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La diversidad sexual en el cine mexicano: Astrid Rondero, Alejandra Bogue y Antonio Harfuch Álvarez opinan

Especial 25.06.2019

Fabiola Santiago

En esta entrega, exploramos, en voz de algunas personalidades relacionadas con el cine, la visibilidad de la temática LGBT+ en el cine mexicano.

Dos mujeres descansan desnudas, una al lado de la otra, luego de encontrarse por primera vez. Sus cuerpos son sustituidos por los de dos niñas que transmiten la vulnerabilidad de estas dos adultas ante un deseo apenas reconocido. Esta es una secuencia de Los días más oscuros de nosotras (Adtrid Rondero, 2017), película que realiza una de las aproximaciones más sensibles y, quizá por ello, una de las pocas imágenes justas del erotismo entre mujeres dentro del cine mexicano.

Representar implica reflejar lo que, de alguna manera, percibe e imagina quien concibe esa representación. Por eso, los personajes hablan más de quien los evoca que de ellos mismos, pero al quedar libres en la piel de un personaje pasan a formar parte de un imaginario. ¿Cómo se imaginan y se ponen a disposición del colectivo los personajes sexualmente diversos?

Aunque mediáticamente se han popularizado estereotipos de personajes LGBT+, son muchos los agentes que, desde diferentes frentes de la industria cinematográfica, trabajan por visibilizar sus identidades, preocupaciones y experiencias.

Platicamos con algunos de ellos.

 

—Astrid Rondero (Ciudad de México, 1984)
Directora

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Astrid Rondero. Tomada de Twitter.

—¿Se ha transformado la manera en la que se representan las temáticas LGBT+ desde que iniciaste tu carrera hasta ahora?

Sí, totalmente, han cambiado totalmente. Pasó de no haber representación (o de que hubiera una casi abusiva o llena de prejuicios) a convertirse en una exploración. Cuando estaba en el CUEC esto venía con una avanzada, que en México en definitiva estaba representada por Julián Hernández. Él fue uno de los primeros directores que se atrevieron a contar historias tan claras acerca del deseo homosexual. En mi generación esto se volvió un estandarte de que nosotros también teníamos el derecho de hablar de historias gays. Conforme han pasado los años, la representación ha madurado y los temas que se hablan son mucho más complejos (no nada más hablan de la salida del clóset y de la aceptación familiar) y que han trascendido a temas más profundos.

—¿Cuánta aceptación tienen los temas LGBT+ al momento de concretar un proyecto?

También ha habido un cambio. Mi experiencia más directa es mi cortometraje En aguas quietas (2011), que es sobre la salida de clóset, en el que dos personajes se encuentran y hay un acercamiento en un lugar público. La posibilidad de contar temas del deseo homosexual es total, abierta, libre, jamás hubo limitantes en mi época. Lo curioso sí fue la diferencia radical en seis o siete años que pasaron entre el cortometraje y el largometraje y más con el público, porque en realidad ambos fueron resultado de mucho apoyo en diferentes instituciones nacionales e internacionales. Con mi cortometraje había ruido en el Festival de Guadalajara, había incomodidad e inquietud cuando las actrices se acercaban sexualmente. En cambio con Los días más oscuros de nosotras (2017) la recepción fue mucho más madura, ya no había inquietudes y la recepción fue distinta.

En el caso de mi cortometraje fue muy curioso, porque parte de mi proceso de salida de clóset como directora, implicó hacer todo lo posible porque mi cortometraje no cayera solo en los circuitos de cine gay, parte por una necesidad mía, que a la distancia de los años me doy cuenta que es parte de la afectación de mi ser. Pero en ese momento era importante que mi película no fuera «relegada» a un circuito que se consideraba como «B», porque sentía que el cine que yo hago también tiene todas las condiciones de calidad técnica necesaria para competir en los festivales que quisiera. Me fui por todo el mundo con ese corto, pero del circuito gay solo estuvo en el festival MIX por una confusión y fue muy curioso porque me enteré de que mi película estaba programada hasta ese día (pese a mi decisión de no ir a ningún festival gay), entonces me enfrenté al público gay y la recepción fue totalmente distinta. Me di cuenta del grave error que había cometido al haber privado a mi película de todo ese circuito tan importante para mí como realizadora.

—¿Qué hace falta en el cine mexicano para que los temas LGBT+ ganen terreno?

