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El arte, el tiempo y la naturaleza. Entrevista con Ugo Rondinone

06.02.2014

A finales del 2013 Ugo Rondinone visitó México a propósito de su exposición Human Nature, que se presentó en el Museo Anahuacalli hasta mayo 2014. En esta entrevista, publicada en nuestra edición 79, explica el papel que juegan los materiales, el tiempo y la naturaleza como motores creativos de su obra. 

«Me gusta el arte que proyecta la idea de un tiempo indefinido, el lenguaje y la imagen en un espacio inmóvil.»

Aunque su obra es poco predecible, Ugo Rondinone ha encontrado en el tiempo y la naturaleza las principales guías de su trabajo. Para él las fórmulas no existen. A partir de los contrastes y la contradicción ha forjado un lenguaje artístico propio.

En Early Morning (1990 – a la fecha) y fuenftermaizweitausendundelf (2011) trabajó con pintura  y tinta, respectivamente. Además, ha explorado las posibilidades del neón y el video en Dog Days Are Over (1998) y Roundelay (2003). En los años recientes ha experimentado con materiales primigenios como la arcilla, la cera, el bronce y la piedra. Con esta última creó Human Nature (2013), 9 esculturas de gran formato comisionadas por el Fondo de Arte Público de Nueva York.

Nacido en Brunnen, Suiza, en 1963, ha expuesto individualmente su trabajo en escenarios como el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, el Aargauer Kunsthaus de Aarau, el ica de Boston, el Museum Leuven y la Bienal de Venecia, por mencionar algunos.

«Visualicé Human Nature como una escultura pública para un lugar específico, en este caso el centro de Manhattan, donde se puede observar una yuxtapo­sición entre algo antiguo, y puro, y un espacio muy sofisticado.»

 

Human Nature y Souls fueron exhibidas en el Rockefeller Center y en la Galería Eva Presenhuber, respectivamente, ¿qué te motivó a presentarlas en el Museo Anahuacalli?

Hace un año lo visité por primera vez, junto con Patricia Martín. Me parece un lugar mágico, me encantó su poder, melancolía y riqueza cultural; la amplia colección de piedras precolombinas y de figuras de arcilla me tomó por sorpresa. En ese momento estaba produciendo las figuras de piedra, Patricia conocía el proyecto de Nueva York y me sugirió realizar una exhibición aquí. Me llena de alegría presentar las figuras de piedra en un espacio sagrado, es casi una coincidencia divina.

¿Cómo concibes el diálogo entre tus esculturas con un museo como éste —que fue el estudio de Diego Rivera—, inspirado en la arquitectura de los Teocalis?

Mi trabajo muestra la figura humana desde una perspectiva elemental y arcaica. En ese sentido, se establece un lazo atemporal entre mis figuras de piedra contemporáneas y las piezas precolombinas. Pero también existe una relación con los intereses de Diego Rivera. Mostré estas nueve obras frente al Rockefeller Center, donde él vivió una experiencia muy particular cuando Nelson Rockefeller le comisionó pintar un mural que más tarde fue destruido. Montar las figuras de piedra en el mismo espacio es una coincidencia agridulce.

Has realizado obras abstractas, como las pinturas target, y trabajos figurativos como Primal o Nude, ¿cómo surgió tu interés por las figuras humanas primitivas?

Quise crear formas básicas hechas de piedra porque en ellas se acumula la cultura que ha perdurado a lo largo de los años.

En Suiza tenemos una tradición. Cuando una casa de piedra se construye en los Alpes se deben elaborar figuras con el mismo material como símbolos de protección. Esta costumbre se repite en pueblos de diferentes regiones del Ártico, donde se levantan Inuksuit, figuras de piedra para señalar rutas de viaje o territorios de caza.

Por otro lado, pienso que la piedra es una especie de cápsula del tiempo y un material que guarda la memoria del mundo. Estoy fascinado con este material, me gustan las referencias que tiene con lo esencial y lo primitivo. Las piedras son el sentido de mis acciones, y las huellas que dejo impresas en ellas son el efecto de mis pensamientos. Los nombres de las piezas que integran Human Nature surgieron a partir de estados fundamentales del ser. Los seleccioné al azar pero intenté que algo tan rígido e inexpresivo como una roca estuviera dotado de emociones. Cada obra está basada en un sentimiento humano.

La evolución en el uso con los materiales ¿puede considerarse una especie de regreso a los orígenes?

Mis obras pueden sugerirlo, pero no se anclan en esta posibilidad. Busco generar un diálogo entre ellas, como la dualidad entre los paisajes dibujados con tinta negra y las mándalas multicolor que realicé a principios de los noventa.

