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Magdalena Fernández, Intervención en la terraza del Museo Amparo (detalle), 2019. Cortesía del Museo Amparo.

Magdalena Fernández: La abstracción visual como lenguaje

Entrevista 18.07.2019

Manuel Guerrero

Platicamos con la artista multimedia Magdalena Fernández a propósito de su reciente exposición en el Museo Amparo de Puebla.

Magdalena Fernández (Caracas, 1964) es considerada no solo como una de las artistas más reconocidas de Venezuela, sino de la escena del arte latinoamericano. Participó en la 53 edición de la Bienal de Venecia, la Trienal de Milán y en el proyecto curatorial enfocado en el videoarte en Latinoamérica durante Pacific Standard Time: LA/LA en 2017-2018.

Magdalena Fernández retrato.

Magdalena Fernández. Cortesía del Museo Amparo.

Entre marzo y junio, Fernández presentó Ecos en el Museo de Arte Carrillo Gil: una muestra en la que fue posible ver algunos de los proyectos más recientes de la artista en disciplinas como la escultura, la instalación, el video y la gráfica. Cargadas de referencias a artistas latinoamericanos como Hélio Oiticica o Lygia Clark, las piezas Magdalena Fernández ofrecen una relectura de la abstracción a mediados del siglo XX y proponen una nueva forma de representar la naturaleza a través de este proceso. 

Esta exposición se presenta hasta el 3 de enero de 2020 en el Museo Amparo, con nuevas piezas basadas en la situación política de Venezuela, además de las piezas mostradas en el MACG.

Tuvimos la oportunidad de platicar con Magdalena Fernández acerca de su formación profesional, de qué forma utiliza la abstracción en sus obras, sus referentes imprescindibles y cómo se vincula con la situación política de su país.

 

—¿De qué manera tu formación en el diseño gráfico, las matemáticas y la física permean en tu proceso creativo?

Yo estudié matemáticas para ser profesora de esa área y de física, y como al tercer año decidí cambiarme de escuela. En ese lapso, mientras esperaba a que me aceptaran, estudié diseño gráfico.

Cuando estuve en la escuela de diseño me di cuenta de que, en la universidad, había cientos de personas que querían estudiar matemáticas puras. Me dije: «no puedo con esto»; me quedo en esta cosa del instituto [de diseño]», que era más como la Bauhaus, una escuela muy conocida en Caracas en ese momento.

Después de graduarme me fui a Italia y conocí a mi maestro AG Fronzoni, quien era una persona de estilo Bauhaus, minimalista total: nunca usó el color y todos sus afiches eran solamente utilizando lo necesario para comunicar. Ese recorrido hizo que mi lenguaje sea completamente abstracto y, aunque quiera hablar de naturaleza, mi forma de hablar es a través de esa abstracción geométrica.

Por esto para mí los referentes históricos son tan importantes. Hay veces que yo quiero hablar de transformación, movimiento o del gesto de un artista que me asombra y esa es una forma de narrarlo. Lo visual termina siendo el referente histórico y el camino para llegar algo de una manera concreta.

Magdalena Fernández. Abstracción con 5 colores.

Magdalena Fernández, Serie Geometría móvil, 2018. Cortesía del Museo Amparo.

—¿Cómo te empezaste a interesar en el arte?

Siempre me interesó el arte porque mi papá es pintor y porque siempre tuve cierta sensibilidad, pero nunca le hice mucho caso porque yo tenía la convicción de hacer algo que tuviera una repercusión social más directa, y siempre tuve mis dudas sobre el arte. Aún las sigo teniendo: uno entra en un momento de reflexión y conflicto sobre si lo que estás haciendo tiene una repercusión social, pero cuando era joven no veía tan claro cómo el arte podía abrir puertas y tener una incidencia importante en lo social. Cuando era joven no lo veía así y le di un poco la espalda al arte. Por esto también tuve esa inclinación por ser profesora o educadora.

Cuando empecé a estudiar con Fronzoni, él fue quien me llevó de la mano y me hizo confiar en la sensibilidad y el sentido social del arte. Gracias a él empecé a ver el arte como una fuerza de transformaciones y también a aceptarme como artista.

