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Enrique Ježik, Círculos Concentricos, 2014. Tomada de hipermedula.org

(Casi) Todos somos punks: Reflexiones sobre el punk y su influencia en el arte contemporáneo mexicano

Reporte 30.10.2018

Israel Martínez

Este artículo muestra un itinerario por el punk y cómo éste se ha entretejido en las prácticas y en las ideas de artistas contemporáneos mexicanos.

Para Sarah Minter, mujer guerrera, que se internó en NezaYork a mediados de los 80 para unirse a la pandilla de los Mierdas Punk.

Para El Manyu, quien entiende como pocas personas en el orbe el punk, incluso tras las rejas.

Para Emi, que le prometí no volver a escribir sobre el punk.

Hablar hoy del punk es tan complicado. No lo era hace poco, hace solo unos años atrás. Tampoco era común. A nadie, o casi nadie, le importaba. ¿Quiénes son los punks? ¿Qué es eso del punk? ¿Es un género musical? ¿Es un movimiento social o político? ¿Son solo un puñado de alcohólicos, drogadictos o pandilleros? De repente, muchas personas lo comenzaron a usar como adjetivo: «Ay la fiesta se puso bien punk», «ese güey maneja bien punk», «esa morra sí que es punk», «oye, no te pongas punk». Y luego, con la explosión masiva de las redes sociales: todas y todos somos punks, sabemos del punk, opinamos, discutimos y vituperamos sobre el punk; y si no: tenemos una prima, tío o hasta una mascota «bien «punketa».

Pero entonces, ¿qué es esto del punk y cómo es que este ha influenciado algunos procesos creativos o ideas discutidas dentro el arte contemporáneo, principalmente en México?

Tres planteamientos breves para entender el punk

Con el pretexto de una conferencia sobre el punk en el presente, en el marco de mi exposición Nunca escuchas lo que te digo, 2017 en el Ex Convento del Carmen, Guadalajara, comencé a desarrollar varios puntos que a continuación sintetizo vigorosamente. La extensión de estos, espero, de vida a un libro antes de que la Reina de Inglaterra le haga un monumento a Johnny Rotten, y lo peor: que todas y todos lo celebremos.

  1. Punk es un concepto o término abierto, de libre interpretación o asimilación, para algunas personas incluso un adjetivo. Su entendimiento varía según las circunstancias geográficas, económicas y temporales/generacionales. No es lo mismo un punk neoyorquino que uno londinense, vasco o californiano, que chilango o de Ecatepunk, de Atizapunk, de Tlanepunk o NezaYork, tampoco lo es la punk o el punk de Huajuapan de León en Oaxaca o los punks cocas de Mezcala en Jalisco. No fue lo mismo el punk, ni ser punk, en 1975 cuando aún no le llamaban punk, que en el famoso 1977 inglés con la prensa encima, o en la década de 1980 del mentado American Hardcore, o los 90 en los frentes del movimiento anti-globalización a lo largo del planeta, u hoy en día en Indonesia, donde a las y los punks la policía les rapa sus crestas como humillación pública.

Adiós clichés: es mentira que las Dr. Martens sean las botas oficiales de los punks. En California siguen calzando tenis para patinar o sandalias para andar por la playa y luego surfear. En Guadalajara usábamos las botas Rey conseguidas en el mercado de San Juan de Dios. Y no lejos de Mezcala, al otro lado de Chapala, en Ajijic, nuestro colega El Nativo sigue andando en huaraches como en los 90, cuando sacaba su espray y encendedor y nos quemaba las mohicanas a los adolescentes que armábamos el slam en las tocadas tapatías.

Por esto, entre otras circunstancias, es imposible estar de acuerdo todas y todos en cuanto a lo que es o no es el punk. Colectivistas, solitarios, misántropos, humanistas, vegetarianos, veganos, apolíticos, anarquistas, feministas, activistas, intelectuales, académicos, alcohólicos, drogadictos, pandilleros, machistas, violentos, pacifistas, obreros, diseñadores de moda, estilistas, artistas… El punk siempre ha sido diversidad, y movimiento.

