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El arte frente a los apoyos gubernamentales: 3 especialistas opinan

Especial 02.09.2019

Consultamos a tres artistas e investigadores sobre el contexto político y social que permea la gestión de estímulos a la creación y la producción artística.

En los últimos meses las decisiones en materia de cultura del gobierno actual, presidido por Andrés Manuel López Obrador, han generado una gran discusión tanto en la comunidad artística como en la opinión pública. Desde el encuentro entre creadores con representantes del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) el pasado 7 de marzo, para dialogar sobre el nuevo modelo para los programas de estímulo a la creación, las críticas enfatizaron la unilateralidad con la que fueron estructuradas dichas propuestas.

En junio, las declaraciones de la diputada por Morena, Jesusa Rodríguez, agitaron más discusión, luego de que Rodríguez mencionara que los estímulos a la creación del Fonca «deberían desaparecer», argumentando que «en este momento, que es el inicio de un cambio de régimen, no sólo los artistas, también los académicos, los científicos, los empresarios, los políticos tenemos que aguantar y bajarles a nuestros privilegios».

Finalmente, el 1 de septiembre, López Obrador presentó su Primer Informe de Gobierno, en el que las actividades de la Secretaría de Cultura fueron poco mencionadas: la cultura ocupó solo 3 minutos de la hora con 40 minutos que duró la presentación del presidente. De acuerdo con información de El Economista, el informe completo entregado al Congreso dedica 11 páginas a este tema, y en ellas se destaca el Programa de Cultura Comunitaria, el Programa Nacional de Reconstrucción, las 447,000 actividades artísticas y culturales ofrecidas en el primer semestre del 2019, el apoyo a la producción fílmica y las acciones de Protección al Patrimonio Cultural de la Nación.

Éstas y otras situaciones han mantenido viva la reflexión colectiva sobre el papel que el Estado tiene frente la creación artística en términos de financiamiento y su futuro. ¿Qué papel desempeña el arte en este nuevo gobierno? ¿Cómo debería gestionarse la retribución de los artistas que han recibido algún apoyo institucional del gobierno?

Con el propósito de conocer algunas ideas en torno a este tema, entrevistamos a tres artistas y especialistas en el tema. El orden es alfabético.

 

—José Miguel González Casanova | Artista y docente

José Miguel González Casanova.

José Miguel González Casanova. Cortesía del artista.

En un país como México, ¿debe ser una obligación del Estado otorgar apoyos económicos a los creadores de arte? ¿Bajo qué condiciones?

Considero que un país históricamente colonizado, donde se ha destinado la función del trabajo a un campo más bien extractivo y de explotación, es necesario pensar esa situación con el apoyo al arte, la cultura y la educación, para promover la imaginación y el conocimiento y la construcción discursiva y la autosustentabilidad del país. Por lo tanto, creo que sí debe ser interés del del Estado el apoyo a la producción independiente del arte, la cultura y la educación.

Además, incluso en el plano de productividad económica, como Ernesto Piedras demuestra, la cultura produce el 7% del PIB del país, pero no se registra por estar en la economía informal. El Fonca recientemente declaró que cerca del 2% de la población (dos millones) son artistas, si sumamos los trabajadores que laboran en relación a esta producción veremos que es una fuente laboral importante. Por lo que es un sector económico que debe ser apoyado y fomentado para el crecimiento económico nacional. En ello no debemos olvidar que el arte es el principio creador de la cultura. Por lo que numerosos países cuentan con programas estatales de apoyo, ya sea directos o de estímulos fiscales efectivos, que a fin de cuentas son recursos públicos destinados a la producción artística.

En el caso de México, el Fonca ha ofrecido un ejercicio positivo —parecido al modelo de Canadá, que sólo en Quebec apoya más de 500 proyectos culturales autónomos y de Brasil, que durante los gobiernos del PT financió cientos de puntos culturales autogestivos—, en el que los recursos públicos son ejercidos directamente por los productores culturales, limitando el gasto de mediación burocrática del gobierno para que sea efectivamente usado en la producción-consumo cultural, y fomentando la pluralidad de la producción cultural independiente que puede representar a la diversidad social. Siempre es bueno hacer una crítica para mejorar los proyectos, y si ahora se reconocen limitaciones del impacto social del Fonca, la solución en mi opinión está en ampliar su alcance, para lo que es necesario incrementar su presupuesto, y asumir que parte del problema está en que se ha descuidado la distribución, desvinculando la producción del consumo.

