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Los usos del arte 3: La crítica de arte. Entre internet y las redes sociales

Columna 17.07.2019

Daniel Montero

Daniel Montero presenta algunas reflexiones sobre cómo el entorno digital ha impactado en la producción y difusión de la crítica de arte.

Leía el mes pasado en un texto de Pablo Helguera publicado en esta misma revista al respecto de una pregunta que realizaba Itzel G. sobre el «hamparte», término inventado por el youtuber español Antonio García Villarán:

«El entorno digital no es una plataforma óptima para hablar de arte, ni de muchas otras cosas, por varias razones. Una de ellas es que se presta al reduccionismo, con comentarios que suelen tener la forma de juicios de valor (un juicio de valor es una opinión que no suele venir sustentada a través de hechos, pero que suele parecer un comentario objetivo). La crítica al arte contemporáneo es muy fácil de hacer cuando se busca reducir el arte a una simple definición. Pero el problema es que el arte nunca puede ser contenido en una sola definición, y mucho menos una fundamentada en principios estéticos del siglo XIX, que es lo que tienen en común la mayoría de estas críticas».

Si se mira a detalle, este texto trae consigo un par de preguntas que regresan  desde los múltiples pasados de la crítica de arte y que vale la pena volver a formular, ahora en un contexto digital de flujos de información: por un lado, cuál debe ser la forma de escritura del arte contemporáneo y de la contemporaneidad del arte; por el otro, cuál debe ser su plataforma y cómo es que ello puede configurar y producir valor, no solo del arte del que habla, sino de la textualidad y del discurso. O para ponerlo en otras palabras, cuál es al relación entre el medio, el sujeto que enuncia, la textualidad y su valor. Así, es de suponer que Helguera sigue creyendo en una forma de texto ilustrada, razonada, en un formato de ensayo, que permite desplegar un argumento con consecuencias a partir de una hipótesis. Igual que yo.

Sin embargo, decir que «el entorno digital no es una plataforma óptima para hablar de arte porque se presta al reduccionismo, con comentarios que suelen tener la forma de juicios de valor» es negar la evidencia de la repercusión de las nuevas textualidades en la creación de nuevos espacios que se tensan cada vez, entre lo privado y lo público, entre los muros de Facebook y los comentarios de los youtubers. ¿Cuál sería entonces el entorno idóneo? ¿La academia? ¿El museo? ¿La prensa? ¿La revista especializada? ¿Qué tipo de debate sería posible en la red y cómo se lo imagina? Y además: ¿qué señalan esas formas textuales en relación al presente del arte?

arte redes sociales. Hamparte.

Still de Manifiesto hamparte ¿Qué es arte y que no es arte? Definición y ejemplos, 2018. Tomado del canal de YouTube de Antonio García Villarán.

Sin duda, el asunto de la crítica de arte se ha debatido intensamente en los últimos quince años no solo en México sino en buena parte del mundo occidental. En ese tiempo se ha puesto en duda su valor en relación a otros espacios del mundo del arte contemporáneo, en especifico al mercado del arte y a la curaduría; incluso se ha llegado a concluir que en la actualidad la crítica de arte ya no tiene ingerencia ni en la producción de obras ni en su venta. Eso quiere decir que el valor de exhibición y de colección (que por cierto siempre está acompañado de ciertas formas del discurso) está por encima del valor de enunciación del texto. Sin embargo, la circulación de información textual y oral en la red sobre arte ha hecho que se reconsideren las formas de crítica y su valor, precisamente porque el texto y su relación con la imagen ha generado una especie de autonomía relativa de la crítica respecto a su objeto, reformulando incluso el mismo valor que la historia del arte le ha dado a ciertas obras canónicas. Es probable que se hable y se escriba así sobre arte porque no queda otra cosa más que hacer al respecto de su valor, que no puedo cambiar.

La crítica de arte ya no es solo un lugar o espacio de valoración de un hecho real (eso que llamamos arte y a lo que le gustaría que volviéramos a Pablo Helguera y a mi también, por cierto) sino que tiene que ver más bien con la disputa por el valor del discurso en sí mismo. Por supuesto no estoy diciendo que el objeto arte haya desaparecido y que no se siga hablando de él. En efecto muchos de los textos que se escriben y de los videos que se producen son «sobre arte». Pero lo que me parece sustancial de todo esto es que la disputa por el derecho a la palabra por la palabra ha encontrado un espacio singular en la red porque el acompañamiento entre imagen y texto es ya diferente; o mejor, como ya lo he dicho en otros lugares, la experiencia del arte a través de la red siempre es una experiencia de la imagen del arte.

Se produce así una alteración significativa en al menos cuatro direcciones. La primera y tal vez la más evidente es que la discusión (muchas veces con visos de camorra) es más inmediata y se transforma a su vez de manera ágil. Todo aquél que publica algo en internet espera un comentario de regreso y muchas veces no puede controlar la dirección de ese comentario, asunto que requiere una labor compleja de edición o una muy sencilla de limitar los accesos a éstos, cosa que ocurre pocas veces. Incluso esa interacción se puede hacer en vivo, contestando inmediatamente los comentarios.

