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Hernán Diaz Alonso, PS1 MOMA, 2005. Tomada de la web del arquitecto.

Entrevista con Hernán Díaz Alonso: arquitecto disruptivo

Entrevista 07.12.2018

Nadia Benavides Méndez

Considerado como una de las voces más innovadoras de su generación, Hernán Díaz Alonso platicó con nosotros sobre el papel del arquitecto en la actualidad.

El arquitecto Hernán Díaz Alonso (1969) es originario de Buenos Aires, Argentina, pero desarrolla su trabajo desde la ciudad de Los Ángeles, donde dirige un despacho, —Xefiroarch—, que lo mismo hace proyectos de arquitectura especulativa, que desarrolla productos de diseño para marcas globales como Alessi.

También desarrolla una importante labor académica. En 2010 fue nombrado presidente del programa de posgrado de Sci-Arc, una escuela independiente de arquitectura fundada en la década de 1970 y reconocida por sus posturas vanguardistas; desde 2015 Hernán Díaz Alonso además es el director.

Su obra, como puede verse en esta entrevista realizada en una visita del arquitecto a la Ciudad de México, expande la práctica arquitectónica hacia otras disciplinas como el diseño, el cine y la moda; y ha sido exhibida en espacios museísticos como el MoMa de Nueva York, el MoMa de San Francisco, el Art Institute of Chicago y el Artist Space en Nueva York.

En 2019, Hernán Díaz Alonso formará parte del jurado del Concurso Arquine no. 21, del que ya puedes consultar las bases en la página de internet.

 

—Este año serás parte del jurado del Concurso Arquine. Cuéntanos cuál es tu relación con Arquine y con México…
Esta relación inició cuando estudiaba la maestría en Columbia, entre 1998 y 1999. Uno de mis mejores amigos, Francisco Pardo —un arquitecto fantástico de la Ciudad de México con quien tenía cosas en común—, me contó sobre la revista y sobre el concurso; y me dijo: «¿por qué no entramos?». No recuerdo bien el tema del concurso ni lo que presentamos, era algo que agregar o remplazar en la casa de Frida Kahlo y Diego Rivera.

Participamos y ganamos uno de los premios.

A través de los años, construí una relación con México y también con las personas de Arquine, nos hicimos amigos.

—Tu trabajo opera desde la intersección entre varias disciplinas (arte, ciencia, cine, arquitectura). ¿Cómo fue el proceso para llegar a esta convicción de trabajo?
Es una historia larga. En realidad, yo quería estudiar cine y no arquitectura, pero estudié arquitectura. Luego cuando se dio la posibilidad de trabajar con software de animación, fue una oportunidad para realinearme con [el cine].

La parte científica, artística, etcétera, tiene que ver con la naturaleza de la arquitectura. Yo siempre digo que la arquitectura es una disciplina débil, en el buen sentido. Es muy influenciable: nosotros siempre estamos pidiendo prestado conceptos que vienen de otras disciplinas. Me parece que cuando todo lo de los ordenadores arrancó en la década de 1990, había una necesidad de tomar prestado un discurso seudocientífico. A mí me duró muy poco ese periodo: no es algo que pueda decir que tiene mucho que ver con mi trabajo.

Me interesa un poco todo: me parece que lo científico tiene que ver con la naturaleza del ordenador, la matemática, y todo lo que viene implicado ahí, pero no le presto mucha atención como una fuente de trabajo. Creo que es una cuestión natural trabajar en el software: hay una cosa cuasi científica, quieras o no quieras, pero nunca ha sido una alianza.

Edificio de formas orgánicas. Hernán Díaz Alonso.

Hernán Díaz Alonso, Teatro Colon, 2013. Tomada de la web del arquitecto.

—Pensando en la tradición arquitectónica —al menos desde el modernismo y hasta la década de 1990—, existen ciertas estéticas y ciertos fundamentos que me parecen han sido superados por trabajos como el tuyo. ¿Cómo vislumbras las posibilidades de la práctica arquitectónica después del uso de ordenadores?
Siempre he sostenido que la arquitectura es una solución genial a un problema inexistente. Este deseo de trascender el rol del arquitecto no es nuevo: desde Michelangelo hasta [Andrea] Palladio. Lo que sí creo que es distinto es que, para empezar, la modernidad tiene ya cien años: creo que ya hay que dejar de joderse un poco con la modernidad. Seguimos hablando como si hubiera sucedido hace catorce o quince minutos y no es cierto.

