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«Estamos juntas y ya no hay vuelta atrás»: 6 cineastas mexicanas reflexionan sobre feminismos y la industria audiovisual

Archivo Código 06.03.2020

Arantxa Luna

Con motivo del Día Internacional de la Mujer, dialogamos con creadoras mexicanas sobre feminismos y perspectiva de género.

Parece que el 8 marzo es el único día en donde el mundo recuerda que las mujeres existimos. Decidí tomar este ímpetu de «abrirnos espacios» para convocar a seis mujeres, todas miembras activas de la industria audiovisual en México: Mariana Félix, Claudia Garibaldi, Liliana González, Luna Marán, Jessica Oliva y Paloma Petra. El ejercicio fue sencillo: lazar una serie de preguntas que despertara cualquier tipo de reflexión entorno al cruce del contexto actual mexicano (diez feminicidios al día) y su profesión.

Lo que leerán a continuación tiene el mínimo de edición: este texto es de y para ellas. Si se «abren» estos espacios pues bueno, es momento de escuchar, leer y dialogar con nosotras con mucha atención. Me quedo con algo que comparten todas: cuando las mujeres se escuchan y se dan la mano entre ellas, ya no hay vuelta atrás. El orden es alfabético.

 

Mariana Félix | Productora

Cine perspectiva de género. Mariana Félix.

Mariana Felix. Foto: Cortesía.

Tengo que confesar que no todo lo que produzco cumple narrativamente con mi visión del mundo y en este particular momento de mi carrera, generalmente mi trabajo está completamente subyugado a la creación del alguien más, pero aunque no puedo controlar el contenido, sí tengo poder sobre cómo se conforma el crew, sobre el equipo que hace posible una filmación; ahí encuentro la relevancia de mi trabajo y el de otras mujeres que se dedican a lo mismo, donde puedo decidir romper con el default de trabajar con hombres que no se alinean a mi ética de trabajo y respeto, e invitar a colaborar a mujeres que son mucho mejores profesionales y perfectas para el proyecto.

La relevancia de la producción audiovisual sí está en sus narrativas y sus contenidos, pero está también en su fuerza de trabajo. ¿Cómo hacemos posible un mundo donde contemos historias desde nosotras? Con nosotras, tomando esos espacios con las batallas diarias que eso implica y con lo rudo que es mantenerse ahí y no cederlos, si yo renuncio a lo que hago es altamente probable que mi lugar lo tome un hombre, otro hombre.

Creo muchísimo en que, con alianzas entre mujeres, es posible establecernos en los espacios narrativos, creativos y de tomar poder entre la misoginia que camina entre nosotras todo el tiempo y en todas las formas. Las realizadoras, las escritoras, las directoras de fotografía, las productoras, todas, nos tenemos que mover juntas, el mundo no está cediendo, los poderes patriarcales no dejarán de oponer resistencia, tampoco nosotras, no podemos.

Siempre he apretado los dientes ante la imposición de los hombres sobre las mujeres, pero no creo haber desarrollado un pensamiento realmente crítico hasta que fui ya una adulta después de varios años en el mundo profesional y tras haber aceptado casi como parte de mi formación y experiencia, muchas situaciones que en aquellos momentos no calificaba como inaceptables. El momento de quiebre y de no retorno, la gota que derramó un vaso grande, fue un año de una serie de eventos desafortunados, misóginos y patriarcales: un productor hostigador me mordió la pierna en medio de un llamado; un jefe prepotente que, en forma poco profesional me hizo un downgrade de posición; una expareja terrorista emocional y gaslighteador; un roomie controlador y machista… Después del burnout emocional y mental que sigo trabajando hasta hoy, inaceptable se ha convertido en mi concepto inequívoco de respeto, de autocuidado, de alarma incluso, de límites, de mucha seguridad personal y de mucho poder. Cuando actuamos en el mundo desde ahí y lo comunicamos a través del cine y cualquier forma de narrativa audiovisual, creo que estamos formando un poder colectivo con dimensiones enormes, que es complejo y también está siendo rudo para todas pero que ya no tiene vuelta atrás.

Cine perspectiva de género. #YaEsHora

Presencia del movimiento #YaEsHora en la Cineteca Nacional. Tomada de las redes del movimiento.