Desde 1995 he realizado cinco series de obras para espacios públicos, todas relacionadas con la naturaleza. La primera fue de arcoíris. A pesar de haber sido creada con materiales industriales estaba relacionada con la naturaleza. Era un poema escrito en neón con forma de arcoíris. La segunda: máscaras hechas de barro fundido en bronce. En la tercera y la cuarta la conexión era evi­dente: árboles de olivo fundidos en aluminio pintados en seco y 17 rocas esculturales menores a 30 centíme­tros que seleccioné de mi colección para extenderlas entre 5 y 8 metros.

Con Human Nature, en el Rockefeller Center, creas una superposición alrededor del tiempo, ¿qué representa éste para ti?

El tiempo registrado en estructuras familiares: días, años, siglos, es la base de mi trabajo desde que comen­cé mis pinturas fechadas, en 1989. Inicié con los dibujos de paisajes en tinta y las mándalas rociadas con aerosol borroso, y ha continuado hasta la más reciente “pared de ladrillos” al óleo. Este proyecto en curso, que con­cluirá con mi muerte, incluye una fecha como título de cada pieza. La historia, registrada en acontecimientos cotidianos, globales o locales, está ligada a los residuos de la actividad individual y es conmemorada bajo la rúbrica de la fecha. En este sentido, las “pinturas de fecha” confirman el existencialismo como centro de mi trabajo. La fecha ofrece testimonios de un estado fun­damental de ser y estar con y a través de mi trabajo. Las obras, así, son notas de un diario personal. El tiempo, sin embargo, es experimentado subjetivamente por el presente de cada uno.

¿Cómo relacionas tu reflexión sobre el tiempo con las sociedades actuales, obsesionadas con la velocidad y la productividad?, ¿consideras la lentitud como una especie de resistencia?

Lo que más me interesa del arte y la poesía es la len­titud inherente de las imágenes y las palabras. Asocio la lentitud con la posibilidad de ser. La lentitud no me demanda nada, no se apropia de mí como sí lo hace la velocidad. Cuando las cosas van despacio, la escala de medida y los valores por sí mismos se disuelven. Me gusta ir lento, transcurrir temporalidades donde nada está terminado y todo puede repetirse o ser revivido. De esta manera, el pasado, el presente y el futuro se entrelazan.

«La piedra es una especie de cápsula del tiempo y un material que guarda la memoria del mundo.»

Has mencionado que tus paisajes, especialmente Early Morning, son la base de todo tu trabajo, ¿a qué se debe esta decisión?

Empecé con los paisajes en 1989, cuando era estudiante. Vivía en Viena y mi primer novio murió de sida. Nociones como la muerte y el tiempo de vida se convirtieron en posesiones habituales para mí. Entonces decidí abandonar mi estudio y dedicar la mayor parte de mi tiempo a hacer nada, leer y dibujar pequeños paisajes de la naturaleza. Ésa fue mi forma de pasar el tiempo conmigo mismo, en cámara lenta, y con la naturaleza.

La naturaleza juega un papel fundamental en tu trabajo…

Comencé haciendo árboles de olivo, porque me di cuenta que un árbol es una mejor escultura que cualquiera que yo pueda hacer. El viento y el tiempo son la fuerza; la naturaleza, la guía. Yo sólo busco, y en algún momento algo comienza a crecer. Me sucedió cuando realicé las pinturas

de estrellas, y está volviendo a pasar en este momento. Puedo mirar el cielo, ver las nubes y, posteriormente, descubrirme pintándolas. Trato de observar la naturaleza, establecer una relación con ella y traducirla en algo artificial. El arte es distinto a ella: sin importar que tan natural luzca, siempre está controlado y es artificial.

En tu obra, las palabras se relacionan íntimamente con las imágenes.

El lenguaje es engañoso, explicamos conceptos a partir de otros conceptos. Se trata de un juego perdido. Hay una diferencia entre la afirmación de la delirante estructura de debilidad de la lengua y mi creencia en el poder mágico y espiritual de una obra de arte. No tengo que comprender una obra de arte a través de las convenciones lingüísticas, sólo tengo que sentirla.

Me siento atraído por el Romanticismo alemán porque fue el primer movimiento en desvanecer las fronteras entre la realidad y la ilusión. Estoy apegado a la idea del arte como un proceso que se mantiene distante del tiempo, y que no se puede entender bajo una lógica lineal.

Me gusta el arte que proyecta la idea de un tiempo indefinido, el lenguaje y la imagen en un espacio inmóvil. No existe una verdadera identidad, historia o significado, sólo aquello que construyo para mí mismo.

¿De qué tratará tu próxima exposición?

Estoy preparando una exposición muy colorida que se presentará en 2014 en el Museo de Arte Rockbund, en Shanghái. Se titulará Respirar, caminar, morir. Viajaré por China durante dos o tres meses en busca de objetos de la calle, rústicos y antiguos, para pintarlos con los colores del espectro. Será un diario de arcoíris.


[6 de febrero de 2014]

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