Otra estrategia que me parece importante parte de concebir el arte y la cultura como elemento fundamental de la formación educativa: las escuelas y programas de estudio públicos relegan la educación por el arte.

Sin duda el integrar la formación artística de manera prioritaria en la educación pública fomentaría la equidad en la participación de los programas públicos de arte y cultura, apoyaría a muchos artistas que ejercerían la docencia a la vez que desarrollarían sus proyectos de investigación-creación, y generaría a la larga públicos consumidores así como artistas surgidos de todos los sectores sociales. El fomento a la cultura debe darse de manera integral desde muchos frentes, como la administración pública. Habría que realizar proyectos de apoyo al arte y la cultura desde, por ejemplo, las Secretarías de Educación Pública, Medio Ambiente, Trabajo, y Desarrollo Social, paralelos a los que ya coordina la Secretaría de Cultura.

 

—Recientemente, bajo la actual administración, ha habido ciertos posicionamientos (institucionales, personales, etcétera) sobre los fondos públicos que se destinan a productores culturales mediante apoyos y becas, y también sobre la retribución que estos productores deberían hacer a la sociedad. Sobre el tema de la retribución, ¿cuál es tu postura al respecto? ¿En qué términos debería darse la retribución de un artista que recibió apoyos gubernamentales y cómo debería de medirse su eficiencia?

El arte es uno de los principales activadores de la cultura. En el arte se crean muchos de los modelos culturales. Por ejemplo, en esta polémica que se ha creado entre arte y artesanía es precisamente el lado artístico lo que genera la posibilidad de salirse de la repetición de fórmulas, muchas veces sometidas a una producción dirigida a la venta turística.

En sí, el papel del arte como creador de modelos de vida cumple una función importante en el espacio cultural y esa función tiene un valor. La retribución social de la producción artística está en que sea consumida; en que tenga una amplia distribución en diferentes sectores sociales del país y que permita un intercambio entre ellos.

Me parece un poco forzado pensar que la retribución debe ser otra que la mera producción artística, siempre considerando el consumo.

En mi opinión el Fonca es un programa que ha funcionado bastante bien pero que su debilidad ha sido no atender la distribución de los productos: no incorporar esa producción en los canales que tiene el propio estado, como los cientos o miles de museos y espacios culturales que hay en el país o incluso en otros campos que no necesariamente son los espacios originales donde circula, como el «cubo blanco», sino también tener relaciones directas en comunidades o contextos específicos. Incluso alimentando la creatividad de, por ejemplo, la artesanía, que se ha visto poco favorecida en su producción.

 

—Con todas las noticias que han surgido en las últimas semanas respecto a la cultura, ¿Hay algún comentario que quisieras compartirnos?

El concepto de cultura como «lo que tiene que ver con los pueblos originarios» es muy limitado, pues tiende a una idea de cultura cómo folclor y repetición de modelos de pensamiento tradicionales, muchas veces condicionados por la colonización, el aislamiento de las comunidades y la venta de productos turísticos.

La artesanía ha desempeñado un importante papel en la preservación de las culturas originarias, en la expresión de su cosmovisión, pero también ha sido una manera de sumisión en cuanto a que evita su desarrollo artístico y discursivo al darle un papel más bien funcional-decorativo. Recordemos que desde el siglo XVII se impusieron las ordenanzas que impedían a los indios hacer pinturas con motivos religiosos por la «suma irreverencia que causan las pinturas e imágenes de santos», restringiendo su producción al permiso de «que pinten paisajes en tablas, de flores, frutas, animales y pájaros romanos».

También me parece muy limitado que la diversidad cultural se circunscribe a una sola cultura, la de los pueblos originarios: de por sí los pueblos originarios no tienen una cultura única, sino que son multiculturales, diversidad que se suma a la cultura nacional —e internacional— en una red compleja de representaciones simbólicas, de modos de vida y saberes de una gran diversidad de grupos sociales que conforman el país.

Pienso que no debería oponerse los conceptos de arte y artesanía, incluso esas culturas de los pueblos originarios deberían de estar articuladas dentro de una red más compleja, no mantenerse aislados en un sistema de producción. Deberían estar integrados en una concepción más amplia, lo que podríamos llamar una ecología de saberes que proteja la diversidad cultural.

