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Zoe Leonard, I Want a President, 1992, presentada en High Line en 2017. Fotografía de Timothy Schenck. Tomada de 4Columns.
Zoe Leonard, I Want a President, 1992. Edición de Gato Negro Ediciones.

Volver pública la coyuntura. Quiero un presidente de Zoe Leonard

Destacado 26.06.2018

Manuel Guerrero

«Quiero un presidente» de la artista estadounidense Zoe Leonard, reflexiona sobre cuestiones políticas y de género en el marco de las elecciones de México.

Aunque parece que el espacio público es algo cotidiano que no requiere demasiadas reflexiones por el hecho de que se ejerce de manera espacial y corporal, es necesario preguntarse por las formas simbólicas latentes bajo la idea de que en éste todos y cada uno de los miembros de una sociedad tienen cabida en condiciones equitativas: los dispositivos socioculturales que permiten conductas discriminatorias prevalecen, y volverlos públicos es el primer paso para construir un cambio verdadero.

En este sentido —y para contextualizar este texto—, cuando los miembros de la sociedad que viven en una situación de vulnerabilidad se reúnen para evidenciar una serie de problemas que no están siendo tratados en la discusión general y no conforman una aspecto relevante en las agendas de los candidatos a la presidencia, el espacio público deja de ser un lugar por el que transitamos y se vuelve una plataforma libre para enunciar cierta postura.

Con motivo de las próximas elecciones presidenciales a celebrarse en México, además de la intención de reflexionar sobre varias cuestiones políticas y sin ningún tipo de afiliación a algún candidato en particular, Ruta del CASTOR —iniciativa que surge a partir de un interés en las intersecciones del arte con la política— presenta Quiero un presidente: un proyecto de arte público consistente en una versión libre del poema I Want a President de la artista Zoe Leonard, realizada por el poeta mexicano Luis Felipe Fabre y editada por la editorial ALIAS. La presentación de esta acción tomará lugar el día 30 de junio a la 1:00 pm en el Hemiciclo a Juárez de la Ciudad de México.

Zoe Leonard, I Want a President, 1992. Edición de Gato Negro Ediciones.

 

I Want a President de Leonard es un texto paradigmático de la década de los noventa, cuando la alarmante cantidad de casos de sida y el estancamiento en los programas de atención y prevención1 fueron temas ampliamente comentados durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 1992. Por la temática tratada y la vigencia de las denuncias —que no son exclusivas de un momento político específico—, el texto se ha activado en múltiples ocasiones en distintos espacios públicos alrededor del mundo a través de la lectura en voz alta y la declamación.

Adaptándose a las circunstancias sociopolíticas que acontecen en todo el territorio mexicano, este proyecto presenta una oportunidad para visibilizar los problemas de género y proponer una defensa de la diversidad sexual contra varias formas de opresión de orden político.

Además de la lectura grupal en viva voz de la traducción de Fabre, se activará una pieza sonora transmitida a través de bocinas colocadas en las bicicletas de ciclistas coordinados por Bicitekas A.C., quienes recorrerán distintas partes de la ciudad para difundir el mensaje de la traducción.

A continuación, presentamos la versión libre de Luis Felipe Fabre basada en el texto original de Zoe Leonard:

Quiero a una machorra de presidente. Quiero a un enfermo de sida de presidente y a una musculoca de presidente o de presidenta o de secretario o de secretaria de Gobernación y quiero a alguien sin seguro médico ni IMSS, quizá sólo con Seguro Popular, o ni eso, y quiero a alguien que haya crecido en un poblado tan contaminado de deshechos tóxicos que su única opción en la vida sea la leucemia. Quiero un presidente que se haya practicado un aborto a los dieciséis y quiero un candidato que no sea el menos peor entre tres pobres diablos y quiero un presidente que haya perdido de sida a su último amor, que lo siga viendo cuando yace con los ojos abiertos en la oscuridad, alguien que haya sostenido en sus brazos a su amante sabiendo que ambos están, que estaban, que está muriendo. Quiero un presidente que no tenga aire acondicionado, que haya hecho una fila de todo el día en una clínica del ISSSTE, en la delegación, en la procuraduría, y que haya estado desempleado, que lo hayan echado, despedido, corrido, lanzado, desalojado, que lo hayan y la hayan acosado sexualmente, que le hayan gritado puto, puto, y que por puto lo hayan puteado, para que se te quite pinche puta, y que haya sido deportado. Quiero a una madre que haya pasado días y días buscando a su hijo en una fosa clandestina bajo el sol ardiente, a la madre que pintó de rosa la cruz de su hija, quiero de presidente a los padres de los desaparecidos que no quiso recibir el presidente. Quiero de presidenta a una sobreviviente de violación. A alguien que haya amado y haya terminado herido, a alguien que respete el sexo, que haya cometido errores y haya aprendido de ellos. Quiero a una mujer indígena de presidenta. Quiero a alguien con pésima dentadura pero con actitud, alguien que haya tragado esa asquerosa  comida de hospital, alguien que se travista y se meta drogas y haya estado en terapia. Quiero a alguien que haya cometido acciones de desobediencia civil. Y quiero saber por qué esto no es posible. Por qué y cómo aprendimos allá, muy al comienzo de la fila, que un presidente siempre tiene que ser un pelele: siempre el padrote y nunca la puta. Siempre el jefe y nunca el empleado, siempre el ladrón, nunca el preso.

 

1 «En 1991, por primera vez disminuyeron los recursos disponibles para la labor mundial contra el SIDA de la WHO. Los recursos para SIDA se están estancando, e incluso han disminuido en algunos países, lo que provoca un gran rezago ante el avance de la pandemia. (…) Ese año, mientras que en los Estados Unidos se gastaron 2.70 dólares por persona, en el sur del Sahara africano sólo se gastaron siete centavos de dólar por persona y tres centavos en América Latina». Jonathan M. Mann, «El sida en los noventas», Ciencias, Facultad de Ciencias UNAM, número 33, enero–marzo 1994. Disponible en línea.

 

 

Manuel Guerrero

Ha participado en más de quince exposiciones colectivas y encuentros de arte sonoro en México, Reino Unido, Japón y España. A la par de la producción artística, ha escrito para más de doce plataformas dedicadas a la reseña y crítica de arte.

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