En mi caso, estoy mucho más interesado en el architecture of thinking que en architecture. Si bien trabajo en arte, fashion y en product design, lo hago desde los ojos de un arquitecto: fui entrenado como arquitecto y pienso como uno, pero creo que los arquitectos somos expertos en ser generalistas.

Lo que sí creo es que ahora, como el mundo está cambiando, hay una habilidad de navegar [entre disciplinas]. Tienes artistas haciendo cosas de arquitectura, arquitectos que son diseñadores de moda… pienso que hay unas condiciones culturales y de mercado que permiten eso, entonces, para gente como yo que naturalmente nos sentimos inclinados a trabajar [desde otras disciplinas], creo que hay oportunidades.

Creo que las tecnologías han cumplido un rol. Como que te decía: hay una cosa cuando trabajas en un ordenador que no tiene escala potencialmente. Entonces, si estás trabajando en un anillo, una silla o un edificio, es casi lo mismo.

Mi deseo no es trascender. Si hace diez años me hubieran empezado a dar comisiones para construir edificios, no sé si estaría haciendo arte o moda. También, en ese sentido, soy un diseñador muy a la antigua en el sentido de que trabajo en las oportunidades que se presentan; lo que los clientes o compañías me proponen, y a mí todo me interesa.

Me gusta mucho la idea de la disrupción. Además, me encanta la arquitectura, pero no muero por [construir] un edificio, a diferencia de algunos colegas o amigos que son arquitectos por naturaleza; si puedo hacerlo está bueno, pero si no, hago otra cosa. Mi relación con la arquitectura siempre ha sido un poco así. No soy esa persona que quería ser arquitecto a los cinco años: me hice arquitecto casi por casualidad.

Juego de cubiertos sobre fondo rojo. Hernán Díaz Alonso.

Hernán Díaz Alonso, Alessi, 2009. Tomada de la web del arquitecto.

En tu participación en Mextrópoli de 2016, el congreso de arquitectura de Arquine,  hablabas de que tus intereses y sobre cómo uno de ellos tiene que ver con lo grotesco y lo terrorífico. Nos puedes hablar más sobre eso…
Es una técnica muy básica de oposición. Desde que he trabajado en el proceso de diseño era algo como: si quieres hacer algo bello, empieza por algo feo. A mí lo que me interesa es la forma y la belleza, pero entiendo que la forma que yo espero tiene que ver con lo grotesco y lo horroroso como una forma de empezar. No es que me interese hacerlo así, pero entiendo que genere esa reacción.

Tiene que ver con eso también: explorar otras posibilidades; una realidad alternativa.

—¿Cómo es tu proceso creativo?
Ha cambiado un poco a través de los años. Para empezar, nunca trabajo en un proyecto a la vez: trabajo en cuatro o cinco. A veces los proyectos se contaminan entre sí y esto en realidad es algo que le robé —hace muchos años— a Enric Miralles cuando trabajé para él, que es la idea de la autopsia: en realidad la génesis del próximo proyecto nace del proyecto que hiciste antes. Entonces el proceso siempre es constante, pero, cuando empecé a trabajar en ordenadores, era más sistemático, casi como un método.

Más recientemente, es mucho más visual, como de una síntesis eléctrica de decir, bueno, qué pasa si agarramos una pata de pollo y la mezclamos con —no sé— los cabellos de una mujer africana, un mantel de flores y un par de geometrías platónicas.

Cambia. Hay métodos porque funcionan de cierta manera y repites, pero de vuelta, creo que hacer proyectos es como hacer la cama o cocinar el pan: uno va aprendiendo haciéndolo.

Siempre digo que es complicado explicar los procesos creativos. Si lo tuviera que simplificar, siempre trabajo por oposiciones. Ese es el proceso más básico, y muy común. Hay una memoria colectiva de la que la mayoría de los arquitectos y diseñadores tratamos de no hablar, pero el método de uno también está fundado en siglos de cosas que tienen una disciplina. Hay cosas a las que ya les encontró la vuelta Le Corbusier y que otro lo tomó y parte de ahí. Nunca se empieza desde cero.

La primera regla de cómo diseñar es elegir qué arquitectos o artistas te gustan; ahí empiezan las decisiones.

