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Dan Graham, de la serie Homes of America, 1965. Tomada de Pinterest. Tomada de Lisson Gallery.

La escritura que queremos. Más allá de los pasajes

Columna 21.11.2018

Daniel Montero

Daniel Montero analiza el papel de la escritura no-creativa de Kenneth Goldsmith como un campo de debate en el arte contemporáneo.

Hace unos años, en 2015, el escritor estadounidense Kenneth Goldsmith recitó su poema «El cuerpo de Michael Brown» en la Brown University. El poema era una lectura del reporte de autopsia que se le hizo a Michael Brown, el joven afroamericano que murió en Ferguson un año antes a manos de la policía local y que provocó varias manifestaciones en los Estados Unidos. La lectura de Goldsmith causó una serie de debates que iban en varias vías (y que circulaban por todas las vías) no solo porque se transmitía en vivo por internet sino porque tuvo implicaciones en las formas en que se enunciaba las tensiones raciales un año antes de la posesión de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.

Hombre leyendo un trabajo de escritura en un teatro.

Kenneth Goldsmith recitando The Body of Michael Brown en la Brown University, 2015. Tomada de Hyperallergic.

El primer debate tenía que ver con la acusación que se le hacía a Goldsmith de racista porque, para muchos, la manera en que se abordaba un acto de segregación racial no podía ser representado bajo los códigos de la llamada escritura conceptual, al perpetuar la insensibilidad del acto mismo y no tomar una postura al respecto. El segundo debate que se abría tenía que ver precisamente con los concepto de escritura no-creativa que propone el autor y que traía, una vez más, las preguntas por la originalidad, el archivo y las maneras en que la escritura se ha transformado luego de internet. Por último, el tercer debate reconsideraba el valor de la representación de la escritura en términos políticos y su pertinencia en el presente para preguntar: ¿para qué y cómo leemos y escribimos en la actualidad luego de la presencia y experiencia del archivo escritual del internet? Lo que sucedía, de manera sugerente, era un debate entrecruzado por la pertinencia por cierto tipo de práctica «creativa» en relación a un acontecimiento atroz como el que ocurrió en Ferguson y que los vinculaba de alguna manera: la escritura no-creativa devenía en racista en tanto que lo que sostiene a lo uno y a lo otro era el mismo sistema de gestión de lenguaje, poniendo a debate la función de los sistemas de distribución de información. Hacía evidente además que las formas del lenguaje y la política no se pueden desvincular.

Ahora bien, en el mismo 2015 la editorial argentina Caja Negra publicó en castellano el libro Escritura no-creativa: gestionando el lenguaje en la era digital, el libro que Goldsmith escribió en 2011 para dar a conocer los alcances de sus talleres universitarios que tienen como premisa la no-creatividad para producir textos literarios. Esa no-creatividad corresponde a una forma de escritura que propone una mezcla de información que está en la red y cuya premisa primordial, y como lo resume de manera eficaz Antón Sánchez Testas, «es que con la llegada de Internet vivimos una sobrecarga continua de información, administrada de forma rápida en pequeñas cápsulas informativas, programadas para su obsolescencia. Con esta abundancia de material lingüístico el autor ha de abandonar los conceptos caducos de originalidad y creatividad para convertirse en gestor. El autor deviene por lo tanto en pura marca de gestión, encargado de recontextualizar y combinar el material constantemente cambiante de nuestra vida cotidiana; se sustituye al creador exnihilo por un demiurgo de la red, elaborando (no creando) textos literarios a partir del material preexistente». Esto no impide, sin embargo, que el autor-gestor tome decisiones relevantes como por ejemplo qué tipo de información desea reproducir, cómo va a ser la edición del texto y qué fragmentos de que naturaleza se podrían utilizar.

Portada amarilla de un trabajo de escritura.

Kenneth Goldsmith, Escritura no-creativa: Gestionando el lenguaje en la era digital, Caja Negra Editora, 2015. Tomada de la web de la editorial.

