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Una entrega más de «preguntas existenciales» al Dr. Estético

Columna 06.02.2019

Pablo Helguera

Una vez más, y ante el éxito obtenido, Pablo Helguera encarna el Dr. Estético para responder las preguntas de nuestros lectores.

—Artistas desconocidos y curadores prescindibles

Hola Dr. Estético,

Me es muy grato consultarlo. Mis preguntas son las siguientes:

—¿De qué forma el arte que no entra al circuito institucional del arte incide en el mundo del arte?
—¿Cuál es el valor que aportan los curadores al mundo del arte? ¿Podríamos prescindir de su función?

Ate.

M.

Estimada M,

Hay muchas maneras a través de las cuales emerge una obra o un artista que no ha sido percibido previamente por el medio artístico. El aduanero Rousseau, por ejemplo, exponía en el Salon des Indépendants hasta que artistas como Picasso y Delaunay mostraron interés por su obra. Las obras del artista Henry Darger —considerado uno de los artistas autodidactas más importantes del siglo XX— fueron encontradas en Chicago por sus caseros, Nathan y Kiyoko Lerner. Algo similar sucedió con Martín Ramírez, un ferrocarrilero mexicano internado en un hospital mental de Estados Unidos —quien también es considerado uno de los gigantes del arte autodidacta—, cuyas obras fueron adquiridas y promovidas por los artistas Jim Nutt y Gladys Nilsson, así como por la galerista Phyllis Kind. El brasileño Arthur Bispo do Rosário es otro ejemplo: la obra del artista fue reconocida por críticos de arte después de su muerte, incluso fue incluida en la Bienal de Venecia de 1995.

Pongo algunos de muchos ejemplos solo para apuntar a un tema que tu pregunta podría insinuar: que el arte hecho fuera de los circuitos «institucionales» o validados por el mercado está destinado al olvido.

Si bien es verdad que hay muchos casos de artistas que quizá nunca serán reconocidos como merecen, es también verdad que el oficio curatorial le exige a sus practicantes el hacer investigaciones exhaustivas de todo tipo de prácticas que podrían ser de interés para el discurso artístico, y como lo muestran estos ejemplos, muchas veces estas prácticas llegan a influir directamente en todo un grupo de artistas. Yo me arriesgaría a argumentar que hoy en día, en el mundo de las redes sociales e Instagram, es difícil que una práctica artística extraordinaria se mantenga completamente escondida.

En cuanto a tu segunda pregunta sobre el valor que aportan los curadores: hay que señalar la existencia de una especie de desdén o resentimiento, justificado o no, por el personaje del conoisseur. Para algunos, es molesto pensar que existe aquella persona que en teoría «decide» lo que es bueno o no, que ensalza algunas cosas sobre otras y que, en general, opera con su opinión para defenderla. La lógica de este desdén es la noción que el conoisseur es una figura elitista y opresora.

Sin embargo, este sentimiento no toma en cuenta la realidad y verdadera necesidad del papel que llena un curador.

Creo que lo mejor es ofrecer un par de analogías. Imagina que te gusta el cine, pero la cantidad de películas que puedes ver en tu vida es limitada —solo puedes ver una o dos películas a la semana, como máximo. ¿Cómo escoger? ¿Te metes a cualquier cine a ver lo primero que se presente o tratas de encontrar la forma de saber qué vale la pena? O si te gusta el vino, ¿te metes a un bar a beber todos los vinos del mundo para ver cuál es bueno? Si te gusta viajar, ¿te subes a cualquier avión para visitar cualquier país? Si te gusta leer y quieres aprender sobre literatura, ¿te metes a una biblioteca y comienzas a leer el primer libro que te encuentras? Dado que no somos inmortales ni tenemos dinero ilimitado, tenemos que recurrir a aquellos especialistas que han dedicado su vida a estudiar un área determinada para darnos un panorama, o selección, significativa de éste. Uno recurre a expertos para absolutamente todo: qué es lo mejor que podemos vestir, comer, cuáles son los mejores lugares que debemos visitar, qué antología es la mejor de un escritor en particular, etcétera.

Pero el experto no solo ayuda a dar acceso a aquello que se considera valioso, sino que ofrece maneras de vivenciar y entender los panoramas generales de una disciplina. Los curadores cumplen con esa tarea, ofreciendo selecciones y vistas específicas de un tema, el cual puede incluir la obra misma de un artista, de un periodo artístico o de un medio.

Dibujo a blanco y negro de miembros de una tribu y un hombre en traje. Preguntas al Dr. Estético

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons. Cortesía del artista.

 

—Conflictos en la pareja

Querido Dr. Estético,

Somos una pareja formada por un físico y una artista que nos hemos propuesto resolver un enigma artístico-temporal. Hasta ahora solo hemos llegado a respuestas dispares y antagonistas que nos han provocado algunos disgustos. Por eso te pedimos ayuda.

Nuestras preguntas son: ¿en qué momento el arte contemporáneo deja de ser contemporáneo? Y cuando el arte de hoy deje de ser contemporáneo?