New National Gallery and Ludwig Museum Budapest, 2015. Xefirotarch, Hernán Díaz Alonso.

—Tu eres un latinoamericano que trabaja desde Los Ángeles. En relación con la arquitectura especulativa o a la reflexión sobre qué temas debería de estar resolviendo la arquitectura, ¿te parece que existen diferencias en distintos territorios? ¿Qué es lo que está pendiente reflexionar y llevar a cabo desde América Latina?
Necesitaríamos una entrevista de cinco horas para realmente poder clarificarlo. Es un tema con el que trato de manejarme con mucho cuidado porque hablo desde la ventaja de estar en Los Ángeles, de dirigir una escuela de arquitectura famosa y prestigiosa que me permite vivir muy bien y no tengo la presión ni las emergencias que tienen los arquitectos en Latinoamérica. Las circunstancias y el contexto siempre definen la arquitectura, eso es inevitable.

Ahora, creo que a veces en Latinoamérica nos tomamos muy a pecho lo que se puede hacer y no hay que empujarlo más allá, o que hay temas obligatorios: por ejemplo, que si eres un arquitecto latinoamericano y no trabajas en la vivienda social, no sirves o no tienes un compromiso social, que hay una gran verdad en eso pero también es un absolutismo que nos puede jugar en contra.

Creo que la cultura latinoamericana en cada país es muy diversa y rica, y esto es una cosa que, a veces, porque hablamos el mismo lenguaje, tendemos a unificarla.

Me parece que a veces aceptamos realidades y limitaciones naturales como si fueran cosas que no pueden ser cambiadas bajo ningún punto de vista. Creemos que hay una presión en el mundo creativo que siempre hay que tener una agenda social en el sentido más directo.

Cualquier acto de creatividad es un acto social y un acto político, pero hay una forma de hacerlo. En ese sentido, a mí me parece que a veces limitamos la capacidad de lo que es posible en Latinoamérica; la capacidad de los creativos latinoamericanos que pueden trascender.

A su vez tenemos —y ya sé que con esto me voy a meter en un problema— una mezcla muy rara de humildad y arrogancia que no está bien puesta. Por un lado, tenemos deseos y obligaciones, pero también tenemos una arrogancia absoluta de que no podemos aprender nada de nadie; que no podemos aplicar otras cosas o que si ciertas cosas de innovación no se pueden aplicar porque tenemos otros problemas urgentes, que es cierto, pero creo que la condición humana requiere de todos. Creo que el diseño es un derecho humano y no un lujo. El diseño mejora las sociedades y a las personas.

Limitarnos a lo que es posible es una forma de imaginación fundamental en la evolución de una sociedad y me parece que en Latinoamérica somos muy creativos en imaginación, pero tenemos ese fantasma de que no, [la imaginación] no es real y hay que reprimirla. Entonces, como todo latinoamericano tengo una relación de amor y odio: por un lado, me enamora y amo la creatividad y la capacidad de improvisar que tenemos y de mezclar lo autóctono con lo tecnológico, pero por otro lado —particularmente con el sistema académico y educativo— me frustra mucho que siempre hay solo una forma, y que si te sales un poco de eso, estás mal. Me parece que a veces nos limitamos demasiado.

Lampara con bombillos. Hernán Díaz Alonso.

Hernán, Díaz Alonso, Edison Lamp, 2013. Tomada de la web del arquitecto.

—¿Cómo te relacionaste con Sci-Arc? Nos puedes contar qué tipo de formación encontraría un estudiante que quisiera estudiar ahí…
[Sci-Arc] siempre ha sido una escuela dedicada a innovar y a especular. Este programa se da en posgrado y tiene que ver con la idea de architecture of thinking que te mencionaba; la idea de que los arquitectos podemos expandir. Estas son cosas que Sci-Arc siempre hizo de un modo no oficial y que decidimos oficializarlas. En el mundo del cine, mucha gente trabaja con arquitectos y hay un pensamiento arquitectónico que se puede aplicar.

Nadia Benavides Méndez

Editó la versión impresa de Revista Código de 2004 a 2012 y fue coeditora del libro Código DF. Arte y cultura contemporáneos desde México (2010). Desde 2012 trabaja como editora, productora de contenidos y coordinadora freelancer para distintos libros, revistas y proyectos (A the Style Guide, Art Bazaar y Blog de Crítica, entre otros), y recientemente retomó la edición de Código.com

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