Desconozco de primera mano el impacto que han tenido las propuestas de Goldsmith en el mundo de la literatura local. Sé que por ejemplo Heriberto Yépez ha hecho varias críticas a sus propuestas, al decir que su escritura es re-creativa porque lo que hace es reproducir sistemas de poder. Es lo único que conozco. Sin embargo, la obra de Goldsmith ha sido muy bien recibida en el mundo del arte local, tal vez porque su pre-texto no parte de la literatura sino del arte. Además de varias notas y reseñas que se han escrito desde más o menos 2010, tuvo una exposición en la galería LABOR en 2013 llamada Printing out the Internet, en la que pretendía exhibir en hojas impresas todo el material que existe en internet y que se acompañó con un programa de lecturas y de discusiones. El recibimiento del escritor en México estuvo marcado por la introducción de un debate cada vez más intenso sobre la obra de Benjamin en los ámbitos académicos y que ha terminado por sostener, de manera parcial pero importante, la gestión de la información del arte y de las imágenes en el presente, todo ello aderezado con la importancia que tiene la obra de George Didi-Huberman, quien refiere, de forma importante, el pensamiento del alemán, además de las reconsideraciones sobre Aby Warburg.

Kenneth Goldsmith en su instalación Printing out the Internet, presentada en LABOR, 2013. Tomada de la web de la galería.

Eso ha servido, y si se me perdona el reduccionismo, para pensar en asuntos que van desde la memoria histórica hasta los archivos del arte contemporáneo. Como se sabe, la obra de Benjamin es muy compleja porque relaciona a los sujetos, los medios y las imágenes y de ahí se desprenden argumentos estéticos y políticos en vías que establecen nuevas relaciones y tensiones que se producen al considerar diferentes tiempos y espacios. Sería muy ingenuo intentar resumir la obra de Benjamin o de sus principales postulados en este espacio. Es imposible. Lo que sí puedo decir es que las lecturas que le han dado autores como Goldsmith a su trabajo y la manera como estos han sido recibidos en México no permiten pensar precisamente cómo es que es posible la escritura (de todo tipo) y la producción de arte en la actualidad. Es claro que la idea de originalidad, de autoría y de obra reside aún en una especie de nube mitológica que llena la necesidad de la novedad en relación a formas de mercancía y donde el deseo está fuertemente involucrado. Pero lo que dice Goldsmith al respecto de Benjamin, de Duchamp, de Warhol, ya lo sabíamos. Ya lo sabemos después de Sherry Livine pero, sobre todo, después de Homes of America de Dan Graham.

Dan Graham, de la serie Homes of America, 1965. Tomada de Pinterest.

Lo que hace Goldsmith no es en ningún modo un postulado benjaminiano, sino más bien es la repetición de una serie de asuntos que tienen que ver con la academia del siglo XVIII. Ese autor solo ve los datos como algo con potencia para su recombinación y gestión. Sin embargo, deja por fuera algo que para Benjamin es fundamental: la alteración del sujeto por los aparatos que, literalemente, le permiten ver. O mejor, la constitución de la visión del sujeto en relación a la visión que provoca el aparato.  El asunto en Benjamin no es solo si hay datos e imágenes, sino cómo se hacen presentes, cómo aparecen. Por eso el estado de ánimo del sujeto moderno (la melancolía) es tan importante para él, porque produce un reordenamiento temporal en tanto hace aparecer una diversidad de imágenes que tienen diferentes temporalidades. En esas consideraciones y, desde mi perspectiva, habría que partir desde lo que ya sabemos (la diacronía y sincronía de las imágenes) hacia las descripciones de la mirada del sujeto contemporáneo, es decir, la caracterización de esa nueva subjetividad en relación a ese nuevo aparato.

Es curioso anotar, y como un apunte entre paréntesis, como el mito de la tensión original-copia se afianza toda vez que los medios, los aparatos y los dispositivos se refinan para que la tensión entre realidad y virtualidad sea cada vez menor. Esa podría ser al menos una historia del siglo XX y XXI.

Si ya sabemos todo ello, es decir, si ya conocemos el mundo como edición, una pegunta compleja sería por qué no dejamos de lado la tensión originalidad-repetición o incluso la de creación-no creación. ¿Por qué insistimos en ellas? ¿Por qué las preguntas no se desplazan a hacia otros asuntos como la pertinencia de las enunciaciones que circulan en el presente? Y en esa misma vía, ¿cómo entender a Benjamin (y de una vez a Baudelaire) después de la lectura de Goldsmith en la Universidad de Brown?

Daniel Montero

Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es autor del libro El Cubo de Rubik: arte mexicano en los años 90.

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Kenneth Goldsmith recitando The Body of Michael Brown en la Brown University, 2015. Tomada de Hyperallergic.

Kenneth Goldsmith, Escritura no-creativa Gestionando el lenguaje en la era digital, Caja Negra Editora, 2015. Tomada de la web de la editorial.

Kenneth Goldsmith en su instalación Printing out the Internet, presentada en LABOR, 2013. Tomada de la web de la galería.

Dan Graham, de la serie Homes of America, 1965. Tomada de Pinterest.