Si es que hay algunos directores LGBT+ que no hacen películas LGBT+, a lo mejor haría falta quitarse ese miedo de autor y que, como realizadores, nos sintamos más seguros de poder contar las historias que nos interesan. Eso se agrega a la respuesta anterior: ese miedo es parte de la represión personal, porque que te cataloguen como un director de cine gay, pues qué maravilla, ¿no? No tendría que ser algo que nos preocupe.

—Recomiéndanos una película que explore temas LGBT+.

[Media hora más contigo o en inglés Desert Hearts (Donna Deitch, 1986).

Astrid Rondero es egresada de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas, donde se tituló con el cortometraje En aguas quietas. Después de su estreno en 2011 en el Festival de Cine de Guadalajara, recorrió festivales como los de Montreal y Morelia, hasta su nominación al Ariel. Este año, la directora vuelve a estar nominada por su primer largometraje, Los días más oscuros de nosotras, con el que ya obtuvo el Premio del Jurado en el San Antonio Film Festival, Mención especial a Mejor Largometraje en Los Cabos, entre otros reconocimientos.

 

—Alejandra Bogue
Actriz

Actriz. cine mexicano diversidad sexual

Alejandra Bogue. Tomada de Twitter.

—Se ha transformado la manera en la que se representan las temáticas LGBT desde que iniciaste tu carrera hasta ahora?

Ya se empieza a ventilar más asertivamente el tema, el género, la identidad, la orientación. No de una manera peyorativa, sino efectiva. Para mí sí es válido que una transexual la interprete una mujer; si la puede interpretar una transexual genuina, también fantástico. Creo que todo se vale mientras esté dentro de una interpretación correcta y una dignificación, aunque también ahorita vivimos un momento en el que el radicalismo hacia la dignificación es tal, que cualquier broma puede ser malinterpretada. Creo que desde siempre se ha tocado el tema, aunque no se dice. Por ejemplo Jodorowsky jugó mucho con la ambivalencia sexual. Ahora no sé si es motivo de mercadotecnia, o si de verdad estamos creciendo, pero ya se está hablando más a menudo. Es una realidad y qué bueno que la gente ya empieza a vivir congruentemente con su identidad y orientación.

—¿Cuánta aceptación tienen los temas LGBT al momento de concretar un proyecto?

Tiene la aceptación que debe tener. En algunos casos tiene hasta más a favor que en contra. A veces tildamos que el pueblo no está preparado, pero eso ya es trillado y subestimamos al público, porque están preparados para eso y para más. En un conversatorio dije públicamente que me daba coraje que en México se pensara en pequeño, por eso cuando vi a Daniela Vega (actriz trans, protagonista de Una mujer fantástica) en los premios Óscar me enojé, pero con mi país, porque yo creo que estamos preparados para eso y para más. Por otro lado, yo creo que el respeto se gana y en la medida en que respetes al público, eso es lo que vas a obtener.

—¿Qué hace falta en el cine mexicano para que los temas LGBT ganen terreno?

¡Que me den un estelar!… No, ¿Qué hace falta? Que como escritores y directores escriban del tema, pero sin que sea la historia de la imagen misma de la derrota. Por eso tengo mis reservas con respecto a Quebranto (Roberto Fiesco, 2013), ¿por qué exhibir a la protagonista de esa forma? Tuvo que tener su lado hermoso, pero no lo vi porque no me lo plantearon así. Falta platicar una historia de una mujer trans, pero desde una realidad mexicana y no nada más la historia del show y el estrellato, sino la vida cotidiana. Una es más normal que nadie.

—Recomiéndanos una película que explore temas LGBT+.

Mi vida en rosa (Alain Berliner, 1997), que es como la historia de mi niñez y Girl (Lukas Dhont, 2018), que está en Netflix y es conmovedoramente bella.

Alejandra Bogue (Ciudad de México, 1965) es bailarina y actriz en teatro, televisión y cine. Es una de las mujeres trans con más presencia en el entretenimiento mexicano. Participó en obras como Las ruinas de Bernarda Alba (1992), Las criadas (1998) y en la versión mexicana de Todo sobre mi madre (2010), entre otras. En cine ha tenido roles en películas como Sin ton ni Sonia (Hari Sama, 2003), No se aceptan devoluciones (Eugenio Derbez, 2013) y El viaje de Keta (Julio Bekhor. 2018).

