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Detalle de la exposición de Cildo Meireles en el Museo Reina Sofía (2013), curada por João Fernandes. Tomada de la web del museo.

SITAC 2019: Entrevista con João Fernandes

Entrevista 24.09.2018

Adriana Melchor Betancourt

En entrevista para Revista Código, el curador João Fernandes platica sobre su nombramiento como director de la próxima edición del SITAC.

En el mes de agosto el Patronato de Arte Contemporáneo anunció como nuevo director invitado a João Fernandes, Subdirector Artístico del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, para conducir el Simposio Internacional de Teoría sobre Arte Contemporáneo, en su decimocuarta edición, que se llevará a cabo del 17 al 19 de enero.
En entrevista, Fernandes nos comparte algunas posturas sobre el trabajo con arte y su diagnóstico sobre un foro de discusión como el SITAC.
Hace un par de décadas, la discusión sobre arte contemporáneo no tenía cabida en los circuitos de estudio, exhibición y circulación del arte mexicano. Hoy día el panorama se muestra muy distinto, y hoy existe una proliferación de situaciones, agentes y productores que trabajan en un sistema artístico cada vez más amplio. En este sentido, João Fernandes, ante la vertiginosa actividad de la cultura contemporánea, nos propone construir instantes que adquieran densidad sobre ese tempo, para construir conversaciones más pausadas y críticas que nos ayuden a identificar paradojas, radicalizar hipótesis y problemas.

—¿Cómo se origina la invitación para participar en esta nueva edición del SITAC?

Creo que vas a tener que preguntarle eso al Patronato [risas] porque yo mismo no lo sé, pero ha sido fascinante recibir la invitación. Pienso que me invitaron por lo que conocen de mi trabajo, mi manera de pensar y actuar; los momentos en los que he participado en discusiones y los textos que he escrito. Debe haber sido eso.

Lo que es bonito de tener la oportunidad y el reto de programar el SITAC es cómo aprovechar un momento tan interesante para poner bajo escrutinio, situaciones de nuestro tiempo en el arte. Eso es lo interesante de SITAC: es un momento de discusión que es independiente de los sistemas de legitimación y discursos de una institución y de una circunstancia. Es un momento que se construye cada vez que se hace. Eso te permite una autonomía para radicalizar temas, problemas…

Es tan fácil hacer el programa de una institución, por ejemplo, que tiene diferentes objetivos, o de las circunstancias de los momentos que el mundo del arte te ofrece en las ferias, las bienales, los momentos de discusión que están marcados por otras necesidades. SITAC es como una puerta, un espacio de libertad para replantear discusiones que creo que son necesarias, y eso es una responsabilidad; ser confrontado con esa oportunidad. Eso es lo bonito, tener esa libertad de hacerlo en un contexto tan fascinante como esta relación que puede existir entre cada SITAC, entre la información que traemos fuera de México y la que encontramos aquí. En mi caso, es increíble [porque me permite] conocer más de lo que pasa aquí. Y encontrar una situación donde puedan surgir interrogantes  a partir de lo que sucede, dentro y fuera del país.

 

—¿Bajo qué líneas de discusión se está enmarcando la temática para este SITAC? Sé que todavía no está definido el programa, pero seguramente se han propuesto debates sobre la mesa.

Hay cosas que es importante aislar. Identificar problemas, dilemas. Yo lo estoy pensando hacer a partir de consideraciones que veo universales: hoy la presencia de la obra de arte en nuestro tiempo, en las situaciones en que vivimos, en lugares muy precisos, a nivel global. Entonces, hoy, interrogar los discursos existentes en el arte me parece urgente porque hay una paradoja interesante en el mundo del arte, cuando se ha generado un mundo del arte cada vez más amplio, que va más allá de las obras de los artistas, y que se expresa en tantas circunstancias de encuentro, que enriquece el mundo del arte con muchos más protagonistas. con más profesiones, circunstancias, etcétera, se crea una paradoja curiosa: se habla más de arte y se habla menos de arte.

Detalle de la exposición de Txomin Badiola en el Museo Reina Sofía (2016-2017), curada por João Fernandes. Tomada de la web del museo.

