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Still de Nuestro tiempo, Carlos Reygadas, 2018. Tomada de Twitter.

Nuestro tiempo, de Carlos Reygadas. Naturaleza muerta

Opinión 03.10.2018

Sergio Huidobro

Sergio Huidobro analiza «Nuestro tiempo»: la más reciente película de Carlos Reygadas que compitió en el Festival Internacional de Cine de Venecia.

En el prólogo a Luz silenciosa (2007), la visión de una bóveda de estrellas retrocede poco a poco frente a las luces del título: un amanecer imponente, ajeno a toda mirada, excepto la de la cámara. El tránsito entre la noche y lo diurno evoca los claroscuros y las tensiones que alimentan el cine iconoclasta de Carlos Reygadas, situado siempre en una zona meridiana de fuerzas entre dos polos: la urbe y lo rural, la obra y el instinto, lo salvaje y lo racional.
Con la claridad megalómana de quien es consciente de su propia importancia, el director de Post Tenebras Lux (2013) ejecuta en Nuestro tiempo (2018) un número de desdoblamientos autoficcionales que lo sitúan a la vez detrás y frente a la cámara, con su esposa Esther (Natalia López), sus hijos y uno de los ranchos de su familia, jugando a ser una corte que gravita en torno al personaje que él mismo se asigna: el de un toro violentado por haber perdido la supremacía de sus dominios. Intento explicar esta alegoría de la cinta a través de tres binomios presentes en ella y que, a mi juicio, son constantes esenciales en la filmografía del mexicano.

Instinto y razón
Solo una parte de lo que pasa en Nuestro tiempo está, estrictamente, a la vista. Después de ceder espacio para una relación abierta, triple, entre Esther, él mismo y un estadounidense que trabaja cerca de ahí —en un rancho de crianza equina—, Juan (quien lleva el mismo nombre bíblico que los patriarcas heridos de Luz silenciosa y Post Tenebras Lux) se enfrenta a una grieta creciente en los dominios que hasta entonces le pertenecieron de forma absoluta.
Con un latifundio privado como escenario casi absoluto, Nuestro tiempo escenifica dicho ecosistema de relaciones económicas, sexuales y de clase, no tanto para cuestionarlas o ponerlas en jaque sino para desnudarlas como principio de la convivencia —tóxica, natural— entre empleados y patrones, maridos y mujeres, capataces y ganado. A través de cuatro binomios, la cinta estrenada en el pasado Festival de Venecia explora las tensiones bipolares que, en el cosmos de Reygadas, explican la naturaleza de nuestros instintos.
En la mirada de Reygadas sobre el paisaje, la naturaleza de la luz prevalece sobre los trucajes de la estética. Su forma de observar (su modo de ver, diría Berger) dialoga mejor con José María Velasco que con Gabriel Figueroa, en tanto la utopía agreste y casi feudal de sus ambientes desde Japón hasta Nuestro tiempo, el ideal de abandono de lo civilizado y del retorno a una vida dominada por los instintos naturales, se expresa a través del enfrentamiento directo con lo natural como una amenaza sensual o sensorial, y no con el romanticismo de lo folclórico.

Still de Nuestro tiempo, Carlos Reygadas, 2018. Tomada de Claro Entretenimiento.

Orgánico y divino
Las vistas de Tlaxcala pintadas por Velasco durante el último tercio del siglo XIX parecen evocadas como un eco en los campos abiertos y los cielos de la misma región, fotografiados por Diego García (Las tinieblas, Cementerio de esplendor). La mirada dual de cineasta y fotógrafo permiten un equilibrio ocasional (intermitente, irregular, pero fascinante en su tensión) entre lo que dice, lo que se muestra y lo que se siente. En los momentos más embriagantes de Nuestro tiempo, la cámara abandona la naturaleza para hacer algo más difícil: evocarla a través de sus antítesis: un motor en marcha; una megalópolis vista desde el cielo; el tren de aterrizaje de un avión; la cúpula —perfecta pero muerta— del Palacio de Bellas Artes.

Still de Nuestro tiempo, Carlos Reygadas, 2018. Tomada de YouTube.

Juan, como personaje, dialoga con otra figura contemporánea de José María Velasco. El Facundo de Domingo Faustino Sarmiento, regidor de su propio latifundio en la Pampa argentina del siglo XIX, se parece al vaquero encarnado por Reygadas en la cinta: un hombre de letras y terrateniente convencido de la valía de sus privilegios. A diferencia de Facundo, termina por enfrentarse a un dilema: ejerce su poder frente al empleado quien le pide patrocinio para comprar un auto usado, pero se siente en desventaja frente al extranjero que seduce a su mujer.

Still de Nuestro tiempo, Carlos Reygadas, 2018. Tomada de Claro Entretenimiento.

Masculino y femenino
Para el personaje como para la poética de la película, la fractura se agranda en tanto crecen los elementos que el capataz, ese macho herido, no puede controlar, como el toro que destripa a una mula o el deseo escondido de su mujer, quien pasa de ser una compañera silenciosa para el capataz a ser una subversión para su orden.

Still de Nuestro tiempo, Carlos Reygadas, 2018. Tomada de elseptimoarte.net.

Como en «Las palabras», el poema temprano de Paz (písalas, gallo galante / tuérceles el gaznate, cocinero, / desplúmalas, / destrípalas, toro / buey, arrástralas, / hazlas, poeta, / haz que se traguen todas sus palabras), Juan encarna con la misma ilusión que anima a los poetas: la de dominar el lenguaje. Lo poético, ejercido como una variante de la masculinidad tóxica, es una de las vibraciones causadas por los ríos subterráneos de Nuestro tiempo, y no desemboca nunca en respuestas fáciles. Al final, el terrateniente viril, el toro bravo que encarna el marido, termina por parecerse al cineasta que encabeza los créditos: aquel que comparte con el espectador voyeur el deseo que siente por su esposa, al desnudarla una y otra vez frente a la mirada ajena, mientras él permanece alejado de la sexualidad que impregna el relato, se sitúa en la comodidad del observador. Se convierte en el poema de Paz, pero deja abierta la pregunta sobre si Reygadas, el autor, se parece más al toro, al buey, al buey o al gallo galante.

Sergio Huidobro

(Ciudad de México, 1988) Es escritor y periodista. Comunicólogo y maestro en letras latinoamericanas, ambas por la UNAM. Ha sido seleccionado como miembro del jurado joven France 4 Revelation de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes y de Berlinale Talents en 2014. Escribe en las revistas La Tempestad y Cine Premiere y es panelista en el programa Mi cine, tu cine de Once TV; ha colaborado también en prensa (Reforma) y radio en línea (Cine Garage). Recientemente fue incluido en Dos amantes furtivos: cine y teatro en México (2015) y coordinó el libro colectivo Pies en la tierra: crónicas de septiembre (2017), seleccionado por la revista Chilango como uno de las cuatro mejores iniciativas de la sociedad civil en 2017. Es tallerista de guión documental en el programa nacional Polos Audiovisuales, del IMCINE.

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