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Rozana Montiel, desarrollo para proyecto «Un cuarto más». Fotografía de Jaime Navarro. Tomada de ROZANA MONTIEL | ESTUDIO DE ARQUITECTURA.

La corriente social en la arquitectura mexicana

Columna 07.11.2018

Lorenzo Rocha

En su columna para Código, Lorenzo Rocha revisa algunas propuestas arquitectónicas pensadas para el contexto de México, así como su impacto social.

Cada vez existen más proyectos que se ubican dentro de la línea social, o mejor dicho, que se dirigen a personas con escasos recursos económicos. No es lo mismo hablar de lo social como algo inherente a la pobreza, que hablar de arquitectura con enfoque social, ya que la sociedad incluye a todos sus miembros, también a aquellos con alto poder adquisitivo.

En 1968, el arquitecto y crítico Rafael López Rangel, quien falleció en febrero del presente año, escribió un importante texto titulado «La arquitectura y lo social», publicado en el número 31 de la revista Calli. En el texto, el gran teórico mexicano escribe: «La arquitectura surge dentro de la totalidad social. Lejos estamos, por lo tanto, de pensar que lo social en el fenómeno arquitectónico es un particular elemento o “valor” que se manifiesta parcialmente de manera autónoma junto con otros elementos o valores». Estos otros valores a los que se refería el arquitecto López Rangel son la utilidad y la belleza, que conforman la tríada que fundamenta la teoría de la arquitectura de su colega, el arquitecto José Villagrán, con quien sostenía un airado debate en cuanto al aspecto social dentro de su discurso teórico. Quizá lo más importante en el texto es el análisis de la relación de la arquitectura con la sociedad y la correspondencia entre ambas, la arquitectura como expresión de los valores sociales del momento histórico en el que se origina.

Quizá quienes están ahora interesados en procesos de participación ciudadana y en atender necesidades de comunidades y grupos humanos de bajos ingresos, les sería muy útil revisar los antecedentes teóricos y prácticos dentro de dicho campo de acción. Es necesario tener claro que toda la arquitectura se fundamenta en el contexto social en que encuentra su origen, esto es válido tanto para la arquitectura actual como para toda aquella que se ha hecho en el pasado. Por lo tanto, hablar de lo social en la arquitectura es simplemente reiterar la esencia misma de la profesión. Para evitar esta redundancia, es más importante referirse con claridad al aspecto social específico más relevante para cada proyecto en particular.

Los antecedentes directos de la corriente social en la arquitectura mexicana se remiten al trabajo de las instituciones educativas y oficiales, que han encabezado proyectos para atender las necesidades de vivienda popular desde los años 70 del siglo XX. El plan de estudios del Autogobierno en la UNAM, el sistema modular de UAM-X junto con su Taller de Vivienda Popular y la ESIA del Instituto Politécnico Nacional, enfocaron socialmente la práctica de la arquitectura a partir de aquellos años. En 1985, la respuesta del gobierno ante el terremoto del 19 de septiembre fue el programa de Renovación Habitacional el cual demolió, reconstruyó y creó numerosas vecindades en los lugares más afectados por el sismo, como el Centro Histórico, la Colonia Guerrero y la Colonia de los Doctores.

Organismos internacionales como Selavip, Techo, Hábitat, Cesder y muchos más han trabajado durante décadas en los problemas de vivienda asequible, tanto en las ciudades como en el medio rural. Es importante mencionar al doctor arquitecto Alberto González Pozo, quien desde la docencia ha impulsado los contenidos sociales desde hace casi 50 años, por lo cual recibió el Premio Nacional de Arquitectura el año pasado. De igual modo, desde hace 33 años, el trabajo docente de los arquitectos Jorge Andrade y María Isabel Arbesú ha sido de gran importancia en el desarrollo de técnicas de arquitectura participativa para el Taller de Vivienda Popular de la UAM-X. Desde hace un año, después de los recientes sismos, varias de estas instituciones y algunas universidades extranjeras han desarrollado numerosos proyectos para la reconstrucción de viviendas, principalmente en áreas rurales de los estados de Oaxaca, Puebla y Morelos, así como en algunas zonas de la ciudad de México, como Xochimilco.

Taller de Vivienda Popular, Conjunto Xacalli. Tomada de ArchDaily.

Es muy interesante el modo como el arquitecto Óscar Hagerman ha abordado la arquitectura participativa en medios rurales, durante su larga carrera, él ha trabajado en varios proyectos con el Cesder (Centro de Estudios del Desarrollo Rural). Cuando la institución se encuentra en proceso de aplicación de alguno de sus proyectos comunitarios, el arquitecto contribuye en la solución arquitectónica con lo que él mismo describe como un proyecto social. El proceso participativo consiste en entablar una relación con la comunidad a través de sus representantes o directamente con las familias involucradas, cuando su numero lo permite. De este modo, ha desarrollado proyectos para viviendas, bibliotecas, clínicas y escuelas en lugares tan apartados como las sierras de Puebla y Oaxaca, utilizando las tradiciones constructivas locales, aprendiendo de los propios habitantes la mejor manera de utilizar técnicas constructivas como el adobe o las techumbres de palma, por ejemplo. Al respecto el arquitecto comenta: «De algún modo yo empiezo a entablar una relación con la comunidad y muchas veces la comunidad toma el proyecto y se apodera de él y eso es lo mejor, el momento en que ellos lo sienten, empiezan a participar y a considerarlo propio». El arquitecto utiliza métodos participativos tanto para la arquitectura como para el diseño de sillas, según él, «la más pequeña de las arquitecturas», enseñando conceptos técnicos como la ergonomía, pero siempre abierto al aprendizaje e incorporación del auténtico saber popular.

