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Armen Avanessian y Andreas Töpfer, del libro Speculative Drawing, 2011-2014 (Sternberg Press). Tomada de dismagazine.

«El arte, las ferias y los museos son negocios». Entrevista con Armen Avanessian

Entrevista 09.01.2020

Manuel Guerrero

Platicamos con el filósofo austriaco Armen Avanessian a propósito de su visita a México, sobre temas relacionados con el arte contemporáneo.

Armen Avanessian (Viena, 1973) es un filósofo y teórico que ha colaborado en distintos proyectos con artistas. Probablemente una de sus contribuciones más reconocidas al campo del arte ocurrió en la novena Bienal de Berlín, donde condujo un taller de curadores jóvenes sobre alternativas sobre economía y modelos políticos en el arte contemporáneo. Sus observaciones sobre el campo del arte y la cultura contemporánea, contenidas en libros como Miamification (2017) o Aesthetics and Contemporary Art (2011) —además de múltiples apariciones en programas de radio y simposios—, le han conferido un lugar muy especial en el pensamiento en torno al arte en la actualidad.

Armen Avanessian. Entrevista.

Armen Avanessian. Fotografía de Dirk Skiba. Tomada de VOLKSBÜHNE
Berlin.

El pasado 10 de diciembre, Avanessian estuvo en México para impartir un seminario sobre cambios en el pensamiento filosófico del siglo XX y XXI, tomando en consideración ideas de movimientos como el aceleracionismo, el realismo especulativo y estudios de autores como Bruno Latour y Donna Haraway, como parte de un ciclo de charlas llamado «Futuros posibles: Herejía política y nuevas metafísicas», organizado por el programa educativo del Museo Tamayo, mismo que —a lo largo de este año— contará con las voces de destacados teóricos y filósofos interesados en temas relacionados con el arte.

Aprovechamos la visita de Avanessian para platicar con él, sobre sus interés en las prácticas artísticas, impresiones sobre el mundo del arte y las relaciones entre el arte y un sentido político crítico.

 

—En las últimas décadas, el arte se ha vuelto un campo de pensamiento en el que la historia, la filosofía, los estudios culturales y otras disciplinas son fundamentales para ciertos procesos creativos. ¿Qué piensas sobre eso? ¿Estamos viendo una especie de —pensando en Zygmunt Bauman— «disciplina líquida», o algo similar a una crisis del arte, donde los artistas no saben realmente en qué consiste su quehacer y toman cosas de otros campos?

Creo que muchas de las observaciones que haces son correctas: el arte contemporáneo está perdido en cierto sentido, pero no diría que el arte es una disciplina. Más bien diría que es una práctica y una economía, sobre todo. Quiero decir, el arte es un negocio, como las ferias, pero también un museo lo es. Es una economía en cierto sentido y no lo digo en un sentido negativo: no es malo en sí mismo.

La respuesta que puedo dar es que estoy menos interesado en las obras de arte y los textos sobre artistas. De hecho, no suelo escribir sobre eso —o lo hago muy rara vez. Prefiero trabajar en el campo del arte en la colaboración con artistas, hacer películas, escribir libros o hacer performances con ellos, en lugar de hablar sobre ellos. He intentado cambiar la relación entre arte y filosofía, así como el vínculo entre arte y teoría, porque creo que ya no tiene sentido considerar al arte como una práctica que no piensa y que necesita la teoría para hacerlo.

Para mí es interesante aprender de los artistas, técnicas y prácticas concretas e incluirlas en mi propio trabajo. En lugar de esforzarme en escribir sobre obras de arte y explicarlas, estoy más atento al campo del arte; su lógica institucional y económica, en cómo el mundo del arte y su mercado funcionan, porque es algo desde lo que puedes aprender muchas cosas sobre el resto de la sociedad.

Para mí, con la esperanza de responder tu pregunta, el campo del arte no es la disciplina; es todo un espacio donde ocurren muchas cosas interesantes. Pienso que mucha filosofía de interés está sucediendo en el arte, no como arte, pero el arte permite que se dé algo como esto. Yo y otros especialistas podemos hablar en instituciones de arte, cuando es muy difícil que surja algún interés en la academia. Esa es la razón por la cual el campo del arte es interesante y también lo es problema que enfrenta: la desigualdad, el desvanecimiento de la clase media, el sistema de galerías en el que el 1% se vuelve más rico… muchas cosas que ves en la sociedad son las mismas que están ocurriendo en el mundo del arte.

 

—Me interesa esa relación entre arte y economía que mencionaste. Dijiste que las ferias y los museos son economía de cierta forma, pero, ¿cómo es que esas perspectivas económicas pueden converger en un campo como el del arte, del que a menudo se habla como si fuera algo uniforme y muy bien definido?

Tenemos que pensar institucionalmente. ¿Qué es o qué fue el arte contemporáneo? Tal vez hoy estamos presenciando algo así como una autodestrucción del arte contemporáneo: dentro de 20 años, miraremos hacia atrás y diremos: «eso ya no es arte contemporáneo». Tuvimos las vanguardias, el arte moderno y ahora el contemporáneo que en cierto punto pueden parecer algo similar, pero algo tiene que cambiar en el marco institucional, y para esto creo que puedes ver algunos indicadores: puedes ver ferias y bienales donde sea; hay más artistas cursando estudios, obras de arte que se vuelven una herramienta de inversión y éstas son cosas específicas del arte contemporáneo, en oposición al arte moderno y las vanguardias, que también tienen una perspectiva temporal, pero basada en la idea del progreso.

