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Entrevista: Fernando Palma en el Museo Universitario del Chopo

12.12.2013

El pasado 7 de diciembre el Museo Universitario del Chopo inauguró una exposición del artista mexicano Fernando Palma, que rescata el imaginario de los pueblos originarios de Milpa Alta para hacer un comentario crítico sobre el deterioro ambiental de la región y las transformaciones que han sufrido las tradiciones locales. Para la muestra, Palma construyó dos esculturas electromecánicas para el Museo y una escultura de gran formato para Milpa Alta; las tres funcionarán como un reflejo del contexto de dicha delegación.

La muestra nace de la frase “…amotla otlacualacac oncan tlanahuatiz quename ye huitz quiahuitl…mocualnezcayotl”, que en español significa: “no relampagueó para anunciar que llovería… tu hermosura…”. El artista recuperó la frase de un texto de 1935, escrito como parte de una compilación de historias en náhuatl que relatan algunos acontecimientos que sufrió Milpa Alta en aquella época.

La exposición se concentra en los principales problemas que pressenta la delegación Milpa Alta, en gran medidad por el desmedido crecimiento de la mancha urbana de la ciudad de México. ¿Por qué elegir Milpa Alta para el proyecto y no otra delegación?

Milpa Alta es uno de los principales provedorees de paisaje y agua potable de la ciudad de México. Su caso es interesante: hace casi 25 años fue declarada reserva ecológica, pero actualmente es el espacio más devastado por los levantamientos suburbanos, la apropiación ilegal de tierras y el descuido por parte de los habitantes y las autoridades. Estas problemáticas son el punto de partida para realizar un ejercicio crítico y estético. La exposición incluye tres esculturas, una de ellas —que se va a erigir en Milpa Alta­— tiene la apariencia de Quetzalcóatl, aunque la considero como una Xiuhcoatl —víbora del paso cenital del sol. La pieza recupera un elemento iconográfico indígena precortesiano y funciona como torre para sostener una estación meteorológica.

La serpiente generará un diálogo con el contexto de Milpa Alta. A pesar de ser la segunda delegación más grande, con la mayor extensión de espacio rural, no cuenta con una estación meteorológica. Así, los registros del medio ambiente que recoja son, en cierto sentido, la voz de Milpa Alta que será transmitida por el Museo del Chopo a través de Internet. De forma paralela, las piezas dentro del museo representarán los cambios del clima por medio de movimientos.

El proyecto se puede entender como una cuestión fantasiosa y ambiciosa, pero responde a inquietudes ecológicas y estéticas. Como escultor, trato los cambios meteorológicos y los fenómenos físicos como material escultórico. Me propuse ocupar los mecanismos de cambio a través de diseños electrónicos y darles una apariencia a través del sonido o el movimiento. La exposición sintetiza mi interés por el activismo y el trabajo artístico, dos aspectos clave para la organización Calpulli Tecalco que cofundé con los habitantes de mi pueblo con el objetivo de rescatar la lengua náhuatl y proteger el medio ambiente. Aquí el museo se convierte en un foro de discusión. Mi objetivo es que la gente cuestione el particular caso de Milpa Alta.

¿Cómo nace tu interés por desarrollar proyectos que fusionen la ciencia y el arte como punto de partida para observar problemáticas sociales y ambientales?

Primero estudié ingeniería y mecánica industrial, posteriormente historia del arte. Puedo decir con sinceridad que ahora que soy artista practico más la ingeniería que cuando trabajaba en la industria. He vivido mucho tiempo en Europa y toda mi formación fue técnica, en realidad no tenía ningún conocimiento de la historia de México. La conocí a través de los libros en inglés, que tienen una visión menos colonizada. Existe una gran cantidad de libros en ese idioma sobre las historias de coyotes y deidades de Mesoamérica, como Huhuecóyotl. Y en México no han sido publicados.

Hablar de arte es presuntuoso en cierta medida. Parece ser una actividad y ya, pero me he dado cuenta que el trabajo de un Tlacuilo, específicamente de la gente que transcribió los códices, no era el de una persona que sólo estaba entrenada para copiar dibujos. Su práctica requería de conocimientos plásticos, de geometría, matemáticas, herbolaria, mitología, etc. Por eso eran capaces de hacer lo que hacían […] El trabajo interdisciplinario se acerca más a esta convicción. Ser ingeniero, haber estudiado historia del arte y hacer arte son cosas que pasaron por accidente, pero en el transcurso me he dado cuenta que los trabajos más interesantes son interdisciplinarios.

Pensando en la relación entre activismo y trabajo artístico que esbozaste anteriormente, ¿cuáles son las posibilidades que ofece el arte en Milpa Alta?

El arte es trascendental. Calpulli Tecalco, por ejemplo, es una organización que surgió hace 15 años por iniciativa de mi madre. Contamos con talleres de arte y un club de lecturas y cantos en náhuatl. En ocasiones se recibe a artistas extranjeros interesandos en participar en el proyecto.

En el Museo del Chopo los niños tienen la posibilidad de participar en talleres, pero en un lugar como Milpa Alta este tipo de iniciativas no existen. Desde sus inicios, Calpulli Tecalco ha entendido el arte como un factor importante. Hemos realizado estudios de epigrafía con el objetivo de preservar la lengua en Milpa Alta, donde los nombres en náhuatl —a diferencia del español— describen aspectos históricos, idiosincráticos y geográficos de los lugares que nombran.

En este sentido, el arte ha sido importante. No sólo hemos recopilado los nombres, sino que los hemos traducido a una forma gráfica, con caracteres jeroglíficos basados en escritura vigente en Milpa Alta. Por otro lado, en colaboración con el MuAC, estamos desarrollando un paquete digital para poder estar en la red. Estos proyectos son ejemplos claros donde el arte está transitando.

www.chopo.unam.mx


[12 de diciembre de 2013]

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