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En tus ojos imagino el mar... aunque nunca haya ido. Vista de exposición. Fotografía de Julio Barrita.

Postre para el banquete de la civilización

Entrevista 25.04.2018

Santiago Robles

Santiago Robles platica con los artistas Marek Wolfryd y Marco Aviña sobre su reciente exposición, donde trabajan con símbolos y referencias del fútbol.

¡Mejor ponte a lavar platos, cabr**a!
Cuauhtémoc Blanco a Vicky Tovar, la primer árbitro mexicana en pitar en Primera División

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El equipo de fútbol (de este lado del Río Bravo no se le decía soccer, ¿ya lo hacen? Actualícenme, jóvenes) que más animadversión produce en nuestro país fue fundado el 12 de octubre de 1916; es decir, 424 años después del encuentro que serviría como banderazo de salida para que se llevara a cabo la masacre indígena ejecutada por los colonizadores. Hoy, en el año 2017 de Nuestro Señor, la colonización avanza en múltiples formas y más insaciable que nunca. El Club América S.A. de C.V. —como hasta el C.E.O. católico que dijo «México siempre fiel» lo sabía— es propiedad de Grupo Televisa, empresa que se solidificó gracias a una ayudadita del operario de otra masacre, la de Tlatelolco en 1968: Luis Echeverría Álvarez. ¿Es coincidencia que el equipo que en 2005 adoptó oficialmente el eslogan «Ódiame más» sea parte de la empresa que durante décadas estuvo encargada de imponer mediáticamente a los presidentes de esta “nación”? —después de que a sus estudiantes se les asesina y se les disuelve en ácido, ¿se le puede seguir llamando así?

Marek Wolfryd y Marco Aviña son artistas millenials (¿todavía se les denomina así? Actualícenme, jóvenes) egresados de La Esmeralda —y también son cracks en la cancha de la provocación. Coordinan, junto con Wendy Cabrera, un espacio de autogestión llamado Ladrón galería que está en la colonia Buenos Aires de la Ciudad de México (CDMX para los patrones). Ellos conformaron un cuerpo de obra que establece, entre muchas otras cosas, una serie de asociaciones libres entre el repudio que generan los hinchas del América (¿el nombre de La monu es un homenaje al soldado constructor de las grandezas priístas —entre ellas el Estadio Azteca— Pedro Ramírez Vázquez?) y el que produce el arte contemporáneo para muchos sectores de la sociedad —entre ellos, sus críticos más entrañables.

El delicado proceso de perdonar la libertad, 2017. Fotografía de Julio Barrita.

Las piezas incluidas en la muestra En tus ojos me imagino el mar… aunque nunca haya ido, (¿Por qué la muestra se llama así? Actualícenme, jóvenes) hacen referencia a las colonizaciones americanas (¡Aaamérica, a ganar!), a nuestras identidades, a nuestras profundas divisiones sociales (Primera, Primera A, Tercera y demás), así como a ciertos temas relacionados con discusiones que rodean al arte contemporáneo. Por ejemplo, realizaron una parodia de la pieza The proposal (2016) de la artista Jill Magid (¿No la conocen los que están leyendo esto? Actualícense, jóvenes).

Vale la pena resaltar también el video #golparatodostodoeltiempo (cuya técnica describe «Niño metiendo un gol para solucionarles una pieza a dos artistas»), el cual hace una clara alusión al «Gol por México», programa caritativo en el que personas de escasos recursos tienen que esperar a que un futbolista —quien es literalmente millonario— meta un gol para poder tener acceso a la educación y a otros servicios esenciales. Por otro lado, encontramos un pastel hecho con unicel y merengue que representa en su superficie un fragmento del mural América tropical: oprimida y destrozada por los imperialismos, realizado por David Alfaro Siqueiros en Los Ángeles, California, en 1932. Con él, podemos seguir acompañando las reuniones que celebran otro campeonato más ganado por el América («Mi ame», para los fans), podemos empalagarnos de felicidad porque las colonizaciones continúan perpetuándose, podemos intentar darle «mordida» y degustar el delicioso unicel ante la solicitud de que los medios de comunicación se democraticen, y podemos intentar soplarle a las velitas mientras se conmemora otro año más de que no aparecen los desaparecidos —¿O ya nos olvidamos de ellos? Actualícenme, jóvenes.

Que alegría comerme un pastelote y no tener que pagar las servilletas que utilizo para limpiarme la boca llena de huevo, azúcar y colores, 2017. Fotografía de Julio Barrita.

 

 

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—Si en los ojos del otro nos imaginamos el mar, yo imagino que esos ojos ajenos bien pueden estar siendo ayudados por unos binoculares (similares a los que ocupan los aficionados en los estadios de fútbol) para apreciar el horizonte. ¿Son estos binoculares la cultura de masas? Es decir, ¿actualmente sólo a través de ella podemos vislumbrar nuestros ideales políticos, estéticos y sociales?

Marco Aviña y Marek Wolfryd: Quizás los binoculares son el arte contemporáneo y el mar es la culpa que todos sentimos de ser artistas. Una marejada de culpas; ese mar que no conocemos pero en otros ojos podemos imaginar = arte contemporáneo en México.

Bandera del Club América. Fútbol.

América, vista desde las tres carabelas, 2017. Fotografía de Julio Barrita.

