buen cause; cada uno con los objetivos que pretendiera, Agnès quizá acercándose más a un público popular, y el fotógrafo intentando una validación frente al espectador exigente que supone ser conocedor de la obra de Varda.

 

Fotografía tomada de Variety Magazine.

Hay una imagen icónica cerca del final de la película que podría darle la razón a quienes acusan de chocante y exhibicionista a JR, pero que también da pie a otra deducción: cuando por fin se quita los lentes oscuros que durante toda la película Agnès le acusa de utilizar como máscara. El punto está en que sólo lo hace frente a ella, al espectador le ofrecen un blur que no permite verle los ojos, y esa pareciera la clara muestra visual del pacto que ellos establecieron al proponerse hacer la película.

A partir de esto, en realidad la película traza un formato que más que documental (manera como intentan vendérnoslo), calificaríamos de road movie, un término que se entiende por lo general mucho más cercano al terreno de la ficción. La sinópsis es sencilla, porque no es lo importante, Varda y JR recorren pueblos en Francia y se acercan con personas que viven fuera del espectro mediático y les regalan una fotografía que colocan en sus casas o en lugares púbicos. Lo que importa en la película es la manufactura que Varda aporta y que resulta cercana  a lo que viene haciendo hace tiempo, una mirada de intimidad, una empatía y una fuerza de conexión que resulta envidiable. Las fotos de JR, de valía artística o no, son el vehículo que le funcionan a la película para empatizar con el ciudadano promedio que no necesariamente posee una exigencia artística.

Still de Visages Villages. Tomada de Collateral.

Hay también otro momento en la película que suponemos revelador, cuando ambos intentan visitar a Jean-Luc Godard y éste no los recibe en su casa —o al menos eso nos dicen. La película lo retrata como un hecho cómico de un personaje amargado con el mundo exterior que sin embargo sigue haciendo películas. En realidad no sabemos si detrás de eso también existe un pacto entre Godard y los directores de Visages Villages. Al final, el ejercicio frente a la cámara parece ser más efectivo de esa forma, pues el aparente rechazo de Godard supone una contraparte a la felicidad que irradian ambos individuos y protagonistas de la película en momentos emblemáticos, como cuando recorren juntos el Museo del Louvre.

Y así podríamos encontrar otros ejemplos en los que la película da pie a que se trate de un pacto válido y efectivo frente a la cámara. Y el hecho de llamarlo pacto no sugiere que le restemos autenticidad al personaje que cada uno desempeña; más bien nos ayuda a que como espectadores nos quitemos de la cabeza el significado ambivalente y riguroso del término documental, y concibamos al cine como algo más simple: el arte del artificio visual. Las discordancias temáticas y las empatías que cada quien conciba serán otro asunto, pero la acusación desde el puritanismo de géneros es algo con lo que a estas alturas ya no deberíamos lidiar.

Imagen de Independent Cinema Office.

 

Luis M. Rivera

Periodista y gestor cultural. Trabaja en el Festival Internacional de Cine de la UNAM, es co-fundador de la plataforma crash.mx y colabora con proyectos de distribución cinematográfica.

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