Aprovechar algo como SITAC para poner bajo la discusión un hecho que ocurre hoy cada vez más: que cuanta más información tenemos, menos conocimiento construimos. Cómo podemos radicalizar hipótesis, maneras de pensar, de crear problemas, cómo no tener miedo de los conflictos, redescubrir a partir de los momentos en los que estamos interactuando con otros o nuevas interrogaciones, sin duda serán nuevos retos para hacer este SITAC.

Yo creo que interrogar los discursos existentes y explorar la posibilidad de otros, supera esa circunstancia de tanta información cuando se habla de arte y, al mismo tiempo, el poco conocimiento y crítica que eso origina. Esa proliferación de información será uno de los retos que ayudaría al contexto del arte que me gustaría expresar en este SITAC.

 

—Se menciona mucho en medios que el SITAC tuvo una pausa y eso le ha permitido pensar cómo redefinir su formato. ¿De qué manera usted está pensando esta redefinición?

Estoy en medio de ello. Aún no te puedo presentar cómo se va a pasar, pero para mí es muy importante que cientos de personas estarán sentadas juntas, escuchando y teniendo la ocasión de discutir en dos días —dos días y medio—, construir un nuevo ritmo de situaciones en donde también entiendo que es parte de una curaduría, se tiene que revelar alternando el ritmo con diferentes situaciones, crearlas, para que la especificidad de ciertos discursos lo puedan hacer, eso para preservar una gran variedad de momentos en los que diferentes formatos puedan coincidir, sea la conferencia, el debate, la mesa redonda en la que haya un video, o sonido o una situación performativa es algo que me hace ver a SITAC como la construcción de un programa de situaciones, que —esperamos— podrá generar nuevas posibilidades para extender las discusiones que puedan derivarse de ese SITAC. Sería muy bonito que esta edición fuera punto de partida para discusiones necesarias y el propio modelo del simposio lo puede facilitar porque SITAC deriva en Nodos —lugares más allá de la Ciudad de México—, y que esos Nodos puedan darle continuidad a los problemas que vamos a discutir en esos días.

 

—Sé que también has tenido la oportunidad de trabajar en otro tipo de foros donde hay debates y discusiones, ¿qué nuevos retos tienen este tipo de foros públicos?

Vivimos en un tiempo en el que el hecho de estar juntos nos aleja de lo que podemos hacer cuando estamos juntos. Estamos juntos en función de ritmos, momentos muy breves que, en ocasiones, disminuyen la posible intensidad de ese hecho de estar juntos. Vivimos en un mundo en el que el exceso de información disminuye el conocimiento. Cómo podemos intercambiar informaciones, opiniones y puntos de vista con el fin de generar conocimiento… Esos son los retos de un evento como SITAC. Entonces, eso sería un objetivo: el desarrollo de reflexiones e interpretaciones que puedan ayudarnos a conocer lo que va a haber en ese programa. El hecho de reunir un conjunto de personas que van a hablar y enseñar cosas pueda ser un ejercicio que origine muchas situaciones.

 

—He revisado que tiene mucha experiencia en la construcción de otros discursos, desde la historia del arte, a partir de las periferias. Quería saber, ¿qué contrastes y coincidencias encuentra entre los discursos artísticos discutidos en y desde Latinoamérica frente a lo que ahora se discute en Europa.

Yo he empezado a trabajar con arte viniendo de otro contexto: mi formación es lingüística. Una cosa que quizá ha marcado mi manera de ver lo que ocurre en el mundo del arte es descubrir que había una historia del arte construida en función de sistemas de centralidad y dominación del pasado, y que había muchas historias por añadir a esa historia del arte. El hecho de vivir y haber como periférico a esa centralidad; estar en contacto por mi lengua con experiencias e historias muy interesantes, como lo que había ocurrido en Brasil en el siglo XX [también influyó].

Pienso que hay muchas historias por añadir en un marco que tiene que ser contado independientemente de los relatos de los vencedores, de una historia política o económica […] A partir de la historia que ha sido marcada por lo colonial, para descolonizar su historia y para identificar algo que ha sido muy importante en Latinoamérica, es muy importante la recepción crítica de modelos dominantes que venían de centros que han sido coloniales en el pasado. Estos son la excepción crítica y son subversión.

Encontrar tantos ejemplos de obras de artistas y de discursos que han sabido redefinir el arte a partir de otra situación, otro contexto, ha sido muy bonito y por eso me quede siempre muy atento a todas las cosas que pudiera descubrir en el contexto latinoamericano. Y eso sigue ocurriendo.