Me sorprende que se contraponga para crear prioridades, así como se puede contraponer el financiamiento a las universidades públicas existentes para la creación de otras universidades. No se ve el cuadro completo y se pone en cuestión por qué no se aumenta el presupuesto para la educación y cultura y sí se aumenta el presupuesto en el turismo y en el ejército.

En el caso del turismo que fue aumentado, la mayor parte de ese presupuesto se dirige al Tren Maya y no queda muy claro cómo va a afectar eso a la ecología del territorio y la ecología de los saberes: cómo esa red de comunicación, mercancías y turismo puede no ser solamente la imposición de una obra sino también de una cultura, un monocultivo al servicio del turismo y de una idea única de cultura, por ejemplo la de museos dirigidos a un consumo general, externa a las culturas y habitantes locales, a los que no se les debe dar un rol pasivo.

Considero que se están planteando comparaciones ya establecidas entre una y otra cosa en lugar de crear un programa que considere que la cultura es la base del conocimiento y la imaginación del país y que esta plantea una posibilidad de emancipación y justicia social que debería ser prioritaria.

Cultura es, cómo dice [Clifford] Geertz, un «sistema de concepciones expresadas en formas simbólicas por medio de las cuales la gente se comunica, perpetúa y desarrolla su conocimiento sobre las actitudes hacia la vida».

Sin duda hay que desarrollar y modificar programas de creación y distribución de bienes culturales tradicionales de los pueblos originarios, a través de FONART, por ejemplo, pero a la vez hay que hacerlo con la producción de bienes culturales y artísticos a través del Fonca. Ambos programas son importantes y deberían de ser complementarios.  Hay que ampliar su apoyo (y presupuesto) para fomentar la producción y distribución cultural.  El Fonca ha sido un buen programa pero requiere ampliar la distribución de los productos apoyados: Fonart creó una red discreta, útil de distribución, pero poco ha fomentado la producción creativa, la formación y el intercambio cultural, de las comunidades de los pueblos originarios.  Es un error poner a competir dos formas de producción cultural que no se oponen, sino que representan modelos diferentes y complementarios.

José Miguel González Casanova (Ciudad de México, 1964). Es artista y maestro en artes visuales por la Universidad Nacional Autónoma de México, donde es profesor desde 1988.

En 1993 fue uno de los fundadores del espacio independiente Temístocles 44. Desde entonces, desarrolla proyectos de arte social, en los que cruza investigaciones y prácticas de arte, educación y economía. Su obra ha sido presentada en numerosas exposiciones colectivas e individuales en todo el mundo, e integra colecciones públicas de América Latina y Europa. Desde 2002 es director-fundador del Seminario de Medios Múltiples, UNAM, donde actúa como coordinador y editor de investigaciones interdisciplinares de sus alumnos en diversos contextos sociales, con cuatro libros publicados. Entre sus publicaciones están Gramática del dibujo en 100 lecciones (2009), Agenda Oculta (2009) y Visionario (2013), entre otras.

Del 2003-06 formó parte del Sistema Nacional de Creadores.

 

Magali Lara | Artista 

Magali Lara. Retrato

Magali Lara (México, 1956). Fotografía de Manuel Zavala Alonso. Cortesía de la artista.

En un país como México, ¿debe ser una obligación del Estado otorgar apoyos económicos a los creadores de arte? ¿Bajo qué condiciones?

Es importante  que cualquier gobierno reconozca a sus artistas, a su gente creadora, y con ese reconocimiento también darle una visibilidad y una identidad.

En un país como México, recordemos lo que hizo el muralismo mexicano, fue definitorio de muchísimas maneras para concebir lo  que reconocemos como mexicano . Y en este momento, podemos y debemos  ampliar las estrategias de reconocimiento de diversos perfiles de artista, gestor y activista cultural, que podamos coexistir en diferentes situaciones o poder moverse de acuerdo con el proyecto y los objetivos que se quieren alcanzar. Considero  que es pertinente y necesario ampliar nuestro perfil de artista ya que la realidad de México es muy complicada, con una clara diferencia entre la CDMX y los estados. Tenemos la necesidad de incluir otras voces, otras manifestaciones.

