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Ernesto Walker, Kessler’s Syndrome, 2017. Cortesía del MARCO.

Ernesto Walker: Las complejidades de la telecomunicación

Entrevista 06.07.2018

Manuel Guerrero

A propósito de la exposición «Registro 05/Enfocar la mirada» realizada en el MARCO, platicamos con el artista Ernesto Walker sobre su participación en la muestra y su proceso creativo.

A lo largo de su carrera profesional, el trabajo de Ernesto Walker se ha formalizado en distintos medios, posibilitando cruces transdisciplinarios a partir de una pregunta que detona el eje temático de cada proyecto: la pregunta por las condiciones bajo las cuales se conforman las redes de información y, por ende, la veracidad de algún hecho —cuestión que valdría la pena replantearse dadas las circunstancias informáticas que permean nuestra vida diaria.
La relevancia del internet en los procesos de comunicación social, privada y educativa —entre otras—, no sólo presenta consecuencias críticas en las dinámicas culturales, sino que también plantea—prescindiendo de un tinte fatalista— dilemas ecológicos, debido a que la acelerada producción de basura tecnológica significa un problema para la supervivencia de la humanidad y —a nivel extraterrestre— sus telecomunicaciones, tomando en cuenta el desmesurado lanzamiento de satélites en el espacio desde la segunda mitad del siglo XX, plagando la órbita terrestre de chatarra espacial que pone en riesgo la vida útil de los dispositivos más recientes que permiten nuestras interacciones, asunto ya estudiado por el científico de la NASA Donald J. Kessler, cuyas advertencias retoma el propio Walker en su más reciente obra.
En el marco de la exposición Registro 05/Enfocar la mirada, organizada por el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey desde hace una década, tuvimos la oportunidad de platicar con Ernesto Walker. La exhibición revisa el trabajo de una decena de jóvenes artistas de Nuevo León que, desde distintas líneas de exploración, hablan de la construcción de identidades dentro de la cultura mediática; la realidad sociopolítica del país y el cuestionamiento de la percepción de los sentidos, en contraposición con el mundo virtual generado por bases de datos en internet.

—En tu trabajo experimentas con una gran cantidad de medios y materiales. ¿A qué se debe esta tendencia?
Pienso que tiene que ver más con curiosidad. Empiezo trabajando más con conceptos o discursos: parto del aspecto conceptual y luego comienzo a materializar o construir con ciertos materiales, tecnologías… muchas veces ese proceso me lleva a concluir que ciertos recursos materiales podrían ser interesantes para cierto proyecto.
Tengo una directriz: nunca «sacarle la vuelta». Si es una idea que puede quedar bien, no la descarto solo porque no conozco el proceso o me parezca difícil. Posteriormente, investigo, pongo a prueba al gremio. En ocasiones se vuelve interesante estar en contacto con diferentes disciplinas, proveedores materiales, tradiciones, etc. Las bondades de «andar de explorador» enriquecen mucho cada proyecto. También hay situaciones en las que trabajo en proyectos con procesos que ya conozco: hago mucho dibujo en tinta y ahí sí no hay esa parte tan experimental.

—Tus obras presentan una constante referencia a los desarrollos tecnológicos y la mecatrónica. ¿Cómo se conjugan el arte y la ciencia en tu proceso creativo?
Siempre hay un espasmo de mi parte al pensar en trabajar esa relación con arte y ciencia por mi formación en relaciones internacionales: una ciencia social que siempre se debate en un conflicto interno, ya que las ciencias sociales se saben no como una ciencia en el sentido físico-matemático. Las ciencias físico-matemáticas pueden experimentar y recrear experimentos, mientras que las ciencias sociales, al ser la gente su objeto de estudio, no pueden hacer lo mismo.
Cuando entré a mi carrera, tenía presente la idea de la verdad y, conforme me fui metiendo en materia, me di cuenta de que no existe como tal, sino que hay muchas perspectivas que la vuelven un concepto muy rico, en términos de información. Gran parte de estas reflexiones fueron permeadas por el contexto del arte contemporáneo: se están buscando varias verdades, cuestionamos frecuentemente la idea de que solo haya una. Es el día a día en esto.
Finalmente, me di cuenta de que esta búsqueda plástica propia funcionaba muy bien en una metodología relacionada con el arte contemporáneo y, sin pretenderlo, así se fue torciendo el camino. En ella, siempre está presente esa relación entre arte y ciencia… normalmente, la parte más vistosa de la ciencia es —tal vez— el efectismo de la parte tecnológica: todo eso que supera nuestras capacidades y habilidades. Siempre estoy trabajando con estas cosas, pero desde un punto de vista crítico: nunca promuevo la fascinación por esa carrera tecnológica que plantea que, entre más tecnologías, mejor. Más bien, ahí hay un punto medio que se nos pierde. En este sentido, el uso de la tecnología tiene un sentido algo absurdo o paradójico. Eso también me plantea que domine esas tecnologías para que el proyecto funcione.