Óscar Hagerman, Casa de Maestros en Zautla, Puebla. Tomada de Óscar Hagerman WordPress.

Desde hace cinco años el Infonavit, con apoyo de la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF), ha impulsado dos programas muy importantes para el mejoramiento de la vivienda para los trabajadores. El primero de ellos, comenzó en 2013 y se titula «Mejorando la unidad», el programa ha consistido en la evaluación del deterioro general de los conjuntos habitacionales y el otorgamiento de créditos para su reparación. El segundo programa, iniciado en 2015 con apoyo de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), se titula «Un cuarto más», consiste en añadir espacios habitables de nueve metros cuadrados como mínimo, en las azoteas de viviendas de una sola recámara, para evitar el hacinamiento de las familias que las ocupan.

Rozana Montiel, desarrollo para proyecto «Un cuarto más». Fotografía de Jaime Navarro. Tomada de ROZANA MONTIEL | ESTUDIO DE ARQUITECTURA.

La arquitecta Rozana Montiel ha destacado por su participación en dichos programas, sus proyectos se han enfocado en la valoración del sentido de pertenencia, orgullo e identidad de los habitantes de las viviendas populares. Su contribución para «Un cuarto más», en la unidad habitacional de Temixco, Morelos, utiliza materiales locales como el bambú por su ligereza y resistencia. En el conjunto habitacional de San Pablo Xalpa en la Ciudad de México, Montiel realizó un espacio comunitario para las actividades culturales y lúdicas de los vecinos, en dicho proyecto se concibe el espacio público en su dimensión social en un intento de contribuir a la equidad entre los habitantes, intentado revalorar los espacios abandonados y residuales dentro del conjunto de viviendas.

Desde 2015 la arquitecta Tatiana Bilbao ha estado desarrollando un proyecto modular de viviendas para personas de bajos recursos. Se trata de un prototipo con un núcleo sólido donde se alojan las partes fijas de la vivienda como cocinas y baños, rodeados de otras partes más ligeras y flexibles, estancias y recámaras que se construyen con materiales económicos, algunos de ellos reciclados, como los palets de madera utilizados en la industria. La casa excede los 43 metros cuadrados, el mínimo permitido para vivienda y ofrece la posibilidad de crecer hasta 62 metros cuadrados. Con apoyo de la SHF y de clientes privados, la arquitecta ha conseguido construir 23 prototipos de la vivienda y un pequeño conjunto de 20 casas en ciudad Acuña, Coahuila.

Tatiana Bilbao, Casas en Acuña, Coahuila, 2016. Fotografía de Ramiro Chaves. Tomada de The Architectural Review.

¿Por qué la mayoría de la gente de bajos recursos no tiene acceso a una vivienda digna? ¿Por qué no existen maneras de que la arquitectura de calidad llegue a todos los sectores sociales?

Por desgracia, son pocos los ejemplos de arquitectos que se dedican a atender las necesidades de las personas con escasos recursos, a diferencia de la medicina o del derecho, la arquitectura es una profesión elitista. A pesar de que la mayoría de los médicos y abogados tienen salarios altos en el sector privado, dichas profesiones se han adaptado para ser capaces de atender al público de bajos recursos. Casi nadie, por pobre que sea, se queda sin la posibilidad de recibir atención médica, ni una defensa de sus derechos, aunque no tenga el dinero suficiente para pagar a un médico o a un abogado. Este servicio de seguridad social le corresponde al Estado, el cual canaliza la ayuda mediante instituciones que cuentan con la participación de los profesionales más calificados en las materias que cubren los servicios. En el futuro, el proyecto arquitectónico también debería ser una prestación social universal.

Lorenzo Rocha

Es arquitecto y maestro en teoría crítica. Su interés se centra en el uso experimental del espacio. Incorpora actualmente a su trabajo prácticas interdisciplinarias que le permiten explorar el impacto del diseño y la intervención en los espacios que produce y la reactivación de espacios por medio de su uso social. Desde 2005 es director editorial de la revista [ESPACIO] arte contemporáneo. Colaborador regular del diario Milenio desde 2006. En 2018 publicó el libro Arquitectura crítica. Proyectos con espíritu inconformista.
Actualmente es director de la Oficina de transformación urbana y de la Oficina de arte, un espacio para residencias artísticas en el centro de la ciudad de México.

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Óscar Hagerman, Casa de Maestros en Zautla, Puebla. Tomada de Óscar Hagerman Wordpress.

Rozana Montiel, desarrollo para proyecto «Un cuarto más». Fotografía de Jaime Navarro. Tomada de ROZANA MONTIEL | ESTUDIO DE ARQUITECTURA.

Tatiana Bilbao, Casas en Acuña, Coahuila, 2016. Fotografía de Ramiro Chaves. Tomada de The Architectural Review.