En los años setenta y ochenta la situación económica  influía de manera diferente que ahora a los artistas. Había una efervescencia para trabajar en grupo, de hacer proyectos independientes  a pesar de las constantes devaluaciones. Las posibilidades  de empleo eran distintas: mi generación, desde muy jóvenes, conseguimos trabajo pronto. También las universidades y sus espacios en ese entonces daban muchísima hospitalidad a algunas de las propuestas y contrataban a artistas jóvenes como maestros. Muchos miembros de los Grupos fueron o son maestros de la UAM. Es cierto que se trabajaba sin que hubiera mucho mercado y la comunidad  era mucho más pequeña.

Para mí es muy importante que los artistas tengan capacidad de autogestión, de conocer a sus pares y basar su reconocimiento por el trabajo y no por las ventas. Pero, sin duda, creo que con la entrada de las becas lo que se pudo hacer fue una mejor evaluación y al mismo tiempo conocer diferentes prospectos de artistas. Hay también con ellas la instauración de modelos a seguir tanto por su éxito en ventas como por su reconocimiento entre los curadores. Recuerdo que cuando fui tutora de gráfica, ya para el segundo año, muchas de las propuestas que recibía las hacían estudiando mis preferencias, como si eso garantizara que yo los eligiera. Y para nada. Parte de ser jurado es poder dar cabida a la diversidad y respetar el trabajo de los otros, aprender de los otros.

Bajo las becas y los apoyos del Fonca podemos encontrar que cada disciplina tiene sus necesidades más específicas: para la música contemporánea, la edición de discos, para los escritores o narradores visuales, poder ver sus obras impresas.  Como maestra que trabaja en una universidad pública en Cuernavaca, vi las posibilidades que brindan para crear un sentido de comunidad los apoyos a los espacios de artistas: les daban unos tres años para poder consolidarse y emprender proyectos que fueran autosustentables. No es fácil ni rápido hacer algo así, pero logran construir un tejido entre creadores que no dependen el 100% de los apoyos oficiales y les da la posibilidad de contactarse con creadores de otras partes.

Con los artistas visuales creo que no solo es reconocer lo que el Fonca da sino que los museos empezaron a concebir una manera distinta de relacionarse con la obra y el artista, incluyendo un presupuesto para la producción. Necesitamos incluir en los museos una paga para cuando tú expones. Se le paga al curador, pero no al expositor.

Educar a los jóvenes para conseguir dinero de parte del Estado puede, no digo que en todos los casos,  crear artistas que les sea más difícil defender una postura más crítica que no dependa de la aprobación de los curadores. Pero es un problema que empieza en las escuelas o facultades de arte.

No hay una situación ideal, no hay un logro perfecto.

Lo que creo que el Fonca logró fue formar a generaciones cada vez más capacitadas para convivir en  y con distintas disciplinas. Probablemente tendríamos que pensar  en otras dinámicas para apoyar a sectores que siguen siendo invisibles. Reconozco que hay otros perfiles de creadores que no tienen tener nada que ver con las becas, o que tienen un enorme malestar con ellas. Y me parece una postura muy respetable.

Es fácil es criticar para destruir; lo que es difícil es poder confrontar de una manera constructiva para ver cuáles son las cosas que conviene a este país que es tan complejo y que tiene una diversidad enorme de perfiles de artista.

 

—Recientemente, bajo la actual administración, ha habido ciertos posicionamientos (institucionales, personales, etcétera) sobre los fondos públicos que se destinan a productores culturales mediante apoyos y becas, y también sobre la retribución que estos productores deberían hacer a la sociedad. Sobre el tema de la retribución, ¿cuál es tu postura al respecto? ¿En qué términos debería darse la retribución de un artista que recibió apoyos gubernamentales y cómo debería de medirse su eficiencia?

La retribución empezó en 1994. Yo tuve la beca en ese año y nos mandaban a diferentes lugares para hacer  talleres y tengo la impresión que no siempre funcionaron. A veces las buenas intenciones no son suficientes si no hay un acuerdo anterior con la comunidad para encontrar el perfil de los artistas adecuados y que exista un proyecto educativo más detallado porque nada más enviar artistas a poblaciones lejanas sin una idea clara de cuáles son las competencias a seguir no tiene sentido. Eso fue una de las cosas que sí mejoró notablemente en los últimos años  ya que eran las instituciones de los estados quienes solicitan a los artistas becados. Tenemos que respetar que, afortunadamente, un artista de Oaxaca tiene un perfil distinto que uno de Guadalajara o de Veracruz. Creo que hay proyectos muy valiosos como CaSa, del Centro de las Artes de San Agustín, que ha intentado construir un puente entre artesanos y artistas pensado como un encuentro y posible colaboración que permita una cercanía para conocer las diferencias y necesidades del arte popular y el arte culto. Trabajé ahí ocho años como parte de los talleres de gráfica y conocí muchos artesanos que habían ido a escuelas de arte, pero que al regresar a su comunidad se habían incorporado a sus tradiciones con una mentalidad más abierta a los problemas de plagio y robo de diseño por parte de los chinos.