Damián Ortega, detalle de la exposición «El cohete y el abismo» (2016) en el Museo Reina Sofía, curada por João Fernandes. Tomada de la web del museo.

Por eso, yo creo que las instituciones tienen la necesidad de redefinirse permanentemente, en función de los correlatos con los cuales puedan añadir historias a la historia que ya se han conocido: una historia que muchas veces ha sido neutralizada en sus conflictos por una visión de aquellos que han sido los vencedores. Y es importante interrogar la historia a partir de los que han sido vencidos injustamente en ella. Crear esas situaciones de participación, personales, participar en sus posibilidades de reflexión e interpretación a partir de una obra de arte, de ese descubrimiento de las historias.

—En ese sentido, pensando en la práctica curatorial, ¿cómo se han gestado, si es que los hay, cambios en los modelos curatoriales pensando en las nuevas historias que se cuentan?

Es muy interesante cuando una visión curatorial parte de aquello que los artistas hacen y crea condiciones para mediar y construir posibilidades de interpretación y reflexión. Los artistas han cambiado los museos: han tenido que abrirse a lo efímero, a lenguajes, soportes y materiales que redefinen sus estructuras y es importante estar muy atento a cosas que puedan ayudar a redefinir nuestro conocimiento de lo que es el arte en relación con la vida, que es un aspecto central de la historial del arte del último siglo. Es por eso que hay que sobrevivir a modelos dominantes que se construyen. Y hoy el sistema de información y de circulación que hay en el mundo del arte construye nuevos estereotipos que hay que saber traspasar.

Por eso es importante un [evento] como SITAC, porque es muy autónomo en relación a las circunstancias donde la gente se encuentra en el mundo del arte en sus circuitos internacionales que están marcadas muchas veces por el mercado, las ferias o por sistemas muy corporativos como las bienales. Entonces cómo poder utilizar la libertad de encuentro que una iniciativa como SITAC te ofrece es interesante para poder añadir nuevas cuestiones, sin alejarnos de las prácticas de los artistas de nuestro tiempo y la historia.

Detalle de la exposición de Luciano Fabro en el Museo Reina Sofía (2014-2015), curada por João Fernandes. Tomada de la web del museo.

—¿Y en que momento están las bienales? ¿Cómo siente las propuestas de la curaduría en bienales?

La proliferación de las bienales refleja de cierta manera la globalización. Es curioso ver que las bienales proliferan en nuevas geografías que acompañan también una globalización que es conocida por el mercado y eso es un problema. Es un problema porque el mercado genera formas que tienen sus limitaciones, en donde el arte debería presentarse independientemente de ellas. Hoy empiezan a existir zonas de indefinición entre las bienales y las ferias de arte: muchas veces el mercado financia la producción de obras que se presentan en las bienales. [El mercado] tiene hoy una presencia cada vez más dominante en los momentos internacionales del arte. Pienso que sería importante pensar el arte a partir de las obras, de los artistas. A partir de la libertad radical que los dos nos pueda traer.

Hay un historiador del arte brasileño llamado Mário Pedrosa —quien ya falleció— que decía que el arte era un ejercicio de experimentar la libertad. Entonces poder interrogar el arte más allá de las condiciones que te presenta el arte, lejos de las ferias y las bienales es muy importante. Y ahí hay que ir a los artistas, a sus obras, lejos de las condiciones que les dan formato, porque hoy la misma creación artística empieza a ser «formateada» por las circunstancias de su presentación. Y antes los artistas habían creado formas de arte que las ampliaron. Creo que es bonito poder interrogar lo que es posible o lo que existe que añada relatos a los relatos, arte al arte, comunidad a la comunidad y vida a la vida. He pensado en colectivo a partir de la reorganización de las experiencias individuales.

Entonces, pienso que es sobre todo muy importante escapar a los nuevos estereotipos que los nuevos circuitos internacionales han creado. Es por eso que el hecho de que SITAC ocurra en un contexto que tiene su historia y su propia diversidad es muy importante para mí; descubrir parte de esa radicalidad que viene de aquí, que al mismo tiempo no te va impedir la cuestión de la universalidad de la obra de arte, para revaluar a la obra de arte desde la vida y del tiempo.

 

—Veo que apuesta por un regreso a la obra. ¿Cómo es entonces la relación con los públicos y cómo puede ser una relación entendida desde esta postura?