 

—Antonio Harfuch Álvarez (Ciudad de México, 1990)
Director de Cuórum Morelia

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Antonio Harfuch Álvarez. Tomada de Cuórum Morelia.

—¿Se ha transformado la manera en la que se representan las temáticas LGBT+ desde que iniciaste tu carrera hasta ahora?

Hay más producción y está cambiando también la narrativa. Hay una exploración hacia el interior de la sexualidad en México, en cómo los cineastas se empiezan a interesar por abordar más allá de la estética, ya comienzan a extenderse hacia otros terrenos. El cambio también ha tenido que ver con la oferta cinematográfica internacional, desde Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) hasta casos más recientes como Call Me by your Name (Luca Guadagnino, 2017), que entran en lo mainstream queer, pero también provocan que se pueda hablar de estas historias sin quedar en la marginalidad.

—¿Cuánta aceptación tienen los temas LGBT+ al momento de concretar un proyecto?

La producción es nuestro termómetro para hacer una muestra como Cuórum. Es decir, gracias a que hay cortos y producción en México con esta temática es que puede hacerse. Es verdad que hay trabajos apoyados, como el cortometraje Un amor en rebeldía (Tania Claudia Castillo, 2018), que ganó el año pasado el Premio del Jurado «La camelina de plata» y estuvo apoyado por el PROCINE. Sí hay estímulos que, de alguna manera, están motivando estas temáticas y también hay apoyo de instituciones. Pero, a nivel de realizar una muestra, veo que cada año hay nuevos actores en el panorama, festivales que están abriendo secciones de diversidad sexual. En Morelia nos pasó que el proyecto tuvo que seguir creciendo y empezar un camino independiente del Festival de Cine de Morelia y esto significó un reto para continuar sin ese músculo, pero en diálogo con él. Más que un obstáculo, sí hay resistencia de la cultura en México a seguir fortaleciendo espacios. Tal vez a nosotros nos toca hacerlo desde la diversidad sexogenérica, pero a otros desde el documental, o el medio ambiente. Hasta ahora he visto que hay apoyo, interés y eso nos motiva a continuar.

—¿Qué hace falta en el cine mexicano para que los temas LGBT+ ganen terreno?

Hace falta mucha unión, es muy importante que se sumen esfuerzos. Hay festivales en México, como el Festival de Cine de Guadalajara, que otorga el Premio Maguey, o el Festival MIX que tiene mucha tradición, y es importante que se hagan vínculos entre instituciones y entre la misma comunidad, que a veces está muy dividida. Una de las cosas que nos decían en una asesoría que tomamos en el Museo Memoria y Tolerancia era que Cuórum tenía que lograr ser un espacio neutro entre las distintas tensiones, no solo entre la comunidad LGBT sino en la comunidad cinematográfica, porque eso fortalece el trabajo de visibilizar el cine mexicano.

—Recomiéndanos una película que explore temas LGBT+.

Sócrates (Alex Moratto, 2018), que está en la Semana de Cine Brasileño y estuvo nominada en los Independent Spirit Awards y va a estar en Cuórum este año. Brasil está pasando un proceso difícil de retroceso y esta película tiene a un personaje cuya madre fallece, queda a la deriva y es homosexual. Sensibiliza mucho al público y se ve cómo un personaje gay puede estar tan vulnerable, pero también se elabora algo muy conmovedor sobre la madurez y la resiliencia.

Antonio Harfuch Álvarez trabajó en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) desde 2015, dentro del comité de selección para largometraje y cortometraje de ficción, además de la realización de contenido para su plataforma digital. En 2016 tomó a su cargo el programa de diversidad sexual, hasta que en 2018 éste tomó su propio rumbo e inició lo que hoy es Cuórum Morelia, festival que hoy dirige. También trabajó en la logística del festival 4+1 de la Fundación MAPFRE y fungió como jurado del Teddy Award del Festival Internacional de Cine de Berlín.

 

 

 

Fabiola Santiago

Es periodista. Egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, ha colaborado como reportera en Reforma, en el diario alemán Tagesspiegel, y en publicaciones como Cine Premiere, Sector Cine y LatAm Cinema. Actualmente es panelista en el programa de crítica Mi cine, tu cine, por Canal Once.

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