Retrato de María José Cuevas. Tomado de La Tarde.
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Mujeres en el cine: María José Cuevas, Daniela Michel, Fernanda Solórzano y Marina Stavenhagen

Especial 25.02.2019

Sergio Huidobro

Preparando el camino para la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, cuatro profesionales del cine nos hablan sobre sus experiencias.

Luz. Imagen. Película. Cámara. Pantalla. Salas. Todo el cine, desde su producción hasta la experiencia, está poblado de elementos que se enuncian en femenino. Por mucho tiempo, la identidad de la mujer en la industria fílmica estuvo acotada a esta utilería inanimada; a una función instrumental en un medio dominado por hombres —productores, directores, exhibidores— cuya mirada construyó un entorno que casi nunca dejó que las profesionistas de la imagen abarcaran espacios más amplios que los departamentos de vestuario, maquillaje o como asistentes.

El cine del México contemporáneo plantea un desafío constante y creciente a esta idea del cine como un espacio masculino. Directoras, guionistas, fotógrafas, productoras y promotoras de festivales. ¿Quiénes son las mujeres cuyo trabajo ha pavimentado un camino para un cine más plural, diverso en sus miradas, horizontal en sus procesos? Afortunadamente, es imposible contarlas, pero me reuní con cuatro de ellas, imprescindibles para entender el presente e intuir el futuro de las imágenes, su producción, su crítica y su exhibición en nuestro país.

A cada una le hice las mismas dos sencillas preguntas: ¿Cómo era ser mujer en la industria en la que comenzaste tu carrera? y ¿cómo se ha transformado esta condición —para bien, para mal— desde entonces hasta el presente? Estos son sus testimonios (el orden es alfabético).

 

María José Cuevas | Directora

Retrato de María José Cuevas. Tomado de La Tarde.

Mi primer acercamiento profesional al cine no fue en primera persona, sino a través de mi papá y de mi hermana Ximena, quien entró a estudiar cine y que fue quien me llevaba a las salas. Gracias a esa educación doble, por un lado paterna, por el otro por el ejemplo de mi hermana, cuando decidí hacer Bellas de noche (2016) sin haber estudiado cine, empecé sin plantearme la posibilidad de que, por ser mujer, se me fueran a cerrar más puertas. Por otra parte, cuando yo tomé este camino en el cine documental, ya estaba ahí el ejemplo de varias mujeres que estaban haciendo documentales en México de forma absolutamente libre y personal.

Es muy posible que siendo una cineasta y mujer, me resultó natural acercarme a la historia de estas mujeres. Creo que ahí está su mayor fuerza, en la complicidad femenina que resulta de mirarte en un espejo, y que el espejo mismo sea otra mujer. Para mí, Bellas de noche es, sobre todo, el ángulo desde el cual está contada y desde qué punto de vista observamos a estas mujeres, a las vedettes, a quienes podemos ver, quizá por primera ves, desde un ángulo que no es el de la mirada masculina. Mi labor es entender, junto a ellas, como mujer, lo que significa envejecer, cambiar y qué arrastra consigo el paso del tiempo.

De hecho, intenté editar la película con un editor hombre y algo no funcionó. Había algo escondido en las rendijas de esta complicidad entre mujeres que el editor no lograba capturar plenamente, y que no tenía nada que ver con su talento. Por eso la editora terminó siendo mi hermana, quien casi de inmediato entendió plenamente a estas mujeres, a mí misma y el camino por donde íbamos a avanzar.

Aunque hoy vemos el cine de ficheras con asombro o repulsión ante la idea de comerciar con un cuerpo como objeto sexual, el esplendor de ellas (las protagonistas de Bellas de noche) ocurrió en una época de liberación del cuerpo femenino, y este «destape» encontró una veta en el cine comercial de consumo popular al mezclarse con la comedia de albures. Al juzgarlo desde la mirada de nuestros días, en los que «objeto sexual» son dos de las palabras más prohibidas del idioma, cuesta un poco aceptar que, para ellas, ejercer este protagonismo fílmico a través de la desnudez también representó una forma de empoderamiento, y lo ejercían sinceramente como una forma de expresión artística.

Una de las voces que con mayor fuerza irrumpió en el panorama reciente del documental mexicano es la de María José Cuevas (Ciudad de México, 19

 

 

72). Bellas de noche, su ópera prima fue ganadora de tres premios en el Festival Internacional de Cine de Morelia y estuvo nominada a cuatro Arieles, incluyendo Mejor Película. Ximena Cuevas es diseñadora gráfica de formación, egresada de la Universidad Iberoamericana. Como artista visual ha expuesto su obra en el Chelsea Center for the Arts (Nueva York), en el Festival for Expanded Media (Stuttgart), en Video Zone (Israel) y en el Festival Transitio (México). Con Bellas de noche, formó parte de la programación de festivales tan importantes como Telluride, Toronto, Palm Springs y BAFICI

 

Daniela Michel | Promotora, crítica y directora del Festival Internacional de Cine de Morelia

Mujeres en el cine.