Necesitamos un diagnóstico mucho más serio, pero no a partir de la teoría o cómo se ve desde acá sino conociendo los lugares a los que se quiere llegar y entender las preguntas que estos artistas están buscando. No siempre tenemos desde el centro una visión muy clara del porqué es importante el reconocimiento a los artistas  locales y generar prácticas distintas curatoriales que no repitan los mismos artistas cada vez o se privilegie una generación borrando otras. Repito: las buenas intenciones no son suficientes. Es importante que haya un diálogo entre creadores, artesanos, gestores y demás, porque afortunadamente sí hemos tenido años de experiencia, de errores, de rectificaciones, de intentos de hacer proyectos diferentes que no podemos olvidar. Los diagnósticos, en ese sentido, son clave para definir si se quiere ampliar este espectro o si se quiere criticar este tipo de prácticas. Yo creo que la convivencia siempre pero nos cuesta.

 

—Con todas las noticias que han surgido en las últimas semanas respecto a la cultura, ¿Hay algún comentario que quisieras compartirnos?

Es importante defender la cultura, la ciencia y sobre todo el respeto a las diferentes opiniones. Lo que más me preocupa es que alguien puede ser tachado, por tener el SNCA, o atacado por sus opiniones. Me parece que debemos tener mucho cuidado: las opiniones tienen que ser respetadas y las posiciones también.

Tachar, negar o tener una actitud punitiva hacia otros yo creo que nos distrae de los verdaderos problemas. ¿Qué tipo de artistas queremos formar en México? ¿Cuáles son las necesidades que los artistas jóvenes tienen en este momento en su formación? Es cierto que los museos se profesionalizaron en los últimos años, pero ¿es suficiente? Necesitamos abrirnos a otro tipo de evaluaciones del trabajo, sobre todo con los artistas visuales. En las que el reconocimiento no siempre está puesto en el cuanto cuesta: tiene que haber inteligencia, creatividad, tiene que haber la necesidad de que haya otras voces o ámbitos que son los que a nosotros nos interesan.

Magali Lara (Ciudad de México, 1956) es una artista visual, gestora y maestra que ha trabajado desde los años setenta con obra relacionada al cuerpo y las emociones a manera de ensayos visuales a través de temas como la identidad, lo femenino, la otredad y la conexión entre el adentro y el afuera. Con una carrera de más de cuarenta años como artista visual y veinte como maestra, ha tenido varias exposiciones individuales en museos nacionales y en el extranjero y su obra está en varias colecciones importantes tanto nacionales como en otros países.

 

—Ingrid Suckaer | Periodista cultura e investigadora

Ingrid Suckaer. Retrato.

Retrato de Ingrid Suckaer. Cortesía de la entrevistada.

En un país como México, ¿debe ser una obligación del Estado otorgar apoyos económicos a los creadores de arte? ¿Bajo qué condiciones?

México tiene un gran potencial de crecimiento y ese crecimiento también debe incluir el apoyo a los artistas de cualquier disciplina e índole. Tengo la percepción de que el programa del Fonca requiere una revisión a fondo; es una estructura que se ha modificado en algunos aspectos a lo largo de 30 años, pero estamos en un momento en el que se necesita una reestructura total. Es vital el apoyo del Estado a los artistas porque a través de éste se puede generar otro tipo de riqueza, distinta de la económica —aunque no la excluye— y quizá más importante.

El problema es que regularmente se ve la producción de los artistas, en cualquiera de sus disciplinas, como algo que no contribuye a crear una riqueza económica. Ahí está el problema de la percepción del Fonca. Si habláramos de los ingresos que se tienen a partir del trabajo de los artistas la situación sería muy distinta. El ingreso económico que puede generar es importante, pero también debería cuantificarse el beneficio social.

