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Milly Shapiro como Charlie Graham. Cortesía Diamond Films.
Toni Collette como Anni Graham. Cortesía Diamond Films.
Alex Wolff como Peter Graham. Cortesía Diamond Films.

Encarnar el caos. Hereditary

Reseña 07.06.2018

Elena Coll

Elena Coll analiza «Hereditary», película que ha sido catalogada por algunos críticos como una de las películas más aterradoras de 2018.

Cuando se habla de cine de terror, siempre me ha parecido que las mejores películas pueden dividirse en dos categorías: las que exploran qué da miedo, y las que se preguntan por qué da miedo lo que da miedo. Ahora, gracias a Hereditary, voy descubriendo que hay una tercera categoría: las que exploran cómo se siente el miedo.1 Ahora detecto con mayor claridad la tendencia en el cine de terror que explora el miedo desde sus síntomas y repercusiones: no se trata de lo que provoca miedo, sino de lo que ese miedo provoca. Cómo hace y deshace a una persona, cómo toma control sobre los cuerpos y las situaciones. Y Hereditary es uno de sus momentos cumbre.2

Este filme de los productores de The Witch relata la historia de una familia «normal» cuya vida comienza a desbaratarse después de la muerte de un ser querido. Tras perder a su madre, Anni (grandiosamente interpretada por Toni Collette) se ve obligada a hacerse cargo del enorme pasado de su familia: aterradores secretos, cultos, enfermedades mentales y suicidios son algunas de las pesadas piedras que conforman su herencia. Y, como si esto fuera poco, Anni tiene también en sus manos las riendas de una familia en duelo: dos hijos adolescentes que parecen cada día estar más lejos —de ella y entre ellos— y un esposo que, por más que intenta, no sabe cómo ayudar. Hereditary es la historia de un tren que se descarrila poco a poco, contada desde los rieles.

El duelo es una de las emociones humanas más difíciles, pues nunca viene solo y nunca es el mismo. La muerte es una puerta que se cierra de golpe sobre los dedos, dejando a lo que está del otro lado en un espacio completamente inaccesible. Por eso el duelo debilita y aísla, sin importar qué tan preparados creamos estar ni cuánta gente haya a nuestro alrededor. Hereditary toma a ese duelo, a esa debilidad y vulnerabilidad como punto de partida para el caos. ¿Cómo mantener el orden en casa, cuando apenas puede uno levantarse de la cama? ¿Cómo confiar en el otro, cuando no se confía ni en uno mismo? ¿Cómo hacerse cargo de otra vida, cuando la propia no parece pertenecernos? Todas estas son preguntas que el filme nunca formula, y que sin embargo están de fondo, en la construcción del universo de emociones que poco a poco nos hace sentir. Porque eso es, en realidad, lo que provoca Hereditary: un mundo de emociones. Emociones incómodas, irritantes, violentas. Más que hacernos sentir miedo, nos hace sentir en el borde de la locura —nos tortura, nos transtorna, nos desquicia. En determinados momentos, se siente como una película que no busca asustarnos, sino rompernos.

El filme, que se estrena este 8 de junio, ha sido catalogada por algunos críticos como «terrorismo emocional». La declaración está lejos de ser exagerada.

Cuando salió The Witch, uno de los rasgos que más se le celebró fue la construcción del ambiente. Filmado en una locación remota, con luz natural y velas como única fuente de iluminación, la película nos llevó sin duda al campo inglés del siglo diecisiete. El lugar al que nos lleva Hereditary, por su cuenta, es el punto de quiebre de la psique humana. A través de impecables actuaciones, alteraciones mínimas en los movimientos de cámara y un diseño sonoro que parece tener al silencio como estructura principal, el filme logra hacernos sentir como si fuéramos nosotros los que estamos perdiendo la cabeza. Parece casi como si hubiera detrás una exhaustiva investigación sobre las distintas emociones y sensaciones que conllevan los más duros duelos: la constante ansiedad, la súbita soledad, la vulnerabilidad de sentirse como en un cuenco roto que ya no puede contenernos. El palpitar arrítmico de un corazón que no sabe cómo calmarse, el sudor de unas manos que, después de aferrarse tan fuerte, han tenido que soltarlo todo. La violencia de un dolor que es tan grande que parece incomprensible —o, quizás, inaccesible. Porque el desarrollo de Anni a lo largo de la película parece ser una lucha por acceder al interior de esa gigantesca sombra que se erige, imponente, sobre ella (¿duelo? ¿demencia? ¿demonio?).3

Anni (Toni Collette) encarna el dolor, la fatiga y la derrota que conllevan el cuidar a un (difícil) ser querido para después perderlo. Charlie (Milly Shapiro) personifica el sentimiento de abandono, la soledad absoluta que provoca la muerte de un aliado. Peter (Alex Wolff) representa a la culpa y el remordimiento, que siempre llegan para dotar de escozor a las llagas del duelo —y que después nos retuercen en silencio. Finalmente, Steve (Gabriel Byrne) es la sofocante impotencia de no poder ayudar a un ser querido que se resquebraja. Y todos juntos son una frágil estructura que colapsa sobre sí misma de la manera más violenta. Y es ese colapso desbocado el que nosotros, como espectadores, sentimos. Como si ese tren descarrilado viniera directo hacia nosotros.

Las películas de terror se construyen siempre con el propósito de envolvernos, pues es ahí donde radica su efectividad: en hacernos sentir como si estuviéramos dentro. En su capacidad de convertirnos en seres completamente pasivos ante lo que sucede en pantalla, de silenciar todo pensamiento ajeno a lo que nos están mostrando ahí, en ese preciso instante. Y sin embargo nunca antes había estado tan tensa como durante los 127 minutos de Hereditary. Nunca antes había sentido esa cantidad de emociones invadiendo mi cuerpo de manera tan eficaz, tan (vio)lenta, como una jeringa que inyecta agua en el espacio entre la uña y la piel. Porque Hereditary te adentra no en un bosque oscuro ni en una decrépita mansión, sino en los más enredados pantanos de la psique humana. Y, una vez dentro, te jala con uñas desgarradoras hacia lo más profundo, en un movimiento tan lento que resulta apenas perceptible —hasta que te falta el aire.

Como bien enunció Alex Wolff, Hereditary es una experiencia que se queda en el cuerpo por el resto de la vida. Y no es cosa que deba tomarse a la ligera.

1.- Estas categorías son, claro, completamente personales —y parcialmente subjetivas. Pero, hablando de cine de terror, ¿qué no es subjetivo?
2.- Antes de terminar con esta nota, me siento obligada a hacer una aclaración: Hereditary no es, como lo indican las categorías, una película de «terror sobrenatural». Es mucho más que eso. El que vaya al cine con la esperanza de ver apariciones, fantasmas y demonios, saldrá gravemente decepcionado. Pero no por eso ileso.
3.-Y quizás, en un último momento, Hereditary nos sugiere que hay sombras a las que es mejor no asomarse.

Elena Coll

Editora e investigadora egresada de la carrera en Estudios y Gestión de la Cultura. Colabora en distintos medios. Fue editora de Revista Código.

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