«Me preguntas por el punk pero yo primero te pregunto: ¿qué entiendes por punk? Dímelo y entonces podemos comenzar a hablar de lo que es el punk para mí, porque representa toda mi vida», responde siempre Raúl Salas, El Kabe, maestro en artes marciales mixtas, copropietario del club El Real Under y clave de lo que fue el colectivo Juventudes Antiautoritarias Revolucionarias en la última década del siglo pasado.

  1. No es lo mismo conocer, escuchar, disfrutar, coleccionar o simpatizar con el punk, que militar dentro del movimiento punk, como cualquier militancia, como cualquier materialización ideológica en la praxis, en la vida cotidiana. Son posiciones muy distintas que otorgan planteamientos y criterios divergentes. De hecho, radicalmente diferentes.

De ahí que existan concepciones tan disímiles de lo que es, o debería ser, el punk. Para muchas personas es una actitud desafiante, retadora; para otras es un universo estético únicamente. Para quienes militan en el movimiento es toda una forma de vida que implica una absoluta relación con personas similares, es decir, compañeros de la movida, así como dinámicas, rituales y acuerdos. Si no has sido o eres parte del movimiento difícilmente entenderás sus relaciones y acciones, su sentido, no importa si recibiste honores en la investigación sobre el punk en tu doctorado o si eres bien fan de los Ramones.

  1. El punk jamás ha muerto y probablemente jamás morirá. Al ser tan abierto, al no ser una ideología concreta y pugnar, por lo menos en su principio elemental, por la libertad de ser tú mismo, tiene resuelto su carácter inmortal, mutable. «El punk y otros movimientos o estéticas jamás se han ido, solo van teniendo mayor o menor visibilidad mediática, social», dice el doctor en psicología social y urbanista Martín Mora, afincado en Cataluña pero nacido en Ameca, Jalisco, «el David Bowie de Ameca», o «el Doctor Marten», como lo nombró hace poco Armando Castro, artista sonoro y visual que vive a unos kilómetros de Ameca, en un rancho de Tala, tratando de llevar una vida autogestiva y sembrando, literalmente, algunos de los principios del anarquismo.

¿Que el punk está muerto? Mientras en Inglaterra declaraban su defunción en 1979, en Estados Unidos avergonzaban a la sociedad los iracundos adolescentes punks de Washington y California. En los primeros años de los 80 explotaban marginales movimientos punk en Colombia, Brasil, Perú, Argentina y México. En la década de 1990 corre una vena mucho más activista, dejando incluso de lado la música: los bloques negros, movimientos anticapitalistas y, por supuesto, los punks de todo el mundo apoyando a los zapatistas. Hoy mismo, a pesar de nuestros grisáceos tiempos facebookeros, no deja de haber algunos punks (auto-etiquetados o no) dando batalla de mil y un maneras, como las famosas Pussy Riot, bien nutridas de estrategias artísticas.

En torno a la influencia del punk en el arte contemporáneo, quizá lo importante es, como comentaba Eduardo Abaroa a propósito de la exposición PUNK que vino del MACBA al Museo Universitario del Chopo, detectar en dónde se ubican esas influencias en su justo contexto, sin buscar al punk donde no lo hay, o verle la cara de punk a todo. Abaroa, por cierto, como la mayoría de su generación en México, y actualmente, e independientemente a su condición económica y social, es un artista punk. Porque el principio DIY (hazlo tú mismo) es la raíz de todo. Y los artistas mexicanos hemos tomado de todos lados: de nuestro bolsillo, del de la familia, de las instituciones o de las galerías, entre otros, para poder materializar ideas que, de otra forma, jamás se habrían plasmado. EN MÉXICO NO TENEMOS OPCIONES.

Algunos punkys en México

Sarah Minter y Gregorio Rocha se internaron en Ciudad Nezahualcóyotl a mediados de los 80, cuando a la mayoría de personas les daba terror asomarse en esa zona. Produjeron un Sábado de mierda y luego se quedaron más tiempo, tirando barrio y filmando con los Mierdas Punk, una de las ahora míticas pandillas del centro del país, y de las primeras que absorbieron, como pudieron, y a cuentagotas, obviamente, la información punketa que llegaba de Londres a través de escasas y atrasadas revistas. Nadie es inocente es un retrato brutal sobre la marginalidad de esta zona del Estado de México, un documento de la devastación priista. Pero Sarah no paró ahí. A inicios de los 90 filmó con la punk y activista Ana Martínez la película Alma punk, que podríamos pensar como un documento clave de la lucha feminista desde los movimientos subterráneos en México. En las imágenes vemos a Ana y a su colectivo armando fanzines, ensayando para presentar obras de teatro, escribiendo correspondencia para compañeros del movimiento punk en Europa del Este, y también peleando contra rockeros, punks y goths machistas, algo que desafortunadamente no ha cambiado mucho. Un poco después de protagonizar esta película, Ana salió para Chiapas por varios años para vivir con los zapatistas.