Ante todo, debe haber libertad: ni el Estado, ni el mecenazgo, ni nadie debe tratar de incidir en lo que el artista quiera producir. Todo arte es útil, siempre y cuando se le sepa transmitir a los diferentes públicos a los que va dirigido; México precisamente por eso es una gran potencia cultural, porque es un país de una enorme diversidad en su producción, por lo que puede abarcar distintos sectores, pero también posee un gran nivel en ella. En el caso del Sistema Nacional de Creadores (SNCA) es oportuno que se mantenga el programa de retribución social: esa es la oportunidad que tiene tanto el artista como la institución de incidir en diferentes públicos.

 

—Recientemente, bajo la actual administración, ha habido ciertos posicionamientos (institucionales, personales, etcétera) sobre los fondos públicos que se destinan a productores culturales mediante apoyos y becas, y también sobre la retribución que estos productores deberían hacer a la sociedad. Sobre el tema de la retribución, ¿cuál es tu postura al respecto? ¿En qué términos debería darse la retribución de un artista que recibió apoyos gubernamentales y cómo debería de medirse su eficiencia?

Siempre he tenido una observación, con respecto a las becas del SNCA, que se les otorga a los artistas plásticos y visuales cuyas obras se cotizan y venden en altas cantidades y que, por lo regular, obtienen cuantiosos ingresos económicos. Si bien la beca no es para personas en situación económica límite, ya que es un reconocimiento a su trabajo y trayectoria, creo que por parte de los creadores debe de haber otro tipo de retribución, incluso de esa obra dar algo para enriquecer colecciones públicas ya que reciben una cantidad durante tres años y esto les permite crear un cuerpo de obra importante.

En esas disciplinas en específico aparece esa gran contradicción: son artistas que muchas veces venden su obra en miles de dólares y reciben además la beca. Creo que sí podría pervertirse un poco la situación, alguna vez lo he comentado y por supuesto no ha agradado. Cosa muy distinta sucede en el área de literatura, por ejemplo.

Yo trabajo de manera independiente: no pertenezco a ningún grupo ni cuerpo académico y he podido realizar trabajos que, creo, sí han incidido en diferentes públicos a raíz de que he tenido la beca del Sistema Nacional de Creadores. Por ejemplo, tuve la beca del SNCA en la emisión  2013 y escribí tres libros. Uno de ellos fue Arte indígena contemporáneo, cuya investigación tomó bastante tiempo. Con un tiraje de mil ejemplares, el libro se editó con apoyo del Gobierno de la Ciudad de México y yo puse el 50 por ciento restante—con el dinero del SNCA— y el libro fue de distribución gratuita. Claro está que no necesariamente los artistas o escritores tienen que hacer libros para regalarlos, cada quién realiza sus proyectos de acuerdo a lo que desea y planifica.

—Ingrid Suckaer es escritora, periodista cultural, crítica, curadora e investigadora de arte moderno y contemporáneo. Tiene estudios en Ciencias de la Comunicación. Es autora de la biografía Rufino Tamayo. Aproximaciones (2000), obra integrada al acervo de diversas bibliotecas públicas y del extranjero.

Con una beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) escribió el ensayo  Erotismo de primera mano. Artes plásticas y visuales en México (siglos XX-XXI); en 2016 publicó Posmodernidad. Del desencanto a la exigencia de un arte ético. Ambos libros fueron calificados por el escritor y crítico literario Sergio González Rodríguez entre los mejores ensayos publicados en México en 2011 y 2016, respectivamente.

Además de tener extensa trayectoria como conferencista, sus escritos han sido editados en libros, catálogos, revistas, suplementos y secciones culturales de México y otros países. Ha curado y coordinado más de sesenta exposiciones de arte moderno y contemporáneo de México; varios de sus proyectos se han presentado a nivel internacional. De junio 1999 a junio 2004, fue curadora en jefe del Departamento de Curaduría I del Museo de la SHCP, Antiguo Palacio del Arzobispado, Ciudad de México.

Ingrid Suckaer es Miembro artístico del Sistema Nacional de Creadores de Arte SNCA/FONCA, emisiones 2013 y 2017. Pertenece al PEN México.

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José Miguel González Casanova. Cortesía del artista.

Retrato de Ingrid Suckaer. Cortesía de la entrevistada.