Mariana Félix (Ciudad de México, 1986) estudió Diseño y Comunicación Visual en la ENAP, UNAM. Ha editado largometrajes y cortometrajes premiados y seleccionados en el FICM, en el FICG y festivales internacionales como el New York Independent Film Festival, Torino Film Festival y otros. Desde 2011 se ha enfocado en el ámbito de la producción en cine, publicidad y series de televisión. En los últimos se destacan entre otros proyectos, su participación como productora asociada y coguionista de tres capítulos especiales documentales de la serie Hasta que te conocí, productora asociada de El César, productora del largometraje Contar el amor de Raúl Fuentes, aún en etapa de post producción y en el último año como productora ejecutiva en publicidad. Forma parte de la iniciativa Ya Es Hora.

 

Claudia Garibaldi | Guionista

Cine perspectiva de género. Claudia Garibaldi.

Claudia Garibaldi. Foto: Adrián Monroy. Cortesía de la guionista.

Recuerdo una fiesta donde un borracho recordaba con nostalgia la Época de Oro del cine mexicano, «cuando el hombre le podía pegar a la mujer sin que se le dijera nada». Y luego me venía a la mente María Félix en el piso, cacheteada por Pedro Armendáriz afuera de una iglesia. Por eso, creo que la pregunta que nos tendríamos que hacer hoy es: ¿qué tanta relevancia tiene —para lxs cineastas— el hecho de que mueran diez mujeres al día a causa la violencia machista? Creo que las historias que contamos son nuestro legado y si en ellas se ridiculiza, cosifica y violenta a la mujer, se está contribuyendo a la violencia imperante. El cine es reflejo de su época, de su tiempo y de su autor. Toda obra tiene una postura implícita o explícita que viene de él. La trama y los personajes son reflejo de esa postura y si el plot de una comedia romántica es una mujer que busca a su violador para casarse con él, se refleja una postura. Y todo tiene consecuencias, como en una buena historia.

En el imaginario colectivo —donde el cine tiene inferencia—, las mujeres hemos sido construidas a través de la mirada masculina, lo que quisieran que fuéramos o lo que se supone que debemos ser. Sin embargo, desde hace tiempo he tenido la sensación optimista de que se viene una ola de mujeres cineastas que traen consigo nuevas narrativas, desafiantes y emotivas, que podrían cambiar la historia del cine nacional.

Soy optimista, pero realista a la vez, sé que falta mucho por hacer, aún es común escuchar a muchas creadoras perder sus puestos de trabajo por haber sido discriminadas o violentadas por prejuicios machistas. Sin embargo, la necesidad de crear espacios libres de violencia, donde podemos desarrollar libremente nuestras capacidades, ha contribuido a que las mujeres formemos equipos de trabajo más horizontales, con narrativas más responsables.

Gracias a la construcción de esos espacios, estoy segura de que poco a poco se hablará de una nueva ola de narrativas críticas, tan necesarias en un país donde lo que está en riesgo no solo es tener una mala relación de pareja, un mal trabajo o el desdén de la familia, sino la vida misma de las mujeres. Hace cinco años un productor de una canal de televisión me preguntó horrorizado si yo era feminista. Contesté con un tímido sí, con un poco de miedo. Hoy no tengo miedo de ser quien soy.

A veces pienso que si el feminismo no hubiera llegado a mi vida, quizá hoy no estaría viva, y me duele en lo más profundo que otras mujeres no vivan para contar sus propias historias. Ese borracho que anhela la Época de Oro debe comprender pronto que está es una nueva época, que son tiempos para reestructurarse, de renovación, porque como dice Darwin: «La especie que sobrevive no es la más fuerte ni la más inteligente, sino la que se adapta mejor a los cambios».