—En las piezas que presentas en la exposición hay alusiones a los artistas abstractos, como Hélio Oiticica. En tu opinión, ¿qué nos puede mostrar la abstracción sobre nuestra situación actual?

Una obra sigue siendo una obra mientras genere discursos en su postura. Hay millones de cosas que nos pueden decir: depende también de quién la mira. Pienso justamente que una obra sigue siendo vigente mientras tenga esa posibilidad.

Por ejemplo, respecto a los títulos de las obras, no suelo ponerlos, porque siento que si los coloco, estoy tratando de que el otro vea lo que yo quiero. A veces la obra ni siquiera dice lo que uno piensa, o a veces el otro le va agregando sentido a lo que dices y es ese otro quien termina enseñándote las posibilidades.

En ese sentido puedo decirte que cuando vi Metaesquema, de Oiticica, en un museo argentino, me conmovió muchísimo el tema del intersticio; lo que pasa cuando se rompe una estructura y aparecen los intersticios que hablan también de otras posibilidades sociales y políticas, pero eso también está en quien lo ve. Siempre creo que la obra tiene mucho que decir y depende de quien la mira, de su contexto y de sus sensibilidad, preocupaciones y cotidianidad.

Siento que una obra es vigente mientras diga cosas nuevas a quien la mira. Una obra siempre es contemporánea cuando la mira un contemporáneo; porque el que la mira ya la hace contemporánea y la coloca dentro de su estructura mental, porque está en una situación, una contingencia. Tú vives en un momento y cuando miras la obra ineludiblemente la amarras a tu experiencia.

Cuando no te dice nada, la obra no está vigente, pero pienso que es muy difícil porque hay tantas maneras de mirar el mundo, tantas aproximaciones que siempre hay cosas que las piezas dicen. Pienso que mientras más abierta a las posibilidades esté, más potente es la obra.

Magdalena Fernández. Video azul.

Magdalena Fernández, 1iHO008. Homenaje a Hélio Oiticica, 2008. Cortesía del Museo Amparo.

—¿De qué forma la abstracción visual nos permite comprender el mundo?

La abstracción la siento como un lenguaje. Lo que me ayuda a entender el mundo es lo que se dice con ese lenguaje.

Para mí siempre ha sido delicado pensar que la abstracción en sí misma es una respuesta. Te ayuda a comunicarte o te permite hablar de temas concretos, pero no responde algo. Es una manera de sintetizar el mundo y hablar de él con unos signos particulares, pero al final es un lenguaje.

Yo hago naturaleza a través de la abstracción; pero no es que yo hable de la abstracción. Una respuesta podría ser que la abstracción sí tenga un sentido. Así me parece que la pregunta es pertinente.

La abstracción me ayuda a que se entienda más fácil lo que estoy diciendo, porque entonces el que lo mira no necesita muchos códigos, no necesitas hablar algún idioma en específico para entenderla.

Como te decía, el lenguaje abstracto puede se un lenguaje universal o simple, para llegar a otro lugar.

Magdalena Fernández. Abstracción azul.

Magdalena Fernández, still de 1pm006. Ara ararauna, 2006. Cortesía del Museo Amparo.

—Quisiera preguntarte si el acto de reconocer formas geométricas no implica en sí mismo un proceso de aprendizaje de signos, o código. Hemos crecido en un mundo que está estructurado bajo cierta lógica y con ciertas formas que en la naturaleza son difíciles de ver porque las formas orgánicas, por ejemplo, no se parecen a los esquemas geométricos.

Siento que la abstracción aquí en México es más difícil que en mi país, porque allá está en tu entorno constantemente y es algo que se maneja constantemente a nivel publicitario, a nivel gráfico, siempre se maneja con códigos abstractos, y que aquí es diferente. Es una pregunta difícil.

Si me lo preguntas, la abstracción es mi manera más cómoda, fácil e inmediata de decir algo. Para mí aporta una facilidad que no tiene parangón. Pero claro, eso es desde mi experiencia, porque yo miro y entiendo las cosas desde esa manera: las proceso y entiendo más fácil. Sí, sería un tema de la problemática del lenguaje, de cómo se comunica y expresa uno con el otro.