—¿Creen que, por ejemplo, el conocido artista que cambia palas por pistolas se siente culpable de su labor? Pondría en duda que todos los artistas compartan el sentimiento que ustedes mencionan.

Marek Wolfryd: Sí se siente culpable. Sólo que él quizás no lo sepa o lo manifieste de otra forma. Por otro lado y como bien sabes, los artistas, al igual que los futbolistas, estamos llenos de un ego que no nos permite ver más allá de nuestras propias narices. Definitivamente también ese artista está muy orgulloso de lo que hace, como cualquier futbolista que sabe meter goles. En efecto, creo que todo se puede masificar, si es que a eso te refieres con ver a través de un filtro o unos binoculares. En realidad, hablando de producción visual, pienso que ya casi no hay diferencias entre los medios de producción y distribución de la alta cultura y la de masas. Aunque la primera trate constantemente de deslindarse de la segunda, ésta siempre lo persigue y lo alcanza. Sobre su consumo, creo que entraría en debate ver quién es el verdadero consumidor y de ahí la respuesta sobre su cercanía. ¿Quién sería el consumidor de una obra de arte contemporáneo vuelta viral? ¿Los miles de fans que se acercan a tomar fotos de la misma, quienes la aprecian desde los cuatro rincones del planeta por medio de Internet, el crítico que la desglosa o el coleccionista que la posee en la sala de su casa?

Marco Aviña: En mi opinión quizá él no sepa por qué sentir culpa y por ende la experiencia de culpabilidad en él no existelo cual no significa que ignore el concepto de sentirse culpable. ¿Cómo puede sentirse uno culpable pasándola tan bien? El sentimiento referido proviene de un germen distinto al del artista benefactor, sin importar que desde ambas perspectivas se persigan objetivos similares, tales como el sustento pleno para el desarrollo de las facultades creativas, su reproducción, distribución y entendimiento. Es ahí donde también converge la supuesta culpa. Parece lógico, frente a las faltas de la administración gubernamental, que la actitud creativa sea un empate de patrones, un juego donde a través de la estrategia artística se neutraliza la reflexión que existe fuera de la normativa institucional forjadora de ley, y la ley de este país sugiere que el artista actúe como un tipo de superhéroe para la clase media o por lo menos sea el erudito verdugo del progreso nacional. Los superhéroes atienden problemas populares, conflictos mediáticos entre agendas particulares, resolviendo las necesidades primordiales del grueso popular con acciones directamente ligadas al desarrollo local de la cultura.

La patria tiene 200, 2017. Fotografía de Julio Barrita.

—En mi comentario sobre la exposición escribí que busca generar un espacio de reflexión en torno al sentimiento de odio que provoca el arte contemporáneo en ciertos sectores de la sociedad, similar al que podría despertar el Club América —o un youtuber con millones de likes. De ser así, ¿cuál sería su posición al respecto?

Marek Wolfryd: Sí, siento que por una parte se acerca a desentrañar esa función del arte contemporáneo frente a sus críticos más entrañables —Avelina Lesper, por ejemplo. Aunque no me gustaría tomar la figura de una voz única como fuente de dicha crítica, por más acostumbrados que estemos a las figuras monolíticas dentro del arte. Recordemos que las acusaciones de Lesper y otras fuentes son solo solidificaciones de un sentir social que se desenvuelve a través de un problema de clases y gustos. Claro que no es tan sencillo definir por qué el arte contemporáneo es tan ajeno a ciertos sectores, pero la realidad es que sí se encierra en una esfera muy complicada de penetrar. La otra parte que siento que se puede leer dentro de la exposición es el distinguido paralelo entre el arte y el fútbol —al menos en términos de práctica social—, aunque una gran cantidad de agentes quieran pensar lo contrario. El «Ódiame más» es rico en su característica de arrogancia, misma que ciertos artistas (no como personas, pero como agentes activos del sistema) podrían demostrar frente al público —por más que el trabajo de mediación de los museos se interponga entre ellos. Al final creo que lo más nutritivo y propositivo de la muestra es esa característica de apreciación de ambas partes, es una exposición para fanáticos del fútbol (aunque los americanistas la sepan apreciar mejor) tanto como lo es para el público especializado. Digamos que interviene en ambos códigos de conducta sin que interfieran el uno sobre otro.

Marco Aviña: A mi parecer, el América trasciende por encima del fútbol, trasciende el continente y sobre todo a un público mayoritario ajeno a su propia afición; lamentablemente al arte contemporáneo solo se le odia en un circuito del arte. En tus ojos me imagino el mar… aunque nunca haya ido juega con los posicionamientos intelectuales de dos ejes sociales importantes para el desarrollo cultural del país, si bien uno muchísimo más que el otro: el Club América, franquicia de grupo Televisa, y el fomento de cultura popular globalizada. El juego radica en elevar a los altos rangos de la cultura a los lectores más brutos, cuyos intereses radican a kilómetros de la intelectualidad y, por el contrario, a los estudiosos brindarles la oportunidad de popularizar las lecturas rígidas y a veces segregadoras que propone el arte contemporáneo.

Sin título, 2017. Fotografía de Julio Barrita.

 

En tus ojos me imagino el mar… aunque nunca haya ido estará en exhibición en el Museo de la Ciudad de Cuernavaca del 12 de abril al 13 de mayo, 2018.

 

 

Santiago Robles

Artista visual. Este año tendrá exhibiciones en Viena, España, Bélgica, Cholula, Querétaro y Mexicali.

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