—Claudia Garibaldi (Ciudad de México, 1982) es una contadora de historias zacatecana de corazón. Se tituló de Licenciada en Letras y viajó a Córdoba, Argentina, a comenzar sus estudios de cine en la Universidad Nacional de Córdoba. Su fascinación por la ficción la lleva al Diplomado de Guion del Centro de Capacitación Cinematográfica. Cuenta con una década de experiencia en sets y contenidos de cine, televisión y publicidad. En 2009 obtuvo el apoyo del programa de Escritura de Líneas Argumentales de IMCINE. Obtuvo el premio de Pitching de DOCSDF por el documental Aranzazú: Un recuerdo en ruinas en 2012. Trabajó en el equipo de contenidos de Canal Once Tv México de 2015 a 2017. Noches de Julio (2018), su ópera prima como guionista, realizada por Axel Muñoz Barba y producida por Mandarina Cine y Cacerola Films fue Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF) y PÖFF Tallinn Black Nights Film Festival, Selección Oficial 2018. Se describe como una apasionada de la escritura dramática, del guion y de la música, así como de los rituales del cine y del teatro.

 

Liliana González | Directora de arte

Cine perspectiva de género. Liliana González.

Liliana González. Foto: Cortesía.

¿Por qué es relevante el cine cuándo diez mujeres mueren al día en México? A veces también me lo pregunto, me invade la sensación de que todo lo demás, nuestra vida cotidiana y lo que la conforma es un conjunto de banalidades. Sin embargo, también hay momentos en los que recuerdo que para mí el cine y todas las artes son una respuesta natural en el acto de existir y aunque no son una solución en sí mismas, son una suerte de respuesta y contrapeso ante los horrores del presente.

Creo en el poder del cine como catalizador de reflexiones y como incentivo para cuestionar nuestra realidad, para conmovernos, crear vínculos con nosotros mismos y con los otros aún en un panorama nacional tan oscuro. Esta postura, no ignora el hecho de que hay un largo camino por recorrer en la producción del cine nacional y en la necesidad de incrementar narrativas que representen lo femenino desde una postura respetuosa, real y crítica. Para conseguirlo, el medio audiovisual tendría que cuestionar no solo sus contenidos, sino las estructuras bajo las que opera porque, aunque estamos tomando los espacios y visibilizando, aún existen roles género que deben romperse. Por poner un ejemplo, es bastante común ver a una mujer haciendo dirección de arte o vestuario, pero muy pocas en cámara.

Por mi parte, adoptar un pensamiento crítico sobre el patriarcado ha influido en cómo me percibo en el mundo y ha fomentado la deconstrucción y autoconciencia. Al hacerlo no solo se transforma la manera en que vivo, también en cómo trabajo y qué enunció desde mi posición en la producción audiovisual.

En mi caso, la ruptura con el sistema heteropatrialcal se dio de forma gradual, crecí bajo una educación machista que rechacé desde una edad temprana. Sin saber todavía qué era el feminismo, estaba en desacuerdo con las limitaciones que se me imponían por el hecho de ser niña. Al crecer y tener que lidiar con la violencia de género en distintos momentos de mi vida, esta posición ha ido tomando forma y consolidándose, pero es un trabajo en proceso que retomo día a día.

Cine perspectiva de género. Carne.

Still de Carne, de Gerardo del Razo, 2018. Tomada de Facebook.

—Liliana González (Estado de México, 1991) estudió Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Le interesa la construcción de significados a partir de la imagen. Ha trabajado en Gestión Cultural. Ha sido parte del departamento de arte en cine y publicidad en proyectos como Carne (Gerardo del Razo, 2018), Fragmentación (Doménica García, 2018), Victorias (Santiago Gómez, 2018), Keep Dreams Alive. WereldOuders (Bram Van Alphen, 2019, campaña ganadora de los Dutch Creativity Awards, Blu (2019), La oscuridad (Jorge Sistos, 2019), Celeste Soledad (Alejandro Argüelles, 2019), entre otros.

 

Luna Marán | Directora

Cine perspectiva de género. Luna Marán.

Luna Marán. Foto: Cortesía.

