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Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom, Están entre nosotros (2004)
Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom, Están entre nosotros (2004)
Drew Goddard, La cabaña del terror (2011)
Glenn McQuaid, cortometraje Jueves 17 en V/H/S (2012)
Glenn McQuaid, cortometraje Jueves 17 en V/H/S (2012)
Hideo Nakata, El aro (1998)
Hideo Nakata, El aro (1998)

El cine de terror del nuevo siglo

12.06.2014

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Desde principios de siglo XXI el cine de terror ha proyectado historias relacionadas con la tecnología. Los protagonistas pueden ver seres espectrales con cámaras fotográficas o de video. En El aro (1998), de Hideo Nakata, una niña que fue maltratada por su padres vive en un video que debe replicarse antes de que se cumplan siete días de haberlo observado. De lo contrario, el espectador morirá. (La estructura esta íntimamente relacionada con la de los mensajes que viajaban de carta en carta con la amenaza de que la muerte acecharía a aquellos que no lo difundieran.)

En Están entre nosotros (2004), de Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom, una niña que fue violada y asesinada regresa como una figura fantasmal para vengarse de sus atacantes. La joven se manifiesta como un defecto luminoso en las fotografías de sus próximas víctimas. (El final exhibe una escena aterradora: el personaje principal está condenado a cargar en sus hombros, eternamente, el cuerpo de la mujer muerta. Pero esta imagen sólo se materializa a través de un espejo.)

Uno de los cortos de V/H/S (2012) recupera magníficamente esta obsesión. Dirigido por Glenn McQuaid, Jueves 17 cuenta el relato de dos mujeres y dos hombres que van de día de campo. Sin embargo, una de ellas sabe que existe un asesino quimérico cuya imagen puede ser captada sólo parcialmente a través de una cámara de video. El resultado es predecible: todos mueren a manos del homicida, que seguirá deambulando por el territorio sin posibilidad de ser capturado. Pero lo verdaderamente inquietante ocurre entre líneas: ¿por qué una cámara es capaz de registrar lo que el ojo humano no ve?

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¿Cuál es la razón por la que el cine de terror ha explotado esta veta en los últimos tiempos? Quizá como ningún otro género, es capaz de reflexionar alrededor de las primeras interrogantes que surgieron cuando nació el cine: si la cámara es capaz de captar la realidad y emular su movimiento, ¿dónde queda el halo de vida de esta última?

La cita de Máximo Gorki, de 1896, es conocida:

«La noche pasada estuve en el Reino de las sombras.

Si supiesen lo extraño que es sentirse en él. Un mundo sin sonido, sin color. Todas las cosas —la tierra, los árboles, la gente, el agua y el aire— están imbuidas allí de un gris monótono. Rayos grises del sol que atraviesan un cielo gris, grises ojos en medio de rostros grises y, en los árboles, hojas de un gris ceniza. No es la vida sino su sombra, no es el movimiento sino su espectro silencioso.»

 Las historias de terror evidencian la materialidad de la disciplina. Cuando una persona observa una película, ¿acaso lo que está viendo no se trata sencillamente del espectro de alguien? En el momento en que ve un filme antiguo, ¿el espectador nunca se ha preguntado que sólo a través de esta tecnología tiene acceso a un mundo habitado por seres que ya no existen?

Una de las secuencias más inquietantes de los últimos tiempos sucede cuando el auditorio observa la manera en que la protagonista de El aro comete sus crímenes: la niña escala el pozo en el que fue abandonada y sale del monitor donde se proyecta su imagen para aniquilar a aquel que no reprodujo la cinta con su historia. Así, el mundo de los vivos y de los muertos se enlaza por una pantalla. El televisor es un médium.

Este recurso está vinculado con el que Dostoyevski muestra en El doble (1846): dos mundos paralelos se entrecruzan eventualmente cuando uno de los personajes se enfrenta a su doppelgänger (el Fetch, emisario de la muerte, según la mitología escocesa), que anuncia un intercambio malévolo. Y el artificio fue recuperado por William Gaddis en Ágape se paga (2002), donde repetinamente aparece, como si se tratara de un fantasma, Yákov Petróvich Goliadkin, el protagonista de la novela del escritor ruso.

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En La cabaña del terror (2011), de Drew Goddard, una tríada de productores de programas audiovisuales secuestra a un grupo de jóvenes para emular un relato cinematográfico. Las víctimas enfrentan diferentes obstáculos relacionados con las reglas del género (los vírgenes son los únicos capaces de sobrevivir en una película de terror, las historias fátidicas se activan por medio de un hechizo sobrenatural, etc.). No obstante, el final de la trama no cumple con las expectativas de los espectadores (seres monumentales que cada tanto deben saciar visualmente su instinto asesino), lo que provoca un pandemónium donde quedan en libertad los monstruos más amenazadores de la historia del cine.

Probablemente con esta película el género ha extendido sus límites, exigiendo nuevos recursos formales para proyectar historias inquietantes. Pero la llegada de otras tecnologías, como el 3D, producirán un giro que no sólo hará sobresaltar al espectador, sino que también ofrecerá nuevas reflexiones sobre la materialidad de las imágenes y sus cualidades de representación de la realidad.

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[12 de junio de 2014]

 

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