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Cortesía de Biquini Wax EPS.

Educación e investigación artísticas. Parte II

Columna 24.02.2020

Daniel Montero

En este texto, Daniel Montero reflexiona sobre la educación en el arte referida al arte como un proceso de investigación.

Insistir en el tema de la educación artística y de la investigación en el arte luego de la llamada «semana del arte», parecería un tanto ingenuo y hasta impertinente: luego de esa multitud de eventos —muchos ajenos a las dinámicas educativas—. Así, surge la pregunta de cómo se puede hacer una reflexión tal en ese contexto. Precisamente, si se considera que tal vez los sucesos más notorios de esa semana fueron los protagonizados por Avelina Lésper y la obra de Gabriel Rico en ZONA MACO; y las declaraciones que ofreció Gabriel Orozco a El Universal con respecto del proyecto del Bosque de Chapultepec en Material Art Fair (donde habló de la construcción de un museo sin colección en el que se expondrá su obra y la de los artistas de «su generación», sin decir quiénes) se vuelve mucho más urgente pensar cómo es que la educación e investigación artística podrían interferir en esos contextos; y no para evadirlos ni para negarlos, sino para reconocerlos y, en la medida de lo posible, reconfigurar sus dinámicas. Además, en este presente de violencias múltiples, de transformaciones institucionales y de nuevas dinámicas en el campo del arte, es fundamental problematizar el asunto y volver a preguntar, la educación artística para qué.

Por ello me gustaría volver sobre ese asunto y retomar algunas cosas que quedaron pendientes en la primera entrega de este texto. Justamente, uno de los puntos a los que me parece importante regresar es al del objeto de (la) investigación. El objeto de la investigación artística es significativo porque —como ya lo había señalado antes—, las prácticas artísticas están cada vez más involucradas con la vida; o para ponerlo en términos más exactos, los objetos y las prácticas que hacen parte de la vida son elementos constitutivos del arte contemporáneo. Eso significa que en el arte como en la vida, deberían considerarse no solo las formas sino las transformaciones, los contextos y, tal vez más importante, la inestabilidad de esos mismos objetos y acciones. Es por ello que el arte como investigación tiene que ver con la inestabilidad y, en ese sentido, los productos del arte apuntarían a hacer notar la inestabilidad de la vida que no es otra cosa que la compresión del tiempo (cómo historia y como memoria), la alteración de los espacios (reales y sociales) y la política como desacuerdo. En ese sentido, el arte como investigación y la investigación artística tendrían que ver con los flujos de información, de sujetos e, incluso, con la inestabilidad de las formas que se vuelven concretos en la manera en que se presenta esa investigación.

Con esto no me refiero a la frase conocida que dice: «lo importante en el arte son los procesos» y que se usa para justificar la inmaterialidad de ciertas prácticas, sino más bien a pensar cómo es que los mismos procesos son parte constitutiva de esa inestabilidad a la que me refería más arriba. ¿Cómo enseñar ello y cómo es que se podría pensar en metodologías que ayuden a reflexionar sobre esa inestabilidad?

Como lo señala Julian Klein en su texto de 2017 «What is Artistic Research?»1, considerar el «arte como investigación» parece algo inexacto, porque no es el arte el que de alguna manera se transforma hacia la investigación. Lo que existe es una investigación que se vuelve artística; por lo tanto, en realidad debería decirse: «Investigación como arte» haciendo que la pregunta central sea ahora: «¿Cuándo es el arte investigación?» En el transcurso de una investigación específica, la experiencia artística puede ocurrir en diferentes momentos, diferir en duración y variar en importancia. Esto complica su categorización aunque, por otro lado, permite una taxonomía dinámica: ¿en qué momentos y en qué fases puede ser artística la investigación? Primero, en sus métodos (buscar, archivar, recopilar, interpretar y explicar, modelar, experimentar, intervenir y solicitar); pero también en su motivación subyacente, su inspiración, su reflexión, su discusión, en la formulación de preguntas de investigación, en su concepción y composición, en su implementación, en su publicación, en su evaluación, en la forma del discurso.

Educación e investigación artísticas. Cartón

Pieza realizada durante el coloquio Artist Research: Is There Some Method? en República Checa, 2016. Tomada de la web del evento.

