Hace unos días se publicó un informe extremadamente preocupante del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en el que se advierte que incluso cumpliendo la meta de aumento de temperatura del planeta en 1,5º Celsius con respecto a niveles preindustriales (Acuerdo de París, 2015), habría daños irreversibles en el clima. Lo más alarmante de esto es que solo para llegar a esa meta la humanidad tendría que llevar a cabo cambios sin precedentes en su vida y consumo para reducir hasta un 45% sus emisiones para el 2030.

Según National Geographic, para evitar tal catástrofe, ningún hogar, negocio o industria debería tener calefacción por gas o petróleo; ningún vehículo tendría que desplazarse con diésel o gasolina; todas las centrales eléctricas de carbón y gas deberían ser clausuradas; la industria petroquímica tendría que convertirse en una industria química verde; y la industria pesada como la producción de acero y aluminio tendría que emplear fuentes de energía sin carbono o tecnología de captura de emisiones de CO2 que almacenaría de forma permanente. Sin embargo, imaginar esta meta y entender cómo llegar a ella, nos puede parecer bastante difícil, sino imposible.

Ya lo mencionaron Anthony Dunne y Fiona Raby, en su libro Speculative Everything (MIT Press, 2013).

«Es difícil decir cuáles son los sueños de hoy, parece que han sido degradados a esperanzas: esperanza de no permitirnos extinguirnos, esperanza de terminar con la hambruna, esperanza de que haya lugar para todos en este pequeño planeta. No hay más visiones. No sabemos cómo arreglar nuestro planeta y asegurar nuestra supervivencia. Solo tenemos esperanzas.

Como señaló Frederic Jameson, ahora es más fácil para nosotros imaginarnos el fin del mundo que una alternativa al capitalismo. Pero alternativas son exactamente lo que necesitamos. Tenemos que soñar nuevos sueños para el siglo XXI, ya que los del siglo XX se desvanecen rápidamente. Pero, ¿qué papel puede jugar el diseño?».

¿De verdad es más fácil imaginarnos el fin del mundo?

Los mismos autores mencionan que el diseño puede tener un rol importante abriendo espacios de debate y discusión a partir de preguntas, pensamientos, ideas y posibilidades. Nos puede ayudar a ver que las realidades actuales son solo una posibilidad y no necesariamente ésta es la mejor. Es aquí cuando empezamos a hablar de diseño especulativo, la disciplina que trata de hacer tangibles posibles escenarios futuros y alternativas del presente, partiendo de la pregunta «Qué pasaría si…?» que nos ayuda a imaginar las implicaciones de cada uno, inspirar debate y llevarnos a moldear un futuro deseable.

Los avances y descubrimientos tecnológicos están sucediendo a un ritmo vertiginoso y las posibilidades se nos presentan casi infinitas, con unas consecuencias e implicaciones desconocidas. En Sapiens, breve historia de la humanidad (Debate, 2015), Yuval Noah Harari hace un análisis crítico de proyectos totalmente factibles y algunos ya en curso, cuyo alcance nos puede resultar inimaginable: resucitar y repoblar la tierra con especies extintas como los mamuts, resucitar a los neandertales (hasta se han solicitado voluntarias para alquiler sus vientres), pasar nuestros recuerdos y pensamientos a una computadora que sobreviva a nuestro cuerpo, etcétera. ¿Qué pasará cuando estos y otras posibilidades sean una realidad? ¿Qué implicaciones éticas y morales tendrán? ¿Qué pasará con el concepto de humanidad? ¿Podríamos generar escenarios que nos permitan imaginar esas realidades para abrir espacios de debate y moldear el futuro que queremos? ¿Podrían estos escenarios llevarnos a pensar las consecuencias negativas y positivas que implicarían para evitar futuros no deseados?

Fotografía Oscar Keys. Tomada de Unsplash.

Por ejemplo, ¿qué pasaría si utilizáramos los avances en biotecnología para rediseñar a los humanos reduciendo su estatura para disminuir su impacto en el planeta?

Los filósofos S. Matthew Liao, Anders Sandberg y Rebecca Roache publicaron un proyecto en el que proponían reducir el tamaño de las personas para disminuir sus necesidades energéticas sustancialmente y, por lo tanto, su impacto en el ambiente. Una persona más corpulenta necesita más comida para satisfacer su necesidad de energía, necesita más tela para vestirse, más combustible para su auto, etcétera. ¿Qué pasaría si se hiciera un tratamiento a los bebés que nacen para controlar su estatura? Este es un escenario que abre todo tipo de debates éticos y pone a las personas en una situación donde pueden evaluar e imaginar posibles consecuencias de los avances de la biotecnología; además que propone otra perspectiva en la lucha contra el calentamiento global.

Otro ejemplo, ¿qué pasaría si se rediseñaran los límites de los países según las fuentes de energía renovable más potenciales de cada área?
El proyecto AMO-Roadmap 2050 (parte del think tank de OMA) propone un enfoque radical para alcanzar con efectividad los objetivos de reducción del 80% de emisiones de carbono para 2050 en la Unión Europea. A partir de un estudio de las fuentes de energía renovable disponibles y potenciales de cada país, proponen un roadmap donde, a partir de la tecnología disponible actualmente, cada región se especialice en una fuente y puedan apoyarse entre ellos según la época del año. El proyecto muestra un mapa de Eneropa, donde se propone rediseñar los límites de los países según la fuente de energía principal de cada región. Una imagen que generó mucho debate y tomó relevancia en la discusión de los objetivos energéticos de la Unión Europea.

OMA/AMO, Roadmap 2050. Tomada de ArchDaily.

En conclusión, el diseño especulativo busca desafiar la concepción de que el presente es una consecuencia de actos pasados, para moldearlo a partir de ideas y sueños que inspiren escenarios alternativos y posibles hacia un futuro deseable.