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Still de …dividirse en el tiempo, Ale de la Puente, 2015. Cortesía de la artista.

Ale de la Puente. La poética del espacio-tiempo

Entrevista 14.09.2018

Manuel Guerrero

En entrevista para Revista Código, Ale de la Puente habla sobre su proceso creativo y su nueva exposición en el Laboratorio Arte Alameda.

La práctica artística de Ale de la Puente (Ciudad de México, 1968) sigue como eje principal —independientemente de los materiales, soportes o circunstancias de presentación— una consideración sobre el tiempo basada en perspectivas poéticas, filosóficas, matemáticas y científicas. Dentro de esta línea de trabajo, a través de una comprensión del universo como realidad física y concepto, ha formulado una serie de proyectos caracterizados por una colaboración constante con profesionales del Instituto de Astronomía (UNAM) y el CERN (Centro Europeo de Investigación Nuclear, por sus siglas en francés)—, con sede en Suiza.

Sin dejar a un lado las complejas redes interdisciplinarias que entreteje en el proceso creativo de cada proyecto, Ale de la Puente se interesa por cómo el tiempo está dirigido a significar las coincidencias implícitas en cada fenómeno natural y cotidiano, con lo que brinda una nueva perspectiva sobre la conexión presente entre cada situación sin atender a un determinismo riguroso; cada fenómeno que ocurre es relevante por su capacidad de suceder de forma simultánea e inesperada.

En entrevista con Revista Código, Ale de la Puente comparte algunos antecedentes sobre su más reciente exposición en el Laboratorio Arte Alameda, titulada Los pies en el agua y la mirada en las estrellas…esperando el relámpago, en la que, en consecuencia con sus proyectos anteriores, muestra las obras derivadas de siete años de investigación continua, además de compartir sus impresiones sobre la relación entre arte, ciencia y tecnología. Además de las actividades derivadas de su exposición, Ale de la Puente participará como ponente en la primera edición de Connecting the Dots1, foro internacional dedicado a la creación y consolidación de vínculos colaborativos entre creadores de distintas áreas profesionales, a realizarse del 17 al 23 de septiembre en sedes como el Centro de Cultura Digital, el Laboratorio Arte Alameda y el Centro Cultural de España en México.

—Mencionabas en el comunicado de prensa que la exposición trata sobre «la historia de siempre»: la relación del hombre y el universo a través del tiempo. ¿De qué modo se establece esa relación en la actualidad? Tomando en cuenta lo que se ha discutido a través de los siglos.
Son muchos puntos de vista distintos, pero considero que el conocimiento de cada momento en la historia —desde Galileo, Kepler, Newton hasta el nuestro— nos permite comprender que lo que hoy conocemos con seguridad probablemente no sea cierto el día de mañana. Creo que con los científicos que he trabajado existe la noción de lo que «parece que es»: en lo que se aproxima a las observaciones, en que la teoría que aceptamos es la más cercana que nos ayuda a entender del universo. Hay una conciencia de que tal vez no sea así, y quizá algún día nos sorprenda un nuevo descubrimiento.

Pienso que en esto hay una relación mucho más abierta, que nos permite aceptar el cambio en los nuevos hallazgos. Que de pronto, teorías como el Big Bang se transformen en otra cosa porque descubramos algo más; o que encontremos algo sobre la fuerza de gravedad que cambie nuestra forma de percibir el proceso del universo. Esto desde la parte científica.

Por otro lado, creo que, aunque nuestra relación con la noche, con lo cielos o con los cuerpos celestes, hoy no sea tan relevante en la vida cotidiana, la fascinación y relación emotiva que tenemos ante un cielo estrellado, un amanecer o un eclipse, sigue siendo la misma porque son fenómenos que cambian la percepción de nuestra propia dimensión como seres humanos.

—¿Cómo te relacionaste con este tipo de intereses desde tu trabajo como artista?
Mi proceso ha sido largo. La pregunta principal siempre ha sido el tiempo. Es una duda de la que probablemente no podré encontrar respuesta, pero eso mantiene viva la búsqueda. Este proceso y todos los encuentros que surgen en él son lo que alimenta mi trabajo.

Aún con mi formación en distintas áreas, como el diseño industrial, la joyería, orfebrería y la construcción naval, siempre me dediqué a las prácticas artísticas, y en esta búsqueda sobre el tiempo me dirigí a una parte de la experiencia personal, a cuestiones filosóficas, matemáticas hasta lingüísticas. La construcción naval, por ejemplo, me llevó a la astronomía; éstas dos me llevaron a la navegación y a la medición del tiempo con las estrellas. De modo que se fue dando consecuentemente y en 2006 empecé una colaboración con el Instituto de Astronomía [de la UNAM], con un proyecto que inició Fernando Delmar y que al final no se llevó a cabo por imprevistos, pero él hizo el primer contacto entre artistas y un grupo de astrónomos. Aunque el proyecto no se realizó, no corté la relación con ellos: seguí trabajando principalmente con Jesús González y González, quien es el actual director del Instituto. Principalmente a través de un diálogo para tratar de entender cómo se percibían ciertas cuestiones sobre el tiempo y el espacio desde la astronomía. Esto se convirtió en una «cadena» de investigación.

