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Los Chocolates. Fotografía de Jaime Navarro.

Rehabitar el barrio. Centro de Desarrollo Comunitario Los Chocolates

Columna 08.03.2018

Juan José Kochen

Ubicado en una antigua terminal de autobuses, el Centro de Desarrollo Comunitario Los Chocolates servirá como espacio dedicado al desarrollo social.

Rastro municipal, paradero terminal, zona industrial y comercial; su nombre proviene de una destilería de alcohol encofrada en una hacienda antigua, bautizada así por el nombre de una hija de los hacendados: Carolina. Fundada como colonia en 1933, esta centralidad urbana de Cuernavaca es conocida por la loma, sus barrancas, la escuela y el mercado. Así se ha levantado la fortaleza de un barrio que respalda su origen. El trazo serpenteante y la baja densidad del área residencial convive con una actividad comercial latente que fluye hacia el Centro Histórico.

Se trata de un barrio emblemático conocido por la tenacidad y el arraigo de sus habitantes —y en ocasiones por la bravura, delincuencia e inseguridad que se han vuelto noticia local. En 2014 inició un proyecto de gestión social y desarrollo comunitario en el municipio para recuperar espacios públicos reforzando la memoria colectiva de sus sitios históricos.

Vista de Los Chocolates. Fotografía Jaime Navarro.

Uno de éstos recayó en Los Chocolates, antigua terminal de autobuses del «circuito colonias» que cubría la ruta Temixco-Acatlipa. La esquina de Amado Nervo y Rubén Darío se volvió significativa por ser el punto de encuentro, llegada y despedida de residentes y visitantes de la colonia. El predio, abandonado desde la mudanza de la terminal, fue adquirido por el gobierno municipal y reconvertido en el Centro de Desarrollo Comunitario Los Chocolates.

Los Chocolates. Fotografía de Jaime Navarro.

La inserción barrial sucede a partir del espacio colectivo, el instrumento de mediación con el contexto y los vecinos. El diseño a cargo de Taller | Mauricio Rocha + Gabriela Carrillo | pondera volúmenes suspendidos, grandes claros, patios interiores y un gran jardín en el que converge un centro social de escala local. La reconversión se consuma a partir de un gran foro abierto que diluye la frontera con la colonia abriendo grandes corredores, umbrales y techos pergolados.

Talleres, áreas administrativas y biblioteca son los componentes secundarios de una obra que apuesta por el encuentro con el otro. Concebido en concreto aparente y tepetate color chocolate —como les llamaban a los autobuses—, el centro aprovecha su condición de esquina para trazar diagonales, puentes, pasillos y rampas. Una serie de parteluces y celosías tamizan la iluminación natural permitiendo el bajo consumo energético y favoreciendo la climatización pasiva.

Los Chocolates. Fotografía de Jaime Navarro.

Los Chocolates de La Carolina buscan replicarse, compartirse y contagiarse en una apuesta por recalibrar la ecuación: menos malls y más centros culturales, públicos y comunitarios. Ésta es una de las exitosas partidas de la capital morelense que ya suma un póker de espacios rehabitados con La Tallera del Proyecto Siqueiros, el Centro Cultural Teopanzolco (frente a la zona arqueológica) y, próximamente, el Centro Cultural Museo Juan Soriano.

 

Juan José Kochen

Arquitecto y maestro por la UNAM con estudios de periodismo en la EPCSG. Escribió para Reforma, fue editor de Arquine, consultor del Infonavit y becario de la Graham Foundation, el Fonca y Conacyt. Es gerente general de Fundación ICA y profesor en la Universidad Iberoamericana y CENTRO.

TW: @kochenjj

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