Retrato de Daniela Michel. Tomado de Popcornplay.

Al terminar la preparatoria, en la década de 1980, entré directamente al Centro de Estudios Cinematográficos (CCC). Era la mujer más joven de toda la escuela, y había un dato más interesante: de los 18 alumnos de mi generación, quince eran hombre y tres éramos mujeres. Aunque en ese momento no lo pensé en esos términos, hoy me doy cuenta de que existía ahí un machismo preponderante, que seguramente influyó en mi decisión de salir del Centro un año después y estudiar Letras Inglesas.

Empecé a trabajar como guionista en televisión desde el primer semestre, y en Televisa tenían hacia mí una actitud como si acabara de salir de una escuela de monjas: nadie se atrevía ni siquiera a decir una grosería enfrente mío. Rarísimo. Lo cierto es que nunca, ni por un momento, me planteé hacer mi trabajo de ninguna forma especial, derivada del hecho de ser mujer. Durante ocho años en los que hice el programa 24 x segundo, también en Televisa, mi llamado para grabar fue siempre los jueves a las 3:00 de la mañana. Era un riesgo, por supuesto, pero hacerle frente de la forma más profesional fue algo que creó un ambiente del mayor respeto hacia mí por parte del equipo técnico, casi todos hombres. La verdad, me impacta pensar que nunca haya existido la mejor falta de respeto.

Después vino la etapa de los festivales de cine, un mundo en el que una mayoría inmensa de directores, presidentes y programadores son hombres: Cannes, Berlín, Venecia, Sundance, Toronto, Tribeca. Todos hombres. Todos ellos maravillosos, pero la proporción es evidente. De alguna manera, aprendí a encontrar cierta ventaja en esto al integrarme a ellos asumiéndome como one of the boys, en el sentido de que mis padres me educaron y trataron con el mismo respeto intelectual que si yo hubiera sido un niño. Ninguna distinción; recuerdo que, en casa, muchas veces me preguntaron qué quería estudiar; pero no recuerdo que me preguntaran cuándo me iba a casar. Así que mi trabajo profesional se ha basado en esa misma noción de paridad, nunca pensando que haya cosas que no pueda hacer o no me correspondan por el hecho de ser mujer.

Una máxima para mí es que, cuando admiro a una mujer, me gusta su trabajo o una cualidad suya, se lo digo. Siempre. Vivimos en un mundo que nos educa para competir, pero en las mujeres esta competencia siempre tiene un matiz particular, como si dos mujeres exitosas no pudieran ser amigas ni sentir empatía entre sí. Entre mis amigas más queridas está una mujer que se dedica a estudiar y valuar instrumentos barrocos en Nueva York, otra que sabe todo lo que puede saberse sobre la literatura del siglo XVIII y por supuesto, Fernanda Solórzano, una intelectual a la que respeto enormemente. Creo que una mujer nunca debe perder la oportunidad de decirle a otra que la admira. Tenemos que negar ese mito.

Como directora del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), he tenido el orgullo de que, sin necesidad de cuotas y sin planearlo, hemos formado equipos en los que las mujeres son parte fundamental del festival en todas sus áreas, precisamente porque están ahí por su capacidad y talento, más allá del género. El FICM es un evento que levantamos año con año; muchas personas tienen la impresión de que sus recursos los aporta Cinépolis o el Gobierno de Michoacán, pero no es así. Ellos son nuestra sede y aportan un soporte invaluable en muchas formas, como las salas mismas, la seguridad pública, permisos o la limpieza, pero el dinero que construye el festival es una tarea constante de conseguir patrocinadores que nos permitan, por ejemplo, pagarle un boleto de avión a invitados como Quentin Tarantino o Bela Tarr.

Daniela Michel (Ciudad de México, 1965) es una de las promotoras más visibles e incansables del cine mexicano en el circuito global de festivales. Ella está a la cabeza del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), el encuentro fílmico más importante de México y uno de los principales en el ámbito hispánico. Fue miembro de los jurados de «Una cierta mirada» en 2011 y de la «Semana de la crítica» en 2014, y ha sido la primera mujer mexicana en tener esta responsabilidad en el Festival de Cannes en dos ocasiones. Conocida por emisiones televisivas como 24 x segundo, Abrelatas y como crítica en medios como Cine Premiere, El Financiero o El Economista. Además de haber codirigido las legendarias «Jornadas de Cortometraje Mexicano» en la Cineteca Nacional. Ha sido jurado en los principales festivales de cine del orbe como San Sebastián, Venecia, Locarno, Sundance o Cartagena de Indias.

