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Toma de Ciudad Universitaria. 18 de septiembre, 1968. Tomada de Verne.

La articulación de la protesta y la legitimación del poder a través de la moda

Opinión 21.02.2018

Diana Cantarey

La moda, lejos de ser una cuestión superficial, funciona como herramienta que comunica y refleja una identidad histórica y política.

En año electoral y a cincuenta años de los movimientos estudiantiles de 1968 en México, resulta imprescindible analizar los discursos que nos rodean —discursos que no se reducen a lo que se nos presenta de forma oral. Hay discursos implícitos en las imágenes, los cuales tienden a ser ignorados debido al rápido consumo visual que caracteriza nuestra época.

La moda, muchas veces considerada como superficial, perteneciente únicamente a la burguesía y desacreditada como un medio de análisis y transformación social, no está limitada a los materiales que cubren un cuerpo. La moda es política, es social. El humano no sólo tiene la necesidad básica de protegerse del medio ambiente; su naturaleza social implica también una necesidad de identidad y pertenencia a un grupo social. La moda es una gran herramienta a través de la cual, sin decir palabra alguna, uno obtiene u otorga información sobre la clase, aspiración, educación o ideología de un sujeto o de una época. La indumentaria es entonces la segunda piel que el humano pone sobre sí para comunicar a los otros a qué grupo desea pertenecer, quién es, quién quiere ser y en quién se transformará. Las prendas se vuelven artefactos con una gran carga simbólica, que connotan información que puede y debe ser leída y discutida.

Ante una herramienta con tal poder, la importancia de detenerse a analizar sus dimensiones éticas, sus alcances políticos, el uso que de ella se hace y sus posibilidades transformadoras resulta evidente; pues no han dejado de existir en la historia personajes que lo han comprendido y la han utilizado de manera perversa, echando mano de la publicidad para difundir sus ideas bajo el manto de la belleza.

Filmes fascistas: Joseph Goebbels observa la producción de un filme italiano de propaganda, dirgido por Vittorio, hijo de Benito Mussolini. 1938. Tomada de DailyMail.

No debemos olvidar sin embargo los casos en los que la difusión de información mediante la moda tiene resultados positivos: en Mextilo, por ejemplo, Gustavo Prado narra el miedo de la Corona española de que llegaran a la Nueva España las ideas de la Revolución Francesa, por lo que prohibió la llegada de libros que contuvieran dicha información. No se percató, sin embargo, de que las revistas femeninas de moda francesa reflejaban los cambios de las costumbres, el desmantelamiento del antiguo régimen y las tendencias de simplicidad y ligereza, permitiendo que mujeres como Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez se familiarizaran con dichas ideas.

P. Lacousiere. La moda de la elegancia parisiense del correo de ultramar. 1881. Cortesía de Biblioteca Nacional de España.

Por otro lado, echando un vistazo a las tendencias de moda del pasado, podemos encontrar que mientras existía un orden que buscaba legitimar su poder a través de la apariencia, existían grupos —mal llamados contraculturales— que, al no profesar la misma ideología, buscaron diferenciarse del orden común mediante la disrupción de la imagen y el desmantelamiento de los valores morales y estéticos que regían a la época. Un caso significativo se dio en México, Estados Unidos y Francia durante los años sesenta, donde la liberación sexual, la búsqueda de la paz y el diálogo, marcaron profundamente la moda, la cual posibilitó que los jóvenes se identificaran como iguales sin necesidad de grandes discursos, propiciando grandes movimientos en búsqueda de la transformación social.

Sin embargo, debido al surgimiento del internet, los movimientos underground fueron expuestos, acelerando el proceso de desmantelamiento e integración al orden social establecido. Bien dijo Hegel, «en la claridad absoluta se ve tanto y tan poco como en las tinieblas absolutas». Debido a la sobreexposición de información en la que nos encontramos sumergidos, al poder ver y conseguir de todo en internet, nos volvimos incapaces de diferenciar ideologías, incapaces de moldear nuestra identidad e incapaces de hacernos conscientes sobre qué rol queremos jugar en la sociedad. Nos convertimos en la generación del algoritmo, predestinados a que nos interesen medianamente las cosas que se nos ponen enfrente.