Hola Arantxa, recibo la solicitud de la entrevista por inbox mientras leo la serie de noticias sobre las desaparición y feminicidios que son el pan de cada día. Vivo en la Sierra Norte del estado de Oaxaca, en una comunidad muy pequeña, Guelatao; siempre doy gracias a mi comunidad porque ha logrado organizarse de tal forma, que me siento segura de salir a la calle. Cuando me toca viajar a la ciudad de México, mi cuerpo se tensa y trato de cuidar cada uno de mis pasos para regresar sana y salva a casa. El ejercicio de tensar el cuerpo y destensar al llegar a casa me ha permitido, por un lado, hacer consciente el esfuerzo cotidiano de mi comunidad, por no permitir que la violencia se dispare; y, por el otro lado, la sensación es aún más compleja: [preguntarme] ¿qué podemos hacer? Admiro mucho a las jóvenes que como tú se organizan en las distintas metrópolis de este país para hacer frente al patriarcado encarnado en un Estado feminicida. Las sigo en redes y constato la fuerza y la urgencia de cada una de sus acciones. Desde aquí, en mi pueblo, lo que he construido son espacios de formación que permitan a jóvenes de otras latitudes entender la forma de organización que tiene mi comunidad y cómo ésta es una ventana de esperanza en este país inundado por la violencia.

La responsabilidad de construir imágenes es muy grande. Crecí viendo telenovelas y, durante éstas dos décadas de estudio de la imagen, descubro la profundidad y poder que tiene la construcción de cada una: cómo el deseo, el miedo y la felicidad son resultado de un ciclo entre las imágenes que construimos y la vida. Es por ello, que me es urgente construir imágenes de las mujeres que me han rodeado, porque ninguna se parece a las de las «telenovelas». Crecí bajo el cuidado de muchas mujeres que se han revelado a las estructuras del patriarcado: mis abuelas defendieron su sexualidad abierta a distintas edades, el decidir qué hacer y no hacer en sus vidas a la par que fueron parte de las acciones comunitarias que velaron por el cuidado de la misma.

No creo haberme convertido en feminista, crecí bajo la educación de una feminista y muchas mujeres feministas me han acompañado en la vida. Desde ese ojo de hija feminista, amiga feminista, alumna feminista me ha tocado cuestionar a los hombres y mujeres que me rodean y a mí misma. Ver a los ojos a mi «machito interior» es lo más complejo, el desaprender lo que una espera de la pareja, del padre, de los hermanos, y no representar lo que ellos al mismo tiempo esperan de una. Aceptar mi forma de estar en el mundo, mi forma de expresar mis afectos y la forma en la que me relaciono con lxs otrxs; aceptar mi sexualidad, agradecerla, celebrarla y no definirla (o encasillarla).

Sobre mis 30 años he ido descubriendo cómo estoy programada para los cuidados «la madre interior» y que además encuentro un placer en los mismos y cómo los varones que me rodean no tienen esa programación, entonces me planteo: ¿cuánto falta para que los hombres se programen para el cuidado de lxs otrxs? Y después, cómo estas reflexiones se convierten en imagen y se comparten para construir otras formas de ser/estar mujer en este país.

Me gusta pensar que hacer cine es como cualquier otro oficio; sin embargo, sigue siendo un oficio de élite, y aquí es donde además de topar con el techo de cristal, se tiene que confrontar las otras barreras: las de clase, las de una sociedad que se asume desde lo no indígena y que no entiende la diversidad cultural de nuestro país, pero que no solo la ignora, si no que al no verla, también ejerce violencia al minimizar o ridiculizar.

En el Encuentro de Mujeres Cineastas Indígenas organizado durante el Festival Internacional de Cine de Morelia en octubre de 2019 lanzamos una pregunta: «¿qué les toca hacer a lxs cineastas no indígenas para construir espacios más equitativos para nuestras cinematografías?» Nosotras las mujeres todos los días hacemos muchas cosas para confrontar a la violencia del patriarcado. ¿Qué es lo que los hombres tienen que hacer para construir una sociedad que no nos mate? ¿Cómo re-aprendemos los cuidados entre todxs?

El cine como oficio tiene como urgencia cuestionar sus formas de producción llenas de violencia laboral, económica, de clase y de género. Lxs que nos dedicamos a esto tenemos la obligación de construir personajes que den el brinco en la construcción de otras formas de ser hombre, de ser mujer o ninguna de las anteriores; pero también otras formas de ser compañerxs de trabajo, ojalá la imaginación nos alcance para rebelarnos contra todo lo que hemos aprendido y así honrar desde las imágenes toda la fuerza de las mujeres mexicanas que estamos confrontado a la violencia en la que hemos crecido y que hoy es un aliento de esperanza.

