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Fotografía de Santiago Arau.

¿Arquitectura migrante?

Columna 11.04.2018

Juan José Kochen

Ante una problemática social global como la migración, se buscan soluciones creación de espacios temporales para refugiados.

Refugiado. Persona que, a consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas, se ve obligada a buscar refugio fuera de su país.

Migrante. Persona que migra para trasladarse desde el lugar en que se habita a otro diferente.

 

¿Cuál es la diferencia entre refugiado y migrante? El desplazamiento es el común denominador. La diferencia estriba en el motivo del traslado. Los refugiados huyen para sobrevivir tras una amenaza directa sin posibilidad de retorno; los migrantes para mejorar sus vidas, condiciones laborales, educativas o familiares. Los países tratan a los migrantes de conformidad con su propia legislación y procedimientos en materia de inmigración, y a los refugiados aplicando normas de derecho internacional sobre el asilo y protección.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha instado a resignificar ambos términos pues convergen casos de inseguridad y violencia, falta de alimentos, medicamentos, acceso a servicios sociales esenciales, así como la pérdida de ingresos y patrimonio. Además de la amedrenta trumpista y sus planes militares fronterizos, la crisis humanitaria producto de estos desplazamientos —forzados o no— se ha documentado en distintos medios como Al Jazeera y en filmes como Human Flow de Ai Weiwei. En particular, el documental del activista chino muestra el ciclo de riesgo, crueldad y vulnerabilidad de los seres humanos en movimiento por 23 países; desde Siria y Turquía hasta México y Estados Unidos.

Fotografía de Santiago Arau.

Reportajes gráficos y crudos documentales asoman la evidente deformación social provocada por la geopolítica, el manejo de la economía global y el hambre de poder. Resulta complicado ver más allá de la superficie en la vida entre fronteras y extenuantes trayectos. Bardas, muros perimetrales, rejas, policía fronteriza, casas de campaña, campamentos, vías de tren, refugios y guaridas naturales son los paisajes de la cotidianidad desplazada. Además de apelar al sentido de humanidad, la arquitectura de estos sitios en tránsito resguarda anhelos de alternativas de estadía legal que incluyen visas o permisos de residencia temporal, así como otros programas de regularización que garanticen el acceso a los derechos básicos de salud y trabajo, a la educación, a la libertad de movimiento. A una familia reunida y un albergue.

La arquitectura de migración y el refugio se hacen evidentes en la estandarización del problema con guetos, villas o albergues «temporales» que anclan su condición en frustración, tedio e impase sin margen de maniobra. Si bien el «derecho internacional» define y protege a los refugiados con documentos como la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967 o la Declaración de Cartagena sobre los Refugiados de 1984, la situación rebasa cualquier tratado, motivando más vallas y menos acuerdos.

Un ‘buen refugio’ no es una casa de campaña, independientemente de su diseño. Entender la complejidad del problema —tanto para quienes salen como para los que entran; los que expulsan y los que reciben— es una cuestión que rebasa al diseño arquitectónico. La reflexión trasciende el estatus político al terreno de la intolerancia y la falta de alteridad, y en muchas ocasiones, de acciones concretas.

Fotografía de Santiago Arau.

El Programa Nacional Fronterizo impulsado por el Taller de Arquitectura de Mario Pani en colaboración con arquitectos como Manuel Rosen, Manuel Larrosa, Guillermo Rossell y Félix Candela fue una respuesta a la necesidad de elevar el nivel económico, urbano, funcional y cultural en las poblaciones fronterizas del norte y el sur del país: «México tiene un enorme aparador de 3,000 kilómetros en contacto con los Estados Unidos, el país de más alta potencialidad de compra. Hay que convertir ese enorme aparador en una gran avenida comercial, recreativa y cultural». Se estudiaron puntos fundamentales para transformar el «ambiente» de las poblaciones fronterizas a través de espacios culturales y recreativos, llevar producción artesanal, cambiar la apariencia física de las poblaciones en beneficio del «buen nombre de México», promover el nivel cultural de la zona y arraigar una población escolar mexicana sin ánimos de migración. Con estas ideas humanistas y nacionalistas surgieron varios museos regionales, puertas escultóricas y planes de urbanización en Mexicali, Tijuana, Nogales, Piedras Negras, Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros y Ciudad Juárez. (Véase Opinión: La relación entre Trump y la arquitectura)

Fotografía de Santiago Arau.

En tiempos de muros y bardas crecientes, el sentido de humanidad adquiere otros rasgos de intercambio. El refugio se vuelve morada y la migración se torna consigna. ¿De qué sirven los ejercicios de ‘albergues temporales’ y burbujas flotantes en las escuelas de arquitectura sin conciencia ni enfoque? ¿Cuál es la marea humana que realmente nos devora? Ai Weiwei aporta en su documental algunas pistas sobre la crisis en puntos suspensivos, la adaptación forzada y la fractura de la arquitectura social:

«Como humanos, nunca nos asentaremos. Los humanos siempre han sido una especie migratoria en cierta medida, recorriendo casi cada centímetro del planeta, estableciendo hogares donde pudiéramos hacer una buena vida, desarrollando orgullosas tradiciones de hospitalidad para dar la bienvenida a los visitantes que sabíamos que llegarían. Pero más recientemente, la historia humana se ha visto dominada por un tipo diferente de migración: hombres, mujeres y niños que no tienen más remedio que irse, a veces huir, cuando las bombas explotan y no dejan de explotar, o los alimentos se vuelven demasiado escasos como para alimentar a una familia, o los estados represivos amenazan nuestras formas de ser».

Fotografía de Santiago Arau.

 

 

Juan José Kochen

Arquitecto y maestro por la UNAM con estudios de periodismo en la EPCSG. Escribió para Reforma, fue editor de Arquine, consultor del Infonavit y becario de la Graham Foundation, el Fonca y Conacyt. Es gerente general de Fundación ICA y profesor en la Universidad Iberoamericana y CENTRO.

TW: @kochenjj

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