En mi trabajo, este interés en la astronomía es parte del proceso: no hay una intención de representar, ni de interpretar o mucho menos ilustrar algún conocimiento científico.

—Por el proceso de investigación que seguiste para esta exposición, ¿cómo conjuntaste el trabajo de investigación de los científicos con la perspectiva artística que tenías?
Trabajé con varios grupos de investigadores. Algunas piezas las desarrollé basada en mi estancia en el CERN (Centro Europeo de Investigación Nuclear por sus siglas en francés) —donde se encuentra el LHC (el Gran Colisionador de Hadrones por sus siglas en inglés)— y lo que hice allá entre otros proyectos fue buscar el centro del LHC, una búsqueda presente en la pieza de video … buscando el centro (2018). Colaboré con ellos y con científicos de [el Instituto de] Astronomía y de Ciencias Nucleares, quienes me prepararon para ir al CERN, porque no quería llegar con el conocimiento que tenía, digamos, básico, entonces prepararon un curso intensivo de física nuclear para un grupo de cinco artistas. Fue maravilloso porque más que un curso de física parecía de filosofía.

En el proceso, estás alimentándote de conocimientos, perspectivas, puntos de vista y de experiencias. Otro proyecto consistió en la navegación en mar abierto, sobre el paralelo 0, sin tierra a la vista durante el equinoccio de otoño en 2017, una expedición para encontrarnos con el Sol en el cenit, justo en la línea del Ecuador, donde un satélite desde el espacio exterior tomó una fotografía en la que estuviéramos alienados el eje de la Tierra: nuestra embarcación, el satélite y el Sol. Haciendo un reflejo al desde la embarcación para que el satélite nos pudiera registrar.

En esas investigaciones, el curador Michel Blancsubé y yo empezamos a encontrar relaciones entre una pieza y otra; entre las diferentes situaciones, como lo del equinoccio y la búsqueda del centro del CERN. Estos paralelismos entre los acontecimientos y la información que iba recibiendo —y en el entendido de que todo el proceso incluido en la publicación que sacamos para darle contexto [a la exposición] son los puntos de vista de las principales personas que colaboraron conmigo—, me permiten sentir este proceso no como una introspección individual, sino una retroalimentación para descubrir lazos, conexiones o coincidencias.

Still de …buscando el centro, Ale de la Puente, 2018. Cortesía de la artista.

Prácticamente perseguiste al Sol…
Perseguía el Sol para ver qué pasaba ahí, en novelas, escritos y algunas pláticas encontré que algo pasaba mas allá de que no hubiera sombra: hay mucha calma —incluso los animales salen— y es algo como un pequeño ojo de un huracán. Es un cambio muy sutil, aunque en el mar es más notorio.
Recientemente experimentamos ese fenómeno en la Ciudad de México e hicimos una actividad en el LAA: normalmente esos cambios pasan desapercibidos, pero —por ejemplo— si el cielo está nublado, se abre por unos minutos. Desde luego que no hay sombra porque el Sol está a 90 grados.

Hay una especie de silencio porque no hay viento; la presión en el ambiente baja porque los rayos del Sol caen directamente en perpendicular y empujan el aire alrededor produciendo un hueco. Ese hueco, al parecer, no es mayor a 500 metros y está viajando alrededor de la Tierra. Ahora mismo, en algún punto de la Tierra, el Sol está en el cenit, así como siempre hay un lugar donde está amaneciendo.

Esa investigación se hizo alrededor de 2014. En ese momento pude ver que sí sucede, de tal modo que valoré que era pertinente hacer la expedición en grande y perderse en el tiempo y el espacio.
Como esa búsqueda comenzó de algún modo en el LAA, era natural que todo este proyecto se expusiera aquí.

Ale de la Puente,…encontrando el centro, 2017. Cortesía de la artista.

Sobre tu participación en Connecting the Dots, ¿qué puntos vas a abordar?

El título de mi participación proviene de una de las piezas de la exposición [en el LAA] llamada C= (2·40!) (250(40-1), que consiste en un rompecabezas donde trabajo con la fórmula de la combinatoria que puedes lograr con un rompecabezas de 10,000 piezas, con piezas con 250 figuras distintas y de cada una de ellas 40 piezas. Eso quiere decir que si tienes una figura que coincide en cada uno de sus cuatro lados con otras 40 figuras, independientemente de la imagen —que es una fotografía de la bóveda celeste—, puedes conformar una gran cantidad de posibilidades: un número con 96 ceros! ¿Quién lo puede armar? No lo sé, porque al armarla —al ser una imagen conformada por estrellas— ¿qué te dice que esa estrella que ves en la pieza va en el lugar donde la pusiste y no en otro? ¿Quién te dice que ese no es otro punto de vista del universo? Cuando lo fabriqué, rescaté algunos pedazos que están armados, pero del resto de piezas, no estoy segura dónde y cómo van.