Luna Marán (Guelatao de Juárez, Oaxaca, 1986) es originaria y ciudadana de la comunidad zapoteca Guelatao de Juárez, Oaxaca, trabaja desde hace más de una década en la formación no escolarizada, donde la equidad de género, la diversidad y la comunalidad son ejes transversales. Es cofundadora del CAI, JEQO, Cine Too Lab, entre otros. Produjo la película Los años azules (Sofía Gómez Córdova, 2017), ganadora de más de diez premios y nominada a mejor ópera prima del premio Ariel de 2018. Directora de Me parezco tanto a ti (2011) y Tío Yim (AMBULANTE 2019). Actualmente se encuentra en la producción de su primera ficción como directora Chicharras.

 

Jessica Oliva | Crítica de cine

Cine perspectiva de género. Jessica Oliva.

Jessica Oliva. Foto: Cortesía.

La primera pregunta que se me propuso para empezar a hilar las siguientes reflexiones es una que me hago todos los días, a veces desde el optimismo, otras desde la frustración y la desesperanza: en el contexto de hoy (en donde diez mujeres mueren al día), ¿qué relevancia tiene la crítica/edición/ periodismo cinematográfico? ¿Tiene relevancia? Como editora en jefe de una publicación de cine y cultura pop, es muy fácil caer en una burbuja distanciada de lo real; un engranaje de estrenos semanales, correos, mensajes de Whatsapp sobre la visita de tal o cual talento, propuestas de junkets, Avengers hollywoodenses, y pendientes administrativos. Sin embargo, en esta enajenación a veces perdemos de vista que el cine es un productor de significados, y que esas historias e imágenes que vemos en pantalla configuran nuestro mundo y la forma en que nos vemos, a nosotros y a los otros. Normalizan comportamientos, refuerzan patrones. La crítica y la edición de textos cinematográficos se elevan y adquieren relevancia en este contexto cuando parten de esta conciencia, y en su análisis del imaginario fílmico le dan al público las herramientas para construir autonomía frente a lo que ven, para identificar y hacerle frente a los estereotipos y reducciones —de las mujeres, por ejemplo— en las imágenes. La crítica y la edición adquieren relevancia cuando abren la reflexión y la discusión, y se convierten en guías hacia la diversidad de miradas. 

Un mundo con narrativas que representen la experiencia de las mujeres solo será posible cuando, más allá de temas y personajes, se hable de «miradas». No basta con tener heroínas que protagonicen aventuras feministas —y que nos expliquen con cada diálogo qué es el empoderamiento, como ha sucedido el cine Hollywoodense post Me Too, por ejemplo. Como ya lo han estudiado las teóricas feministas, el asunto de la verdadera representación tiene que venir acompañada de un cuestionamiento al lenguaje del cine dominante o patriarcal. Y no solo al lenguaje cinematográfico que se usa, sino a la forma en que concebimos la verticalidad en la realización cinematográfica: qué dinámicas de poder se viven en el set, cómo es el trabajo colectivo, qué entendemos por un «director con poder». Hoy, las creadoras hablan cada vez más de horizontalidad, de creatividad y cuidados, de conexión y realización comunitaria, en donde el director deja de ser el dios. Y están empezando a conectarse, a crear espacios de creación entre ellas. Ya no necesitan ser «incluidas» en el sistema, porque están empezando a fabricar su propia realidad cultural de resistencia. Otro cine.

La idea de que otro mundo es posible es lo que me han dejado el feminismo y el ojo crítico hacia el sistema patriarcal. No han cerrado mis puertas como escritora ni como editora. Al contrario, pienso un poco que es como poder ver la Matrix. Está lejos de ser, como suele creerse, un pensamiento que cancela o esteriliza. Me ha hecho entender que el liderazgo en una Redacción se puede ejecutar desde la duda y el cuidado, en lugar de la falsa seguridad y la tiranía. Que eso de desaprender roles, discursos, patrones y violencias es no solo necesario para desmantelar un sistema opresor y homogeneizador, sino que es un catalizador de nuestro yo creativo. Que el punto de vista y la perspectiva son todo. Que hay que hacer más preguntas que sentencias. Que las certezas —cualquiera de ellas— no son más que una ilusión. Ha sido iluminador descubrir que el feminismo trae consigo no solo la lucha contra la desigualdad entre géneros, sino que conlleva toda una nueva forma de ver y disfrutar el mundo, y, por tanto, de experimentar como mujer y como persona el trabajo editorial.  En mi caso, la ruptura con las estructuras se consolidó cuando me encontré entre los brazos de otras mujeres del ámbito del cinematográfico. Una vez que las mujeres empiezan a conectar entre sí, ya no hay marcha atrás. 