Pero el documento que quizá más potencia tenga hoy es la película Nadie es inocente (veinte años después), que en realidad Sarah grabó 25 años más tarde del primero. Aquí no hay nada que glorificar: no hay crestas, ni picos, ni parches, ni estoperoles, ni monas de thinner; de hecho, gran parte de la pandilla ha muerto en pleitos callejeros, otros practican el cristianismo, alguno se ha asociado a un partido político, queda por ahí un grafitero que a menudo visita Los Caracoles y sigue la lucha del EZLN, y por supuesto, Pablo Podrido, «actor estrella» de la serie, quien a menudo acompañaba a Sarah en sus presentaciones de las películas, conferencias e inauguraciones. La escena del punky bien entrado en sus 50, bailando ballet con su leotardo en un cuarto de unos 3 x 3 metros, es una de las imágenes más bellas que he visto en mis casi tres décadas de relación con el punk. Los Mierdas Punk sobrevivientes extrañan mucho a Sarah, nosotras y nosotros en el arte contemporáneo también.

Alumno del taller de video de Sarah Minter en el Cenart, Iván Edeza ha desarrollado una estética muy particular en los videos en los que captura la cotidianidad de distintas regiones de México. Dentro de una cantina en Colima apunta la cámara de manera que se logran ver las clásicas puertas de madera y solo vemos las piernas y calzado de las personas que caminan por la calle, una composición dentro del paisaje sumamente interesante, y desfachatada, thrashy. En Culiacán pone la cámara a piso dentro de un infame autobús y nuevamente consigue «micro-paisajes» de notoria fuerza, registrando «desde abajo», donde habitan muchos indigentes o personas que han perdido sus piernas u otras partes del cuerpo. La estridencia y lo áspero son parte común aural en su trabajo. Y ya con unos tragos encima se anima a platicar experiencias como aquel concierto de La Polla Records en 1990 en el LUCC, parteaguas de la cultura punk en México.

Alexander Bruck es responsable del Ensamble Liminar, quienes han montado y ejecutado maravillosas obras contemporáneas instrumentales de este y el siglo pasado: riesgo puro. Es uno de los más férreos improvisadores en México. También ha sido parte de la Filarmónica, pisando Bellas Artes semana tras semana. Alexander tocó la viola en la banda Guerra al Dios Capital a inicio de los 90, promoviendo la «bandera» autónoma. No ha perdido ni medio filo de radicalidad, aunque ahora lo haga desde otras plataformas y estéticas. Lleva hoy la Biblioteca Musical Harder, donde podemos encontrar desde partituras de Mozart hasta una copia original del importantísimo libro contracultural Rastros de Carmín de Greil Marcus.

Minerva Cuevas, Donald McRonald, 2003. Tomada de Instagram.

Revisar la lista de artistas que son representados por la galería kurimanzutto nos permite reconocer a una generación punketa que tanto ha aportado al estatus actual del arte contemporáneo mexicano. Daniel Guzmán, formado en los ámbitos rockeros de la capital del país, melómano y apasionado de los Cramps, por decir lo menos, evidencia en cada obra o proyecto una influencia punky sumamente irreverente. Mucho más seria, o políticamente frontal: Minerva Cuevas ha señalado al neoliberalismo, el neocolonialismo y otros cánceres de nuestro presente, además de realizar proyectos que promueven el colectivismo y la resistencia. Eduardo Abaroa ha «destruido totalmente el Museo de Antropología» con una potente crítica sobre las condiciones de las comunidades indígenas y la farsa nacionalista histórica del Estado Mexicano. Sus proyectos en los 90 son como si convirtiéramos en performance o esculturas canciones de los Dead Kennedys. ¿Influencia del arte conceptual estadounidense? Ahí están Dan Graham, Vito Acconci, Mike Kelley y otros punks visuales que tanto marcaron a esta generación mexicana. Lo mismo Luis Felipe Ortega, quien fuera parte del roster de la galería y que una amplia sección de su trabajo en los 90, sobre todo en videoacciones, responde a un contexto agrio, social y políticamente, con evidente peso literario, poético. Abraham Cruzvillegas, entre otras obras y proyectos, nos ha hablado ya desde hace varios años de la Autoconstrucción, y Carlos Amorales ha utilizado estrategias punketas durante más de dos décadas de producción.