Gracias por adelantado,

Amor Cuántico

Estimado Amor Cuántico,

Es perfectamente comprensible que ustedes, como artista y científico, compartan este debate alrededor de la historia, sobre la que nunca se ha llegado a un acuerdo definitivo si es una disciplina científica o si está más ligada al arte o a la literatura). Ambas comparaciones son inexactas, debido a que las reglas tanto de la ciencia como de la literatura no siempre pueden aplicarse a la historia.

Ahora bien, dentro del arte, como dentro de cualquier actividad humana, en su momento, es difícil influir —e imposible saber— en lo que eventualmente será la perspectiva histórica de éste. No podemos tener, como en una película de Monty Python, la perspectiva necesaria para declarar: «Nosotros, la civilización de la Edad Media», por ejemplo. Ciertamente las vanguardias artísticas declaraban el nacimiento de un movimiento, y especialmente desde el Romanticismo los artistas han tenido una cierta autoconsciencia de su propia historicidad, pero nunca nadie ha tenido la posibilidad, ni la certeza, de cómo ésta será vista en perspectiva.

Alfred Barr, el primer director del Museo de Arte Moderno en Nueva York, trató de establecer una regla de cómo el arte debería de ser categorizado a un cierto futuro, estableciendo el famoso diagrama del torpedo.

Diagrama de torpedo. Preguntas al Dr. Estético

Alfred Barr, Diagrama de torpedo, 1941. Tomado de Deutsche Bank – ArtMag.

De acuerdo con este diagrama simbólico de la historia del arte, un torpedo en movimiento define lo que es el arte moderno al moverse a lo largo de la historia. En el momento en el que Barr realiza el diagrama, él considera que el arte moderno es un lapso de aproximadamente medio siglo (1900-1950) y que, conforme el tiempo pasa, el arte anterior dejará de ser moderno y la modernidad será aquello que abarque los últimos 50 años (de manera que según Barr el arte moderno de hoy sería solamente el producido entre 1969 y 2019). La realidad, como podemos presenciar en la colección del MoMA, es que la noción de arte moderno en la práctica abarca el periodo original que Barr definió como moderno, con los antecedentes de Cézanne, Van Gogh, Seurat, etcétera, hasta el expresionismo abstracto.

Algunos curadores, como Kirk Varnedoe, argumentaban que el término «moderno» se debía de continuar aplicando para el arte contemporáneo, dado que el arte hoy es parte de una conversación que comenzó a finales del siglo XIX y que aún continúa.

El hecho concreto es que no hay una regla establecida que determine, por ejemplo, cuándo, específicamente, el arte deja de ser «moderno» y comienza a definirse como «contemporáneo» (algunos museos establecen reglas arbitrarias para definirlo, por ejemplo, catalogando arte hecho después de 1970, o el arte hecho por artistas que aún viven como «contemporáneo».)

De manera que, regresando a su pregunta: primero hay que decir lo obvio y que solemos  olvidar: todo arte fue alguna vez contemporáneo. Y segundo, es imposible saber cómo las generaciones venideras decidirán llamar a nuestro arte, o al periodo que vivimos. Tendremos que acostumbrarnos a ser relativamente anónimos hasta que alguien nos historice en el futuro.

Dibujo a blanco y negro de dos personas en una feria de arte. Preguntas al Dr. Estético

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons. Cortesía del artista.

 

—Artista de clóset

Estimado Dr. Estético,

De lunes a viernes trabajo en una oficina, los fines de semana trabajo como artista. En la oficina nadie sabe de mi otra vida porque la escondo utilizando otro nombre. ¿Piensa que debo salir del armario artístico y de mi clandestinidad? 

Mi sueldo no me da para terapia y, en todo caso, prefiero invertirlo en mi propia obra. Agradezco con antelación su ayuda desinteresada.

Nano

Estimado  Nano,

No es necesario invertir en terapia (al menos para tratar este problema), ni tampoco es vital que sus compañeros de oficina sepan que usted es artista. Por otra parte, tampoco es sano que usted esconda su otra vida de ellos —básicamente no tiene mayor importancia que ellos sepan o no sepan acerca de sus otras actividades. Suponiendo que su trabajo de oficina no está involucrado con el mundo de la cultura, realmente usted está trabajando en un universo aparte. Varios poetas como Fernando Pessoa y el mexicano José Gorostiza tenían trabajos de oficina, y escribían sus poemas al final del día. Muchos artistas tienen trabajos no relacionados con su obra y hacen su obra en sus horas libres. En lugar de ver su propio empleo como un impedimento, le sugiero que lo tome como inspiración. Por ejemplo, la poeta conceptual Vanessa Place es abogada de profesión, y gran parte de su obra proviene de material resultante de los casos legales que ella ha trabajado. Considere la manera en que su trabajo de oficina ofrece experiencias vitales que tratar como artista.