Jessica Oliva es editora y periodista cultural especializada en cine. Ha escrito en medios como Corre Cámara, Dónde ir y Milenio Diario, y ha participado como jurado en festivales como DocsMX y Shorts Film Festival. Actualmente es editora en jefe de Cine PREMIERE, así como parte del podcast Filmsteria y del programa de crítica Mi cine tu cine.

 

Paloma Petra | Actriz

Cine perspectiva de género. Paloma Petra.

Paloma Petra. Foto: Cortesía.

La cantidad de feminicidios que se viven a diario en el país es aterradora. El panorama a veces puede ser muy desolador, pero hay una luz que nos sigue dando fortaleza para imaginar un mundo mejor. Hay mujeres muy valientes que a través del cine se atreven a compartirnos su imaginario, sembrando una semilla que inevitablemente abre nuestra perspectiva.

Quiero creer que tengo agencia sobre mi cuerpo, sobre mi voz y sobre mis acciones y que como actriz y productora puedo ejercerla y explorarla. Podemos jugar a ser inmortales y permanecer en esos cachitos de tiempo y espacio para siempre. Tal vez si seguimos jugando podamos convertirlo en una realidad.

Lxs cineastas se transforman al crear la película, pero al proyectarla nos transformamos junto con lxs espectadores y así, reconociéndonos, podemos revolucionar el arquetipo arcaico que se ha instaurado sobre la mujer. Porque ese derecho nos pertenece, lo necesitamos. Como mujeres y profesionistas tenemos que dejar atrás el miedo de no caerle bien a la gente. Sé que es difícil; nos han entrenado para agraciar y ser complacientes.

Si eres actriz y te invitan a darle vida a un personaje, sé la actriz incómoda que pregunta, opina y propone. Siempre será beneficioso para la película (y para nosotras como género) que los personajes femeninos sean complejos y trascendentales. Es un ganar-ganar.

El cine está hecho para ser visto, ¿cómo queremos seguir representando a las mujeres? El físico que narran en el guion, ¿es en realidad el cuerpo del personaje?, ¿o la fantasía de una belleza hegemónica del guionista? Como actriz he decidido dejar a un lado ese rol pasivo que a veces puede tener la profesión y escribir mis propias historias. Poco a poco descubro qué es lo que yo tengo que aportar con mis experiencias y de la misma manera quisiera ver las historias de más mujeres contadas desde ellas. Nosotras somos las que cambiaremos las narrativas, no ellos. Y si los hombres quieren seguir escribiendo personajes femeninos es imperativo que colaboren con mujeres guionistas.

Es una realidad que los fondos para la realización cinematográfica en automático se van hacia los hombres capitalinos. ¿Qué imaginario estamos creando sobre nuestro país si las historias siempre son contadas por las mismas personas del mismo lugar? ¿Solo sus voces y sus historias importan? Es necesario luchar porque se apoyen proyectos que aporten miradas diversas, también creo que no podemos esperar más y necesitamos crear nuevos esquemas de producción que nos permitan gritar lo que llevamos carburando en el estómago durante tanto tiempo.

—Paloma Petra (Monterrey, 1991) es una actriz y productora enfocada en proyectos feministas y de identidad norestense. Cofundadora de Huasteca Casa Cinematográfica. Protagoniza la ópera prima de Carlos Lenin La paloma y el lobo, película ganadora del Premio Swatch Art Peace Hotel en el Festival de Locarno y el premio Cinemex de México Primero en el Festival de Los Cabos. Forma parte de la generación 2020 del Berlinale Talents.

 

 

Arantxa Luna

Guionista y crítica de cine. Egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Escribe en espacios como revista Nexos, Cine PREMIERE y Sector Cine; y es panelista en el programa ‘Mi cine, tu cine’, de Canal Once. Actualmente es la encargada de prensa y comunicación en INTERIOR XIII, distribuidora y productora de cine en México y Colombia.

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