Fernanda Solórzano | Critica de cine y escritora

Crítica de cine. Mujeres en el cine.

Retrato de Fernanda Solórzano. Tomado de El País.

«Cuando lo pienso en retrospectiva, cuando me pregunto en términos de género o de mi conciencia respecto al tema en ese entonces, tengo sentimientos encontrados. Una respuesta ideal para la sensibilidad contemporánea, acorde a la lucha feminista que todas queremos dar, sería decir que sí, me di cuenta desde el inicio que era un mundo de hombres al que yo me tenía que enfrentar, y que mi camino en ese territorio fue un gesto consciente y deliberado. Mentiría si dijera esto; fue tiempo después cuando tuve conciencia de estar inmersa en un entorno de muchos hombres, los que escriben, por supuesto, pero también los que editan y dirigen los espacios.

Mi primer acercamiento al oficio de escribir sobre cine fue a través de una mujer, Mónica Braun, quien me acercó a Huberto Batis, quien dirigía Sábado en 1996 o 1997. Estaban buscando a alguien que supliera a Naief Yehya, quien estaba por mudarse a Nueva York y cumplía el compromiso de una columna semanal, así que, a pesar de mi nerviosismo evidente por llenar esa responsabilidad, tenía claro que eso era lo que yo quería hacer. Mirando esto desde mi perspectiva actual, me encantaría idealizarme y describirme como una amazona que afrontó esa tarea en medio de una jungla de hombres, aunque no fue así: empecé a hacerlo porque era una vocación.

En ningún momento pensé que si al final no me publicaban fuera por mi género, sino porque quizá no estaba lista. Tampoco puedo negar que existe un entorno sexista en el cual las oportunidades les son dadas o negadas a las mujeres no en función de su capacidad, sino de su género; ese entorno existe, simplemente no fue mi historia, y sería deshonesto mentir sobre ella para subirme a un tren. He tenido la fortuna de comprender esta dimensión sin haberla experimentado.

Esa conciencia se formó durante mis siguientes proyectos, que fueron Viceversa y la revista Día Siete, de El Universal. Después, cuando entré a Letras Libres, unos tres años después de su fundación, si tuve en cuenta que ese equipo, que era el de Vuelta, estaba formado por puros hombres y yo –tenía menos de treinta, nueva en el grupo y mujer– parecía la presa fácil para ser ninguneada y que nadie me diera la palabra en las juntas. Y sin embargo, nunca pasó esto. Desde mi primera semana en la redacción sentí un respeto y una atención total a mis ideas. Había una verticalidad natural en el hecho de que el director y el editor son siempre figuras verticales y en este caso resultaban ser hombres, pero esa condición nunca se hizo evidente para bien ni para mal, y encontré una libertad completamente horizontal en cuanto a la libertad con la que he ejercido mi trabajo.

Es curioso, pero mi incomodidad con la diferencia de género es más bien reciente. De un tiempo a acá, me encontrado con invitaciones o propuestas para participar en algo en donde suelen decirme, de forma algo torpe, que les gustaría que yo participara porque les interesa que haya una mujer. Pensar que soy la única sigue siendo invisibilizar: hay otras críticas jóvenes que leo y que lo hacen muy bien, como Arantxa Luna. Celebro que existan cada vez nuevos espacios para nosotras, pero este interés no puede venir de la obligación ni de la cuota, sino de un interés real en lo que cada quien tenga que decir.

—Referente de la crítica de cine en décadas recientes, a través de publicaciones como Letras Libres —donde fungió como coeditora—, Sight and Sound o la colección fílmica Criterion, Fernanda Solórzano (Ciudad de México, 1971) es autora de Misterios de la sala oscura, uno de los libros imprescindibles sobre cine en la década que corre. Conduce espacios como el canal de video-ensayo «Cine aparte» y colabora como crítica en el espacio de Denise Maerker en Radio Fórmula. Fue becaria del programa Jóvenes Creadores y conduce, junto a Leonardo García Tsao, el programa Encuadre en TV UNAM.

 

Marina Stavenhagen | Promotora, gestora y guionista

Mujeres en el cine.

Retrato de Marina Stavenhagen. Tomado de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.