Eduardo Abaroa, Destrucción total del Museo de Antropología, 2012. Tomada de kurimanzutto.

Jerónimo López, el Dr. Lakra, ha desarrollado un cuerpo de obra que permite un profundo asomo al mundo subterráneo y punketo. Ya sea tinta sobre piel o sobre juguetes, impresiones u otros objetos, como pocos ha materializado la influencia de los últimos años en los 80, cuando se formó con pioneros del tatuaje en México como El Piraña, rayando pieles en el mero Tianguis del Chopo. Y habrá que estar al pendiente del próximo documental de Laureana Toledo (en colaboración con Lakra), que ha indagado en lo que hacen hoy generaciones punketas de los 80 e inicios de los 90 de la capital del país. La música y el rock han estado presentes en innumerables proyectos artísticos de Laureana, materializados en instalaciones, videos, performances, publicaciones y un archivo con el que experimenta constantemente.

Dr. Lakra, Sin título (Peter), 2007. Tomada de Proceso.

La piratería es el tema de investigación y producción artística que ha presentado Jota Izquierdo en proyectos como Capitalismo amarillo y, recientemente, Modernidad pirateada: una amplia exhibición en la que funge además como curador, entrelazando propuestas en torno a la auto-producción desde su propia obra al trabajo de otros artistas o de comunidades que operan en estas dinámicas. Jota logra conectar una historia de autogestión de los frentes punketos, sonideros, cumbieros y metaleros, entre otros. Algunas de sus piezas se definen en gigantescas lonas: la lona es barata y permite imprimir en óptima definición. En México deberíamos ser magníficos artistas de lonas, pues nunca hay un peso para producir.

El colectivo SEMEFO, Teresa Margolles y Santiago Sierra serían tres nombres elementales en esta vinculación entre la cultura punk y la producción artística contemporánea. Poco ahondaré en sus historias o trabajos, ampliamente conocidos. Solo agregaré, para los curiosos, que Carlos López, Charly, el metalero de SEMEFO, es el bajista de la reconocida banda punk metalera Garrobos, que cada fin de semana se presenta en sendos festivales en diversas áreas del Estado de México. Teresa ha «purificado» en aguas sangrientas su trabajo y nos ha dado la más estridente representación de México en la Bienal de Venecia. Santiago hace monumentos a anarquistas «desconocidos» con dinero del Estado y rechaza premios de la Corona Española para después vender a coleccionistas privados «lo más caro que se pueda», como él mismo lo dijo en su conferencia en SOMA. Sus obras de humillación provocan escozor. Es, como muy pocas y pocos artistas, alguien que entiende perfectamente nuestra naturaleza contradictoria. Como el punk mismo.

Teresa Margolles, detalle de ¿De qué otra cosa podemos hablar?, 2009. Tomada de la web de la artista.

Enrique Ježik es también un artista sumamente crítico con el aparato estatal y sus diversas formas de violencia. Su obra es vital para conectar las estrategias represivas a lo largo de Latinoamérica, por lo menos. Su estética se acerca a los movimientos de música post-industrial o ruidista: el punk «más mala leche». En la misma vena oscura y maquinal, Mario de Vega ha desarrollado decenas de proyectos de exploración acústica, a veces acentuando la «inmaterialidad del sonido» y otras trasladando el plano aural a las artes visuales con esculturas y fotografías. La influencia que Mario ha tenido en los ruidistas de la capital del país es inmensa.