Así, la relación entre el objeto a investigar y el método entraría en una dinámica que pertenece específicamente al arte, en la medida en que sus productos y sus procesos se van concretando a través de un método que permite incorporar diversas sensibilidades, temporalidades, contextos y disciplinas. De esa manera, el resultado de la investigación artística (o de los métodos artísticos de investigación) desplaza la noción de obra de arte al de un obrar en función del objeto que se pretende investigar, provocando una multitud de evidencias de esas nuevas relaciones ya sea en videos, objetos, fotografías, publicaciones, y un gran etcétera. En ese sentido el arte como investigación no evade el asunto del arte como mercancía ni las dinámicas laborales (muchas veces precarias) a las que muchas veces se ven sometidos los artistas contemporáneos , sino que las incorpora de manera necesaria.

Es claro que, bajo esas circunstancias, lo que habría que pensar es la manera en que se altera la percepción de cierto fenómeno de la realidad como resultado de la investigación. Así, no es que el arte ayude a refundar nuevos mundos o a pensar en utopías únicamente, sino más bien ayudaría a pensar en la reconfiguración de la realidad a partir de datos, de información y de una multiplicidad de interacciones. Así, el conocimiento de la realidad cambia, no necesariamente por la introducción de elementos nuevos (aunque es obvio que toda investigación puede producir nuevos productos), sino en la medida en que el método de aproximación a la realidad es diferente. Un asunto de método.

Desde mi perspectiva, la labor de un educador estaría en función de la manera en que éste puede ayudar a pensar a la comunidad estudiantil en los cruces inter y transdisciplinarios y cómo es que se pueden articular en función de un interés específico. Pero precisamente allí es donde estaría el asunto central porque no es que el maestro pueda enseñarlo todo ni que todos los alumnos tengan en mismo interés. Más aún, y como ya lo afirmaba en mi artículo anterior, lo más seguro es que el alumno, al mismo tiempo que tiene una cantidad de información a la mano, tiene una serie de intereses que, en sí mismos, son los que presionan transformaciones y generan dinámicas artísticas diferenciadas. Dinámicas que dialogan y muchas veces reconsideran las formas de comprensión del arte en el presente. Lo que se genera en esa dinámica no es precisamente una transferencia de datos de unos hacia los otros, sino formas en las que esos datos afectan los flujos de información, que son los que al fin de cuentas alteran la investigación artística.

Educación e investigación artísticas. Pirámide.

Tomada de la web de la Bienal UNAM 2020.

Es por ello que, desde mi perspectiva, dos de los eventos más significativos de esa semana del arte fueron la Bienal de Arte de la FAD que actualmente se lleva a cabo en el MUCA Campus de la UNAM y que lleva por título Pedir lo imposible; y la exposición de Carla Rippey en Biquini Wax EPS. En el primer evento participan colectivos de artistas que realizan proyectos en función de múltiples intereses (la vivienda y la habitabilidad; la reproducción de información y publicación; las políticas de género entre otras) y que muestran diferentes procesos de investigación haciendo evidente la diversidad de posturas. Las obras presentadas en esa bienal son de una transformación que vive la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, originada desde de su División de Investigación, que dirige en la actualidad la doctora Adriana Raggi y en la que participan varios grupos. Por otro lado, el evento de Biquini Wax EPS demuestra cómo es que las prácticas artística del pasado, como los trabajos que parten de exploraciones de archivo y de género, se actualizan en el presente bajo otras circunstancias históricas y trazan puentes entre generaciones de artistas más jóvenes con los de sus antecesores, produciendo así una pluralidad de miradas.

Carla Rippey archivo. Fotografías.

Cortesía de Biquini Wax EPS.

Es claro que lo que describo acá no agota el tema ni tampoco cierra una discusión que no solo tiene que ver con métodos educativos, sino que involucra instancias tan separadas como el mercado del arte, los espacios de exhibición, la burocracia cultural, las reivindicaciones sociales de grupos minoritarios y la diversidad de manifestaciones de la subjetividad que trascienden el arte. Sin embargo, creo que retomar el tema de la educación artística y de la investigación en el arte pude ayudar a comprender mejor la manera en que comprendemos formas económicas, políticas y culturales más allá del mundo del arte local. Habrá que ver cómo es que funcionan esas dinámicas específicamente en contextos localizados y pensar cómo se pueden generar nuevas dinámicas, más allá de la mediatización del escándalo artístico y del mercado, más allá de Avelina Lésper y Gabriel Orozco.

1 Julian Klein. “What is artistic Research”, Reflexion, Abril, 2017.

 

Daniel Montero

Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es autor del libro El Cubo de Rubik: arte mexicano en los años 90.

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Pieza realizada durante el coloquio Artist Research: Is There Some Method? en República Checa, 2016. Tomada de la web del evento.

Tomada de la web de la Bienal UNAM 2020.

Cortesía de Biquini Wax EPS.