Cuando yo me acerqué al cine, lo hice a través del CCC terminando mi carrera de comunicación en la UAM. Mi generación no tuvo un conflicto particular con este gap entre hombres y mujeres, pero esto se debía a que a nosotras nos habían precedido mujeres trabajadoras y chingonas que habían abierto el camino: Marcela Fernández Violante, Busi Cortés, María Novaro, Maryse Sistach.

A mí, desde el cine, lo que siempre me ha interesado es la posibilidad de compartir historias, mi llegada estuvo vinculada a la escritura. Es cierto que el cine es, y por ese entonces era aún más, un medio tradicionalmente masculino.

Estrictamente, nunca sentí un problema o conflicto relacionado con el hecho de ser mujer, quizá porque yo tenía muy claro que lo que me interesaba era escribir, y el guión es una de las pocas áreas en las que las mujeres han tenido cierto campo libre para desarrollarse en el cine. Quizá se debe a que es una actividad más bien solitaria, que tiene poco que ver con el hecho de estar día a día en un set abriéndose paso a codazos entre compañeros que son todos varones; ahí sí existían áreas que estaban reservadas casi siempre a las profesionales femeninas, como vestuario o continuidad.

Aunque hoy no todo haya cambiado, sí existe un panorama diferente para las profesionistas del cine, y no solo porque ahora existan más directoras, productoras o cinefotógrafas, y que esto se vea con mayor naturalidad. Ya no es norma que las mujeres de cine tengan que cumplir esa triple jornada en donde cada noche, después de ocuparse de su proyecto, tenían que ocuparse de la casa y la comida del día siguiente. Hoy es más común ver a parejas de cineastas que comparten con tranquilidad las labores creativas de su campo y, al mismo tiempo, las domésticas, económicas o los asuntos de la derivados de la paternidad, maternidad o la carga de mantener una casa.

Hay además otro cambio que a mí me resulta más interesante. Cuando yo empecé a integrarme a esta industria, se pensaba que había cierto tipo de historias que eran adecuadas para ser contadas por mujeres, o bien, que la mirada femenina solo era capaz de abarcar un espectro limitado de ámbitos o incluso géneros: cierta vida social, la familia, los hijos o las historias románticas. Hoy existen creadoras explorando todo tipo de historias, cineastas que han entendido que aunque exista una mirada específica de nuestra condición de género, ésta no tiene por qué ceñirse a los ambientes, las historias o las tonalidades catalogadas en el baúl de lo femenino. Y pensándolo bien, esto también contribuye a cierta liberación masculina que permite que cineastas varones puedan acercarse a entornos como la comedia romántica o las historias de pareja sin los viejos prejuicios. Estas fronteras se van volviendo cada vez más difusas, y yo lo celebro, porque en mi experiencia como guionista, en tanto estas limitantes pierdan importancia, resultará más sencillo encontrar la verdad y profundidad entre distintos personajes o culturas sin que pese tanto su condición.

—Promotora fundamental en la formación y visibilización de cineastas jóvenes en México, Marina Stavenhagen (Ciudad de México, 1962) se ha desempeñado en diversas funciones en el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), dirigiendo el Festival Internacional de Escuelas de Cine y participando como tutora en el Laboratorio de Guionistas del Instituto Sundance en México y como vicepresidenta de la Asociación de Mujeres en el Cine y la Televisión. Ganadora de un Ariel por el guión de De la calle (2002) y de la Orden de las Artes y las Letras del Gobierno de Francia, ha impulsado numerosos talleres de formación de guionistas y festivales entre los que destaca el Festival Internacional de Cine de San Cristóbal de Las Casas desde 2015.

María José Cuevas, Daniela Michel, Fernanda Solórzano y Marina Stavenhagen

Sergio Huidobro

(Ciudad de México, 1988) Es escritor y periodista. Comunicólogo y maestro en letras latinoamericanas, ambas por la UNAM. Ha sido seleccionado como miembro del jurado joven France 4 Revelation de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes y de Berlinale Talents en 2014. Escribe en las revistas La Tempestad y Cine Premiere y es panelista en el programa Mi cine, tu cine de Once TV; ha colaborado también en prensa (Reforma) y radio en línea (Cine Garage). Recientemente fue incluido en Dos amantes furtivos: cine y teatro en México (2015) y coordinó el libro colectivo Pies en la tierra: crónicas de septiembre (2017), seleccionado por la revista Chilango como uno de las cuatro mejores iniciativas de la sociedad civil en 2017. Es tallerista de guión documental en el programa nacional Polos Audiovisuales, del IMCINE.

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Retrato de Fernanda Solórzano. Tomado de Periódico El Regio.

Retrato de Marina Stavenhagen. Tomado de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.