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Opinión: El futuro está hecho a mano, por Adelia Borges

31.05.2013

Adelia Borges es una diseñadora, curadora y escritora brasileña. Fue directora del Museu de Casa Brasileira, una institución especializada en diseño y arquitectura. Además de varios libros publicados y exhibiciones curadas en Brasil, Adela investiga temas de diseño sustentable en Latinoamérica.

En esta columna, Adelia nos habla acerca del futuro del diseño a partir de la contraposición entre lo industrial y lo artesanal.

Por un tiempo, muchos creyeron que la industrialización acabaría con el trabajo artesanal. De modo similar, la globalización mataría las expresiones culturales locales. El avance de la industria moderna sería inexorable y, poco a poco, haría que la producción pre-industrial desapareciera. “Defender” el trabajo artesanal, en este escenario, sería una reacción de gente que va en contra del flujo de la historia, hostil al desarrollo de la humanidad. En pocas palabras, indicaría una visión nostálgica que sería enterrada por el progreso del mundo.

No obstante, este pronóstico de extinción no se vio confirmado. Hay muchas pistas que indican lo contrario, que el lugar del trabajo artesanal en la sociedad moderna está en expansión. Este crecimiento no está basado solamente en la capacidad que tienen los objetos producidos artesanalmente para cumplir con sus funciones, sino en su dimensión simbólica. En esta significación renovada, lo que importa es la capacidad que tienen los objetos para traer a sus usuarios valores que apenas ahora se reconocen como tales, como calidez humana, individualidad y pertenencia.

Uno de los primeros en predecir esta situación fue Octavio Paz. En un ensayo de 1973 lo había detectado ya: “Todavía hace unos pocos años la opinión general era que las artesanías estaban condenadas a desaparecer, desplazadas por la industria. Hoy ocurre precisamente lo contrario: para bien o para mal los objetos hechos con las manos son ya parte del mercado mundial. Los productos de Afganistán y de Sudán se venden en los mismos almacenes en que pueden comprarse las novedades del diseño industrial de Italia o de Japón. El renacimiento es notable sobre todo en los países industrializados y afecta lo mismo al consumidor que al productor. Ahí donde la concentración industrial es mayor […] asistimos a la resurrección de los viejos oficios del alfarero, carpintero, vidriero; muchos jóvenes, hombres y mujeres, hastiados y asqueados de la sociedad moderna, han regresado al trabajo artesanal.”

Paz atribuyó este renacimiento no sólo a que los consumidores estuvieran “hastiados” de los productos industriales, sino también a las cualidades intrínsecas del trabajo artesanal: “Las artesanías pertenecen a un mundo anterior a la separación entre lo útil y lo hermoso. Esa separación es más reciente de lo que se piensa: muchos de los objetos que se acumulan en nuestros museos y colecciones particulares pertenecieron a ese mundo en donde la hermosura no era un valor aislado y autosuficiente. La sociedad estaba dividida en dos grandes territorios, lo profano y lo sagrado. En ambos la belleza estaba subordinada, en un caso a la utilidad y en el otro a la eficacia mágica. Utensilio, talismán, símbolo: la belleza era el aura del objeto, la consecuencia —casi siempre involuntaria— de la relación secreta entre su hechura y su sentido. La hechura: cómo está hecha una cosa; el sentido: para qué está hecha.”

El hartazgo de los consumidores que Paz menciona es definitivamente un sentimiento que ha crecido durante las décadas que siguieron a la publicación de su texto. La industria de la tecnología inventó el uso del adjetivo “amigable” para designar gadgets electrónicos que pretenden ser más fáciles de usar. A primera vista, son encantadores y relucientes, pero es difícil convertirse realmente en el “amigo” de objetos que están fabricados para volverse obsoletos en periodos cada vez más cortos. En el despertar de la ola tecnológica, vivimos en un mundo en el que todo está hecho para las masas, de modo impersonal y contrario al territorialismo. Nuestros teléfonos celulares y correos electrónicos nos permiten estar en contacto con quien sea, a cualquier hora, independientemente del lugar en el que nos encontremos.

En este escenario, los objetos producidos mediante el trabajo artesanal emergen de modo contrastante. En un mundo virtual, ofrecen una experiencia real. En lugar de la uniformidad y la estandarización de los productos industriales, los artesanales son únicos y jamás idénticos. Poseen la belleza de la imperfección —o la “boniteza torta” (belleza torcida) de la que habla la autora y folclorista brasileña Cecilia Meirelles—. Envejecen con dignidad y pueden permanecer a nuestro lado durante toda la vida. Nos hablan del lugar preciso en el que fueron fabricados por personas específicas. Son honestos y confiables. Transmiten cultura y memoria. Contienen un sentimiento de pertenencia. Por todas estas razones, pueden tocar —y el uso del verbo tocar no es fortuito— nuestros corazones, nuestras almas.

Los mismos factores que han provocado el renacimiento del trabajo artesanal se ven reflejados en otros ámbitos de la actividad humana. Cuando se le solicitó que señalara las lecciones más importantes que hubiera aprendido en sus 40 años como médico, el doctor Drauzio Varella fue empático: “La medicina se practica con las manos. Los exámenes de laboratorio y las imágenes radiológicas ayudan en gran medida, pero no reemplazan las examinaciones físicas.” En la industria y en el arte culinario, la diseminación de la comida rápida, hasta hace poco, ofrecía las mismas hamburguesas y las mismas papas fritas en cualquier parte del mundo. La estandarización se veía como una prueba de confianza. Hoy, el reconocimiento de la cocina regional ofrece una experiencia de diversidad entendida como enriquecimiento personal y expansión sensorial.

Li Edelkoort, de los Países Bajos, actualmente uno de los más exitosos cool hunters (esto es, alguien cuyo trabajo es anticipar estilos y tendencias), es una de las personas que apuestan por esto: “Creo que veremos el día en el que lo industrial llevará el espíritu de lo artesanal, mientras que las artes y las artesanías se sustentarán descubriendo y aceptando las nuevas tecnologías. Llegará el día en que los dos ámbitos se integrarán y se convertirán en un todo indiscernible. Será entonces cuando los hombres hayan alcanzado la madurez y serán suficientemente sabios para elegir una calidad sustentable y estilo en el diseño, unificando todo lo que parece estar en conflicto hoy: viejo y nuevo, nihilista y decorativo, masculino y femenino, primer mundo y países en desarrollo, ethno y techno.” Su artículo está incluido dentro de una publicación cuyo título no deja lugar a dudas: El futuro está hecho a mano, un libro impreso en 2003 por la Fundación Prince Claus de los Países Bajos para la Cultura y el Desarrollo.

www.adeliaborges.com

Encuentra en la galería de arriba una selección de proyectos en la intersección entre lo industrial y lo artesanal.


[30 de mayo de 2013]

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