Trabajando con sonido, y más específicamente con la voz, Bárbara Lazara crea proyectos participativos desde la improvisación y, sobre todo, explorando el cuerpo como pocas veces nos atrevemos a hacer. Descarnándolo. Emitiendo los sonidos que jamás imaginamos habitarían en nuestras entrañas. Sonidos que dan pena. Sonidos que nos muestran frágiles y, al mismo tiempo, honestos y combativos. Bárbara es una ardua activista feminista.

En la obra de artistas como José Luis Sánchez Rull o Cristian Franco, la liga con el punk y el rock es elemental. Los Bad Brains, los Black Flag o los mismos Kennedys Muertos aparecen constantemente en los cuadros de Sánchez Rull. Franco ha dado vida a Los Nuevos Maevans, una banda que, en principio, se presentaba haciendo playback sobre clásicos del punk mexicano como Síndrome o Massacre 68, y la gente, embriagada, hasta el slam hacía. Toda la obra de este tecatense que radica en Guadalajara tiene un tufo crusty, punkarro.

Planteamientos distintos, más ligados al activismo y la colectividad. Naomí Rincón Gallardo hace proyectos que proponen otra forma de acercarse a la contracultura, o la historia de ésta, a compartir saberes, también con una postura decolonialista y a menudo ligada a la lucha lésbica y feminista. El Taller de Ediciones Económicas comparte publicaciones críticas, desde el arte o a veces fuera de él, sobre nuestro presente en México. La impresora risográfica ha permitido una evolución del fanzine, formato autogestivo basado en la fotocopia que tanto nos educó a muchas personas en la introducción a temas políticos e ideológicos hace dos o tres décadas. El Cráter Invertido también ha trabajado desde estas prácticas y herramientas, a menudo en colaboración con otros colectivos y activistas. Además de contar con un espacio estratégico para sus proyectos, y desde un pie en la autonomía y otro en el apoyo institucional, como lo que constantemente es la única forma de operar en México.

Taller de Ediciones Económicas. Tomada de Gas TV.

Este es un recuento muy breve, apenas ilustrativo, de la naturaleza punketa en la producción de arte contemporáneo en México. Porque no importa si estudian en SOMA, La Esmeralda, en Bikini Wax o en espacios autónomos: dadas las condiciones de este país, las generaciones jóvenes y otras no tan jóvenes, casi todas y todos somos punks por antonomasia. Porque repito, NO HAY OPCIÓN. Y el punk, o la influencia del punk, nos ha llevado o inspirado a «hacerlo nosotros mismos», utilizando cualquier medio a disposición, inventando o reinventándolo todo.

En cuanto al movimiento punk, que se asome quien quiera. A diferencia del milenio pasado, el punk ya no está necesariamente asociado al movimiento punk. Las compañías de ropa, calzado y moda saben bastante de esto. También el Tianguis del Chopo. A final de cuentas: ¡cada quien!

Israel Martínez

Artista que trabaja desde el sonido hacia distintos medios o soportes como la instalación, video, fotografía, texto, publicaciones, acciones e intervenciones en espacios públicos, con el objetivo de generar diversas reflexiones sociales y políticas de forma crítica, y a menudo explorando el sigilo como una situación comunicativa de mayor pertinencia. Acreedor en 2007 de un Premio de Distinción en Prix Ars Electronica y del CTM 2018 Radio Lab Call Award, ha expuesto de forma individual y colectiva en espacios como MACBA, MuseumsQuartier, Bienal
de Moscú, daadgalerie, Haus fur elektronische Kunste Basel, Mission Cultural Center for Latino Arts, MUAC, Museo Universitario del Chopo, Museo Arte Carrillo Gil, Casa del Lago, MAZ, entre muchos otros principalmente en Europa y México. Ha publicado trabajo discográfico y editorial a través de Sub Rosa, Errant Bodies Press, Aagoo, The Wire, Hatje Cantz. En la década de los 90 escribió para varios fanzines y publicaciones subterráneas, y fue co-fundador del colectivo anarcopunk R.A.B.I.A.

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Dr. Lakra, Sin título (Peter), 2007. Tomada de Proceso.

Teresa Margolles, detalle de ¿De qué otra cosa podemos hablar?, 2009. Tomada de la web de la artista.

Taller de Ediciones Económicas. Tomada de GASTV.