Es muy importante saber invitar a los públicos a descubrir, a ponerse en cuestión, a pensar a cambiar de opiniones, de gustos, de emociones en función de lo que descubren. Hay una frase terrible de Frantz Fanon que dice: «Todo el espectador es un cobarde y un traidor».

Entonces, primero, no recibir los públicos como espectadores. Luego, saber invitarlos a ser participantes en el lugar que están visitando y donde comparten un momento con una obra de arte y con otras personas; en el que están en contacto con discursos, con interpretaciones, pero que esas interpretaciones no puedan impedirlos jamás de construir su propias interpretaciones; no condenarlos a la pereza de esperar por la idea o el mensaje a que se les transmita, sino invitarlos a que las construyan en el momento y a compartirlas en el momento de la visita a la exposición. Eso es importante. Descolonizar los públicos también; los estereotipos que traen con ellos en el contacto con una obra de arte.

Detalle de la exposición «The order of time and things. The home studio of Hanne Darboven» (2014) en el Museo Reina Sofía, curada por João Fernandes. Tomada de la web del museo.

 

—En nuestro país hay una proliferación de espacios independientes. Cada vez hay más artistas gestionando espacios, exposiciones y propuestas. ¿Qué relación podría tener esta sinergia con el museo? ¿Qué podría aprender el museo de estos espacios?

Creo que hay que estar muy atento con lo que ocurre ahí. Giorgio Agamben decía que el contemporáneo está en un lugar pequeñito y escondido que ignoramos. Entonces hay que tener la curiosidad de intentar descubrirlo. Estoy consciente de que en el momento en el que lo descubramos puede dejar de ser contemporáneo y habrá otros lugares.

Ha sido muy bonito para mí, desde que llegué a México hace unos días, descubrir esa red de espacios pequeños que están presentando propuestas; que están trabajando sin grandes pretensiones, pero al mismo tiempo con grandes convicciones y gran intensidad. Eso es muy importante para mí, ya que cuando estás fuera del contexto, solo lo conoces por la información que te llega, mediada por las circunstancias internacionales, como las bienales, las ferias del arte o los medios de comunicación; ahí percibes que son muy pobres para mostrar la diversidad de un contexto. Eso lo estoy descubriendo ahora y estoy fascinado y es una alerta para seguir descubriéndolo, aprovechando lo que SITAC me trae como oportunidad de contacto y de descubrimiento, asumiendo la curiosidad que va a continuar.

 

—Hay un público que está muy desconfiado del arte contemporáneo, ¿qué les podría decir?

Creo que es bueno empezar por desconfiar de nosotros antes de desconfiar de los otros. Es bueno aprovechar esa confrontación que el arte nos propone con nosotros mismos también: con esas maneras de sentir o de pensar. Y después saber cómo compartirlas frente a otras interpretaciones.

Hay una belleza magnífica en el hecho de que todos nosotros pensamos distinto delante de la misma obra de arte. Eso para mí es algo que me interesa en el hecho de que trabajo con el arte: es estimular esa curiosidad, mantenerla viva de manera que no me quede prisionero de mis certidumbres y estereotipos. Saber repensar a partir de aquello que descubro en una obra de arte, incluso en una que no me gusta, me crea tantas preguntas como en una que me gusta. Y creo que eso es saber cómo invitar a la gente para que tenga esa apertura a redefinirse. Pienso que por ahí intentaremos ir.

Adriana Melchor Betancourt

Estudió la licenciatura en la Universidad Iberoamericana y es maestra por la Universidad  Nacional Autónoma de México, ambos grados en historia del arte. Ha colaborado  para publicaciones académicas y de difusión dedicadas al arte contemporáneo y diseño, de entre las cuales destacan: Nierika. Revista de estudios de arte,  Ediciones Transversales, Caín, La Tempestad, Código, Blog de Crítica Gastv. Dentro de sus intereses de investigación destacan el arte de posguerra, contemporáneo y la historia de las exhibiciones. Entre sus proyectos curatoriales se encuentran  Mapas en construcción. Colecciones públicas de arte contemporáneo 2009-2017 (co-curaduría) para La Tallera y Fonosistemas. Hacia la portabilidad del diseño (co-curada con Regina Pozo) para Archivo, Diseño y Arquitectura. Actualmente trabaja en la Sala de Arte Público Siqueiros y es docente en la Universidad del Claustro de Sor Juana.

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