—He visto que muchas de tus instalaciones y piezas de mediano formato hacen alusión al proceso técnico y la estética del sonido. ¿Qué papel juega lo sonoro en la poética de tu discurso?
No lo tengo totalmente definido, pero vamos a descubrirlo juntos [risas]. Sé que siempre uso el sonido y me encanta porque me parece que es algo que se vuelve parte de la atmosfera de la pieza; es un recurso que se acerca a otros sentidos y añade información. Pienso que la parte que estamos descubriendo es que [lo sonoro] me remite a los procesos de exploración cuando estoy trabajando con otras tecnologías y tengo que acercarme a nueva gente, lugares, aparatos… y en ello siempre está la experiencia de entrar en otro mundo. Me parece que el sonido es interesante en ese sentido. 

—¿Qué pieza presentarás en la nueva exposición del MARCO?
El proyecto es una escultura que forma parte de una serie que llevo trabajando desde hace más de un año, llamada Kessler’s Syndrome, inspirada en las telecomunicaciones, ya que es una línea de investigación que me interesa desarrollar, de la mano con una duda sobre cómo construimos lo que creemos verdadero, cómo se transmite y cómo se acumula.
Este proyecto se enfoca en las tecnologías espaciales que permiten las telecomunicaciones, ya que la gran mayoría de los objetos que ponemos en órbita son para comunicarnos, pero es curioso que conquistemos el espacio para voltearnos a ver a nosotros mismos: los satélites funcionan para que suban y regresen los datos. Únicamente salimos al espacio para volvernos más densos en cuanto a información.
El concepto que le da nombre al proyecto fue desarrollado por Donald J. Kessler, científico de la NASA que realizó cálculos sobre la inminencia o posibilidad de una reacción de cadena de colisiones entre todos los satélites que están orbitando la tierra, porque afuera todo está saturado de objetos; de hecho, la ONU está desarrollando un reglamento para establecer cuántos satélites más pueden lanzarse al espacio. Los más nuevos tienen un programa específico para que, cuando estén por terminar su vida útil, por sí mismos regresen de la órbita.
Me parece simbólico que esas tecnologías que apuntalan a nuestro ritmo de comunicación estén al borde la destrucción a nivel sistémico, hasta el punto de que están por neutralizarse, ya que los cálculos de Kessler plantean que no sólo los objeto chocarían sino también los fragmentos, destruyendo todo lo que esté en órbita y generando un anillo de basura que deje inutilizable a todo el espacio cercano a la tierra para poner otra cosa. Es un síntoma de nuestros procesos de comunicación.
La obra presentada en Registro 05: Enfocar la mirada es una escultura sonora a la que denomino como «responsiva». En parte, se desempeña como una instalación y como escultura individual. Por un lado, exploro escultóricamente la tecnología de los satélites y —por otro— su aspecto: [la escultura] tiene antenas parabólicas y una estructura que físicamente remite a un satélite. Además, la pieza cumple un par de funciones: está equipada con un software que identifica voces, así que cuando algún sonido es captado dentro de la sala, lo empieza a grabar y, cuando termina, lo integra a una enorme grabación generada a lo largo de la exposición. La idea es que, conforme se añadan conversaciones —al grado de que sean demasiados elementos, produciendo una conversación ilegible—, de alguna manera se presente el absurdo en analogía con la saturación y el sinsentido de lo que ocurre en la órbita del planeta.
También, esta pieza es una manera de reinvertir la función del satélite, porque éste es un objeto que sirve para triangular dos puntos que no se ven: aquí hay una reinterpretación temporal, pues se triangula una «conversación» entre dos o varias personas que sucede a partir de la pieza.
También, esta conversación se proyecta mediante ondas de radio, por lo que puedes solicitar un radio en la recepción para sintonizar una estación específica y así escuchar la conversación generada desde afuera y en movimiento.

Ernesto Walker, detalle de Kessler’s Syndrome, 2017. Cortesía del MARCO.

La exposición Registro 05/Enfocar la mirada estará abierta al público en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey hasta el 21 de octubre del 2018.

 

Manuel Guerrero

Ha participado en más de quince exposiciones colectivas y encuentros de arte sonoro en México, Reino Unido, Japón y España. A la par de la producción artística, ha escrito para más de doce plataformas dedicadas a la reseña y crítica de arte.

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