 

—Apatía contemporánea

Dr. Estético,

Soy artista visual-conceptual y de hace un tiempo a la fecha no siento interés por visitar exposiciones. A menudo tengo la sensación de que lo que veo en ellas ya lo he visto, o que es demasiado previsible. Esta situación me genera un cierto hastío y, sin quererlo, esto se proyecta a mi visión general del arte contemporáneo. ¿Cree que debería dejar de ir a exposiciones y cortar por lo sano? 

Nano

Estimado Nano,

Su falta de entusiasmo por las exposiciones es totalmente comprensible. Sin duda es un hecho que la mayoría de obras entran dentro de un patrón de discurso relativamente uniforme, y para todos aquellos que somos profesionales del arte llega un momento en el que nos sentimos saturados y todo nos parece igual. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado en mantener nuestra acuidad de percepción y no permitir que nuestras emociones, sentimientos o prejuicios nos impidan observar con detenimiento.

Ver arte para nosotros no es como para el público en general, que suele creer que el arte es una actividad para divertirse, entretenerse o para obtener placer propio. Para nosotros no es suficiente dividir el arte entre bonito o feo. Es un proceso serio, dedicado, intelectual, de reflexión e investigación, y como alguien que seguramente conoce la historia del arte y el tipo de obra que se ha hecho a lo largo de las épocas, lo que nos debe de concernir es la manera en que ciertas obras, tendencias e ideas están desarrollandose en el ámbito público. De manera que si bien el placer y el disfrute de una obra no está fuera de nuestras posibilidades, ver arte, asistir a exposiciones, leer ensayos o críticas, participar en debates, etcétra, son parte del ejercicio de nuestra profesión, y es nuestro deber ético involucrarnos con el mundo. De no hacer esto, corremos el riesgo de aislarnos, de volvernos ermitaños y, sobre todo, de formarnos una visión provinciana y limitada del mundo en el que solo nuestra lógica y estética es la «correcta». Esto, de paso, suele llevar desafortunadamente a la amargura y a la depresión. De manera que no: bajo ninguna circunstancia uno debe permitir aislarse del mundo como artista. El mundo nos concierne y debemos involucrarnos en él. De otra forma, ¿por qué deberíamos de esperar que el mundo nos haga caso a nosotros, si detestamos todo lo que ocurre en él? Hay que estar conscientes de esas trampas que nos suele poner nuestro propio ego.

Dibujo a blanco y negro de dos personas en una feria de arte. Preguntas al Dr. Estético

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons, 2013. Cortesía del artista.

 

—Definición monumental

Dr. Estético

¿Los monumentos en México son arte?

Eblem

Estimado Eblem,

El arte bien puede ser parte, o el aspecto central, de un monumento, ya sea en México o en cualquier otro país. Por esa razón suele pensarse que un monumento en sí es una obra artística. Sin embargo, los monumentos por definición son estructuras que conmemoran eventos o individuos de particular importancia para una sociedad, y dados los motivos generalmente de índole político o social que los generan, el aspecto artístico del monumento suele ser de importancia secundaria. Muchos monumentos de gran significado para un país pueden tener un aspecto artístico muy pobre, pero no por ello son menos importantes en el sentido simbólico.

El problema que suele surgir en varios países (no solo en México) es que el monumento es el vehículo más recurrido de la demagogia: al poder le gusta verse representado en enormes masas de concreto, bronce o acero. Por otra parte, la noción de que un monumento representa la posteridad (la idea de que la memoria de una persona se preserve para siempre) es enormemente estimulante para muchos. Finalmente, el aspecto propagandístico de un monumento, que en el caso de dictadores y regímenes autoritarios, ilustran una ficción política o histórica de un pueblo, son, desafortunadamente, también una forma de arte —kitsch, mediocre o como quiera llamarse, pero arte al fin.

Dibujo a blanco y negro de dos personas en una feria de arte junto a una piedra. Preguntas al Dr. Estético

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons, 2013. Cortesía del artista.

 

¿Tienes alguna duda existencial relativa al ámbito del arte, al mercado o a su escena? Envía tus preguntas al Dr. Estético al correo [email protected]
Mantendrémos tu anonimato si así lo solicitas.

Pablo Helguera

(Ciudad de México, 1971) es un artista mexicano radicado en Nueva York.  Su obra abarca el performance, la escritura, la gráfica, la pedagogía y el arte de interacción social.  Ha mostrado su obra en muchos museos y bienales a nivel internacional. Ha recibido las becas Guggenheim y Creative Capital, entre muchas otras; y ha publicado varios libros, incluyendo Education for Socially Engaged Art (Jorge Pinto Books Inc., 2011), el Manual de estilo del arte contemporáneo (Tumbona, 2005) y The Parable Conference (Jorge Pinto Books Inc, 2014). Desde 2007 es director de programación educativa del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

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Alfred Barr, Diagrama de torpedo, 1941. Tomado de Deutsche Bank - ArtMag.

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons. Cortesía del artista.

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons, 2013. Cortesía del artista.

Pablo Helguera, de la serie de libros Artoons, 2013. Cortesía del artista.