Antes no hablaba, pasé momentos de mi vida en los que consideré seriamente ya no volver a hablar, porque era muy complicado para mí. Sentía que la palabra tenía muchas connotaciones, que era muy complicada y que me comprometía. Lo abstracto es una tranquilidad. Ese es mi sentimiento frente a lo que me preguntas.

Los referentes históricos me ayudan precisamente a hacer visible algo que no sé cómo explicar o que no me interesa explicar.

Hablar, en estos tiempos, parece más como un decreto. La palabra es algo que materializa, entonces más miedo te da, porque estamos dictaminando cosas cada vez que decimos algo. Es mejor el silencio. Lo abstracto lo deja abierto, que es lo que me parece fenomenal: tú haces algo que para ti significa algo y el otro lo va a «escuchar» a su manera.

Magdalena Fernández. Intervención video líneas blancas.

Magdalena Fernández, 2iPM009, 2009. Cortesía del Museo Amparo.

—¿Qué aspectos de la situación política de Venezuela te interesa tratar en estos proyectos especiales que presentas en el Museo Amparo?

Los tres videos parten de un círculo. Son tomas cenitales: uno presenta panes, otra agua y el último velas. Estos círculos se descomponen cuando la gente empieza a entrar. Estoy hablando del círculo que se deshace por acciones de estas personas, pero realmente estoy tratando de hablar, simbólicamente, del pan, el agua y la luz como las cosas básicas para sobrevivir.

Lo que quiero hacer con la obra es tocar esas tres cosas de las que hay una carencia enorme en mi país: la gente está sin comer, la mayoría de las ciudades no tienen agua constantemente, a veces por semanas. El tema de la luz se está recrudeciendo porque las plantas eléctricas no tienen mantenimiento y están colapsando totalmente en Venezuela y en cualquier momento nos podemos quedar sin electricidad. Es una situación tan precaria.

Sentía que mi obra, si bien no es política, necesitaba hacer una acotación de que yo estoy aquí y estoy consciente de lo que está pasando a nivel colectivo. En la obra abstracta trato de mantenerme dentro de los términos de luz y energía, para mantenerme centrada y positiva, pensando que, si uno se mantiene de esa forma en lo que es bueno, va a atraer cosas buenas. Eso no quiere decir que no esté consciente de lo que ocurre en mi país, que está en una situación dramática y exacerbada al punto de que hay gente muriendo a cantidades.

Antes no lo hacía, pero ahora trato de tocar el tema porque creo que es un deber moral comunicar la gravedad que está ocurriendo en Venezuela.

Magdalena Fernández. Video velas.

Magdalena Fernández, still de 3pmc019, 2019. Cortesía del Museo Amparo.

—Entonces, ¿consideras que la práctica artística misma tiene un deber moral?

En este caso, siento que necesito tocar ese tema. Yo pienso que el arte sí puede tocar esa esfera moral, en la que tú tienes que ser moralmente correcto contigo mismo y respetarte a ti como persona, antes que nada… debe tener esa dimensión de respeto a ti y al otro.

Creo que todo lo que haces en la vida tiene que tener esa dimensión, y no es necesario que esté en todos los artistas ni sus obras. Que se nos olvide o no lo hagamos siempre, que cerremos los ojos ante ello, es otra cosa. No soy quien para imponerlo o dictaminar.

 

Manuel Guerrero

Ha participado en más de quince exposiciones colectivas y encuentros de arte sonoro en México, Reino Unido, Japón y España. A la par de la producción artística, ha escrito para más de doce plataformas dedicadas a la reseña y crítica de arte.

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Magdalena Fernández. Cortesía del Museo Amparo.

Magdalena Fernández, Serie Geometría móvil, 2018. Cortesía del Museo Amparo.

Magdalena Fernández, 1iHO008. Homenaje a Hélio Oiticica, 2008. Cortesía del Museo Amparo.

Magdalena Fernández, still de 1pm006. Ara ararauna, 2006. Cortesía del Museo Amparo.

Magdalena Fernández, 2iPM009, 2009. Cortesía del Museo Amparo.

Magdalena Fernández, still de 3pmc019, 2019. Cortesía del Museo Amparo.