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Ant Farm, House of the Century, 1972. Tomada de Pinterest.

¿Puede la arquitectura social ser «arte»? 


Opinión 07.01.2016

Pedro Hernández Martínez

Pedro Hernández Martínez reflexiona sobre la incursión de las perspectivas sociales de la arquitectura en la escena del arte contemporáneo.

El pasado 7 de diciembre se anunció que el Premio Turner 2015 fue otorgado al colectivo multidisciplinario Assemble por su proyecto Granby Four Streets en Liverpool. El premio se apartó así de años anteriores, distanciado de cualquier discurso demasiado opaco e incomprensible para aquellos poco doctos en el arte contemporáneo, y abrazando sin pudor una realidad hoy más que nunca necesaria: la defensa del barrio, la calle, la plaza o la comunidad en la que vivimos.

Proyecto arquitectónico. Arquitectura social.

Assemble, Granby Four Streets (2015.-). Cortesía del colectivo.

Se trata de una forma de acción que continúa una senda trazada desde hace tiempo por ejercicios colectivos como los del español Santiago Cirugeda, los alemanes Raumlabor o los franceses Exyzt —todos frecuentes participantes en festivales artísticos—; proyectos ciudadanos como El Campo de Cebada —realizado por vecinos del centro de Madrid que recibió el premio de Ars Electronica en 2013—; las exploraciones urbanas de Stalker/Osservatorio Nomade; las investigaciones jurídicas de Decolonizing Architecture; o las indagaciones utópicas de la segunda mitad del siglo pasado: de la Drop City a Arcosanti, pasando por los trabajos de Ant Farm, Yona Friedman, Haus-Rucker-Co, Coop Himmelblau, Constant, Archigram o Superstudio –por mencionar sólo unos pocos que tienen o han tenido una exposición en algún destacado museo en los últimos meses.

Proyecto en espacio público. Arquitectura social.

El Campo de Cebada. Tomada de ArchDaily.

Todos estos ejemplos son ejercicios difíciles de enmarcar en el campo más tradicional y mercantil de la arquitectura, pero que encuentran amparo en ciertos colectivos necesitados de fórmulas alternativas de producción, primero, y en aquellas instituciones pendientes de nuevos discursos y miradas en torno a la ciudad que habitamos, después. Bajo las mismas preocupaciones será realizada la Biennale de Alejandro Aravena este año, que aspira hablar de una arquitectura «desde el frente», comprometida con los auténticos problemas sociales del mundo contemporáneo, pero desde un marco espectacular y frecuentemente banal como el que ofrece Venecia.

ELEMENTAL, Villa Verde, 2010. Fotografía de Suyin Chia y Cristian Martínez. Tomada de ArchDaily.

¿Qué es lo que realmente busca premiar este año el jurado del Turner? ¿Está considerando a esta «arquitectura social» como una forma de arte? Luego de una consensuada celebración surgen sospechas, pues existe una tensión manifiesta entre quien da el premio y quien lo recibe. Y es que representan dos formas de discurso que no suelen compartir un mismo espacio institucional.

El discurso de Assemble trasciende a lo estético. Dicho de otro modo, el premio no busca destacar una producción «bonita» sino consolidar un discurso y una producción propia del activismo ciudadano, comprometida con la acción directa como una fórmula para atender las nuevas necesidades y agendas de una ciudadanía cada vez más exigente y consciente de su entorno. Este triunfo parece estar cerca de un compromiso, y desde una marca elitista como lo es el premio Turner propone incorporar al espectro del museo aquellas formalizaciones de los debates y movimientos que interesan actualmente a las sociedades.

Es difícil no sentir que este premio llega tarde, ¿pero no ocurre siempre así? Sobre todo en los reconocimientos de naturaleza institucional, los títulos llegan cuando el discurso ya está en camino hacia la consolidación.

Pedro Hernández Martínez

Es arquitecto por la universidad de Alicante y coordinador de contenidos en Arquine. Formó parte del programa educativo SOMA 2014-2015.

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ELEMENTAL, Villa Verde, 2010. Fotografía de Suyin Chia y Cristian Martínez. Tomada de ArchDaily.