Frente al Primer informe de gobierno de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, artistas, curadores y académicos enlistan una serie de pendientes, al tiempo que reconocen aciertos. Pero principalmente apelan por una necesaria comunicación —fluida y horizontal— con Alejandra Frausto, secretaria de Cultura.

Código presenta un breve balance sobre la perspectiva de la comunidad cultural a propósito del primer informe de gobierno.

¿Qué le debe la 4T al sector cultura?

El pintor Alberto Castro Leñero señala la falta de un plan maestro de desarrollo cultural: «Un plan que coordine en varias direcciones a los creadores de la cultura, que aproveche nuestra capacidad creativa. Se han hecho cosas en proyectos comunitarios, pero esto no debe negar la continuidad de los demás sectores dedicados a la creación».

Coincide Tomás Ejea, doctor en sociología y especialista en política cultural, quien apunta la necesidad de un Plan Nacional de Desarrollo coherente: «No se puede elaborar un buen programa de acción del sector cultural si no se tiene un Plan Nacional de Desarrollo. Y éste que se aprobó va en contra de la ley de planeación. Entonces el programa sectorial de cultura que estamos esperando, y tiene el Ejecutivo federal este año para elaborar, debe tener claramente los objetivos y las líneas de acción, las estrategias y las metas».

Conferencia de prensa matutina de Andrés Manuel López Obrador. Tomada de su página web.

Otro problema, agrega Ejea, es la incapacidad de la Secretaría de Cultura para informar clara y directamente sobre sus programas y acciones, lo que genera especulación. Un ejemplo fue el proyecto de renovación para el Fondo Nacional para la Cultura y la Artes (Fonca) que el entonces director Mario Bellatin pretendía realizar, pero no se supo comunicar.

El artista Eloy Tarcisio, quien siguió de cerca el conflicto, puntualiza que la nula comunicación y precisión sobre el plan generó incertidumbre, y evidenció «que las decisiones se toman de manera vertical». Se hablaba, dice, de mal manejo de convocatorias y distribución de recursos, pero no se tomaron en cuenta las opiniones de los artistas.

Seis meses después de que Bellatin intentara presentar su plan, el Fonca cambió dos veces de secretario ejecutivo. Hoy el cargo es de Adriana Konzevik: «Y ahora se sabe menos qué sucede en el Fonca», acota Tarcisio.

La administración también debe un proyecto equitativo. La percepción de los artistas es que la balanza se inclina a las comunidades originarias como si lo contemporáneo no fuera cultura. El curador Guillermo Santamarina reconoce la deuda antaña con las expresiones populares, pero ve un error sesgar las actuales. «La categoría de arte contemporáneo ha quedado en segundo lugar, eso preocupa, porque los que están sufriendo son los alumnos de las escuelas de arte; [ellos pasan por un momento de incertidumbre ante la carencia de proyectos».

«El gobierno manifiesta desconocimiento al considerar únicamente como la verdadera cultura, las culturas indígenas. Esto parece tener un sesgo justiciero, pero lo que el país necesita es una acción incluyente y creativa», puntualiza Castro Leñero.

Aciertos de la 4T

En medio del desasosiego, los entrevistados celebran algunas acciones de la administración cultural. Por ejemplo, en el marco del plan de austeridad, Ejea aprueba reducir las instancias y cargos públicos que repetían funciones. También suspender recursos a programas innecesarios: «Había mucho dispendio de recursos que llegaban como prebendas para determinados grupos sociales, de intelectuales o creadores y a mí me parece bien que se eliminen esos proyectos».

Para Castro Leñero es un acierto considerar a los grandes sectores de pobreza de la sociedad como el objetivo fundamental y tratar de restaurar el tejido social; también reconoce el desmantelamiento del aparato clientelar corrupto y el interés por proyectos autogestivos: «Son acciones de fondo que requieren tiempo y la alianza de todos los sectores», dice.