Precisamente eso lleva a la otra alteración que tiene que ver con el tipo de texto que se produce. Ahora hay textos de diferentes extensiones y en diferentes formatos que no se limitan a la escritura, sino que también están en un formato de video, incluso como memes. El juego entre «comentarios anónimos»-«comentarios identificados» da pie a una diversidad de formas textuales que interactúan entre sí de diferentes maneras. En tercer lugar, todo ello ha llevado precisamente a considerar los mismos contenidos de los textos que están relacionados con los comentarios anteriores. Si bien es cierto que no todo lo que circula en internet en forma de comentario puede ser considerado como crítica de arte en el sentido más tradicional, es decir, como un argumento extenso e informado que se va desarrollando, todas esas formas textuales que existen y aparecen en la red pueden ser, de alguna manera, la evidencia de un estado de cosas: la construcción colectiva de la crítica de arte como su propio espacio de validación autorregulado.

arte redes sociales. Meme

Tomado de Twitter.

Esto ha llevado a una situación singular en la que se descalifica mucho del arte contemporáneo y se pone a revisión el arte producido en otras épocas con comentarios críticos que sugieren, incluso, que la valoración de esas obras canónicas puede no estar en lo correcto, desconociendo los comentarios críticos, teóricos e históricos previos. Todo esto tiene que ver con la posibilidad de opinar de todo y sobre todo. Se produce así una estrategia que, en muchos casos, es evidente, en particular si se realiza en video. Una de las modalidades del clickbait consiste en que entre peor se hable de una obra conocida por muchos, más polémico es el comentario. Entre más polémico el comentario más cometarios; entre más comentarios más visualizaciones; entre más visualizaciones más dinero para el crítico en la plataforma de Youtube. Solo hay que comparar la cantidad de comentarios que tienen las críticas positivas en relación a las negativas. Como una nota aparte, tal vez el futuro económico de la crítica (y solo su futuro económico) no está en los textos escritos, sino en los videos polémicos de los youtubers.

Sin embargo, eso no quiere decir que el valor de todos los comentarios y textos tenga el mismo valor ni la misma ingerencia. De hecho lo que sigue ocurriendo, a pesar de todo, es que aún hay pocos críticos de arte reconocidos que generan una agencia, sea cual sea su línea crítica, y que agrupan la mayoría de comentarios. Es esa interacción entre comentarios de comentarios la que genera un campo de la crítica sui generis.

La cuarta variable tiene que ver precisamente con las formas de distribución de arte en la red. El arte en general tiene un camino de distribución muy distinto a otros productos culturales. Un álbum musical se puede comprar, descargar o incluso escuchar en línea. Un libro se puede comprar y comentar, y las películas se pueden ver en salas de proyección o en plataformas digitales y repetir una y otra vez. Todo ello lleva a realizar comentarios de diferente tipo en páginas varias y redes sociales desde un producto que muchas veces se tiene. El arte, por el contrario, implica una experiencia mediata, porque para poder ver la obra debo desplazarme a una galería o museo y la posibilidad de tener esa obra es casi imposible. Si no me muevo, la opción es ver la obra a través de sus imágenes, negando su especificidad material. Pero eso no significa que no pueda opinar sobre ella. Es más, se puede opinar sobre ella por que muchas veces existe esa necesidad para darle un lugar a la experiencia mediada a través del comentario.

Es un hecho que internet ha alterado de manera significativa la noción de crítica de arte que conocíamos hasta el momento. Al parecer no solo ha cambiado su forma, su contenido y su circulación sino que también ha modificado la manera en que se comprende el arte y se difunde la información sobre el campo. Sin embargo, luego de esa autorregulación del discurso por el discurso, habría que ver qué tipo de relaciones con otros campos y con otras prácticas del arte se producen. Habría que retomar la afirmación de Helguera y volverla una pregunta: en la actualidad ¿cuál es la plataforma óptima para hablar de arte?

 

Comentario a parte: Sobre el Plan Nacional de Cultura

Si la Secretaría de Cultura informara de manera clara un Plan Nacional de Cultura y su asignación de recursos, aplicaría sin duda la transparencia que es supuesta consigna en esta administración. Pero es evidente no solo que no hay un Plan Nacional sino que no hay un modelo cultural sobre el cual planificar y asignar dichos recursos, que son escasos. Si al menos existiera esa claridad, y los recursos se invirtieran a ello, el resto de la comunidad cultural podría generar un plan de contingencia y negociar de otra manera. La ausencia de un modelo y un plan no solo genera incertidumbre sino visos de corrupción.

 

*Por motivos editoriales modificamos el título de la colaboración. El título original era «Los usos del arte 3: De formas críticas y conveniencias».

 

Daniel Montero

Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es autor del libro El Cubo de Rubik: arte mexicano en los años 90.

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