Decidí titular así mi participación en Connecting the Dots porque pienso que, de alguna manera, cada una de las disciplinas tiene la posibilidad de trabajar con otras; cada quien investiga su pieza de rompecabezas y lo interesante es cómo las unimos.

Y no solo es rica la manera en cómo las unimos, sino el hecho de que tenemos muchas posibilidades de unirlas. Las posibilidades de conjuntarnos son tantas que no hay una sola fórmula ni técnica para hacerlo. Las formas de colaborar y de que se den resultados —quizá desde el arte, la ciencia o la tecnología— van a ser distintas. Hay una amplitud enorme en las posibilidades para colaborar.
El reto está en el lenguaje, en cómo nos comunicamos, en tratar de entender a qué nos referimos con ciertas nociones que utilizamos y que tienen diferentes significados para cada profesión. Son diferentes visiones del mundo, pero no quiere decir que vayamos a cambiar alguna de ellas, sino que la vamos a enriquecer con esa colaboración. Si desde el arte podemos tener colaboraciones con diferentes disciplinas… no sé cuál sea el resultado, pero imagino que será un enriquecimiento de nuestras imágenes del mundo.

 

Still de …sucediendo el centro, Ale de la Puente, 2018. Cortesía de la artista.

Iba a preguntarte sobre tu percepción respecto al término «arte y ciencia» que se utiliza para referirse a ciertas producciones artísticas que incorporan procesos tecnológicos, pero entiendo que tu valoración va más allá de la simple vinculación con profesionales de campos lógicos-matemáticos…

Si pensamos desde la historia, no solo el arte y la ciencia siempre estuvieron juntos; también el arte y la tecnología. Nos dedicamos a categorizar y todo se dividió —aparentemente— y de pronto surgió esta voluntad de unirnos pero no de mezclarnos.

Pienso que casi todas las artes utilizan algo de tecnología y es necesario definir a qué nos referimos con ese término: son tecnologías lo digital, la realidad virtual, etcétera. Pero también lo es el proceso con el que se fabrica un pigmento, que no es el mismo con el que se pintaba hace cien o 200 años. La tecnología va de la mano de la historia, los artistas siempre han hecho uso de todos sus avances. Una pieza escultórica hoy en día no necesariamente tiene que ser picada en piedra: puedes usar nuevas herramientas como el CNC, impresión 3D, y hasta nuevos materiales.

También me refiero como herramienta al conocimiento; no solo en el que está en libros, sino en todo, noticias, registros, documentales, conocimiento popular. Tenemos ahí a los investigadores.

En la pieza Sucediendo el centro —similar a un reloj— colaboraron una gran cantidad de personas de la UNAM: ingenieros, estudiantes, matemáticos… Ha sido fascinante ese proceso. Quería que la pieza hiciera una acción determinada basada en la coincidencia de sonido con una serie de restricciones y requerimientos para su producción. Quería que la pieza coincidiera con la Luna llena cada 28 días y al planearla tenía que buscar ciertas relaciones geométricas que no logramos, me dijeron que era un problema matemático serio, la solución que me dieron fue: «Hazla y a ver cuándo coincide». ¡Resulta que coincide cada 5080 años!

No era mi intención que sucediera de este modo, pero el universo es así: coincide cuando tiene que hacerlo. Por ejemplo, volviendo a Sucediendo el centro, cada engrane —de diferente tamaño y cantidad de revoluciones por minuto— toca una pieza y produce un sonido. En el momento en que todos los engranes tocan una nota al mismo tiempo, es donde sucede esa «gran» coincidencia. Pero también hay momentos en que coinciden solo tres engranes. Le damos importancia a las grandes coincidencias, pero todos los momentos son coincidencias de algo, suceden todo el tiempo y todos ellos son momentos privilegiados: no hay ninguno que esté desconectado del otro; todos conforman una historia, una secuencia y ésta le da una armonía y desarrollo a nuestro tiempo en el universo.

Me pregunto, ¿cómo poder estar alerta siempre a todo aquello que coincide, lo que sucede? Es un poco de lo que habla Michel Blancsubé en el texto de sala, sobre la idea de que el milagro es la cosa más banal que existe porque sucede todo el tiempo. Eso nos da otra perspectiva sobre nuestra temporalidad y nuestro estar-en-el-mundo; nos invita a considerar que este tiempo que vivimos es un tiempo acotado y que, por lo mismo, nuestro tiempo de vida es nada respecto a la historia del universo. Si lo entendemos desde ahí como un privilegio, pues tenemos que considerarlo un milagro y aprovecharlo.

 

«Los pies en el agua y la mirada en las estrellas… esperando el relámpago» se presenta hasta el 28 de octubre en el Laboratorio Arte Alameda.

1 Realizado con el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, la Fundación Telefónica México y el Slovak Arts Council. Consulta la lista completa de actividades y horarios en la página de Connecting the Dots.

 

Manuel Guerrero

Ha participado en más de quince exposiciones colectivas y encuentros de arte sonoro en México, Reino Unido, Japón y España. A la par de la producción artística, ha escrito para más de doce plataformas dedicadas a la reseña y crítica de arte.

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