Afortunadamente, los análisis críticos siguen existiendo —aunque, para su mala y buena suerte, se desarrollen en lugares nada atractivos para la difusión mediática: las aulas lideradas por intelectuales, quienes, a pesar del bajo impacto que tienen sobre la realidad comparado con un mundo lleno de influencers y personajes públicos, no dejan de ver con suspicacia el estado actual de las cosas. Al no poder —ni querer— entrar en un juego donde la información sobre tendencias se actualiza constante y rápidamente, donde la personalidad es un factor fundamental para llamar la atención y donde los recursos fluyen casi ilimitadamente para difundir nuevas propuestas a todos los estratos sociales, estas figuras parecen obsoletas. Sin embargo, es a partir de ellos que la industria de la moda podría sacar una ventaja positiva de la situación actual —a través de la difusión constante del contenido crítico.

El jersey de Colin Kaepernick, parte de la exposición Items: Is Fashion Modern? del MOMA. Foto por Allison Meier. Tomada de Hyperallergic.

Recientemente culminó en el MoMA la exhibición Items: Is Fashion Modern?, muestra que causó revuelo debido a la inclusión del jersey de Colin Kaepernick, jugador profesional de football americano que inició las protestas de liberación racial al arrodillarse mientras sonaba el himno americano, inspirando a más jugadores a mostrar su inconformidad ante los ataques que han tomado lugar recientemente en Estados Unidos. Trump alegó en muchas ocasiones la falta de respeto del jugador y, al parecer, ese fue uno de los grandes motivos para no ser contratado por ningún equipo. Sin embargo su fama no ha decrecido, pues el jersey con su nombre está considerado como unos de los objetos más codiciados y vendidos de la NFL, volviéndose símbolo incensurable de la protesta racial.

Este caso nos recuerda al saludo Black Power que tomó lugar en los Juegos Olímpicos de México 1968; la famosa señal de Tommie Smith y John Carlos, ganadores en la carrera de 200 metros. Smith y Carlos alzaron un puño en guante negro durante el himno americano, como solidaridad con los obreros de color y como exigencia de la extensión de los derechos civiles a la raza afroamericana en Estados Unidos. Dicha señal fue incitada por el sociólogo Harry Edwards, quien decidió aprovechar el momento mediático para incomodar y transmitir un mensaje político muchas veces ignorado.

 

Los medallistas Tommie Smith y John Carlos levantan el puño tras la carrera de 200 m. En la Olimpiada de 1968. 1968. Foto de Angelo Cozzi. Cortesía Getty Images.

La gran ventaja de la moda radica en su seducción. Al ser considerada por muchos como entretenimiento superficial, pocas veces se consideran los alcances mediáticos que posee para cautivar a las personas, para apoyar en la visibilización de las problemáticas, detonar cuestionamientos, proponer la búsqueda de nuevas y múltiples identidades, promover la transformación social y desmantelar los discursos de poder que se legitiman mediante las imágenes. Al tener las herramientas para conocer las tendencias del futuro, la moda puede prever cuáles son las problemáticas que debemos analizar seriamente cuanto antes, y encontrar soluciones ante las injusticias que vivimos actualmente.

Hablar de crear un mundo mejor es siempre algo abstracto y muy fácil de decir; las problemáticas cambian y las que creíamos soluciones dejan de serlo. Sin embargo —y a diferencia de la filosofía y las ciencias, que buscan soluciones universales e inquebrantables—, el carácter efímero de la moda posibilita que a nuevos problemas lleguen nuevas propuestas —las cuales, de no adaptarse a las necesidades de los usuarios, terminan por ser fácilmente descartadas.

Como consumidores debemos ser conscientes con nuestra forma de vestir y consumir. De lo contrario, podremos estar replicando los discursos que nos oprimen. Y, como diseñadores mexicanos, de la misma manera en que escogemos qué tendencia seguir, debemos de ser conscientes de cuál será la problemática sobre la que trabajaremos —pues, ciertamente, en nuestro país existen muchas injusticias que deben ser analizadas y visibilizadas—, debemos trabajar conjuntamente con individuos lúcidos que nos ayuden a analizar, comprender y criticar el problema al que nos enfrentamos, y debemos diseñar propuestas para su posible solución

 

Diana Cantarey

Estudió filosofía en la UCSJ. Decepcionada por la exigencia metodológica y racional, se interesó en el arte contemporáneo. Agobiada por el gremio, incursionó en la medicina alternativa. En 2017 fundó DICEALGO, marca mexicana de ropa que fusiona diseño, filosofía, ciencia ficción y conocimientos alternativos.

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Los medallistas Tommie Smith y John Carlos levantan el puño tras la carrera de 200 m. En la Olimpiada de 1968. 1968. Foto de Angelo Cozzi. Cortesía Getty Images