Creo que los artistas contemporáneos como individuos pueden pensar en el progreso, pero como una lógica que solo celebra lo que sea que ocurra ahora, en la que todo puede ser arte contemporáneo. No hay criterios formales o políticos para determinar si algo es arte contemporáneo o no, como ocurría en el arte moderno o la vanguardia, donde había ciertas ideas para juzgarlo, porque había una idea de qué era lo más afín al progreso en términos de experimentar con los medios, ya fuera en el cine o la pintura.

Nada de esto lo tienes en el arte contemporáneo; en su lugar tienes muchos artistas trabajando en todos los géneros y medios pero, como lo mencionaste, hay un sentimiento de crisis.

 

—Mencioné el tema de la crisis en el arte pensando desde el tema de la disciplina, en cómo toma lugar el proceso creativo, pero la precariedad laboral dentro del arte también forma parte de esa crisis: Pienso en la sindicalización de los trabajadores del MoMA en pro de unas mejores condiciones de trabajo, por ejemplo. Tocaste un punto vinculado a cómo el arte —o el campo del arte— nos vuelve conscientes de la crisis…

No estoy seguro de que el arte nos haga necesariamente conscientes de esto. Hay un entendimiento general de que el arte es mejor que su mercado, o si no debería haber un mercado, o si el arte que tiene una «buena consciencia» es crítico con el mercado, o si es cercano a él, entonces hay mucho para criticar.

Y siempre asumimos que el arte tiene que ser el contenedor de una crítica, o de una actitud política progresista, opuesta a lo que vemos en las galerías, y yo no estoy de acuerdo. La razón por la que estoy interesado en el arte está más cercana al entendimiento de cómo funciona —y eso incluye su negocio.

Creo que no es un accidente que menciones la condición laboral en el mundo del arte, porque lo que vemos es un grado de autoexplotación: trabajar sin remuneración solo por la promesa de volverse famoso después o tener otros trabajos, etcétera. Eso es algo de lo que no se quiere hablar: en algunos países de Europa —de donde provengo—, todos o casi todos los trabajadores tienen más seguridad médica—incluso si trabajan en un supermercado— que el pasante de una galería. Así las condiciones de trabajo [en el arte] son peores: la galería está llena de contenido crítico, pero las condiciones laborales de los trabajadores dicen otra cosa.

No creo que sea un accidente y es algo que está muy relacionado con las vanguardias y la sociedad neoliberal, porque las primeras ideas del mundo del arte, sobre la autorrealización, la originalidad o la creatividad fueron inventadas, alentadas y cobraron relevancia como criterios para identificar a los «buenos artistas». No soy el primero en señalar eso.

En este contexto, esa idea que se trata de vender de que tienes que ser flexible, creativo, que tu trabajo es parte de tu vida y tienes que invertirla al máximo, tiene un lado peligroso, porque te vuelves fácilmente explotado y —también lo sabemos— el trabajo nunca se detiene. Probablemente empieces a sentirte deprimido si algo sale mal con lo que haces porque tu trabajo empieza a afectarte personalmente.

 

—Como filósofo, ¿por qué te empezaste a interesar en el arte?

Hay una larga tradición de filósofos interesados en el arte y artistas interesados en la filosofía. Se podría decir que desde el inicio de la filosofía siempre ha habido una tensión entre ambos campos: pensemos en Platón y su visión del arte [en La República] pero también en el arte moderno, con Marcel Duchamp, siempre preguntándose por nuevas definiciones del arte, o también consideremos al arte conceptual. Siempre ha habido una necesidad, especialmente en el arte del siglo XX, de que el arte se relacione con la filosofía.

Por otra parte, creo que en el siglo XXI (…) muchos filósofos interesantes no tienen puestos en los departamentos de filosofía de las universidades, pues prefieren enseñar en academias de arte o arquitectura, por ejemplo [Jaques] Derrida, quien nunca enseñó en el departamento de filosofía de ninguna universidad; o si piensas en alguien como [Slavoj] Žižek, quien no imparte clases tampoco en el área de filosofía y otros como [Peter] Sloterdijk, quien se desempeña en una academia de arte.

Además de las razones que mencioné antes, hay motivos pragmáticos por los que me empecé a involucrar en el mundo del arte: si haces un nuevo trabajo teórico o filosofía, es muy común que seas aceptado primero en el circuito del arte y tal vez después en el entorno académico en el campo cultural en general, de tal forma que los artistas son los primeros en hablar de nuevas filosofías y así es como ocurre: escribes algo para otros filósofos, pero en lugar de eso, son los artistas quienes te terminan leyendo.

 

Manuel Guerrero

Ha participado en más de quince exposiciones colectivas y encuentros de arte sonoro en México, Reino Unido, Japón y España. A la par de la producción artística, ha escrito para más de doce plataformas dedicadas a la reseña y crítica de arte.

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